viernes, 24 de abril de 2015

Genocidio Armenio: Una herida abierta


Iván Rojas Álvarez

Hoy, 24 de abril de 2015,  se conmemora el primer centenario del inicio del llamado genocidio armenio, el primer acto de esta naturaleza cometido durante el siglo XX. En esta fecha el gobierno otomano decidió apresar a 250 periodistas, intelectuales y otros líderes de la comunidad armenia en Constantinopla (hoy Estambul). Ese día, llamado por algunos el domingo rojo, marcó el inicio un ataque sistemático contra la comunidad armenia en lo que actualmente es Turquía, con el fin de exterminarlos completamente, sometiéndolos a ejecuciones, violaciones masivas, marchas forzadas hacia el desierto y el posterior ultraje y robo de sus propiedades y posesiones. Se estima que entre un millón y un millón y medio de armenios fallecieron en este proceso.

Aún hoy podemos sentir las secuelas de tan devastadores hechos, y es sorprendente que un siglo después el gobierno turco siga minimizando y negando la escala de la tragedia, absteniéndose de considerarla un genocidio y tratando de ponerla en el contexto de las muertes ocurridas durante la Primera Guerra Mundial. Durante los últimos días, tanto el Parlamento Europeo como el Papa Francisco, han hecho referencia de forma bastante notoria a estos deplorables hechos, y la única respuesta obtenida por parte del gobierno turco ha sido el más enérgico rechazo.

La naturaleza de estas acciones como un genocidio no están en discusión, después del holocausto ocurrido durante la Segunda Guerra Mundial, el genocidio armenio es probablemente el más estudiado y documentado, incluso Raphaël Lemkin, jurista quien formuló el concepto de genocidio, se inspiró en el genocidio armenio para poner en marcha su trabajo en la materia. En Venezuela tenemos en la obra del famoso militar y escritor Rafael de Nogales Méndez, “Cuatro años bajo la Media Luna”, en cuyas páginas hay referencias a la masacre armenia, situación la cual movió al militar tachirense a abandonar las filas otomanas.

No está de más que decir que esta postura intransigente del gobierno turco en este tema, la cual podríamos unir a su trato hacia las comunidades kurdas del este del territorio, su injerencia en Chipre a través del apoyo a la República Islámica de Chipre del Norte, han trancado de alguna manera las posibilidades de Turquía de surgir como una verdadera voz de peso dentro de la Comunidad Internacional y un mediador eficiente entre Occidente y los Estados de Medio Oriente. Podría considerarse incluso que con el gobierno de Recep Tayyip Erdoğan y el Partido de la Justicia y el Desarrollo (AKP), Turquía ha de hecho retrocedido en el proceso de maduración política necesario para asumir responsabilidades como potencia regional emergente.

Turquía y Armenia por supuesto carecen de relaciones diplomáticas en la actualidad y sus fronteras están cerradas, hecho que lastima a ambas economías, y no se avizora en el horizonte una solución distinta a que Turquía de su brazo a torcer y reconozca las atrocidades cometidas. Con este centenario, la difusión de lo ocurrido y la presión sobre el gobierno turco se incrementará, en buena medida debido al rol activo de la diáspora de más de 8 millones de armenios en el Mundo, de los que un pequeño y muy laborioso grupo hacen vida en Venezuela –el cual logró que nuestra Asamblea Nacional reconociera el genocidio armenio en 2005. Empero, queda de parte de cada uno de los Estados miembros de la Comunidad Internacional, convertir o no este tema en uno importante en la agenda de sus relaciones con Ankara.

A la sociedad civil solo le queda seguir trabajando en la difusión y educación sobre estos hechos, tal como han hecho iniciativas como el Genocide Education Project, entre muchas otras más, al igual que cualesquiera otros acontecimientos que siguen siendo tapados por los gobiernos y que lo único que logran es perpetuar el estancamiento y no el progreso de las sociedades, pues perpetúan odios y resquemores innecesarios entre grupos étnicos, nacionales, sociales y/o religiosos, que sólo generan muerte, destrucción y desentendimientos, en contraposición a la necesaria cooperación, diálogo, tolerancia y progreso, que siempre son posibles cuando los Estados tratan de construir viendo hacia el futuro en vez de hacia el pasado.


@IvanRojas92

Genocidio Armenio: Tapando el sol con un dedo


Embajador Arturo Sarukhan

A mi abuela Angele Kermezian y a Hrant Dink.

Hoy, Armenia y la diáspora armenia en todo el Mundo, junto con prácticamente toda la Comunidad Internacional, estarán rememorando el centenario del primer genocidio del siglo XX. 

El 24 de abril de 1915, el Imperio Otomano ordenó el arresto de cerca de 250 intelectuales, periodistas, abogados y empresarios armenios en Constantinopla, y con ello inició una política sistematizada, planeada y deliberada de deportación, limpieza étnica y exterminio de la comunidad armenia-otomana. 

A partir de 1915 y sobre todo en 1916, el triunvirato que en aquel entonces conducía el gobierno otomano —Talat Pasha, Enver Pasha y Cemal Pasha— mandó exterminar, mediante marchas forzadas al desierto sirio y ejecuciones, a cerca de 1,5 millones de ciudadanos armenios. Cerca de 800 mil armenios lograron escapar y encontrar refugio en otros países, entre ellos mi abuela paterna.

Estas atrocidades son hechos, no mitos. No están en duda; se encuentran ampliamente documentadas por historiadores, periodistas y diplomáticos de la época, y por los archivos tanto otomanos como armenios y en otras naciones. 

Que hubo la decisión de proceder con el exterminio está comprobado. Y tampoco son, ni pueden ser, explicadas como muertes en el contexto más amplio de pérdida de vidas turcas como resultado del apoyo otomano a Alemania en la conflagración mundial de 1914-1918.

En un intercambio ampliamente comprobado entre el entonces Embajador estadounidense Henry Morgenthau y uno de los integrantes del triunvirato gubernamental, Talat Pasha, éste explícitamente le indica al Embajador que han tomado la decisión de “acabar con todos” los armenios en el Imperio. 

El genocidio fue la peor atrocidad de la Primera Guerra Mundial, y al día de hoy sigue siendo una herida abierta. En gran parte ello es el resultado de 100 años de gobiernos turcos que han respondido al genocidio, al Mundo y a quienes formamos parte de la diáspora armenia —como mi padre, mi hermana y yo y nuestros hijos— con silencio y con negación. 

La herida también supura por el rechazo, la indignación y la rabia de millones de armenios, tanto en Armenia como alrededor del mundo, y que incluso, en algunos momentos llegó a derivar en actos terroristas en contra de diplomáticos turcos en los años setenta y ochenta.

¿Cómo encontrar la reconciliación entre la intransigencia a confrontar y aceptar ante los ojos del Mundo los crímenes del pasado, por un lado, y la rabia y el dolor de quienes sobrevivieron y de sus descendientes, por el otro?

De entrada, Armenia y Turquía deben encontrar la manera de sanar las heridas del pasado y ver hacia el futuro. El bienestar y la seguridad de ambos pueblos lo demanda. Pero para que la reconciliación sea posible, hay que reconocer y confrontar el pasado. 

La amnesia histórica y apostar a que al Mundo se le olvide el genocidio armenio (en la antesala de la Segunda Guerra Mundial, Hitler subrayó que “al final del día, quién se acuerda del exterminio de los armenios”) —o que por consideraciones geoestratégicas algunas naciones, particularmente Estados Unidos con su enorme población de origen armenio, sigan volteando la mirada— no puede seguir apuntalando la estrategia turca. 

De la misma manera, argumentar que todo aquel, sea éste el Papa, el Parlamento Europeo o cualquier individuo que habla del genocidio miente, difama y conspira contra Turquía o es un “racista”, no debe ser la respuesta de una gran nación como lo es la turca y que muchos de nosotros queremos ver como un jugador internacional responsable y con peso, un pivote entre Occidente y el Mundo musulmán, encuadrado en el gran proyecto de la Unión Europea. 

Pero el precio para jugar en esas ligas debe ser reconocer y confrontar el pasado, el pasado que además no es propio, sino el de un Imperio decrépito que al colapsarse dio pie a la República secular turca. Para Armenia y los armenios desperdigados en el Mundo también habrá decisiones difíciles que tomar. ¿Vale la pena lograr el reconocimiento turco a cambio de dejar a un lado la demanda de reparaciones?

Los relatos que le escuché a mi abuela sobre lo que vivió, vio y tuvo que hacer para escapar del genocidio son el testimonio de un capítulo de la historia mundial que no puede ser, ni será, borrado o acallado. 

El pasado forma parte de todos nosotros. Tenemos que garantizar que el entorno actual no minimice, o deje de reconocer y articular el significado moral del genocidio. La invocación armenia, ‘Djamangen gar oo chagar’ —“había y ya no hay”— es la expresión cotidiana del horror de 1,5 millones de voces armenias silenciadas. Los que quedamos seguiremos levantando la voz.

Publicado originalmente en El Universal de México

@Arturo_ Sarukhan

Panamá, una cumbre de transición


Dr. Kenneth Ramírez

La VII Cumbre de las Américas celebrada en Panamá, a dos décadas de haberse iniciado este proceso político-diplomático, fue histórica. La primera cumbre sin Hugo Chávez; la última con Barack Obama, Cristina Fernández de Kirchner, y el Secretario General de la OEA, José Miguel Insulza –que deja a la organización en su momento más bajo desde su relanzamiento tras finalizar la Guerra Fría-; y la primera con Cuba, representada por Raúl Castro. Y todo ello con una asistencia récord de mandatarios –todos los del Hemisferio, salvo la Presidenta Bachelet, debido a las inundaciones en el Norte de Chile y escándalos de corrupción-, y bajo la mirada auspiciosa del Secretario General de la ONU, Ban Ki-moon; el Secretario de Estado de El Vaticano, Cardenal Pietro Parolin, y el Presidente Varela -que se lució como anfitrión con una diplomacia prudente y organizada.

Sin duda alguna, el tema central de la cumbre “Prosperidad con Equidad” quedó eclipsado por la cristalización del acercamiento entre Cuba y EEUU. Esto, aunque lógico desde el ángulo mediático y político, no dejó de ser una oportunidad perdida para lograr una agenda común que respondiera a lo verdaderamente importante. El FMI y la CEPAL advierten que América Latina y El Caribe encara el fin de la “década dorada” de dinamismo económico asociado al boom de las materias primas y los negocios con China -que ha entrado en una fase de desaceleración económica-, lo cual se traduce en una ralentización del crecimiento promedio anual del PIB regional desde un sólido 4% en el período 2003-2012 a un moderado 1,6% en el período 2013-2016. Por su parte, el Banco Mundial y el PNUD advierten sobre el impacto que esto puede tener en materia de equidad social, donde el logro de haber reducido casi a la mitad la pobreza en la región en la pasada década se encuentra en riesgo. Y, todo esto, ya se traduce en un fuerte impacto político en Argentina, Venezuela y Brasil.

Así las cosas, los reflectores se centraron en los discursos y el apretón de manos de Barack Obama y Raúl Castro en el primer encuentro entre líderes de ambos países en más de medio siglo, dando un impulso además al proceso de restablecimiento de relaciones diplomáticas anunciado hace 4 meses. El discurso cubano osciló entre la memoria histórica y el pragmatismo, con un Raúl Castro que desgranó los errores de la política de EEUU hacia Cuba, pero exculpó a Obama de los mismos. Asimismo, subrayó que una cosa es restablecer las relaciones diplomáticas y otra normalizarlas, remitiendo esto último al fin del embargo que depende de la decisión de un Congreso dominado por el Partido Republicano. Empero, la recomendación del Departamento de Estado de sacar a Cuba de la lista de Estados patrocinadores del terrorismo, mostró la determinación de Obama para cerrar este anacrónico y divisivo capítulo de la Guerra Fría.

Aunque el Presidente Obama dejó en evidencia cierta frustración por no haber logrado renovar totalmente las relaciones interamericanas, logró hacer brillar su legado hacia América Latina y El Caribe en Panamá, con cambios en materia de política anti-drogas, ajustes parciales en materia de política migratoria, su apoyo a la paz en Colombia con el nombramiento de Bernard Aronson como Enviado Especial, una nueva política energética hacia El Caribe –con una promesa de 20 millones de dólares para impulsar energías renovables y eficiencia energética-, el Plan “Alianza para la Prosperidad” con Centroamérica –con una promesa de mil millones de dólares para desarrollo y seguridad-, y el acercamiento a Cuba con el propósito de fomentar una liberalización política gradual apalancada en el comercio, las inversiones, las comunicaciones y el turismo. Falta por ver si la nueva política de détente hacia Cuba funcionará como desea Obama; o si marcará el inicio de la “chinización” de Cuba como parece buscar Castro, es decir, su reingreso por la puerta grande al Sistema Interamericano de la mano con EEUU y con una amplia apertura económica para compensar la pérdida del subsidio económico de Venezuela -21% de reducción del suministro petrolero en 2014-, pero conservando su sistema político aunque con un relevo de dirigencia en 2018.

Por otra parte, el Presidente Maduro luce como el gran perdedor de la cita. No logró ni “venezolanizar” la Cumbre con su estrategia de polarización, ni la revocatoria del decreto de Obama sancionando a siete funcionarios venezolanos por violaciones a los Derechos Humanos después de una ardua campaña político-diplomática. Aunque buena parte de esto se debe al hecho material de una crisis económica que agravada con la caída de los precios del petróleo -50% desde junio de 2014- y combinada con la desaparición de Chávez se ha traducido en una pérdida de liderazgo regional; mucho de este resultado también se debe a la labor diplomática de último minuto del Consejero del Departamento de Estado, Thomas Shannon, quien visitó Caracas para bajarle el volumen al desencuentro diplomático ocasionado por el lenguaje utilizado por el decreto presidencial.

El discurso anti-imperialista y de confrontación de Maduro hacia Obama, sólo logró eco en sus aliados ALBA y Argentina, pero incluso Cuba hizo equilibrios. La región si bien ha rechazado el decreto de Obama en diversos foros –de la CELAC a UNASUR- por los intereses en juego, la falta de diligencia de parte de EEUU en explicar el lenguaje y la tradición diplomática latinoamericana, tampoco deseaba confrontar a un Obama que se despide de la región con avances positivos y que aclaró que no consideraba a Venezuela una amenaza. En consecuencia, Maduro tuvo que conformarse con romper el consenso y hacer que nuevamente una Cumbre de las Américas terminará sin una declaración final mediante su exigencia de incluir un rechazo a las sanciones de EEUU; y con una conversación de pasillo de pocos minutos y sin foto alguna con Obama, quien volvió a explicarle las motivaciones de su decreto, su rechazo a la encarcelación de líderes opositores, así como su interés en la reactivación de un diálogo político realmente fructífero en Venezuela. Según el Presidente Maduro el encuentro fue serio, franco y “hasta cordial”, y ha agregado, que podría abrirse un diálogo con EEUU. Empero, tendremos que ver si esto realmente se produce, ya que el gobierno venezolano parece más interesado en lograr polémicas externas para desviar la atención de la población de la severa crisis económica que padece. La clave para materializar la petición regional de diálogos gemelos, entre los gobiernos de EEUU y Venezuela, y entre las principales fuerzas políticas en Caracas, como salida a la compleja crisis venezolana, parece estar en una coordinación tras bastidores nada sencilla entre EEUU, Brasil, Cuba y El Vaticano que son los actores con influencia efectiva. Aquí se hace relevante el otro acercamiento menos espectacular que se produjo en Panamá, entre Dilma Rousseff y Barack Obama, quienes dejaron atrás el impasse provocado por el tema del espionaje en 2013, y acordaron una visita de trabajo de la líder brasileña a Washington el próximo 30 de junio.

En conclusión, asistimos a una cumbre histórica pero de transición, cargada de una naturaleza similar al dios romano bifronte Jano. Reminiscencias del pasado de desconfianza y enfrentamiento entre EEUU y América Latina y El Caribe se hicieron palpables y evitaron concretar una nueva agenda común que sirviera de guía al nuevo Secretario General de la OEA, Luis Almagro; pero al mismo tiempo, se sintieron fuertes vientos de cambio que apuntan a un futuro lleno de pragmatismo y cooperación que aún no aflora completamente. La nueva era que despunta en el horizonte invita a todos los actores a revisar sus agendas y estrategias externas, así como a la necesidad de encontrar una nueva narrativa para abordar las relaciones interamericanas. Toca prepararse para la VIII Cumbre que tendrá lugar en Lima en 2018, la cual desde ya promete ser una transformational summit –como lo fue la de Miami en 1994 que marcó el inicio de las cumbres liberales, y la de Mar del Plata en 2005 que marcó el inicio de las cumbres polarizadas-; con un nuevo gobierno en EEUU que -valorando la importancia del voto latino en las elecciones de 2016- tendrá el interés y un buen punto de partida -gracias a los cambios de coyuntura y al legado constructivo de Obama- para liderar un nuevo consenso hemisférico.

Publicado originalmente en América Economía

@kenopina

VII Cumbre de las Américas: Análisis post mortem


Embajador (r) J. Gerson Revanales

A dos semanas de haber concluido la VII Cumbre de las Américas, podemos hacer un análisis post mortem para evaluar más que los resultados, sus consecuencias repercusiones en impactos en las relaciones intergubernamentales y extra regionales.

Ab initio podemos afirmar que la democracia como un conjunto de principios y valores quedo de lado ante la realpolitik dominada por los intereses crematísticos de cada uno de los países asistentes, comenzando por la Cuba fidelo-comunista que es diferente a la de Raúl, quien resultó un revisionista al igual que Tito en Yugoeslavia; Deng Xiaoping en China; Imre Nagy en Hungría y Władysław Gomułka en Polonia, al apartarse o distanciarse de las teorías ortodoxas del marxismos.

Durante el encuentro en Panamá vimos como ninguno de los Jefes de Estado o Gobierno ante la presencia de Raúl Castro se preocupó, no de recordarle al recién invitado de los cientos de miles de cubanos que murieron fusilados o en busca de la libertad ya que eso sería aguarle la fiesta de bienvenida, sino de reiterarle al invitado de los compromisos de los asistentes con el sistema democrático y de sus elementos fundamentales como son: el respeto a los Derechos Humanos y las libertades fundamentales; la celebración de elecciones como expresión den la soberanía; el régimen plural de partidos; y la separación e independencia de los poderes públicos con plena autonomía en sus actuaciones. La gran paradoja de este rendez-vous está en que la Cuba comunista pasa a formar parte de las Cumbres de las Américas, instancia presidencial de la OEA, pero contradictoriamente este recién llegado, no forma parte de la OEA, por no reconocer la democracia como sistema político.

En cambio, la diplomacia de los negocios, que en su sentido más laxo va más allá de la comercial, salió victoriosa. Esta semana el gobernador de Nueva York, Andrew Cuomo, viajó a La Habana con una delegación de representantes de grandes empresas como MasterCard, Blue Jet, farmacéuticas, y productos agrícolas. El Papa y Hollande anuncian sus visitas a Cuba, mientras que el Canciller de Cuba viaja a Paris; y la UE -el principal inversor en Cuba- reanuda el diálogo político con La Habana para mejorar las relaciones.

Definitivamente en una evaluación post mortem de la Cumbre, los Derechos Humanos y la democracia perdieron; la diplomacia crematística salió ganadora, pero Maduro parece no entender nada al anunciar la construcción de nuevas cárceles para los empresarios, no así a los corruptos con cuentas en Andorra.

@grevanales

martes, 21 de abril de 2015

Nuevos temores de un “Grexit”


Aurimar Jiménez

En el año 2008, se inició una severa crisis financiera en EEUU que no tardó en hacerse sentir en la Unión Europea, afectando significativamente a Grecia desde 2010, y que aun hoy, se encuentra sumergida en una situación de incertidumbre y preocupación.

La crisis griega se atribuye principalmente al alto índice de déficit público ubicado en 13,6% a finales de 2009, que llevó al desplome de sus bonos de deuda soberana en el mercado; ya que había perdido credibilidad ante los inversionistas debido a su alto endeudamiento y el maquillaje de sus datos macroeconómicos. Antes de estallar oficialmente la crisis, Atenas debía más del 113,4% de su PIB.

El exacerbado endeudamiento de Grecia, tuvo su origen en la irresponsabilidad de sus gobiernos de incurrir en constantes préstamos para cubrir sus gastos, muchos de estos generados por procesos burocráticos innecesarios, por evasiones fiscales o por asuntos de corrupción.

En mayo del 2010, ante el elevado endeudamiento, Grecia no tuvo otra alternativa que solicitar ayuda a la Unión Europea y el FMI. El primer rescate a Grecia contempló un paquete de préstamos de 110 millardos para el período 2010-2012, al que el FMI aportó 30 millardos. El plazo para reintegrar el crédito, inicialmente previsto hasta 2014, se extendió posteriormente hasta 2017. Sin embargo, el intento de Grecia en hacer recortes en su economía no fue suficiente y la deuda continuó aumentando, llevando a una fuerte depresión económica –la contracción acumulada del PIB fue de 13,8% entre 2008 y 2011-, lo cual obligó al gobierno griego a solicitar un nuevo auxilio financiero.

El 21 de julio de 2011 los líderes de la eurozona acordaron un segundo rescate a Grecia por valor de 159 millardos de euros para el período 2011-2014, de los que 49,6 millardos saldrían del sector privado (37 millardos de los bancos y 12,6 de un programa de recompra de bonos griegos). No obstante, las condiciones del segundo rescate fueron revisadas y finalmente el 27 de octubre, la Unión Europea estableció un paquete de ayuda a Grecia de 130 millardos de euros y una quita del 50% de su deuda con la banca privada. El agravamiento de la crisis, la impopularidad de las medidas que acompañaron el nuevo plan y la falta de apoyo de la oposición, llevaron al entonces Primer Ministro griego, Yorgos Papandreu, a proponer un referéndum sobre su aplicación. La presión de sus socios europeos obligó a Papandreu a rectificar y el 9 de noviembre dimitió, dando paso a un gobierno de unidad nacional que asumiría la aplicación del plan de rescate. En este contexto, se empezó a hablar por primera vez de “Grexit”, abreviatura en inglés para denotar la inminente salida de Grecia del euro, acuñada en un informe de Citibank y luego muy utilizada en diversos medios financieros.

Sin embargo, la sangre no llegó al río. Aunque el plan de rescate permaneció bloqueado hasta el 21 de febrero de 2012, el Eurogrupo finalmente lo aprobó después de que Grecia cumpliera las condiciones exigidas por los socios del euro, es decir, un plan para reforzar la vigilancia sobre el país mediante una presencia permanente de la misión de las instituciones internacionales sobre el terreno para verificar que Atenas cumplía con las condiciones pactadas. Esto fue criticado por las fuerzas de oposición como “la mayor cesión de soberanía de un Estado en tiempos de paz”. El plan implicó la creación de una cuenta bloqueada para satisfacer los pagos de la deuda y el compromiso de Atenas de implementar durísimas medidas de austeridad, incluyendo reducción de las pensiones, retraso de la edad de jubilación, congelación y reducción de salarios, despidos de funcionarios, privatizaciones y aumento de impuestos. El objetivo consistía en reducir la deuda griega desde 165,3% del PIB en 2011 a 120,5% en 2014.

Con este telón de fondo, se produjo la victoria del líder populista Alexis Tsipras el 25 de enero de 2015, el cual enarboló la bandera anti-austeridad en la campaña electoral. Así, el nuevo Primer Ministro Tsipras se embarcó en un duro proceso de negociación con la Unión Europea y el FMI para buscar un  nuevo rescate, disminuir el rigor de las medidas de austeridad y las reformas estructurales, lograr los últimos desembolsos de ayuda por 7,2 millardos de euros para pagar funcionarios públicos y flexibilizar los calendarios de pago.

Bruselas ya da casi por descartado un acuerdo con Atenas el próximo 24 de abril, durante la reunión del Eurogrupo en Riga (Letonia), y mira ya hacia finales de junio, fecha en la que expira la prórroga del calendario del segundo rescate. De manera que, se han disparado nuevamente las preocupaciones de un cese de pagos, dado que Atenas deberá pagar al FMI un monto de 747 millones de dólares el próximo 12 de mayo.

En el caso más extremo de no alcanzar un acuerdo en los próximos meses, Alexis Tsipras podría verse obligado a imprimir su propia moneda y renegociar su deuda: La salida de Grecia del euro, el temido “Grexit”, que no tiene ningún precedente y supondría impredecibles consecuencias para la Unión Europea. Una opción intermedia sería la emisión de “pagarés”, como una especie de moneda paralela de uso interno para pagar a los funcionarios públicos ante la falta de liquidez, lo cual implicaría en la práctica un primer paso para abandonar el euro y regresar al dracma.

Aunque la crisis griega ya cumple 5 años, y los actores han tomado sus previsiones, se teme que un “Grexit” dispare los intereses de la deuda pública en los países del Sur de la Unión Europea (Italia, España y Portugal), y afecte la credibilidad del euro. No obstante, existen voces más pesimistas como la del Premio Nobel de Economía, Paul Krugman, quien ha dicho que “un ‘Grexit’ sería el infierno”, ya que arrastraría a la Unión Europea a una crisis de confianza, una ola de proteccionismo y una nueva recesión, y todo esto, terminaría contagiando a la economía mundial que no se ha recuperado totalmente.

Sin embargo, Tsipras parece tener una carta bajo la manga para ganar tiempo y fortalecer su posición frente a Bruselas: Putin. Tsipras realizó una visita a Moscú a principios de abril, donde mostró sintonía política con el líder ruso. Por ello, se ha especulado sobre la posibilidad de negociaciones de ayuda financiera, aunque Putin lo ha negado y la economía rusa no atraviesa sus mejores momentos. No obstante, Putin ofreció a Tsipras la posibilidad de realizar inversiones para que Grecia se conecte al nuevo gasoducto ruso-turco, denominado “Turkish Sream”, que está previsto se construya bajo el Mar Negro para llevar gas ruso a Europa -como alternativa a la ruta ucraniana-, y debería estar operativo en 2019. En este marco, Tsipras podría recibir un pago anticipado de entre 3 y 5 millardos de euros por los derechos de Grecia como país en tránsito del gasoducto. Además, Putin ofreció crear empresas mixtas agrícolas para reanudar las exportaciones de alimentos de Grecia a Rusia, bloqueadas el año pasado tras las sanciones de EEUU y la Unión Europea debido a la anexión rusa de Crimea. Por ello, muchos señalan que Putin intenta seducir a Tsipras para dividir a la Unión Europea y debilitar el régimen de sanciones.

@auriUCV

Obama y Maduro en El Caribe


Dr. Kenneth Ramírez

Venezuela ha gozado de gran influencia en Centroamérica y El Caribe en la última década, gracias al suministro petrolero financiado en el marco de PETROCARIBE.  Así, gracias a los votos de este bloque, Venezuela ha podido paralizar numerosas iniciativas de EEUU en la OEA. No obstante, en 2014, se produjo una reducción de 17% de los suministros, que pasaron desde 122 mil barriles diarios (MBD) en 2013 a 101 MBD el año pasado. Incluso, el suministro a Cuba -que se contabiliza aparte-, se redujo en 21%, pasando desde 98 MBD en 2013 a 77 MBD en 2014. Por ello, varios analistas han anunciado la muerte de PETROCARIBE debido a las dificultades que atraviesa Venezuela, y el regreso de EEUU como actor geopolítico dominante de la sub-región a partir de la “Iniciativa para la Seguridad Energética de El Caribe” (por sus siglas en inglés, CESI) anunciada por la Administración Obama. No obstante, estas predicciones son muy prematuras.

El tema de la sostenibilidad de PETROCARIBE ha sido tratado por el FMI, que ha advertido que debido a la crisis económica venezolana, una suspensión repentina de los suministros petroleros o un cambio drástico en sus condiciones, generará fuertes impactos financieros, económicos y energéticos en los países miembros, siendo los más expuestos Nicaragua, Haití, Jamaica, Guyana y Grenada. En EEUU se ha abordado los efectos negativos que esto tendría para la seguridad regional, desde un aumento del narcotráfico a una fuerte oleada migratoria.

Discretamente, en mayo de 2014, el Vicepresidente Joe Biden durante su visita a Puerto España empezó a tratar este tema con líderes caribeños. Asimismo, anunció la firma de un Memorándum de Entendimiento con Trinidad y Tobago –país petrolero que nunca ha visto con buenos ojos PETROCARIBE- para crear un centro de investigación de energías renovables y su promoción en El Caribe. En junio de 2014, Biden visitó República Dominicana y señaló que lideraría una iniciativa para lograr una mayor autosuficiencia energética regional. Finalmente, el 26 de enero de 2015, presidió la I Cumbre de Seguridad Energética de El Caribe en Washington, donde participaron representantes de la CARICOM, República Dominicana, México, Colombia, Alemania, Francia, Reino Unido, España, EEUU, la OEA, la UE, el Banco Mundial, el BID y la IRENA. Biden logró grandes titulares con la frase: “Ya sea en Ucrania o en El Caribe, ningún país debe usar sus recursos como método de coerción en contra de cualquier otro país”, en lo que muchos vieron una clara alusión a Venezuela. No obstante, al analizar el documento final que creó la CESI y las reacciones, observamos que se trata de un mecanismo paraguas que permite a los países caribeños ponerse en contacto con inversionistas y la banca multilateral, acompañado de cooperación técnica y proyectos pilotos dotados de pequeños fondos de EEUU, que no cubrieron las expectativas de los presentes. De hecho, su objetivo es ayudar a la CARICOM a materializar sus metas de generación eléctrica renovable fijadas en 2013 -20%, 28% y 47% para 2017, 2022 y 2027 respectivamente-, y las que adopte República Dominicana en su “Pacto Eléctrico” este año. Biden no habló de flexibilizar la prohibición de las exportaciones petroleras de EEUU a partir de la “revolución de esquistos”, ni respaldó con fondos la propuesta trinitaria de solicitar 1 millardo de dólares en créditos multilaterales, lo cual habría representado un envite más serio.

Empero, debido a la frase de Biden, el gobierno venezolano entendió la iniciativa en clave de rivalidad geopolítica, y decidió convocar el pasado 6 de marzo, la IX Cumbre de PETROCARIBE en Caracas. Allí, se acordó impulsar la creación de la zona económica, desarrollar un bloque de la Faja Petrolífera del Orinoco para el mecanismo, y dotar de 200 millones de dólares adicionales al Fondo ALBA-PETROCARIBE para “proyectos de fuentes complementarias de energía”.

La idea de competencia con Venezuela se fortaleció con la visita de Obama a Jamaica para reunirse con los líderes de CARICOM el 9 de abril de 2015 -la primera visita de un Presidente de EEUU a este país desde 1982 y justo en la antesala de la VII Cumbre de las Américas. Allí señaló: “Nuestra CESI tiene como objetivo ayudar a mover a la región hacia las energías limpias (…) Estoy seguro de que, dado el compromiso de la CARICOM y EEUU, este es un tema en el que podemos hacer grandes progresos”. Acto seguido anunció la módica suma de 20 millones de dólares para proyectos, apenas una décima parte del Fondo ALBA-PETROCARIBE, e insignificante comparado con el suministro petrolero venezolano que representa 43% de la demanda de los miembros y una factura de alrededor de 4 millardos de dólares/año, excluyendo Cuba. En consecuencia, la CESI de Obama es más un plan de contingencia ante su temido colapso de PETROCARIBE y un elemento simbólico para robustecer su legado hacia América Latina y El Caribe, que una iniciativa destinada a competir con PETROCARIBE y limitar la influencia de Venezuela. Resulta demasiada modesta y tardía, a pesar de la alta visibilidad que ha tenido. Los nubarrones en el horizonte de PETROCARIBE siguen estando en la crisis venezolana, no en iniciativas de terceros.

El Presidente Maduro debería -tomando en cuenta lo expuesto y su disposición a dialogar con EEUU tras el breve encuentro con el Presidente Obama en Panamá- enviar una delegación de alto nivel a la II Reunión Ministerial de la Alianza de Energía y Clima de las Américas que se celebrará en México el 24 y 25 de mayo – la primera tuvo lugar en Washington, el 15 y 16 de abril de 2010-, con el propósito de iniciar un diálogo energético estratégico con EEUU que aborde el futuro de PETROCARIBE, el alcance de la CESI, así como posibilidades de cooperación bilateral y triangular con El Caribe -mediante la reactivación del acuerdo de cooperación entre el Departamento de Energía y el Ministerio de Petróleo aparcado en 2003, y que se discutió retomar infructuosamente entre 2009 y 2010.

Publicado originalmente en El Mundo Economía y Negocios

@kenopina

lunes, 20 de abril de 2015

Con el Esequibo como con las Malvinas


Embajador (r) Julio César Pineda

El histórico diferendo de Venezuela con el Reino Unido (posteriormente con Guyana por el Esequibo) y el caso de las Malvinas, tienen en común el reclamo histórico frente al imperialismo británico y sus injerencias en América Latina. En ambos casos, tanto por Argentina como por Venezuela, se invoca el principio del Uti Possidetis Juris, y el despojo territorial por una potencia extranjera. Reclamos que nuestros países nunca han dejado de presentar, tanto a nivel bilateral como multilateral, aunque últimamente la diplomacia argentina ha sido muy activa frente a las Malvinas, mientras que Venezuela ha dejado de lado el caso del Esequibo por otros intereses estratégicos.

La Constitución argentina es clara cuando establece "las islas Malvinas, y los espacios marítimos e insulares correspondientes, son parte integrante del territorio nacional". Y en su legislación interna sobre la nacionalidad afirma que: son argentinos todos los que nazcan en el territorio de la República, sea cual fuera la nacionalidad de sus padres, y declara inválida y sin ningún efecto jurídico las pérdidas o cancelaciones de la nacionalidad argentina. Por lo tanto, todos los nacidos en las islas Malvinas son argentinos, porque estos territorios son ocupaciones ilegales e ilegitimas del Reino Unido; esto para evitar el principio de autodeterminación que la corona inglesa siempre ha aludido, y fortalecer el principio de integridad territorial del Estado.

Como Argentina, la Constitución venezolana establece que "el territorio y demás espacios geográficos de la República son los que correspondían a la Capitanía General de Venezuela antes de la transformación política iniciada el 19 de abril de 1810, con las modificaciones resultantes de los tratados y laudos arbitrales no viciados de nulidad".

El laudo arbitral del 3 de octubre de 1899, donde se le quitó a Venezuela la territorialidad de 159.500 km2 es írrito y carente de toda validez, por eso el Acuerdo de Ginebra de 1966, donde se abre la discusión y la negociación sobre el Esequibo. La Capitanía General de Venezuela desde 1777 tuvo como límite este al río Esequibo.

Los británicos siempre aspiraban estas posesiones por sus recursos naturales. En 1822 el propio Bolívar exigía a Don Pedro Gual comunicarse con el enviado plenipotenciario en Inglaterra José Rafael Revenga sobre esas pretensiones coloniales. La debilidad de Venezuela no solamente fue jurídica, sino política, por la inestabilidad de esa etapa histórica, de golpes y caudillos, más preocupados por el poder interno que por el destino de nuestras fronteras.

Las Malvinas

En el caso de las Malvinas el archipiélago tiene una extensión cercana a los 12.000 km2. En 1833 el imperio británico invadió las Malvinas en un acto ilegal e ilegitimo, con una política expulsión y sustitución de la población original. El gobierno argentino el 17 de junio de 1833 formalmente reclamó la soberanía territorial del archipiélago con nota diplomática, alegando sus derechos territoriales. Reclamo que Argentina nunca ha dejado de presentar frente al Reino Unido.

El gobierno argentino, desde 1945 ha sido muy activo en los foros internacionales y lo presenta como una permanente política de Estado. Ha logrado incluir el tema en el Comité de Descolonización de la ONU. En el MERCOSUR, cuenta con total apoyo, incluyendo el respaldo permanente de Venezuela. Igualmente en la ALADI. Y con los Jefes de Estado y de Gobierno del Grupo de Rio. En UNASUR desde 2010, siempre está presente el reclamo argentino, con decisiones como impedir el ingreso en sus puertos de los buques que enarbolen la bandera de las Malvinas y el control del comercio incluyendo la explotación de hidrocarburos y minas en esa región. El 5 de febrero de 2012, el ALBA, donde Venezuela ejerce un papel fundamental, también se solidarizó no solamente con el planteamiento diplomático sino con acciones concretas, frente a los barcos con banderas de las Malvinas.

¿Contundencia?

La diplomacia venezolana no ha tenido tal contundencia en el reclamo internacional por el territorio del Esequibo. Es tiempo para nuevos pronunciamientos y acciones, especialmente cuando Guyana actúa en forma provocativa con autorizaciones y concesiones a compañías extranjeras en el Esequibo. El último acto hostil ha sido el del barco de la Exxon Mobil, compañía que pretende realizar actividades de exploración petrolera en la zona en reclamación, sin contar con la previa notificación a Venezuela contemplada en el Acuerdo de Ginebra, además en momentos de una difícil situación entre Caracas y Washington, y contando con el pleno respaldo de los países del CARICOM, muchos de los cuales se han beneficiado de los programas de PETROCARIBE. 

Publicado originalmente en El Universal

El fracaso panameño


Dr. Luis Daniel Álvarez V.

Es complicado tratar de buscar resultados favorables de algún hecho cuando las expectativas que se habían tejido ante la actividad eran bastante pobres y limitadas. Lo que se había previsto para la Cumbre de las Américas en Panamá no distó mucho de lo que se vislumbraba, un escenario en el que Cuba y EEUU coparan la escena y donde los demás mandatarios trataran de potenciar sus temas y puntos de vista.

Lamentablemente, la Cumbre tendió hacia el fracaso desde sus inicios cuando la sociedad civil quedó maniatada a unos foros con muy poca publicidad y relevancia. A esto debe sumarse la denuncia formulada por disidentes del gobierno de Cuba, como Rosa María Payá, que alegaron haber sido retenidos e interrogados a su llegada a Panamá, recibiendo luego una escueta disculpa por parte del gobierno local.

El Presidente Juan Carlos Varela expresó en diversas ocasiones una visión muy limitada de la democracia, pues a su juicio, el hecho de que existan comicios es una garantía de que el sistema marcha correctamente. Nada dice el Jefe de Estado panameño sobre los distintos casos en los que se desconoce diariamente la Constitución y se burla la voluntad electoral expresada en las urnas. Todo ello lleva a rememorar los aciagos días de 1989, en cuanto a la condena del gobierno del Presidente Carlos Andrés Pérez al desconocimiento del triunfo de Guillermo Endara y luego a la invasión estadounidense. Lejos de quedarse con un comentario genérico, como el formulado por Varela, Pérez manifestó exigencias concretas para que se respetara la constitucionalidad en Panamá. Como él, algunos otros Presidentes condenaron las maniobras continuistas de Manuel Antonio Noriega.

Otro Presidente que salió con exceso de titulares en las primeras planas de la prensa fue Raúl Castro, quien ejercía para muchos una suerte de magnetismo hacia los demás Jefes de Estado que se apresuraban a saludarlo y fotografiarse con él. Si bien el reingreso de la isla a la institucionalidad latinoamericana puede ser el comienzo de la anhelada democratización, se observa con preocupación que los densos nubarrones de represión, censura y carestía que han caracterizado a Cuba desde la llegada de los Castro al poder quedan de lado, como si nada hubiese pasado y sin que existan elementos que permitan asegurar que las cosas están cambiando para mejor.

Logró Panamá ser noticia por algunos días. El encuentro, como ha sido costumbre en las últimas reuniones de este tipo, no alcanza el consenso necesario para declaraciones finales y termina siendo una palestra para que todos los asistentes hablen de lo que mejor les parezca. El anhelo es que dentro de tres años logre la Cumbre en Perú mayores resultados. Sería importante que a diferencia de lo ocurrido en Panamá, el próximo encuentro sea un paso al desarrollo y a la democracia y no el escenario para egos, revanchismos y discursos de muy pobre nivel.

@luisdalvarezva

Cien años de una guerra


Prof. Eloy Torres

Hace cien años, la guerra hacía estragos. Toda una danza macabra y bélica sobre miles de cadáveres. Era la I Guerra Mundial. La de las Naciones como la llamaron. Una mortandad absurda. 4 años de pólvora, bengala, cañones, trincheras, bayonetas, sangre y formol; eso lo  experimentó el Mundo, fundamentalmente Europa que abrazó el siglo XX con la desesperanza y violencia en el alma. El motivo aparente: unas balas disparadas por un terrorista serbio aferrado a la idea de la independencia de su pueblo del multinacional Imperio Austro-Húngaro, asesinaron a Francisco Fernando, el Archiduque heredero de esa realidad. Ocurrió en Sarajevo, el 28 de junio de 1914. Fue  excusa para una guerra, que duró 4 años luego de derramarse sangre de millones de seres humanos.

Su final generó una borrachera de libertades circunstanciales. Se pretendió exorcizar al continente europeo de la violencia. El resultado fue lo contario, pues almacenó resentimientos vestidos con camisas ideológicas, cocidas con tres telas distintas, pero con los mismos hilos: sangre, exclusión, marginación y violencia. A saber: el fascismo, nazismo y comunismo. Las consecuencias las conoció el Mundo 20 años después con la II Guerra Mundial.

La triunfante Europa no quería más guerra. Francia exudaba un rechazo hacia ella desde su fin en 1918. Fue pacifista. Tuvo más de 1 millón y medio de víctimas. Alemania un poco más de 2 millones. Los sufrimientos también afectaron a Rusia. Ella engendró un particular monstruo: el comunismo. Europa devastada, llegó a convivir con sus traumatismos y víctimas y extrañaba la “Belle Époque”, de antes de la guerra. Durante los “años locos”, idealizado por Scott Fitzgerald, los europeos bailaban al compás de una desesperación que presagiaba  conflictividad. Apareció la frivolidad como acto antropológico irracional. Se intuía lo peor. Lo confirma la prisa por disfrutar de la vida, pues sabían que bailaban sobre ríos de sangre y eso no es agradable.

El fin de la guerra estimuló a toda una pléyade de pensadores, escritores, poetas, pintores, músicos que rechazaron los valores estéticos, políticos y morales que dieron pie a ese absurdo. Con gran razón rechazaban, bajo cualquier forma, el elogio a la violencia. Conmemorarla era peor. La primera guerra fue eso: un horror.

Los años 1914–1918 representan un emblemático acontecimiento histórico que hizo de esa historia, la historia de todas las naciones. No es casual que esa conflagración fuese bautizada como la “Gran Guerra”. Todavía se escribe sobre ella y es objeto de análisis de militares, políticos y diplomáticos quienes han marcado su impronta en documentos y memorias personales. Han construido una red explicativa de las causas y una producción historiográfica interesantísima.

De la mano del Embajador y Profesor Demetrio Boersner, hemos aprendido a ponderar, entre otros, al mutilado de guerra Pierre Renouvin, quien dirigió la colección “Documents diplomatiques francaises”. Interesante que la gran mayoría de sus escritos abordan el tema desde la perspectiva de los grandes hombres: políticos, diplomáticos y militares y dejan, a un lado, al hombre simple. La población civil, la más afectada es abandonada por esa lente historiográfica. La guerra es observada desde arriba. Quien experimentó el horror de esas masacres en las trincheras, no ha sido sujeto de la Historia. Hay que decirlo, incluso el mismo Renouvin quien, perdiese un brazo durante los combates. La opinión de los combatientes debería ofrecer, según entendemos, una mayor información sobre la manera de cómo se condujeron las operaciones, pero su horizonte fue muy limitado. Los ingleses y alemanes de ese periodo se han comportado, con el mismo criterio, de ver la guerra a gran escala y, repetimos, desde arriba.

El elemento de las mentalidades colectivas, hizo aparición en ese conflicto y, creemos, mantiene aún su vigencia. Ésta, a pesar de los cambios, incluso tecnológicos, pervive. La Primera Guerra Mundial estalló en el momento en que la industria experimentaba una expansión económica. Sin embargo, todos los descubrimientos científicos y tecnológicos no pudieron calmar las tensiones políticas internacionales. Por el contrario, fueron usados como instrumentos bélicos. Otro elemento a tomar en cuenta para explicar esa guerra fue el deseo colectivo de que ella ocurriera. Las ideas nacionalistas y democráticas tomaron mucho terreno, particularmente en el multinacional Imperio Austro-Húngaro, donde las minorías apuntaban su mirada hacia sus países troncos que exudaban libertad e independencia. Frente a ese entusiasmo, la muerte mostraba sus fauces.

Las estructuras culturales eran similares. Muchos elementos hicieron su aparición: el automóvil, el avión, el tanque de guerra. La industria se desarrollaba rápidamente. Mientras esto ocurría, todavía se usaba la carreta en los caminos europeos. La guerra transformó esa mentalidad, pero mantuvo su impulso inicial: el nacionalismo. La industria, se transformó en la gran fuerza motora de Alemania, Francia, Italia, Inglaterra e incluso Rusia. Ésta, en menor medida,  parafraseando a Paul Kennedy, por su extensión territorial y grandes recursos, ostentaba  la membrecía de ese club de “las potencias mundiales”. Era el momento de la expansión de los poderes industriales.

Inglaterra y Alemania se disputaban el control marítimo. Rusia y el Imperio Austro-Húngaro intensifican el conflicto por el control de los Balcanes. Los esfuerzos diplomáticos fueron insuficientes para atenuar las tensiones. Alemania y Rusia las empujaban. Los medios de comunicación eran muy débiles y ello contribuyó al aumento de la conflictividad. Se usaba el telégrafo y estos informaban de la urgencia, muy tarde; luego de producirse los acontecimientos. La guerra era inminente.  Nadie ponderaba las consecuencias. Había en el ambiente la creencia de que el fin del siglo XIX abría la centuria de las nacionalidades que ganaban terreno junto a las ideas democráticas. Los Estados podían y debían ser organizados bajo la forma de regímenes representativos y parlamentarios.

Historiadores consideran que la causa de la Primera Guerra Mundial se resume al enfrentamiento de los pueblos bajo la égida de los imperios y los intentos desesperados de éstos por su autodeterminación. La contradicción entre el Imperio y la negativa de otorgarla. Cierto, había inconformidad con el régimen fronterizo imperial impuesto, como de sus abusos. La alianzas en 1914, todas hostiles entre sí, enmarcadas en una rivalidad, abrazaron al viejo continente y se extendieron a otros meridianos. Los combates fueron sangrientos. El mar, tierra y aire, sus escenarios para el despliegue de los adelantos tecnológicos. El resultado: 4 imperios desaparecieron; surgimiento de 3 ideologías que aún mantienen cierto vigor y murieron casi 10 millones de seres humanos.

El final de la I Guerra Mundial permitió el avance de dictaduras, más fuertes que el sentimiento democrático. La banalización de la violencia, sin precedentes en esa Europa, lo permitió, pues, nadie quiso escuchar las voces que clamaban por evitar el resurgir de los tambores de la guerra. Versalles había humillado a Alemania. Ella se rearmó gracias al apoyo que Stalin, en secreto, le acordase. Un desastre, una tragedia que atropelló a buena parte de la Humanidad y marcó la pauta para que ella renaciera 21 años después. 

@eloicito

lunes, 13 de abril de 2015

Cumbre de las Américas: El regreso de EEUU


Dr. Felippe Ramos

Hace tres años, en la ocasión de la Cumbre de Cartagena el 2012, escribí el artículo “Cumbre de las Américas: el fracaso como éxito”. En aquel entonces, la Cumbre Iberoamericana, liderada por España, contaba con baja adhesión de los Jefes de Estado de los países de la región, mientras las cumbres latino o sur americanas (CELAC, UNASUR) contaban con la presencia de todos. La OEA era cuestionada y la Cumbre de las Américas, liderada por los EEUU, terminaba sin consenso, sin declaración final, con retos a la autoridad de la potencia y, en el caso específico de Cartagena, con las ridículas escenas de la Secretaria de Estado Hillary Clinton bailando salsa en una disco llamada “Havana” y los agentes de la CIA con prostitutas latinas en un hotel de lujo. De ese modo, desde la Cumbre de Mar del Plata (2005), en donde líderes carismáticos de izquierda (Lula, Chávez, Kirchner) lograron bloquear las negociaciones del ALCA, hasta el 2012, el aislamiento hemisférico de EEUU y las políticas integracionistas eran las claves para la comprensión de la política internacional en la región. El fracaso de la cumbre con participación de los EEUU era el espejo del éxito de la nueva ola integracionista latinoamericana.

Por supuesto, existían razones muy objetivas por las cuales los EEUU decidieron cambiar sus apuestas. Desde los atentados del 2001 en Nueva York, el Medio Oriente era de nuevo el centro de la atención del Departamento de Defensa y del Departamento de Estado. La elección de presidentes de izquierda y centro-izquierda en países latino-americanos crearon dificultades adicionales a la política multilateral de EEUU hacia la región, lo que resultó en la decisión por negociaciones bilaterales con miras a firmar tratados de libre comercio (TLC) más modestos pero más efectivos en el corto plazo que las interminables negociaciones con 35 países con la posibilidad de que uno o algunos países, incluso los pequeños, pudiesen vetar los esfuerzos construidos a lo largo de años. Mientras se ocupaban de otras partes del globo, los EEUU intentaban apoyar o usar el liderazgo regional brasilero, como en el caso del comando de las tropas de la ONU en Haití o para complejas negociaciones políticas con países desafiadores de la potencia hegemónica, como Venezuela, Ecuador y Bolivia.

El crecimiento económico brasilero legitimaba esa coordinación implícita, con la diplomacia presidencial de Lula, el aumento de la cooperación sur-sur brasilera y la financiación del BNDES a la internacionalización de empresas brasileras de los sectores servicio y comercio. Bajo liderazgo brasilero fue creada la UNASUR congregando todos los países sudamericanos, incluso los de orientación liberal, hacia una agenda de integración física en los sectores infraestructura de transporte, energía y telecomunicaciones, debido a los ingresos permitidos por el “boom de las commodities”, es decir, los altos precios de las materias primas en el mercado internacional. Países que solían vivir bajo la maldición del subdesarrollo debido a la dependencia de la exportación de productos de bajo valor agregado hacia países desarrollados ahora surfeaban la inversión de los términos de intercambio, con la sobrevaluación de sus materias primas. Esa convergencia de precios altos de commodities y gobiernos populares hizo posible la distribución de la renta y la reducción de desigualdades perversas. Ese fue el tiempo mágico del lulismo y del chavismo, o sea, dos estrategias políticas que atraían otros países para sus modelos y que terminó por diseñar la gran alianza integracionista lulismo-bolivarianismo en la región.

La coyuntura, sin embargo, ha cambiado desde la última cumbre el 2012. El soft landing chino (“aterrizaje suave”, o reducción del ritmo de crecimiento económico) ha tenido como consecuencia la caída de los precios de las commodities. La economía estadounidense se recupera, con el fin del quantitative easing (emisión de moneda por el FED) y la sobrevaluación del dólar frente a las demás monedas nacionales, con impacto fuerte en Rusia, Brasil, Venezuela y muchos otros países. Además, la región se encuentra sin los liderazgos fuertes o, podemos decir, en una fase pos-carisma, con marcada ausencia de la diplomacia presidencial que fue rasgo fundamental de los tiempos de Lula, Chávez, Néstor Kirchner y Mujica. Fuertes dificultades económicas y políticas a nivel doméstico en los países que sostienen el MERCOSUR (el caso de corrupción en PETROBRAS en Brasil, el caso Nisman en Argentina y los fuertes desajustes de la economía en Venezuela con sus impactos políticos) añaden el elemento necesario para que los bloques de integración se tornen blancos de ataques: ¿Quiénes podrían financiarlos?, ¿Cuáles serían los nuevos lineamientos estratégicos? ¿Siguen siendo viables?

Cuando todo ya parecía suficientemente difícil, los EEUU regresan al juego. Primero, con el anuncio del histórico proceso de acercamiento diplomático con Cuba tras año y medio de negociaciones secretas llevadas a cabo en Canadá con intermediación de la Santa Sede. Lo que puede ser interpretado, por un lado, como victoria latinoamericana por la histórica demanda regional del fin del aislamiento del país comunista, puede ser visto también como estrategia norteamericana de superar los escollos diplomáticos en la región y abrir un nuevo sendero en su estrategia hemisférica. Hay que recordar que las negociaciones empezaron justo tras la muerte del Presidente venezolano Hugo Chávez y significa que el pragmatismo cubano indicó que no sería prudente seguir dependiente de la ayuda suministrada por Venezuela a través de PETROCARIBE. Además, con la caída de los precios del petróleo, los EEUU anuncian también una nueva iniciativa de cooperación energética en El Caribe, a partir de la visita de Barack Obama a Jamaica, en más un movimiento para reducir el poder político y diplomático de Venezuela. Poco antes, los EEUU ya habían anunciado nueva ronda de sanciones a ese país. Divulgada en fecha cuidadosamente escogida, tras intento de mediación de la UNASUR con las labores de cancilleres suramericanos, entre ellos el brasilero, las sanciones indicaban que los EEUU estaban dispuestos a recuperar su poder de agenda setting (establecimiento de agenda) en la región. De hecho, la Cumbre de Panamá tuvo como temas fundamentales el acercamiento diplomático con Cuba y las sanciones a Venezuela.

A Brasil no le quedó mucho: El país no tuvo el liderazgo que solía tener en esas ocasiones y al final anunció la visita de trabajo de la Presidente Dilma Rousseff a EEUU para junio de ese año, tras la suspensión de la visita de Estado luego del escándalo de espionaje divulgado por Edward Snowden el 2013. Para no quedar sólo luchando contra el gigante, Venezuela ha anunciado su disposición de también conversar con los EEUU. En términos económicos, la nueva presencia en la región permite a los EEUU una búsqueda de la recuperación de su capacidad de disputar espacio con los chinos, que han alcanzado el puesto de primero o segundo socio comercial en muchos países latinoamericanos y caribeños en los últimos años.

Por lo tanto, la integración regional necesita ser repensada y reinventada, ahora llevando en consideración el innegable regreso de los EEUU al ajedrez hemisférico. La peor decisión para los que defienden esa agenda sería negar la nueva realidad.

Publicado originalmente en América Economía


@felippe_ramos