sábado, 5 de diciembre de 2015

¿Para qué diplomáticos?


Prof. Eloy Torres

En reiteradas ocasiones hemos destacado la importancia de la diplomacia como instrumento de la política exterior; ésta, en tanto que conducta del Estado frente al mundo exterior. Los encargados de llevarla al ejercicio práctico son, evidentemente, los diplomáticos quienes deben actuar de conformidad con lo establecido por la dirección de sus Ministerios.

Son pocos los cambios que ha experimentado el oficio del diplomático y los que han ocurrido han sido determinados por la dinámica de los tiempos; éstos incluyen fundamentalmente el conocimiento. Este oficio se alimenta de los adelantos del conocimiento, y el diplomático debe  consustanciarse con ellos. Máxime que el siglo XXI traduce angustia por conocer y brindar complejidad a las cosas. Hasta no hace mucho el diplomático era visto como un ser distinto, y el  Embajador una especie de individuo nimbado de una aureola del poder. Es la visión decimonónica la que ha dominado los últimos años de ese oficio. Hoy eso no es así, aunque todavía se observa, incluso en individuos, ya retirados, “casados” con esa visión y postura. La gran mayoría de ellos son individuos que responden a estilos, propios de burócratas ensoberbecidos por el rango y cargos ocupados. Al parecer, poseen una especie de patente de corso para ignorar a quienes emergen con el conocimiento fresco en sus cabezas.

Son los Embajadores versallescos, “dueños de la verdad”,  que pretenden arrinconar a los más jóvenes y no por jóvenes, sino por ser “los poseedores del saber  técnico”, como los llamase John K. Galbraith en El Nuevo Estado Industrial. Esto último no significa que por “saber”, estos últimos, sean los dueños de la verdad, como también pasa con los políticos, quienes por estar cerca del poder real, posean las armas perfectas para dictar cátedra. Con los diplomáticos versallescos es peor, pues se han acostumbrado a “flotar” cerca del poder gracias a  su capacidad, pero no menos cierto, por su extraordinaria habilidad para alabar, con suavidad, a sus superiores e impedir que sus inferiores surjan. Es la naturaleza humana.

Hay que dibujar un mapa que contemple, epistemológicamente hablando, la conjunción entre el burócrata (diplomático de oficio), el académico (estudioso del tema) y el político (preocupado por los intríngulis de las Relaciones Internacionales) Una diplomacia para el siglo XXI pasa por comprender esa realidad. El 6-D, fecha electoral que cambiará el panorama político del país, debe apuntar a resolverla. Viene un proceso de cambios significativos; ojalá estos cambios se observen en el oficio diplomático. No basta con haber cabalgado un buen tiempo cerca del poder. Hoy hay que ponderar a aquellos que “poseen el saber técnico” para desarrollar una diplomacia -como uno de los instrumentos de la política exterior, repito, en tanto que conducta exterior del Estado- distinta, novedosa, práctica, inteligente y enmarcada en el interés nacional, interés que debe resultar de los valores de todos los venezolanos y nunca de una secta enceguecida por las luces que ofrecen los escenarios internacionales. Hay que ser inclusivo en este oficio y superar esa excluyente manía de muchos de estos versallescos personajes quienes, con su conducta “refinada”, a veces,  hacen más daño que los enemigos de la modernidad.

@eloicito

Los ojos del Mundo sobre Venezuela


Freddy Lepage

El próximo domingo los venezolanos elegiremos 167 diputados a la Asamblea Nacional, de los cuales 113 son escogidos de manera nominal en 87 circunscripciones, el resto (54 diputados) serán elegidos en la lista de cada uno de los estados de la República. La mayoría parlamentaria absoluta o simple, según la Constitución Nacional, requiere la mitad más uno de los diputados electos, es decir, 84. Ahora bien, también existen la mayoría calificada de la 3 quintas partes (3/5), representada por 100 diputados y la mayoría absoluta de la 2 terceras partes (2/3), integrada por 111 diputados de los 167 electos.
Según el tipo de mayoría que obtenga la fracción ganadora podrá realizar diferentes tipos acciones apegadas al texto constitucional, que van desde elegir la directiva y las presidencias de las distintas comisiones que conforman el parlamento, hasta remover a los rectores del CNE y a los magistrados del TSJ. De allí, la importancia de estos comicios que, en la práctica, definirán el rumbo que tomará Venezuela en los próximos años. En dos palabras, aún cuando sabemos y hemos reiterado que la historia no es lineal, ni determinista, su resultado, tal como pasó en Argentina, tiene una significativa influencia en el resto del continente.
Sabedores del clima de violencia verbal y física que se ha agravado durante estos últimos días de campaña electoral es que se torna de vital importancia la presencia de invitados especiales internacionales que, aun cuando no tengan la calificación de una observación internacional técnica, de acuerdo con los estándares de organismos con amplísima experiencia en la materia como la OEA, la Unión Europea y otros, sí tienen una peso político específico por su condición de diputados y ex presidentes en sus respectivos países. Es por eso que la Unidad Internacional de la MUD, coordinada por el diputado Timoteo Zambrano (con un amplísimo y dilatado conocimiento de la materia y de cómo se bate el cobre en esas misiones), haya concretado la presencia de un número importante de representantes, principalmente de países latinoamericanos como Uruguay, Paraguay, Argentina, Brasil, Chile, Perú, México, Colombia, República Dominica y otros tantos, incluidos algunos países europeos, que servirán de testigos presenciales sobre lo que ocurrirá en nuestra tierra e informarán de manera directa y expedita a sus respectivas naciones.

Hay una programación muy concreta y detallada de las actividades a desempeñar (desde antes del 6 de diciembre, hasta después de este) por estos demócratas latinoamericanos que se dispersarán por los distintos estados y circuitos de mayor incidencia electoral. Por ello, no dudamos en señalarlos como embajadores de buena voluntad del continente americano y del europeo, convertidos en experimentados ojos de la democracia, en voces de la libertad. El resto del trabajo nos corresponde a nosotros como demócratas convencidos de que la historia está por parir una Venezuela mejor, de prosperidad, de paz y de unión. Dios quiera que todo el proceso se desarrolle con la normalidad y respeto que reclama y merece la voluntad popular.
@Freddy_Lepage