viernes, 18 de diciembre de 2015

El Acuerdo de París


Dr. Kenneth Ramírez

La opinión pública mundial ha recibido con beneplácito el Acuerdo de París, alcanzado al cierre de la XXI Conferencia de las Partes del Cambio Climático (COP-21) tras dos semanas de intensas negociaciones. Los 195 países participantes acordaron mantener la temperatura media mundial “muy por debajo” de 2 °C a finales de siglo respecto a los niveles pre-industriales, aunque también se comprometieron a llevar a cabo “todos los esfuerzos necesarios” para que no rebase los 1,5 °C y evitar así “los impactos más catastróficos del cambio climático”. Jurídicamente vinculante y con un enfoque gradual, flexible y solidario; el acuerdo no fijó límite a las emisiones de gases de efecto invernadero como lo hizo el Protocolo de Kioto –prorrogado hasta 2020 mediante la Enmienda Doha aprobada en 2012-, sino que descansa en un conjunto de contribuciones nacionales presentadas voluntariamente.

Asimismo, busca que las emisiones toquen techo “tan pronto como sea posible”, reconociendo que esta tarea llevará más tiempo para los países en desarrollo –principio de responsabilidad común pero diferenciada-, y que se efectúen reducciones rápidas para encontrar “un equilibrio entre las emisiones provocadas por la acción del hombre y lo que puede absorber la atmósfera” en la segunda mitad de siglo. El texto además recoge las necesidades de financiación para la mitigación y la adaptación de los países en desarrollo –los países desarrollados deben movilizar un mínimo de 100 millardos de dólares anuales a partir de 2020-, e introduce un mecanismo de pérdidas y daños por el cambio climático –sin apoyos financieros concretos-, con arreglo al principio de justicia climática.

No obstante, el acuerdo señala explícitamente que los esfuerzos de mitigación que los países han puesto sobre la mesa no son suficientes, para cumplir el objetivo general. En 2030, la ONU estima que las emisiones de gases de efecto invernadero tendrían que estar rondando las 40 gigatoneladas de dióxido de carbono equivalente al año, pero los compromisos nacionales presentados para recortar emisiones suponen un aumento de las emisiones brutas hasta alcanzar las 55 gigatoneladas –si bien reducen en 9% las emisiones per cápita. Por ello, el Acuerdo de París establece un mecanismo de revisión cada cinco años, que implica que los programas de reducción de cada país aumenten gradualmente para corregir esa brecha. La primera revisión al alza de los planes nacionales sería en 2020, año en que debe entrar en vigor el acuerdo tras la ratificación de 55 países que representen al menos 55% de las emisiones.

Según estudios de la ONU y la Agencia Internacional de Energía, la producción y uso de energía generan dos tercios de las emisiones. En consecuencia, este acuerdo presenta retos para los países OPEP y la industria petrolera. Aunque los países OPEP sólo representan 10% de las emisiones mundiales –Venezuela el 0,48%-, producen el 33% del petróleo y el 20% del gas natural a nivel mundial, y poseen 80% de las reservas. Esto explica por qué los países OPEP han sido muy activos en las negociaciones, para salvaguardar sus intereses estratégicos. La limitación que sufrirá la demanda de los combustibles fósiles a largo plazo debido a las regulaciones climáticas, que según cálculos de la Agencia Internacional de Energía puede ubicarse en torno a 16% en los próximos 20 años, se traducirá en una pérdida de ingresos de 4 billones de dólares para la OPEP. Barclays estima que la industria petrolera perderá ingresos por el orden de 22 billones de dólares.

Venezuela mostró una posición mucho más pragmática y menos ideológica en esta Conferencia respecto a Copenhague hace 6 años, impulsando un acuerdo flexible junto al grupo de Países en Desarrollo de Pensamiento Afín (Link-Minded Group), donde hay países OPEP -como Arabia Saudita e Irán-, y economías emergentes –como China e India- que representan 50% de la población mundial.

Toca ahora al gobierno desarrollar nuestra contribución nacional –sólo se presentó el objetivo general de reducir 20% de las emisiones para 2030, esto es, 0,18 gigatoneladas/año. Aquí se abren grandes oportunidades en la limitación de las emisiones de metano en la producción de petróleo y gas, el relanzamiento de los proyectos gasíferos, así como el desarrollo de un plan de eficiencia energética y energías renovables –donde destaca el proyecto eólico de La Guajira con una capacidad de 10 mil megavatios, el equivalente a una hidroeléctrica del Guri.

Finalmente, PDVSA debe estudiar unirse a la Iniciativa Climática del Sector Petróleo y Gas (por sus siglas en inglés, OGCI), presentada por 10 empresas petroleras que producen 20% del petróleo y gas a nivel global; 7 de ellas europeas –Shell, Total, BP, BG, Repsol, Statoil y ENI- que ya se encuentran dispuestas a aceptar un sistema de techo nacional y comercio de emisiones, a las cuales se sumaron PEMEX, Reliance y Saudi ARAMCO. Todas estas empresas se han comprometido a trabajar conjuntamente para optimizar sus operaciones, invertir en investigación y desarrollo de tecnologías eficientes y limpias como el secuestro y captura de carbono, e impulsar proyectos de gas natural y energías renovables.

Total es el segundo gran inversionista en energía fotovoltaica a través de su filial, SunPower. Shell es uno de los grandes inversionistas en biocombustibles avanzados. BP, Repsol y Statoil son grandes inversionistas en proyectos eólicos costa afuera en Europa y EEUU. Shell está trabajando con GlassPoint para desarrollar generadores solares de vapor a gran escala para la recuperación petrolera mejorada en Medio Oriente –disminuyendo en 80% el uso de gas natural para tales fines. PDVSA puede aprovechar todas estas experiencias y conseguir socios valiosos para encarar el reto climático. ¿Y usted qué opina?

Publicado originalmente en El Mundo Economía y Negocios

@kenopina

La diplomacia y el conocimiento


Prof. Eloy Torres

Con la presencia de los Ex-Presidentes y demás invitados extranjeros en las recientes elecciones del 6 de diciembre, se pudo comprobar algo que se sabía con antelación. No obstante, esos delegados pudieron comprobar lo que reiteradamente hemos argumentado acerca de la lamentable situación de orfandad que vive Venezuela. Ahora bien, uno de los espacios que acusa mayor deterioro en el país lo constituye la diplomacia.

Ella, es una realidad difícil que combina arte y ciencia y, fundamentalmente basa su ejercicio con el conocimiento y prudencia. El profesional de este oficio sabe que su complejidad es grande, pues lo determinan sus escenarios principales: la paz, el comercio, la política, la guerra, la cultura y los tratados, entre otros. Todos, factores que implican una elevada dosis de discernimiento, prudencia, ponderación y experiencia. Sus resultados se observan en los cahiers de la Historia de las Relaciones Internacionales.

La diplomacia, a veces, es mal interpretada. Unos, la definen como el instrumento de la política exterior de un Estado, para alcanzar sus objetivos. Otros como el arte de dirigir las relaciones para ganar sin participar en un conflicto. Vistas ambas, la diplomacia sería uno de los instrumentos para alcanzar los objetivos en materia de política exterior de un Estado. No obstante, la evolución de las circunstancias, el abusivo protagonismo de los Jefes de los mismos Estados, (conocida como diplomacia presidencial) aunado al creciente desarrollo del conocimiento humano por la explosión informacional y comunicacional (caso WikiLeaks) hace que, aparentemente, la diplomacia se perciba como decadente. Sin embargo, mientras existan unidades actuantes internacionalmente, el diplomático será necesario, pues, siempre estará obligado a satisfacer el interés nacional de su país mediante la obtención de resultados positivos, más allá del circunstancial factor político- ideológico. 

El verdadero diplomático sabe que en esta disciplina no se producen cambios substanciales, no hay “revoluciones” de ningún tipo en ella, pues, las modificaciones que se llevan a cabo en su interior están determinadas por lo que se produzca en las Relaciones Internacionales; sin embargo, el conocimiento es importante en el dominio de las herramientas para satisfacer el interés nacional. Conocimientos de derecho, economía, política, de historia y de derecho de los tratados; vistos éstos en su evolución y perspectiva, son necesarios. El diplomático debe experimentar un permanente proceso de aggiornamiento en el conocimiento.

Lamentablemente eso no ha ocurrido con la diplomacia bolivariana. El resumen de su actividad la encontramos en una práctica: exportar propagandistas. Éstos, no son acordes con el oficio, pues por lo general son individuos alejados del dominio de materias que nutren la función que promueve la búsqueda de situaciones y creación de puentes que el Mundo necesita para su existencia en paz. Una verdadera política exterior desideologizada y no una mesiánica acción exterior, debe tener y tomar en cuentas estas y otras consideraciones. En otro orden de ideas, hay que destacar que este oficio, la diplomacia y el espionaje son oficios similares. No es fácil el tema, es verdad. Muchos colegas de oficio, se podrán sorprender. Sin embargo, hoy, a la vista de algunos acontecimientos hay que destacar los intríngulis presentes en ambas actividades. Ellas, siempre han ido de la mano. La diplomacia, la verdadera, siempre se ha caracterizado por disponer de individuos honorables, competentes, de prestigio, además, plurilingües y dueños de una vasta cultura. Por  lo que, a veces, resulta difícil asociar su actividad al espionaje. Pero, también hay que decirlo: El espía, el preparado, no el amateur, quien obtiene, ilegalmente, ciertas y determinadas informaciones, generalmente para su país, empresas o bien para alcanzar réditos directos, vendiéndolas al mejor postor. En tanto que el diplomático, es un individuo que también obtiene esas informaciones legalmente; luego, las procesa mediante un análisis y las remite a su país para ser tomadas en consideración. La diplomacia, así como el espionaje, deben estar asociados a la información, pero aún más al conocimiento.

El diplomático, desde los siglos XVI-XVII, por practicar la diplomacia secreta era considerado un espía honorable. Casanova sentenció: “Los únicos espías confesos son los Embajadores”. Ello es normal, pues un hombre culto, preparado, capaz, letrado que analiza  el destino donde ejerce sus funciones, evidentemente “juega el papel del espía”, pues procesa la información del día a día y la remite al Despacho Central de su Ministerio.    .

El paradigma del diplomático espía fue el francés Talleyrand, bautizado como el príncipe de los diplomáticos. El espiaba a sus jefes, entre ellos a Napoleón, quien fue su víctima, pues ejercía el doble papel de servirle y lucrarse con los rusos y austriacos. Hay muchos ejemplos de cómo la diplomacia y el espionaje han marchado de la mano. El siglo XX, el corto, según Eric Hobsbawm, es un gran reservorio de ellos. La ideologización extrema de las Relaciones Internacionales con el esquema “amigo-enemigo” lo permitió. La diplomacia era asociada al espionaje. Sin embargo, los funcionarios actuantes, diplomáticos o espías, poseían una extraordinaria preparación que los hacía ver como seres impecables. Había, incluso, entre ellos códigos éticos de comportamiento.

Nada que ver con los diplomáticos bolivarianos (para nada profesionales) y/o espías, prototipos del “agente Salazar” que muestran, desde el inicio de su gestión como “diplomáticos”, las intenciones de “espiar al Imperio”. Ellos han hecho el ridículo ante el Mundo, pues se han mostrado las costuras de su bola antes de lanzar la primera. Su misión de combatir al “Imperio”, siempre encontró dificultades que emanaban de su propia actuación por no comprender la complejidad de construir un “Mundo multipolar”, que no verbal, propagandístico y “molar”.

Vale la pena destacar que el Dr. Simón Alberto Consalvi en su libro La Paz Nuclear; Ensayos de historia contemporánea, refiere  “En la política internacional de esta era bipolar de la segunda mitad del siglo XX, hay una interrogante que es preciso analizar: ¿En qué grado se modificado la estructura de las relaciones entre los EEUU y la Unión Soviética, o hasta qué punto se han alterado sus intereses comunes?

Traemos a colación esta interesantísima cita, extrapolándola, pues mutatis mutandis, encierra, en sí misma, un cuestionamiento similar: ¿En qué grado se han alterado los intereses de Venezuela en este Mundo? Desde 1999 nuestro país se ha ido transformando en una especie de satélite de diversos intereses extraños a nosotros. Nuestra política exterior se resume a una zigzagueante acción personal y la misma responde a las variaciones temperamentales de los individuos que la dirigen o, a los “consejos” que reiteradamente recibe desde el exterior. Se ha ideologizado nuestra  conducta exterior, en favor de otros.

Ahora bien el ejercicio instrumental de la política exterior venezolana también ha sido degradado. La diplomacia, hoy se observa como un oficio ultrajado y no hay atisbo alguno por rectificar. El proceso de putrefacción en que se encuentra este oficio se resume a la presencia de individuos groseros, vulgares, ignorantes y por demás escatológicos y quienes, en nombre del “proceso revolucionario”, han invadido el Ministerio de Relaciones Exteriores. Exhiben una visión alejada del respeto por las formas. Es un desorden y una anarquía para la cual aparentemente no hay solución, por lo menos bajo las actuales circunstancias políticas. El oficio del diplomático debe ser reconstruido. He aquí el papel a jugar por la nueva Asamblea Nacional en manos de la oposición y su mayoría calificada. Hay que reinstitucionalizar este oficio con elementos formados en las universidades, alimentados con una visión académica, pero también política y con un alto grado de interés por una moderna profesionalización.

El siglo XXI ofrece la oportunidad de reencontrar las valencias en nosotros mismos y restaurar una política exterior que responda al interés nacional; la que hoy exhibe el Estado venezolano no responde a ese interés. Ahora bien, los encargados de instrumentar la diplomacia, no pueden ser unos ignaros e improvisados individuos, como tampoco unos groseros cuyo comportamiento muestre orfandad de una  buena educación. No cualquiera reúne los requisitos para el oficio de diplomático. Se requiere: inteligencia, conocimiento, habilidades y sobre todo comportarse acorde con el país. No importa si son afectas a una determinada visión política; ese no es el caso; lo que se requiere es representar al país  con decoro, dignidad y apego al interés nacional.

La diplomacia es una práctica, técnica y arte, para lo cual no hace falta, la guapería de barrio ni el resentimiento. Esa conducta, administrativamente hablando, debe emanar desde la más alta dirección del Ministerio hasta sus niveles inferiores. Esas prácticas “guapetonas” no expresan al siglo XXI; por el contrario, la “diplomacia bolivariana”, si es que se puede llamar de esta manera, es el epítome, de la  incultura, como de los decimonónicos tiempos de las montoneras. Ojalá la nueva Asamblea Nacional encuentre tiempo para impulsar la reconstrucción y reinstitucionalización de la política exterior y su principal instrumento: la diplomacia, ésta, por supuesto, sin adjetivos.

@eloicito

Nueva Asamblea y política exterior


Embajador (r) J. Gerson Revanales

El pasado 6 de diciembre se produjo la muerte anunciada del proyecto chavista en manos de Nicolás Maduro. La unión del pueblo y las Fuerzas Armadas con la bendición de la Comunidad Internacional, pudo abortar algunas intenciones de desconocer la decisión del poder originario.
Sin ser invocada ni aplicada, la Carta Democrática se hizo presente al amparo del poder moral de las Ex-Presidentes Chinchilla y Moscoso y los Ex-Presidentes Pastrana, Quiroga y La Calle, quienes valientemente enfrentaron los embates del oficialismo y activaron un frente con el resultado que todos conocemos.
Lamentablemente el gobierno -y en particular Nicolás Maduro-, no ha entendido el mensaje que el pueblo le dio, al insistir en un leguaje y unos argumentos que el país no compró como la guerra económica, el imperialismo o la oligarquía; sin ver que el voto castigo fue por su desinterés por el alto costo de la vida; la inflación, el desempleo, la inseguridad y la agresividad hacia quienes piensan distinto, como han sido las vejaciones a que fueron sometidos recientemente los Ex-Ministros Giordani y Navarro por pronosticar esta muerte anunciada.
El pasado 9 de diciembre, se hizo una Mesa Redonda en el Consejo Venezolano de Relaciones Internacionales (COVRI) para evaluar la dimensión internacional de las elecciones; entre las conclusiones destacaron además del excelente trabajo realizado por la Unidad Internacional de la Mesa de la Unidad bajo la coordinación del Diputado por el Zulia Timoteo Zambrano; el cambio cuantitativo en la composición de la Asamblea y cualitativo en el ejercicio de sus funciones, cómo será el control legislativo en la política exterior, contenidos en los artículos 187 y 222 de la Constitución. Sólo le recordamos a los “alzaditos” que la Constitución en su artículo 223 obliga a los funcionarios a comparecer ante ella, y a los jueces la obligatoriedad de evacuar la pruebas que le transmita la Asamblea.
El ejercicio de estos controles podrá fin a la regaladera de petróleo; a la firma de acuerdos y tratados no compatibles con el interés nacional; la “viajadera” sin razón; la designación de embajadores sin experiencia ni credenciales, así como un “paraíto” a la carrera armamentista con la compra de chatarra a Rusia. Es así porque el control legislativo en la política exterior es una cuestión de soberanía.
@grevanales

sábado, 5 de diciembre de 2015

¿Para qué diplomáticos?


Prof. Eloy Torres

En reiteradas ocasiones hemos destacado la importancia de la diplomacia como instrumento de la política exterior; ésta, en tanto que conducta del Estado frente al mundo exterior. Los encargados de llevarla al ejercicio práctico son, evidentemente, los diplomáticos quienes deben actuar de conformidad con lo establecido por la dirección de sus Ministerios.

Son pocos los cambios que ha experimentado el oficio del diplomático y los que han ocurrido han sido determinados por la dinámica de los tiempos; éstos incluyen fundamentalmente el conocimiento. Este oficio se alimenta de los adelantos del conocimiento, y el diplomático debe  consustanciarse con ellos. Máxime que el siglo XXI traduce angustia por conocer y brindar complejidad a las cosas. Hasta no hace mucho el diplomático era visto como un ser distinto, y el  Embajador una especie de individuo nimbado de una aureola del poder. Es la visión decimonónica la que ha dominado los últimos años de ese oficio. Hoy eso no es así, aunque todavía se observa, incluso en individuos, ya retirados, “casados” con esa visión y postura. La gran mayoría de ellos son individuos que responden a estilos, propios de burócratas ensoberbecidos por el rango y cargos ocupados. Al parecer, poseen una especie de patente de corso para ignorar a quienes emergen con el conocimiento fresco en sus cabezas.

Son los Embajadores versallescos, “dueños de la verdad”,  que pretenden arrinconar a los más jóvenes y no por jóvenes, sino por ser “los poseedores del saber  técnico”, como los llamase John K. Galbraith en El Nuevo Estado Industrial. Esto último no significa que por “saber”, estos últimos, sean los dueños de la verdad, como también pasa con los políticos, quienes por estar cerca del poder real, posean las armas perfectas para dictar cátedra. Con los diplomáticos versallescos es peor, pues se han acostumbrado a “flotar” cerca del poder gracias a  su capacidad, pero no menos cierto, por su extraordinaria habilidad para alabar, con suavidad, a sus superiores e impedir que sus inferiores surjan. Es la naturaleza humana.

Hay que dibujar un mapa que contemple, epistemológicamente hablando, la conjunción entre el burócrata (diplomático de oficio), el académico (estudioso del tema) y el político (preocupado por los intríngulis de las Relaciones Internacionales) Una diplomacia para el siglo XXI pasa por comprender esa realidad. El 6-D, fecha electoral que cambiará el panorama político del país, debe apuntar a resolverla. Viene un proceso de cambios significativos; ojalá estos cambios se observen en el oficio diplomático. No basta con haber cabalgado un buen tiempo cerca del poder. Hoy hay que ponderar a aquellos que “poseen el saber técnico” para desarrollar una diplomacia -como uno de los instrumentos de la política exterior, repito, en tanto que conducta exterior del Estado- distinta, novedosa, práctica, inteligente y enmarcada en el interés nacional, interés que debe resultar de los valores de todos los venezolanos y nunca de una secta enceguecida por las luces que ofrecen los escenarios internacionales. Hay que ser inclusivo en este oficio y superar esa excluyente manía de muchos de estos versallescos personajes quienes, con su conducta “refinada”, a veces,  hacen más daño que los enemigos de la modernidad.

@eloicito

Los ojos del Mundo sobre Venezuela


Freddy Lepage

El próximo domingo los venezolanos elegiremos 167 diputados a la Asamblea Nacional, de los cuales 113 son escogidos de manera nominal en 87 circunscripciones, el resto (54 diputados) serán elegidos en la lista de cada uno de los estados de la República. La mayoría parlamentaria absoluta o simple, según la Constitución Nacional, requiere la mitad más uno de los diputados electos, es decir, 84. Ahora bien, también existen la mayoría calificada de la 3 quintas partes (3/5), representada por 100 diputados y la mayoría absoluta de la 2 terceras partes (2/3), integrada por 111 diputados de los 167 electos.
Según el tipo de mayoría que obtenga la fracción ganadora podrá realizar diferentes tipos acciones apegadas al texto constitucional, que van desde elegir la directiva y las presidencias de las distintas comisiones que conforman el parlamento, hasta remover a los rectores del CNE y a los magistrados del TSJ. De allí, la importancia de estos comicios que, en la práctica, definirán el rumbo que tomará Venezuela en los próximos años. En dos palabras, aún cuando sabemos y hemos reiterado que la historia no es lineal, ni determinista, su resultado, tal como pasó en Argentina, tiene una significativa influencia en el resto del continente.
Sabedores del clima de violencia verbal y física que se ha agravado durante estos últimos días de campaña electoral es que se torna de vital importancia la presencia de invitados especiales internacionales que, aun cuando no tengan la calificación de una observación internacional técnica, de acuerdo con los estándares de organismos con amplísima experiencia en la materia como la OEA, la Unión Europea y otros, sí tienen una peso político específico por su condición de diputados y ex presidentes en sus respectivos países. Es por eso que la Unidad Internacional de la MUD, coordinada por el diputado Timoteo Zambrano (con un amplísimo y dilatado conocimiento de la materia y de cómo se bate el cobre en esas misiones), haya concretado la presencia de un número importante de representantes, principalmente de países latinoamericanos como Uruguay, Paraguay, Argentina, Brasil, Chile, Perú, México, Colombia, República Dominica y otros tantos, incluidos algunos países europeos, que servirán de testigos presenciales sobre lo que ocurrirá en nuestra tierra e informarán de manera directa y expedita a sus respectivas naciones.

Hay una programación muy concreta y detallada de las actividades a desempeñar (desde antes del 6 de diciembre, hasta después de este) por estos demócratas latinoamericanos que se dispersarán por los distintos estados y circuitos de mayor incidencia electoral. Por ello, no dudamos en señalarlos como embajadores de buena voluntad del continente americano y del europeo, convertidos en experimentados ojos de la democracia, en voces de la libertad. El resto del trabajo nos corresponde a nosotros como demócratas convencidos de que la historia está por parir una Venezuela mejor, de prosperidad, de paz y de unión. Dios quiera que todo el proceso se desarrolle con la normalidad y respeto que reclama y merece la voluntad popular.
@Freddy_Lepage

miércoles, 2 de diciembre de 2015

Por una coalición de los decentes


Embajador Arturo Sarukhan

Martin Niemöller, un pastor alemán encarcelado por la Alemania fascista, escribió al reflexionar sobre el legado represor y genocida del nazismo que “Primero vinieron a buscar a los comunistas y no dije nada porque yo no era comunista. Luego vinieron por los judíos y no dije nada porque yo no era judío. Luego vinieron por los sindicalistas y no dije nada porque yo no era sindicalista. Luego vinieron por los católicos y no dije nada porque yo era protestante. Luego vinieron por mí, pero para entonces ya no quedaba nadie para decir algo”. Hoy, la mayoría de los gobiernos, partidos políticos y voces de la sociedad civil en Latinoamérica deberían sopesar con cuidado esa admonición.

En Venezuela se ha venido gestando uno de los mayores retos a la democracia en el continente sin que —con contadas y loables excepciones— se esté alzando la voz de alarma sobre lo que ocurre en materia de derechos fundamentales y vitalidad democrática en esa nación. En meses recientes, esta crisis se profundizó como resultado de la sentencia dictada al líder opositor Leopoldo López. La condena fue emitida después de un proceso judicial de 19 meses, a puerta cerrada y marcado por graves irregularidades en el que no se respetaron el debido proceso ni las garantías judiciales. No se publicaron los fundamentos de las imputaciones; no se permitió al acusado ejercer su derecho a una defensa adecuada ni se admitieron las pruebas de descargo que éste ofreció. Más allá de si coincidimos o no con sus posiciones ideológicas, hay que decirlo sin ambages: López es un preso político venezolano, sometido a un juicio amañado. Su crimen fue tratar de ejercer su derecho a manifestarse en las calles. No sorprende que el Grupo de Trabajo sobre Detención Arbitraria del Consejo de Derechos Humanos de Naciones Unidas instara al gobierno venezolano a liberar “de inmediato” a López y otorgarle una reparación integral, incluida la compensación de carácter indemnizatorio y moral. Ello se suma a las denuncias hechas por Human Rights Watch y Amnistía Internacional de que el veredicto representa un “deterioro en extremo del sistema de justicia”, “una travestía de la justicia” y una “total falta de independencia del Poder Judicial”.

Lo que ocurre en Venezuela, en particular ante las elecciones parlamentarias de este domingo, no es como sugieren algunos una batalla ideológica entre izquierdas y derechas; tampoco lo es entre pasado y futuro. Es, al final del día, un reto seminal a los principios democráticos en la región, consagrados en la carta de la ONU, por la OEA y otros foros regionales y subregionales a los que pertenece Venezuela. Lo que hoy está en juego son principios que tanto ha costado cimentar en nuestra región, así como las libertades civiles y los sistemas de peso y contrapeso al poder y a quienes lo detentan, ya sea a través de una división efectiva de poderes o la capacidad de la prensa y la sociedad civil de garantizar la rendición de cuentas. Venezuela encarna, como pocas naciones en América, las premisas de una democracia no liberal. Dado el amaño creciente en sus procesos electorales, va encaminada a convertirse en todo menos una democracia.

¿Por qué se da, entonces, el silencio atronador en la región con respecto a la intimidación, violencia política y atropello de derechos políticos y humanos en Venezuela? En parte, porque muchos gobiernos —y sus foros subregionales— no están dispuestos a abrir flancos ante algunas izquierdas en sus respectivas naciones. Pero la razón de peso es la socorrida, sacrosanta y trasnochada postura de no pronunciarse sobre los asuntos internos de otros Estados —un fardo ideológico a lo largo y ancho del continente americano— a contracorriente de quienes postulamos que en la construcción de un sistema internacional de reglas de siglo XXI, los llamados a la No Intervención y respeto de la soberanía nacional no deberían erigirse como parapetos ante casos flagrantes de violaciones a Derechos Humanos fundamentales. ¿Qué habría pasado a los actuales líderes políticos de la región si desde algunas naciones latinoamericanas no se hubiese levantado en su momento la voz ante las dictaduras militares que asolaron al continente en los años setenta y ochenta? La erosión democrática venezolana pone a prueba el papel global y regional que pretenden jugar algunos países latinoamericanos en el concierto internacional e interamericano. Este siglo exige nuevos paradigmas, entre ellos que los Estados con intereses comunes estén dispuestos voluntariamente a ceder o compartir espacios de soberanía en favor del bien común o de los bienes comunes globales y de sociedades abiertas, plurales y tolerantes. ¿De qué lado de la historia y a favor de qué principios se decantarán América Latina y el Caribe en el siglo XXI?

Publicado originalmente en El Universal de México

martes, 1 de diciembre de 2015

OPEP, UNASUR y Venezuela


Dr. Kenneth Ramírez

El próximo viernes se celebrará la 168° Reunión Ministerial de la OPEP en Viena, la cual ha estado precedida de declaraciones y especulaciones sobre un improbable cambio en la estrategia impuesta al grupo por Arabia Saudita. Los bandos dentro de la organización, los defensores de la estrategia de volúmenes actual y sus detractores, volverán a jugar sus cartas con resultado similar.

Arabia Saudita ha vuelto a señalar que se mantiene dispuesta a trabajar junto al resto de países OPEP y No OPEP para estabilizar los precios del petróleo, pero también ha reiterado que no hará nada si no hay recortes colectivos. “La OPEP no va a recortar sola”, zanjó recientemente un delegado saudita. Esto fue lo mismo que le señaló el Ministro Naimi al entonces Ministro Rafael Ramírez en Margarita a principios de noviembre de 2014. Su posición no se ha movido ni un ápice.

Esto nos lleva a considerar la reunión informal entre países OPEP y países No OPEP -donde destaca Rusia-, que tendrá lugar en la misma ciudad el próximo 3 de diciembre. Sin embargo, ya que Moscú ha dejado claro que no desea hacer recortes, esta alternativa trabajada con denuedo por Venezuela desde hace un año se encuentra agotada. El último viaje del Presidente Maduro a Riad para plantear recortes en la IV Cumbre América del Sur y Países Árabes -un foro no petrolero-, transmitió desesperación.

La histórica decisión de la 166° Reunión Ministerial de la OPEP en noviembre de 2014 de bombear más petróleo y defender la cuota de mercado frente a la creciente producción de países No OPEP, sobre todo de EEUU, se produjo en un momento donde el precio del crudo marcador Brent se ubicaba en 65 $/Bl. Seis meses más tarde, había tocado los 45 $/Bl –nivel en que se cotiza actualmente-, un severo desplome desde los 115 $/Bl en los que se cotizaba en junio de 2014.

Ahora algunos países OPEP se han tornado muy pesimistas, y temen un descenso hasta los 20 $/Bl, tomando en cuenta la vuelta de Irán al mercado - Goldman Sachs ha sido el abanderado de estos pronósticos tan sombríos. De hecho, el Ministro Eulogio del Pino señaló que la OPEP no puede permitir “una guerra de precios. Tenemos que hacer algo”. Ecuador ha adelantado la necesidad de recortar 1,6% de la producción de la OPEP, sumándose a Venezuela.

Empero, en parte, la estrategia saudita ha empezado a cosechar resultados con el colapso de precios. La demanda petrolera global ha empezado a recuperarse y se ha frenado el crecimiento de la producción de esquistos en EEUU. También se espera que la producción colectiva de los países No OPEP se contraiga el próximo año, lo cual no se había visto en una década. Para Riad, todo esto llevaría a una recuperación gradual de los precios del petróleo a niveles de 80 $/Bl para 2020.

Aunque las finanzas de los países de la OPEP se encuentran bajo presión, hay países con suficientes reservas financieras para aguantar el desplome de precios por algunos años. Este es el caso de Arabia Saudita, que cerrará el año 2015 con un déficit presupuestario de 16% del PIB, frente a 1,5% en 2014, pero tiene más de 600 millardos de dólares en fondos soberanos para hacerlo “manejable”. Mantener los grifos abiertos y sufrir un par de años a cambio de una recompensa a largo plazo, todavía parece ser la elección de Riad y el resto de las petro-monarquías que se han alineado a su política. El Emir de Qatar de visita recientemente en Caracas, debió transmitirle esto al Presidente Maduro. En Viena, veremos críticas a la estrategia saudita de parte de los que más sufren por la caída de precios –Venezuela, Ecuador, Irán, Argelia-, pero la decisión final será mantener la estrategia de defensa de cuota de mercado sin cambios. Esto sólo podría someterse a una reconsideración seria dentro de 12 a 18 meses, si se genera un aumento significativo de la producción de Irán, Irak o Libia.

Venezuela en plena crisis económica será observada también esta semana por los delegados de la OPEP con atención. No tanto por sus demandas de recortes que ya a nadie sorprenden, ni por sus intentos de sacarse un conejo de la chistera con reuniones con productores No OPEP que no llegan a nada concreto, sino por sus elecciones parlamentarias. Somos un productor frágil, y el resto de los gigantes en pugna en el mercado petrolero nos perciben al borde del abismo.

Según las encuestas más reputadas, la Mesa de la Unidad Democrática obtendría una clara mayoría en las elecciones del próximo domingo. Bien valdría que el Presidente Maduro acepte este cambio de viento pacíficamente, abriendo un período de cohabitación que, gestionado con diálogo y negociación, puede favorecer un cambio del modelo económico que se necesita con tanta urgencia, lo cual debe incluir un nuevo plan de negocios para PDVSA ajustado a la coyuntura petrolera actual. Este es el rumbo que ha tomado la Presidenta Dilma Rousseff –y que el propio Lula aconsejó a Maduro en 2013-, quien ha formado un gobierno de coalición para encarar la caída de los precios de las materias primas que ha llevado la economía brasileña a la recesión. El pueblo venezolano exige a toda la clase política una lectura adecuada de los tiempos difíciles que vivimos.

Finalmente, y después de muchos obstáculos, una Misión de la UNASUR acompañará nuestras elecciones. Ha llegado tarde y con la notable ausencia de técnicos electorales de Brasil. La credibilidad de la organización suramericana está en riesgo en Caracas. Debe ser garante de unas elecciones transparentes y pacíficas. Jugar al rol de apagafuegos como en 2013 y 2014, no sólo no ayudará a Venezuela a enrumbarse hacia un futuro más próspero, sino que pondrá en entredicho el futuro de la propia organización. ¿Y usted qué opina?

Publicado originalmente en El Mundo Economía y Negocios

@kenopina

Cuerpo diplomático y la elecciones el 6-D


Prof. Eloy Torres                                                                               

No se trata de dictar cátedra sobre los objetivos del Cuerpo Diplomático. No obstante, hay que aproximar alguna respuesta para satisfacer la curiosidad de gente no avisada en el área. Los diplomáticos ejercen sus funciones en los países encomendados. Éstos son el escenario donde deben realizar su trabajo el cual consiste, fundamentalmente, en observar detalladamente lo que acontece en el escenario delegado a fin de transmitirlos a sus centros, léase, los respectivos  Ministerios de Relaciones Exteriores para los cuales trabajan, para que desde allí se tracen los lineamientos a seguir.  

No es fácil ese ejercicio. Sobre todo, como señala el Embajador Oscar Hernández: “No hay funcionario diplomático que asuma su vocación dignamente, que no impregne en la huella de su partida el más profundo malestar por dejar su país, su familia y sus amigos”. Yo agregaría: los afectos que ese funcionario, deja por donde transita. Digo esto pues, en efecto, el diplomático se compenetra con los espacios donde trabaja y teje toda una red de relaciones hasta alcanzar, incluso, una relativa asimilación de la manera de pensar y sentir de los pobladores de esos espacios.

El Cuerpo Diplomático acreditado en Venezuela, seguramente, debe observar el espíritu democrático del venezolano. Como también debe hacer lo propio al ver los desmanes que realizan los partidarios de este gobierno. Cada país, evidentemente, coloca a sus diplomáticos a observar, pero jamás inmiscuirse en los asuntos internos. E incluso aquellos países que se benefician directa o indirectamente del gobierno bolivariano deben hacerlo y evaluar prudentemente las dificultades que el gobierno coloca en el camino de los sectores democráticos, desmanes que sus propios gobiernos no permitirían. Bueno, esa es la vida, diría un poeta.

Sin embargo, hay que tomar en consideración que estos sectores democráticos, hoy vapuleados por un gobierno que irrespeta, con violencia, su propia Constitución, mañana podrían ser gobierno, por lo que deben ser ponderados correctamente en esos términos. Lo que me viene a la memoria una anécdota, cada vez menos “anecdótica”. Se trata de un momento cuando Allen Dulles, -quien con el tiempo, sería el primer director de la CIA -trabajaba como diplomático en  Berna en el año 1916, donde fue designado en su primera misión de inteligencia y le tocó atender a un grupo de exiliados rusos. Dulles rechazó considerar sus propuestas. Él, en su informe, deslizó  que éstos no llegarían a ninguna parte, especialmente su líder, hombre pequeño que guarnecía su calva con un gorro, además con una mirada de rasgos asiáticos. Según Dulles éste era un alocado anarquista.  Se trataba de Vladimir Ilich Lenin.

@eloicito

Venezuela y las cláusulas democráticas de la región


Embajador (r) J. Gerson Revanales

Posiblemente la propuesta del recién electo Presidente de Argentina, a pesar del ventajismo kirchnerista, de invocar la Cláusula Democrática de MERCOSUR, por ahora no prospere debido a que las decisiones en este se toman por consenso –y Brasil no está de acuerdo por ahora. Sin embargo, es la primera piedra junto con la solicitud de la Corte Suprema de Chile para restituir el sistema democrático en Venezuela; sin olvidar la posición de Luis Almagro en la OEA y el impase con Brasil en UNASUR, que deja clara la preocupación que hay en la región por el peligro que corre la democracia en Venezuela.
Al contrario de las retorcidas interpretaciones que hacen los voceros del gobierno; tanto la preocupación del Presidente Macri como la decisión del Corte chilena se ajustan a derecho, en ningún momento son injerencistas y sólo exigen al gobierno cumplir con su Constitución y respetar los compromisos internacionales bajo el principio de corresponsabilidad.
Nos explicamos: los compromisos internacionales son en ambas vías, crean y generan obligaciones y derechos. Las partes firmantes se obligan a cumplir los términos del Acuerdo pero también están en la obligación de exigir a las contrapartes el cumplimiento de esos compromisos; más aún cuando en el artículo 23 de la Constitución Bolivariana queda establecido que los Acuerdos Internacionales en materia de Derechos Humanos prevalecen en el orden interno, son de aplicación inmediata y directa por el Poder Público.
Todos los mecanismos regionales cuentan con su Cláusula Democrática: el Mercado Común Centro Americano, el Tratado Marco de Seguridad Democrática 1995; el Protocolo de Ushuaia del MERCOSUR (1998); la CAN el "Compromiso por la Democracia" (2000) y la OEA subsumió los anteriores compromisos en la Carta Democrática Interamericana (2001); y recientemente UNASUR acordó su Clausula Democrática en el 2010. Donde todos tienen en común, defender “La plena vigencia de las instituciones democráticas, condición esencial para el desarrollo de los procesos de integración”.
 En caso de desacato, las cláusulas tienen la posibilidad de suspender a un país socio en el bloque y hasta aplicarle sanciones comerciales o el cierre de fronteras en caso de ruptura del orden democrático.
La decisión de la CSJ chilena de solicitar a su gobierno de acudir a la CIDH/OEA a fin de que se constituya en los penales en que se encuentran Leopoldo López y Ceballos, de ningún modo es injerencista; sólo que le ordena al gobierno de Bachelet exigirle a Maduro cumplir con sus compromisos internacionales.

@grevanales

La Marsellesa en Caracas


Embajador (r) Julio César Pineda

Mientras que París se preparaba para el encuentro de la Comunidad Mundial contra el Calentamiento Global por un desarrollo sostenible y sustentable, donde se espera un acuerdo definitivo que garantice la viabilidad del planeta para las futuras generaciones; el terrorismo internacional con el signo del Islam radical y político, se hizo presente el 13 de noviembre pasado, abriendo lo que algunos han denominado la "III Guerra Mundial por etapas sucesivas". Entre los 129 asesinados por ISIS estuvo un venezolano y varios latinoamericanos, como también entre los 350 heridos hay personas de todo el planeta, pero especialmente el golpe fue contra Francia y sus ciudadanos. El país galo siempre ha sido y será una referencia para la libertad, la igualdad y la fraternidad.

ISIS (Islamic State of Irak and Siria) a diferencia de Al Qaeda y su líder Bin Laden, ya no pretende encabezar la rebelión mundial fuera de las tierras del Islam, como ellos lo hicieron en Afganistán, sino en el corazón mismo del Mundo árabe y musulmán, como es Siria e Irak, donde además del significado religioso del Islam primitivo y los califatos de Damasco y Bagdad, se encuentran las más grandes reservas de petróleo, por eso se llaman también Ejército del Levante, frente al Magreb árabe, Argelia y Marruecos, los últimos lugares donde el sol se oculta.

Abu Bakr al-Baghdadi tomó el nombre del primer Califa después de la muerte del profeta en el 632 y pretende con su revolución de la fantasía tener al planeta de rodillas para instaurar el Mundo del Islam con estas guerras finales. Como yihadistas pretenden establecer después de la batalla final el orden mundial religioso del Corán. En la línea de la profecía en este combate como lo señala un hadith, una tercera parte de los combatientes huirán y la última parte serán los conquistadores.

Así como el Islam venció al Imperio Persa y Bizantino a partir de Siria e Irak, estos nuevos guerreros llegarán hasta la nueva Constantinopla ubicada en Europa y en EEUU; donde la trilogía Alá, Mohammed y el Corán en la unidad de Dios, extenderán sus dominios a toda la Humanidad.

Hoy, fundamentalismo, integrismo, islamismo, después de los atentados de París son el centro del combate de la guerra que ha declarado Francia, como ya lo ha hecho Rusia y EEUU. Este terrorismo va más allá del Islam político religioso que siempre ha querido instaurar un Estado Islámico bajo la Sharía, comprendiendo la Ummah (población islámica sin fronteras). Ahora, con el terrorismo fundamentalista en su triple dimensión, con el uso de la violencia para fines políticos, el efecto mediático y las víctimas civiles, aprovechando las redes sociales y el espacio cibernético ha abierto una nueva era con un creciente proselitismo, armas, recursos y una organización jerárquica cuya finalidad es la toma del poder total.

Una tarea fundamental es la islamización de la sociedad de los no creyentes y una reislamización hacia la fuente primitiva del Islam con el Corán y la Sunna (doctrina). Su éxito dentro del actual desorden mundial y los errores de Occidente, es con el proselitismo en las poblaciones musulmanas empobrecidas y marginalizadas tanto en los ricos estados del Medio Oriente como en los suburbios de las grandes ciudades europeas y en EEUU. Es el caso del barrio Molenbeek de Bruselas.

Más allá del arco shiíta que busca la hegemonía de Irán, con su inmenso poder en Persia, Siria, Irak y en el Líbano con el Hezbollah y del arco sunita con Arabia Saudita, las monarquías del golfo y varias repúblicas árabes; donde el epicentro ha sido la guerra en Siria para mantener o cambiar al gobierno de Bashar al-Asad y ahora la nueva guerra de Yemen. El conflicto se extrapola más allá de Riad y Teherán, con la activa participación de Rusia y China junto a Irán, y de EEUU y Europa con Arabia Saudita.

La nueva variable del Califato y el ISIS rompe la dinámica de esta geopolítica en Medio Oriente y se convierte en un choque de civilizaciones y en la nueva batalla entre creyentes y no creyentes, donde ISIS ubica la deformación del Islam por el shiísmo iraní, pero también por el sunismo revisionista, dentro del cual además de Arabia Saudita, también incluye a Turquía.

Rusos, europeos y norteamericanos no pueden tomar la actitud de dos pesos y dos medidas como ha sucedido en Siria. Como lo ha dicho el Papa Francisco se necesita una nueva ética en las relaciones internacionales y un real compromiso con la paz, la seguridad internacional y una nueva política en la región, superando los conflictos que oponen a Estados y a pueblos, pero también entre las comunidades shiítas y sunitas en lo religioso, así como los persas y árabes en lo étnico y en lo estratégico el control del petróleo y el gas. 

Como en Francia y en el Mundo, acá en Caracas participamos el domingo 15 de noviembre en la Plaza Altamira en el acto de solidaridad con las familias de las víctimas de este atentado y también cantamos “La Marsellesa”, ese himno francés de libertad compuesto en 1792 en plena guerra contra Austria.


@jcpinedap