viernes, 31 de mayo de 2013

La Alianza del Pacífico y la reedición del Tratado de Tordesillas


 
Victor Hugo Matos

El Tratado de Tordesillas fue un acuerdo firmado entre España y Portugal en 1494  que en parte planteaba la división de la América colonial en 2 partes, una española y otra portuguesa, las cuales desde entonces estarían separadas por una barrera cultural que impediría un acercamiento efectivo entre los habitantes de ambas zonas hasta la segunda etapa del siglo XIX.
 
En la actualidad, el proceso de integración regional en América Latina parece haber generado una réplica de la división que se generó el citado tratado, ya que ahora América Latina se encuentra dividida en dos partes nuevamente: los miembros del MERCOSUR bajo la égida de Brasil y los Estados que forman parte de la Alianza del Pacífico; cada una  con  sus propias dinámicas de  cooperación e integración, sus propios valores y modelos institucionales.
 
Respecto a la Alianza del Pacífico, que ya va por su séptima cumbre presidencial,  se trata de un mecanismo de liberalización comercial que surge  entre un conjunto de países con costa en el Océano Pacífico con afinidades políticas y con un peso importante en la economía latinoamericana, capaz de rivalizar en fuerza económica con Brasil y el MERCOSUR. Esto se vislumbra a partir de la forma en que se han comportado económicamente ambas organizaciones durante el último año, en el cual la Alianza del Pacífico consiguió un crecimiento combinado del 5%, que contrasta con el 2,9% que alcanzó MERCOSUR; esto sin contar que existe un mayor comercio intra-bloque en la Alianza del Pacífico.
 
No obstante, la competencia entre los dos bloques no se limita simplemente a los indicadores macroeconómicos, sino que se da también en una suerte de competencia por expandir la zona de influencia propia, las cuales a la larga pueden buscar integrar a otros actores regionales, que en este momento, o sienten la sensación de estar en orfandad por el declive de organizaciones como los miembros de la CAN (caso de Bolivia y Ecuador), o, están decepcionados por el comportamiento de los actores a lo interno de su propio mecanismo de integración, donde encontramos los casos de Paraguay y Uruguay en MERCOSUR.
 
Uruguay ha esbozado desde hace algunos años una posición crítica en el MERCOSUR –debido al desequilibrio existente entre los actores pequeños respecto a Argentina y Brasil, así como el estancamiento del mecanismo debido al proteccionismo-, y tiene actualmente una participación cada vez más activa como observador en la Alianza del Pacífico. De hecho, el Vicepresidente Astori expresó en la VII Cumbre de la Alianza del Pacífico celebrada recientemente en Cali (Colombia), el deseo de Montevideo de convertirse en miembro pleno del nuevo mecanismo.
 
Frente a esto, el Alto Representante del  MERCOSUR, Ivan Ramalho, respondió que cualquier entrada de un Estado miembro a otro acuerdo de integración debe darse en bloque y no de forma separada, evidenciando así cierta preocupación de que alguno de los actuales miembros del MERCOSUR decida unirse a la Alianza del Pacífico. Además, señaló que cualquier oportunidad de relacionamiento con los países de Asia puede buscarse en conjunto, subrayando como ejemplo el Diálogo MERCOSUR-CER (Australia y Nueva Zelanda) para promover el comercio bilateral, las inversiones y la convergencia de posiciones en materia de negociones comerciales multilaterales.
 
Asimismo, la diplomacia brasileña se esforzó para bloquear los intentos de Paraguay de convertirse en miembro observador de la Alianza del Pacífico, invocando el párrafo cinco de la Decisión 26/2012 de los Jefes de Estado de la Unión de Naciones Suramericanas (UNASUR), que obliga a “Promover la suspensión de la República del Paraguay en los foros y mecanismos de diálogo y concertación” originada tras la destitución de Fernando Lugo. Asimismo, fue postergada la próxima Cumbre de MERCOSUR –que estaba prevista celebrase en Montevideo el próximo 28 de junio- hasta la toma de posesión el 15 de agosto del nuevo Presidente paraguayo, Horacio Cartes, para propiciar en este período el levantamiento de la suspensión de Paraguay en MERCOSUR/UNASUR y su aceptación del ingreso de Venezuela como hecho consumado, conjurando así cualquier intento de reacomodo de Asunción en el tablero de la integración regional.
 
La pregunta que queda sin respuesta, es la siguiente: ¿Se mantendrán ambos esquemas de integración dentro de sus zonas de influencia comercial y política, o decidirán expandirse más allá de los límites que ha establecido el acuerdo tácito entre ambos bloques en una suerte de reedición del Tratado de Tordesillas?

miércoles, 22 de mayo de 2013

¿Volverá Bachelet?


M.Sc. Belén González

El próximo 30 de junio, la oposición chilena decidirá quien será su candidato para las presidenciales del 17 de noviembre, muchos podrían decir que se trata de una elección más, de un nuevo pulso del poder interno en el seno de los partidos, pero el escenario se ha modificado por un detalle pequeño, pero significativo: la participación de la interesante, polémica y respetada, ex presidenta Michele Bachelet, quien participa en estas primarias como abanderada del Partido Socialista y del Partido por la Democracia. Si logra convertirse en la candidata de la Concertación estaría, según todas las encuestas, dando el primer paso en su regreso a La Moneda.
 
La sencilla Michelle Bachelet se convirtió tras su paso por la presidencia, en una referencia constante en su país, y fuera de el, no en vano, y a pesar de que como todo líder siempre se ha movido en un campo minado de seguidores y adversarios, logró con su gestión índices de popularidad históricos, al que no le llegan ni de cerca ningún otro Jefe de Estado en Chile. Hablamos del muy respetable porcentaje de 84,1% de aprobación, por eso no extraña que casi desde el momento mismo de su salida del poder, cuando entregó la presidencia al derechista Sebastian Piñera, en pleno terremoto, su figura se convirtiera en la principal referencia al hablar del gobierno que asumiría el 2014.
 
Verónica Michelle Bachelet Jeria, nació en Santiago de Chile el 29 de septiembre de 1951, hija de la arqueóloga Ángela Jeria y de Alberto Bachelet, Brigadier General de la Fuerza Aérea y miembro del gobierno de la Unidad Popular liderado por Salvador Allende, quien tras el golpe de Estado del 11 de septiembre de 1973, fue detenido por la dictadura y falleció en prisión. Estudió medicina en la Universidad de Chile, donde, a pesar de los tropiezos propios del exilio, obtuvo el título de médico pediatra, especializada en epidemiología. En su época de estudiante ingresó a las filas del Partido Socialista, y le tocó vivir en la clandestinidad, ser detenida por los esbirros de la dictadura y salir huyendo del país. Vivió en Estados Unidos, Australia y Alemania, lo que le permitió dominar dos idiomas: ingles y alemán. Tiene tres hijos y dos divorcios, y se define como una profesional de clase media adicta al trabajo.
 
Tras su regreso a Chile, desarrolló una carrera política de bajo perfil, en el marco del reciente cambio político que se instaló con la victoria de Patricio Aylwin en las elecciones presidencial de 1989, época en la que la Concertación de Partidos por la Democracia asumió el mando para dar inicio al período de la transición a la democracia. Su primer cargo relevante en las filas gubernamentales fue el de ministra de Salud durante el gobierno de Ricardo Lagos Escobar en el año 2000. Su gestión la llevó, en el 2002, a la jefatura de la cartera de Defensa, siendo la primera mujer del país y de Iberoamérica en ocupar ese puesto; pero además, la primera socialista en asumir ese ministerio en 29 años, desde que Orlando Letelier fuera depuesto tras el golpe de Estado. Paradójicamente se convirtió también en la primera ministra de la Defensa torturada por órdenes de las mismas Fuerzas Armadas que ahora estaban a su cargo.
 
A pesar de ser mujer en un mundo de hombres, Bachelet no enfrentó problemas con las jerarquías de las Fuerzas Armadas, por el contrario, muchos analistas coinciden en que este cargo y su buen manejo del ámbito militar le abrieron las puertas para ser designada candidata presidencial de la Concertación de Partidos por la Democracia para las elecciones presidenciales de 2005, comicios que ganó cómodamente.
 
El 11 de marzo de 2006, se convirtió en la primera mujer en la historia del país en ocupar el máximo cargo gubernamental, y en la cuarta Jefe de Estado de la Concertación de Partidos por la Democracia. A pesar de que su gobierno comenzó con muy buen pie, su popularidad se vio afectada por sucesos como la Revolución Pingüina, la crisis del Transantiago y otros conflictos dentro de la coalición de gobierno. Pero además, su mandato debió enfrentar la crisis económica mundial de 2008, un escenario difícil, especialmente para una administración con un marcado sello social, sin embargo sorteó las circunstancias y las cosas se inclinaron a su favor, pues los chilenos aprobaron su desempeño y su gestión.
 
Durante su gobierno, Bachelet tomó medidas importantes, la primera, la gratuidad inmediata en el sistema de salud para los mayores de 60 años, la entrega de bonos de invierno a las familias más pobres del país, la reforma de la salud chilena, la construcción de nuevos hospitales, y la creación de los Ministerios de Seguridad Ciudadana y Medio Ambiente. Educación fue un tema relegado y un punto de roce como lo demostraron la serie de protestas estudiantiles que exigían unas reformas que nunca llegaron, y por las que aún luchan los jóvenes chilenos.
 
La mandataria, la política, la mujer, no se cansa de romper paradigmas, en 2002, durante las graves inundaciones que azotaron diversas comunas del Gran Santiago, se montó en un tanque para dirigir a las tropas en las actividades de asistencia a los afectados; en un concierto de Joan Manuel Serrat, su entrada fue más vitoreada que la del propio cantante. En 2003, las encuestas la convertían en la funcionaria mejor evaluada del gobierno y en 2004 ya era una de las favoritas para la elección presidencial siguiente. Durante su gestión fue la primera presidenta pro tempore de UNASUR, se le consideró, una de las mujeres más poderosas del mundo, la decimoquinta líder más influyente y uno de los 100 pensadores globales más destacados del mundo. No en vano, tras su mandato, asumió como Secretaria General adjunta de las Naciones Unidas con el fin de dirigir la recién creada agencia ONU Mujer, alcanzando así el rango más alto dentro de la jerarquía administrativa del organismo mundial después del Secretario General.
 
Pero volviendo al ahora, y a la polémica de su reaparición en el escenario político chileno, es importante señalar que regresó a Chile el pasado 27 de marzo, tras 30 meses en Nueva York dejando con honores la Dirección Ejecutiva de ONU Mujeres. Al día siguiente, anunció su candidatura a las internas, prometiendo grandes reformas para combatir la desigualdad, de allí que la gran incógnita alrededor de su figura en este momento sea el nivel de profundidad de esos cambios que pretende impulsar si llega de nuevo a La Moneda.
 
Hay quienes aseguran que su plan es realizar cambios de fondo que sorprenderán incluso al establishment de la Concertación, y que incluyen Reforma constitucional, gratuidad de la enseñanza, cambios radicales en materia tributaria. Ahora bien, las dos grandes preguntas en el ambiente son: ¿Los Chilenos apoyaran nuevamente la Concertación a pesar de las desilusiones? ¿Tendrá Bachelet la fuerza y el respaldo político necesario para materializar los cambios sociales en los que está pensando?
 
Responder a ambos cuestionamientos a estas alturas es hacer simples especulaciones sobre una realidad compleja, ella parece estar clara al respecto, pues insiste en sus discursos de campaña en que el nuevo ciclo político, económico y social que vive Chile requiere de una nueva amplia mayoría que incluya a los partidos políticos, los ciudadanos y a todas las fuerzas sociales, con sus virtudes y defectos.
 
Bachelet disputará frente a otros tres aspirantes, el ex alcalde demócrata cristiano Claudio Orrego, el senador radical José Antonio Gómez y el independiente Andrés Velasco, la candidatura única a las presidenciales por la opositora Concertación, coalición de centroizquierda que gobernó Chile entre 1990 y 2010. En el bando oficialista, los candidatos a las internas son Laurence Golborne, ex ministro de Obras Públicas por la Unión Demócrata Independiente, y Andrés Allamand, ex titular de Defensa del actual gobierno y candidato de Renovación Nacional, puesto que el actual mandatario, Sebastián Piñera, no puede presentarse a la reelección.
 
Lo que pasará el próximo 30 de junio podría ser un paso más en la exitosa carrera de las féminas en el sector público en Latinoamérica, pues si Michelle Bachelet obtiene la candidatura de la Concertación, lo que para muchos sería el principal indicador de que el camino a la presidencia se le abre de par en par, se confirmaría, una vez más, la existencia del “girl power” que, al menos en política, se instaló en 1990 con el triunfo electoral de Violeta Chamorro en las presidenciales de Nicaragua. Hoy en día el hecho de que las mujeres alcancen posiciones de poder es un acontecimiento poco menos que ordinario, no en vano el 40% de la población de América del Sur está gobernado por féminas con Dilma Rousseff en Brasil, Cristina Fernández en Argentina y Laura Chinchilla en Costa Rica.
 
El regreso de Michelle Bachelet, la defensora de los derechos de la mujer en el globo, al escenario político en Chile, representa para algunos una vuelta al pasado y sus vicios, para otros, una vuelta al pasado y sus beneficios. Es cierto que como Jefa de Estado, y ser humano, tuvo aciertos y desaciertos, pero no debemos menospreciar el hecho de que tres años después, regresa con mayores experticias gerenciales y nuevas experiencias vivenciales que dan a sus ideas cimientos más fuertes. Resta esperar que se den los acontecimientos. Tras las primarias, tendremos más tela que cortar y más bases para inferir sobre el futuro de Chile, que busca en la ex presidenta el centro que equilibre las desilusiones que han dejado la derecha y la izquierda en el poder. Amanecerá y veremos.

jueves, 16 de mayo de 2013

Conflicto en Siria: más que dos facciones



Oswaldo Uria

Un conflicto de múltiples facciones

El reciente video en el cual aparece un líder rebelde de la ciudad siria de Homs mutilando el cadáver de un soldado sirio viene a confirmar que la violencia en el antiguo Califato de Damasco- que ha albergado y alberga a cristianos, ortodoxos, musulmanes, tanto sunitas, drusos, alawitas como shiítas-, proviene de todas las facciones tanto oficial como rebeldes, siendo la población civil otra facción que en defensa propia ha tenido que involucrarse en la violencia para defenderse de cualquier amenaza.

Lo que se creyó iba a ser una crisis política de meses como en todos los países inmersos en la Primavera Árabe, se ha convertido en una prolongada pesadilla que cobra casi cien mil muertes. Se ha desatado un conflicto complejo, en cuyo inicio los disidentes del cuasi monárquico régimen de Bashar al-Assad, confiaron en que los sucesos se iban a desarrollar al igual que en Libia, con relativa rapidez y de manera drástica, con una intervención internacional contundente. Sin embargo, no previeron que Siria es un país totalmente diferente tanto al interior, con una mayor población y más heterogénea, como en su contexto exterior, con una realidad peligrosa que la circunda (Líbano, Israel, Palestina, los pueblos kurdos, Irak) y con el apoyo de un Irán que busca desarrollar capacidad nuclear.

Estas condiciones específicas ha estirado por más de dos años el conflicto, sin una solución en el horizonte, y cuyo desarrollo ha generado no dos polos antagónicos fácilmente identificables (gobierno y rebeldes), sino que han surgido aparte del gobierno opresor, distintas facciones rebeldes, a saber: el Ejército Libre de Siria (ELS) en sus distintas brigadas -que se ha deslindado de la acción de la brigada de Homs- de corte moderado y financiado por Estados occidentales y árabes; el Frente Sirio de Liberación (FSL) –cuyas brigadas más importantes son Farouq en Homs, Suqur al Sham en Idlib y Al Tawhid en Alepo- de corte islámico moderado y financiado principalmente por Arabia Saudita; el Frente Sirio Islámico (FSI) –cuyo grupo más importante es el Movimiento Islámico Ahrar al Sham- de corte salafista y financiado principalmente por el Estado de Qatar; el Frente Al-Nusra afiliado recientemente a Al-Qaeda; y las Unidades Kurdas de Protección Popular (YPG) vinculadas al Partido de los Trabajadores del Kurdistán (PKK) que opera desde Turquía. Por otra parte, no se puede dejar de mencionar, la delincuencia común que se aprovecha de la anomia, los secuestradores libaneses que incursionan desde sus fronteras con Siria, así como la milicia Hezbollah.

En este sentido, ningún grupo o facción controla la situación: apenas controlan áreas y realizan demostraciones puntuales que no ponen en peligro de derrota al enemigo, pero que ha creado un estado de anarquía y paranoia generalizado, en donde nadie confía en su vecino, ni el alawita en su familiar sunita, ni el armenio con su colega iraquí.

Rusia, actor clave

Fuera del teatro de operaciones sirio, la situación también se muestra estática y sin solución global cercana. El Consejo de Seguridad no pudo ejercer una acción alla Libia por solicitud de la Liga Árabe durante el 2012, debido al veto de Rusia y China.

La posición de la Federación Rusa se explica por el hecho de que esa potencia ha sido un proveedor de armamento al gobierno del partido izquierdista nacionalista Baaz desde la época soviética y tiene presencia militar en ese país. Además, Moscú siempre negará apoyos a causas que le pudiera dar un precedente a su conflicto interno con la musulmana Chechenia, sobre todo porque los rebeldes sirios integran a grupos islamistas radicales. No obstante, la posición rusa se ha venido suavizando a favor del fin de la violencia, siendo su reunión con el premier británico, David Cameron, el pasado 9 de mayo de 2013, una señal de que Rusia no es incondicional al gobierno sirio. Destaca en esa reunión la declaración de que el gobierno ruso está por completar el suministro de misiles a Siria según los contratos actuales, con lo cual queda la interrogante sobre si firmarán nuevos contratos: los inciertos resultados de la visita de Netanyahu a Moscú podrían ser esbozar las intenciones rusas respecto a la solicitud que le hizo el premier hebreo a Putin de detener la venta de los misiles antiaéreos S-300 a Siria.

También fue sorprendente la aceptación rusa de una segunda ronda de negociaciones en Ginebra como seguimiento de la llevada a cabo en junio de 2012, triunfo diplomático de John Kerry durante una visita a Moscú a principios de este mes.

Esto le daría un mayor impulso a la iniciativa de la anterior Secretaria de Estado Hillary Clinton del Grupo de Amigos de Siria, la cual no ha tenido el éxito esperado, ya que no ha incorporado a todos los sectores de Siria, ni a las potencias que apoyan al gobierno de Bashar al-Assad; esto ha llevado a Moscú, tal como se refleja en las declaraciones del canciller ruso el pasado abril de 2013, a considerarlo como un grupo unilateral, cuyos planteos basados en los puntos del Plan de Ginebra son muy militaristas.

Dejando la parte reactiva, Rusia ha pedido a Irán, como también a Arabia Saudita, a involucrarse más con el proceso de paz en Siria. Irán, por su parte, ha apoyado a Bashar al-Assad, pero sin planes de iniciar una tercera guerra mundial, como algunos apocalípticos analistas pensaron, y se ha limitado repudiar la rebelión como una dirigida por las potencias occidentales y a facilitarle efectivos y suministros.

Perspectivas del conflicto

Como se puede ver, el conflicto de Siria ha desgastado y debilitado al único Estado que daba equilibrio a la zona del Cercano Oriente, dejando a Israel en una posición de supremacía que pudiese adormecer las demandas de una débil Palestina, constreñir las acciones de un Hezbollah que ya no se encuentra cómodo en el campo de batalla sirio, y reducir el peligro de una agresión iraní.

La transición que seguro se planteará en Ginebra II se llevará a cabo si Assad da demostraciones del cese a la represión, pero no lo hará mientras siga habiendo demostraciones de las otras facciones sumergidas en la violencia. Irán y Hezbollah, principales aliados de Assad, harán lo posible para lograr que el líder del Baaz sirio quede fortalecido como triunfador absoluto de esta luenga confrontación.

Una acción militar occidental contundente, podría derrocar al gobierno de Assad, pero no acabaría con el conflicto entre los múltiples grupos étnicos-religiosos, ni con el hampa común ni con la violencia en general; como tampoco lo ha podido hacer EEUU en Afganistán ni en Irak, ni las potencias occidentales en la misma Libia, cuyos nuevos brotes de violencia en Bengasi ha llevado a Gran Bretaña a retirar el personal de su representación diplomática y a recomendar  a sus ciudadanos no viajar a ese país africano. 

Se necesitarán décadas para reconstruir a la nación Siria, y las contradicciones étnicas-religiosas controladas por el férreo régimen de Assad con un Estado policial favorable al nacionalismo secular, permanecerán y podrán desatar los demonios que alguna vez se desataron en Yugoslavia cuando Tito ya no estaba.

Rusia abogará por la unidad, pero Israel y EEUU se sentirán más cómodos con una Siria debilitada o quizás fragmentada en un puñado de repúblicas que estén concentradas en su propio sustento y en atraer las posibles inversiones privadas provenientes de Occidente, de los países del Golfo Pérsico y por qué no, del propio Israel. 

martes, 14 de mayo de 2013

Obama y la piscina vacía siria



Dr. Kenneth Ramírez
La revuelta siria lleva más de dos años, 90 mil muertos, más de 4 millones de desplazados y 1 millón de refugiados. No debe ser fácil para el Presidente Obama lidiar con el imperativo moral de estas cifras y recordar el Premio Nobel de la Paz, en sus instantes a solas en el Despacho Oval. No obstante, entendiendo los intereses nacionales de EEUU, el Presidente Obama desea mantenerse lejos de este “segundo Irak” potencial y pivotar a Asia-Pacífico.
 
A la catástrofe humanitaria siria, se le ha añadido recientemente, tanto la noticia de que Bashar al-Assad podría haber cruzado la “línea roja” de Obama utilizando armas químicas, como los supuestos intentos de hacerle llegar armamento a su aliado libanés Hezbollah para atacar Israel. Todo esto arrastra cada vez más al Presidente Obama hacia el conflicto sirio en contra de sus mejores cálculos.
 
Hoy por hoy, se ha instalado nuevamente en Washington el debate de si EEUU debe imponer una zona exclusión aérea y armar a los rebeldes sirios, incluso sin el aval del Consejo de Seguridad, en una solución “tipo Bosnia”. La facilidad con la cual Israel ha bombardeado en dos oportunidades –la última de ellas el 4 de mayo de 2013- supuestos cargamentos de misiles que iban dirigidos a Hezbollah, ha generado que se esté hablando de los bajos costos que un ataque aéreo implicaría para EEUU y la posibilidad de realizarlo desde bases ubicadas en suelo israelí o turco. La novedad del debate, es que ya no son sólo los neoconservadores los que alientan al Presidente Obama a tomar medidas, sino los propios asesores de tendencia liberal dentro de la Administración, así como sus aliados Francia, Reino Unido, Turquía, Arabia Saudita y Qatar.
 
Dennis Ross, quien se desempeñó hasta noviembre de 2012 como principal Asesor sobre Medio Oriente de la Administración Obama, ha pasado a defender públicamente la necesidad de proporcionar “ayuda letal” a los rebeldes sirios. El propio Secretario de Estado, John Kerry -al igual que su antecesora Hillary Clinton-, parece ganado para un rol más activo de EEUU en la solución de la guerra civil siria. Aun así, el Presidente Obama ha sido muy prudente ante una decisión que considera costosa y muy riesgosa.
 
El grupo de partidarios de un mayor involucramiento en Siria afirma, que a menos que EEUU tome medidas perderá credibilidad internacional; seguirá subiendo dramáticamente la terrible cifra de muertos, heridos, desplazados y refugiados; se producirá un desbordamiento regional del conflicto –hacia Líbano, Israel, Turquía e Irak-; y aumentará la posibilidad de que islamistas radicales tomen del poder en Damasco.
 
Sin embargo, el Presidente Obama desea asegurarse de que con una participación de EEUU la situación en Siria en particular y el Medio Oriente en general no sólo no va a empeorar, sino que realmente mejorará. Desde su óptica, EEUU tiene muy poco que ganar –más allá de privarle un aliado a Irán- y mucho que perder en las arenas de Damasco. Los temores presidenciales van desde que las armas proporcionadas a los rebeldes acaben en manos equivocadas –como el Frente Al-Nusra, que se afilió en abril pasado a Al-Qaeda- hasta que la caída de Assad desemboque en una guerra sectaria incontrolable -y no en una nueva democracia islámica-, transformando a Siria en un “nuevo Irak” justo al lado de Bagdad -que todavía no termina de estabilizarse- o en un nuevo santuario para Al-Qaeda. En el peor de los escenarios, EEUU y sus aliados podrían verse forzados, aunque el Presidente Obama lo ha negado reiteradamente, a poner “botas sobre el terreno”.
 
Aunque todos estos cálculos lucen razonables, son utilizados por los neoconservadores y otros miembros del Partido Republicano como los Senadores John McCain y Lindsay Graham, para delinear una imagen de Obama como “Presidente débil”. Esto no ha hecho mella en el Presidente Obama debido a la clara oposición de la opinión pública estadounidense a un rol más activo de EEUU en Siria. Las encuestas muestran que los estadounidenses se inclinan a cerrar la larga década de guerras que siguió al 11-S.
 
Si de todas formas Obama termina por ser arrastrado al país de Sham, esto implicaría un claro desafío a la “Gran Estrategia” que delineó en su primer mandato, la cual está compuesta de tres elementos, a saber: 1) Evitar involucrarse en nuevas guerras en Medio Oriente; 2) El “pivote al Pacífico”, concentrando el poder de EEUU en la región económica más dinámica del Mundo y donde se presenta el ascenso de China como desafío estratégico; 3) La reconstrucción de las capacidades de EEUU con reformas económicas y sociales domésticas, lo que denominó el Presidente Obama en su discurso inaugural “construcción nacional en casa” (“national-building at home”).
 
La nueva “Gran Estrategia” fue puesta a prueba en Libia en 2011, pero la Administración Obama dejó que sus aliados europeos tomaran el liderazgo diplomático y militar, lo cual llevó a acuñar la frase “Liderar desde atrás” (“Leading from Behind”). Sin embargo, Siria no es Libia, y en esta situación más difícil, los aliados europeos de EEUU se muestran incapaces de tomar la iniciativa.
 
Por otra parte, las negociaciones nucleares con Irán no avanzan suficientemente, e Israel continúa presionando al respecto, por lo cual la Administración Obama busca conservar suficiente margen de maniobra para hacer creíble la posibilidad del uso de la fuerza y tener así una baza para obligar a Teherán a negociar. Las próximas elecciones presidenciales iraníes en junio próximo serán cruciales para saber el curso que tomará este asunto.
 
Empero, la lógica del “pivote al Pacífico” -como la de cualquier estrategia- es de largo plazo y alcance. El argumento central es que Asia-Pacífico es el nuevo centro de la economía global, y que si EEUU no muestra compromiso estratégico con Japón, Corea del Sur y otros aliados asiáticos, así como su voluntad de permanecer como la potencia pre-eminente en esta región, la misma se convertirá gradualmente en una esfera de influencia china. Además, cualquier respuesta al ascenso de China pasa por aumentar el peso relativo de la economía estadounidense frente a la economía china, por lo cual EEUU requiere realizar reformas domésticas para salir del letargo económico que le provocó la crisis financiera de 2007-08.
 
No obstante, los partidarios de un mayor involucramiento en Siria, responden que a menos que EEUU haga algo para culminar esta crisis, perderá su credibilidad a nivel internacional, y los aliados asiáticos de EEUU concluirían que ya no tiene la voluntad de seguir siendo la potencia global más importante.
 
Si tomamos este último argumento como cierto, China temería una acción estadounidense decisiva en Damasco. Pero lo cierto es -retórica diplomática y vetos en la ONU aparte-, que los estrategas chinos celebrarían tras bastidores una nueva intervención estadounidense en Medio Oriente que implique un debilitamiento del “pivote al Pacífico”. De hecho, la Cancillería china celebró la salida de Hillary Clinton –arquitecto de esta política- y su reemplazo por John Kerry, quien se cree tiene mayor interés por el Medio Oriente.
 
Todos estos cálculos explican por qué Obama sigue intentando agotar todas las vías diplomáticas en Siria. Por ello, la Casa Blanca envió a John Kerry a Moscú –en su primera visita como Secretario de Estado a Rusia-, el pasado 7 de mayo. Producto de sus gestiones diplomáticas, Washington y Moscú acordaron resucitar el “Comunicado de Ginebra” de junio de 2012 que estipula la formación de un gobierno de transición, el llamado a una Conferencia entre las partes beligerantes para junio próximo y el acuerdo de colaboración entre los servicios secretos para determinar si Assad utilizó efectivamente armas químicas. Es decir, Washington trabaja ahora en una salida diplomática para acabar con la guerra civil y establecer una Nueva Siria en condominio con Rusia y menos alineada a Irán. Empero, el gran escollo aquí sigue siendo la negativa de los rebeldes sirios a aceptar la permanencia de Assad en un nuevo gobierno, y la negativa absoluta del mismo a marcharse.
 
Osama bin Laden logró distraer a EEUU por un década respecto al ascenso de China; ahora sólo resta saber si el Presidente Obama evitará ser lanzado de cabeza en la piscina vacía siria, y logrará sacar a EEUU de las arenas movedizas del Medio Oriente para pivotar a Asia-Pacífico.