lunes, 25 de marzo de 2013

La dimensión internacional de la muerte de Chávez


Dr. Kenneth Ramírez

Durante la última década, Hugo Chávez fue una figura tanto central como controversial en los asuntos latinoamericanos. Reflejo de ello fue el aluvión de condolencias recibidas, la amplia cobertura de los medios de comunicación a nivel global, así como la nutrida asistencia de líderes internacionales a sus funerales.
Hugo Chávez nunca vislumbró su proyecto como meramente nacional. Desde su visión, era necesario traspasar las fronteras para ofrecer una resistencia coordinada a las fuerzas del capitalismo global dirigidas, a su entender, desde EEUU: el ubicuo “Imperio”. Para lograrlo, primero revitalizó la OPEP, cambió la legislación petrolera y se aseguró el control de PDVSA, aumentando así la capacidad económica disponible de su gobierno. A partir de allí, desplegó una ambiciosa proyección internacional basada en abundantes petro-dólares y su liderazgo carismático. En sus 14 años en el Palacio de Miraflores, ingresaron alrededor de 383 millardos de dólares por concepto de renta petrolera. Los petro-dólares venezolanos reforzaron el carisma de Chávez, y lo mismo ocurría en sentido inverso.
Chávez podía en efecto levantar toda clase de pasiones. Desde involucrar emocionalmente a líderes tan disímiles como Uribe, Lula, Fox, Morales o el Rey de España, hasta sacar lágrimas de seguidores y dirigentes de países tan lejanos como Bielorrusia, Palestina e Irán. Gracias a ese carisma tan particular, a su elocuencia discursiva y capacidad de convicción, logró envolver a diversos países en un proyecto contra-hegemónico frente a EEUU, sus aliados y empresas transnacionales. Pero el discurso no iba vacío, sino acompañado de mucho dinero en efectivo o suministro petrolero.
A la renovada cohesión de la OPEP tras la Cumbre de Jefes de Estado y de Gobierno celebrada en Caracas en 2000, se sumó el fuerte crecimiento de la demanda petrolera de China en 2004, lo cual llevó el precio del petróleo a niveles iguales o superiores a 100 $/Bl. Esto fue  aprovechado por el Presidente Chávez, para acumular recursos útiles en la proyección internacional que diseñó. De ese modo, implementó medidas que iban desde el apoyo petrolero –alrededor de 400 MBD- y financiero a los países ALBA -principalmente Cuba-, los países PETROCARIBE, Argentina y el resto de la región; hasta el polémico respaldo con diesel al gobierno de Assad en la guerra civil siria o el apoyo diplomático a Irán y su programa nuclear. Además, se lanzaron programas de asistencia social internacional que fueron a financiar incluso a familias necesitadas de combustible para calefacción en EEUU a través de CITGO.
Con este alto perfil a nivel internacional, Chávez buscó obtener protagonismo, impacto y capacidad de influencia en distintos países y regiones del Mundo, siempre en aras de oponerse a la política estadounidense, a sus intereses y al capitalismo global; así como esquivar las críticas o eventuales sanciones internacionales por el modelo de democracia iliberal que fue instaurando paulatinamente en Venezuela. Todo esto, sin dejar de vender petróleo a Washington, incluso en plena guerra de Irak cuando pudo haber hecho mucho daño a la seguridad energética de EEUU. Negocios son negocios…
Respecto al llamado “socialismo del siglo XXI” en América Latina, es impensable decir que nada cambiará. En principio faltará Hugo Chávez como líder carismático, capaz de influir en las mentes y corazones de muchos en los foros internacionales. Faltarán las pasiones que levantaba. Seguramente también faltará la base política y la capacidad económica para movilizar a otros actores en torno a un mismo proyecto alternativo. Rafael Correa cuenta con la base política y cierto carisma para evitar que la ALBA quede huérfana, pero le faltarán los recursos económicos. Evo Morales y Daniel Ortega adolecen de todos los requisitos; mientras Cuba deberá ocuparse de su propia transición política, con el anunciado cambio en la cúpula dirigente en el próximo lustro.
Empero, eso no implica que ciertas cosas se transformen radicalmente de manera inmediata. Por lo pronto, lo que sí quedará presente en la región, es la valoración por parte de los países ALBA, y en menor medida de Argentina, Uruguay y Brasil, de que resulta necesario equilibrar de manera coordinada la voluntad de Washington, y que eso no puede cambiar tras la ausencia de Chávez. Quizás Brasil terminará consolidando su liderazgo sobre toda la izquierda latinoamericana, lo cual puede cristalizarse en un eventual segundo período de Dilma Rousseff –quien actualmente lidera las preferencias electorales de cara a las elecciones de 2014.
Sin embargo, hay que enfatizar que Venezuela misma no necesariamente pasará de un alto perfil internacional a un repliegue absoluto. Evidentemente, los escenarios dependen del resultado de las elecciones del 14-A, las cuales según las últimas encuestas, probablemente serían ganadas por el Presidente Encargado Nicolás Maduro. En caso de que estos pronósticos se confirmen, el propio Nicolás Maduro buscará asumir el liderazgo internacional que deja el Presidente Chávez, ya sin la figura y sin el carisma de aquél; pero aún con recursos económicos que resultan cruciales para los países de la ALBA, y con el conocimiento de los líderes de la región y la política exterior de Chávez –al haber sido su Canciller por seis años.
En este escenario, lo que habremos de ver en los años que siguen, será el intento por parte de Nicolás Maduro por aglutinar en torno al legado de Chávez a los países ALBA, intentando demostrar que este mecanismo de coordinación política e ideológica sigue teniendo vigencia y sentido. En cambio, los adversarios de los países ALBA, que no son pocos, intentarán demostrar lo contrario.
No obstante, también podríamos empezar a observar a una Venezuela relativamente menos volcada a lo externo. Esto debido a la imperativa necesidad de un nuevo gobierno encabezado por Nicolás Maduro de atender una complicada agenda doméstica, a saber: la restructuración del gobierno y el proyecto político ahora sin Chávez, la gestión de una transición política ordenada y la necesidad de conservar la unidad al interior de la élite política chavista; así como resolver los problemas económicos inmediatos y fortalecer la capacidad de producción de PDVSA. Si este es el caso, la política exterior venezolana podría moderarse, la ALBA perder importancia frente a MERCOSUR/UNASUR como mecanismo de relacionamiento externo, y podría alcanzarse una relación con EEUU basada en el respeto mutuo y el pragmatismo.
Existe otro escenario, hoy por hoy menos probable según las encuestas, pero igualmente posible. En el caso de que fuese Henrique Capriles Radonsky quien ganase las elecciones, seguramente las cosas cambiarían no sólo en lo interno, sino también en lo externo. Muy probablemente, en este escenario, Venezuela transitaría hacia una relación de mayor cooperación con EEUU, y reduciría al mínimo sus relaciones con Cuba, además de abandonar la ALBA. Las relaciones con Brasil y Argentina mantendrían un buen nivel por motivos pragmáticos. No sería recomendable en este escenario, que Venezuela se retire de MERCOSUR para re-ingresar a la CAN, que hoy por hoy, no es un mecanismo de integración privilegiado por el resto de sus Estados miembros, e implicaría nuevos costos para el país. En lugar de ello, se debería  buscar profundizar los mecanismos de adaptación y re-negociar aspectos puntuales que sean lesivos a nuestros intereses.
Independientemente de los resultados de las elecciones del 14-A, resulta deseable que Venezuela logre reactivar su producción petrolera –estancada en los últimos años-, manteniendo la cohesión de la OPEP y el diálogo con los países consumidores; lo cual supondría apuntar a una política prudente y equilibrada, que defienda adecuadamente nuestros intereses como país productor y mantenga un buen clima en las relaciones con nuestros socios y clientes en el mercado petrolero global.
Asimismo, resulta muy importante construir en los próximos años, un amplio consenso en materia de política exterior entre las principales fuerzas políticas y actores de la sociedad civil, que permita corregir excesos de voluntarismo o extremismo ideológico, y evite cambios bruscos que deterioren nuestra credibilidad externa y genere nuevos costos. En este sentido, consideramos recomendable privilegiar el MERCOSUR como mecanismo de integración y concertación política, procurando su relanzamiento y ampliación hacia el resto de América del Sur –en franca convergencia con UNASUR. En este contexto, Venezuela debe jugar al equilibrio con los Estados pequeños y Argentina frente a Brasil como potencia emergente, al tiempo que mantiene el buen nivel alcanzado en las relaciones bilaterales con Brasilia en los últimos años.
A partir de allí, podemos desplegar una agenda externa inteligente, la cual implica desde abrir un nuevo capítulo en las relaciones con EEUU basado en el pragmatismo y el beneficio mutuo, hasta impulsar una renovación del sistema interamericano, catalizar un acuerdo de asociación entre MERCOSUR y la UE, y consolidar vínculos interregionales y bilaterales con Asia, Rusia, los Países Árabes y África. Todo esto implica una adecuada combinación de los enfoques del regionalismo, interregionalismo y multilateralismo, que permita apalancar nuestro desarrollo nacional y consolide la proyección externa de Venezuela como potencia media en la próxima década.