jueves, 18 de abril de 2013

Las relaciones China - Corea del Norte: Ni amparo ni abandono

Marianela Fernández

La crisis actual en la Península Coreana ha acaparado la atención del Mundo en las últimas semanas, desplazando la intervención en Mali, la crisis económica europea y la guerra civil en Siria del foco de atención.
Uno de los aspectos más importantes para poder entender y encontrar soluciones a esta crisis, es la relación especial que tiene la República Popular China y la República Popular Democrática de Corea (RPDC). China es de lejos el mayor socio comercial de Corea del Norte, siendo fuente de más del 60% de sus importaciones y destino de más de 60% de sus escasas exportaciones, siendo además su principal fuente de alimentos y combustible. Asimismo, China es prácticamente el único aliado político de la RPDC tras el final de la Guerra Fría, y ha evitado que las sanciones internacionales impuestas a Pyongyang debido a su programa nuclear le aíslen completamente. En el marco del llamado diálogo a “seis bandas”, Beijing ha  procurado traer a la RPDC hacia la mesa de negociación tras cada crisis que ha abierto en las últimas décadas con Corea del Sur, aunque la paciencia de los líderes chinos hacia su más problemático aliado, parece haber empezado a agotarse.
Pyongyang siempre ha sido un régimen belicoso, y que pocas veces sigue las directrices que traza el sistema internacional. Sin embargo, su tercera prueba nuclear, llevada a cabo el 12 de febrero de este año, ha puesto a toda la región en tensión y ha incomodado bastante a China –que incluso votó a favor de imponerle nuevas sanciones en el Consejo de Seguridad-. El joven líder norcoreano Kim Jong-un ha abierto una crisis que le ha permitido a la Administración Obama justificar su “pivote al Pacífico” y colocan en entredicho el papel de China como potencia emergente.
Existen varias razones para el mantenimiento de la alianza Beijing-Pyongyang, a pesar de las discrepancias que han enfriado la relación desde la realización de la segunda prueba nuclear norcoreana en 2006. Así, aunque se pueden considerar los lazos culturales, históricos e ideológicos, deben destacarse 3 razones de carácter estratégico.
Primero, la posibilidad de explotar los recursos minerales y energéticos que existen al norte de la RPDC y para los cuales los inversionistas chinos han hecho importantes inversiones. En sí mismos estos recursos no son de tanto peso pero su explotación podría ayudar a la potenciación de la zona fronteriza que tiene China con su vecino de la Península Coreana, recordando que al igual que la frontera occidental, el noreste de China es poco desarrollado. Por supuesto, esta primera razón se puede interpretar también como un intento chino de crear mayor prosperidad en Corea del Norte y hacerla más estable y menos propensa al colapso, situación de la cual emanan las otras dos razones.
En segundo lugar, está el temor chino de que de colapsar el régimen norcoreano -lo cual sin la ayuda china sería a estas alturas un hecho-, oleadas de cientos de miles de refugiados cruzarían la frontera marcada por el río Yalú hacia China. Incluso actualmente el flujo de refugiados ilegales ya ha sido un problema que China ha tenido que enfrentar, llegando al punto de colocar un cerco en la frontera y devolver, con el rechazo rotundo de las organizaciones de derechos humanos, ilegales que han logrado alcanzar territorio chino.
Finalmente está la razón geopolítica para este apoyo, la cual se basa en que la RPDC actúa desde la Guerra Fría como un “Estado tapón” (buffer state) entre China y Corea del Sur, es decir, crea una separación entre el gigante asiático y uno de los principales aliados de EEUU en la región –donde se encuentran estacionadas 29.000 tropas estadounidenses-. Con esta separación China puede sentirse más seguro y no necesitar grandes contingentes militares en esta frontera y concentrarlos en otras zonas, por ejemplo, dedicarlos al “problema” de Taiwán.
Visto de esta forma se pueden entender las razones por las cuales China ha apoyado a este Estado tan particularmente problemático, aunque al día de hoy los costos políticos de este apoyo han aumentado considerablemente. A pesar de que Beijing no ha cambiado sustancialmente su política hacia la RPDC, ha venido adoptando un enfoque más sutil, donde toma distancia públicamente de Pyongyang –e incluso le sanciona- al tiempo que mantiene la cooperación bilateral. Con esto, Beijing parece buscar fortalecer su ascendencia sobre Pyongyang, e intentar abrir espacio para negociar con EEUU las condiciones de su “pivote al Pacífico”, al ser pieza clave para contener las amenazas de Pyongyang a Seúl, como lo demuestra la reciente visita del Secretario de Estado John Kerry al Presidente Xi Jinping.
Además, al cooperar Beijing con EEUU, Corea del Sur y en última instancia Japón –también afectado en esta crisis- para llevar a la RPDC a la mesa de negociaciones, podría lograr otros objetivos de política exterior, como rebajar las tensiones actuales con Tokio surgidas por la problemática de las islas Diaoyu/Senkaku e intentar reafirmar la idea de que China no es una potencia revisionista, es decir, la Doctrina del “Ascenso Pacífico” (和平崛起, heping jueqi) que el gobierno chino ha intentado promover desde 2003.
En consecuencia, aunque hoy por hoy China no puede darse el lujo de abandonar a su incomodo aliado norcoreano, parece haberse acabado la época en la cual le proporcionaba amparo bajo cualquier circunstancia.