domingo, 12 de octubre de 2014

Elecciones en Brasil: la pugna por la representación del cambio


Prof. Felippe Ramos (*)

La campaña electoral y las elecciones del 2014 en Brasil han sido un huracán político.
Cuando todos hablaban en el fenómeno Marina Silva, que sería capaz de ganar a la presidenta Dilma Rousseff en segunda ronda, los resultados de la primera ronda del 05 de octubre mostraron a Dilma con 41,59%, Aécio Neves con 33,55% y a Marina con solamente 21,32% de los votos válidos, lo que ha llevado a una segunda ronda el 26 de octubre entre los dos primeros. Sin embargo, el complejo escenario no es tan novedoso como ha sido anunciado.
Desde la elección de Lula en 2002, ha sido buscada una alternativa a la polarización entre el PT (partido de Lula y Dilma) y el PSDB (partido del ex presidente Cardoso y del actual candidato Aécio Neves). En las tres elecciones presidenciales anteriores siempre hubo un tercer candidato que alcanzó un porcentaje considerable de los votos presentándose como una tercera vía. En 2010, la misma Marina Silva, entonces en el Partido Verde (PV), ya había logrado casi 20 millones de votos quedándose también, como hoy, en tercer lugar. La novedad, por lo tanto, no es ésa.
Otro punto importante, aunque tampoco novedoso, es que el segundo lugar en verdad no lo obtuvo Aécio Neves, sino que la suma de abstenciones (27,6 millones o 19% en un país en donde el voto es obligatório), votos blancos (4,4 millones) y votos nulos (6,7 millones), alcanzando 38,7 millones o 27% del total de 142,8 millones de electores. Aécio obtuvo 33,5% de los votos válidos, pero en términos absolutos eso significa 34,8 millones de votos. El mismo escenario pasó en las elecciones de 2010 cuando el candidato opositor José Serra (PSDB) tuvo menos votos que los votos inválidos y abstenciones.
De esta manera, no es solamente de los electores de Marina que Dilma o Aécio pueden sacar más votos, sino también de los electores que no han escogido un candidato hasta ahora. Al mismo tiempo, si esa parte del electorado no ha votado por Dilma, tampoco ha identificado en los candidatos opositores la alternativa de cambio que ellos buscan representar. Hay, entonces, un problema de legitimidad de representación en Brasil y eso, que ya venía ocurriendo desde las elecciones anteriores, quedó aún más claro a partir de las protestas de junio de 2013.
Brasil tiene una tendencia de comportamiento electoral al nivel presidencial que puede ser presentada así:
(a) voto PT, los que defienden la continuidad de las políticas de ese partido;
(b) voto anti-PT, más alineado con el opositor de derecha PSDB;
(c) voto “nueva política”, los que siempre buscan una tercera vía, y
(d) los ni-ni, los que no votan ni en uno, ni en otro y en general ni siquiera van a votar en el día de las elecciones.
Sobre el primero campo, el voto PT, el politólogo André Singer ya explicó muy bien que hubo un cambio en el electorado: desde una minoría de clase media progresista para amplias capas de la población más pobre, beneficiadas por los programas sociales, la distribución del ingreso, la reducción de la desigualdad y el aumento real del salario mínimo. La prueba es no solamente la división regional de votos (las partes menos desarrolladas del país con mayoría de votos al PT y las partes más ricas con mayoría opositora), sino también la "xenofobia" interna de la clase media de las regiones ricas hacia los electores del PT en las regiones más pobres. En las redes sociales se ha demostrado extremo odio de clase en contra de los nordestinos, los habitantes del Noreste brasileño, la región menos desarrollada del país.
Estos son los dos electorados consolidados: uno que apoya el proyecto del PT moderadamente liberal (en las costumbres), socialdemócrata (en la política) y  neodesarrollista (en la economía); el otro, el voto anti PT que en general apoya el opositor PSDB que fue empujado de la socialdemocracia a la derecha conservadora (en las costumbres), elitista (en la política) y neoliberal (en la economía), debido a la ascensión del PT a la presidencia y su cambio hacia la moderación en el ejercicio del gobierno en un contexto de coalición amplia y dificultad de gobernabilidad. Por su parte, los votos "nueva política" escogieron, como tendencia, a Marina Silva, en 2010 y 2014. Y aún hay más gente que las que componen estos tres electorados; más allá de los votos válidos hay las personas realmente existentes. Es decir, hay los 38,7 millones que no votaron por nadie. Entre ellos pueden ubicarse tanto los resignados e indiferentes, como los defensores de una "nueva política" que no se han identificado con el proyecto presentado por Marina.
Si la novedad no es la búsqueda de una alternativa a los dos proyectos y electorados consolidados, lo que quizás sea novedoso es la posible capacidad de determinación del resultado electoral, debido a esa búsqueda de alternativa. Muy diferente de lo que plantearon los manifestantes de junio, sin embargo,esa posible alternativa al PT (hace doce años en el poder) sólo se ha consolidado con el desplome de Marina y el regreso de un candidato clásico de la vieja política, Aécio Neves, el playboy, como tildado por El País. Su candidatura es, en ese sentido, una gran construcción discursiva hecha con apoyo de la gran prensa con miras a movilizar el sentimiento por cambios que está difuso en la ciudadanía.

La candidatura Aécio se ha aprovechado de ese síntoma de la ciudadanía brasileña porque las protestas fueron gigantescas, pero difusas, sin programa o agenda, sin líderes u organizaciones fuertes. La fuerza de ese experimento democrático callejero se ha transformado en amenaza a la continuidad de un proyecto que, si bien lejos de lo que aspiran las masas, es más cercano que el proyecto conservador maquillado de novedad. Junio de 2013 fue, por lo tanto, el comienzo real de la carrera presidencial para sacar el PT del poder a través de la movilización táctica (y con técnicas de mercadeo) del sentimiento amplio y difuso en defensa de cambios. Eso sólo ha sido posible porque hay una brecha gigantesca entre el sistema de representación y el sistema de legitimidad. Los movimientos y protestas difusos generan el clima de cambio, pero no son capaces, por su falta de organización, de generar consecuencias en el sistema político institucionalizado. En las elecciones ganan los profesionales y no los soñadores. Como reacción a la calle, los más conservadores y profesionales se movilizan más. El Congreso nacional es el mejor ejemplo: la próxima legislatura tendrá diputados y senadores aún más conservadores que los que todavía se quedan hasta fines del año. Tras las protestas, la respuesta del sistema de representación ha sido cerrarse aún más. El PT ha perdido diputados (de 88 a 70), el PSDB ha aumentado (de 44 a 55); también crecieron los representantes evangélicos, militares y defensores del agronegocio. Como dijo el periodista Germán Aranda, “los brasileros protestaron como nunca y votaron como siempre”.

Asimismo, al revés de los deseos de la calle, el regreso del PSDB a la gran escena política luego del desplome de Marina es una señal de la consolidación del bipartidismo de coalición en Brasil; es decir, un sistema político que presenta 28 partidos representados en el Congreso Nacional aunque solamente dos (PT y PSDB) tengan la capacidad de hegemonía, comprendida como el impulso de dos proyecto claros y en pugna que atraen los demás partidos para composiciones más amplias. Si el PSDB ha intentado ganar a través de la propaganda (manipulación del amplio deseo de cambio), el PT, además del mercadeo político (campaña del miedo del pasado) ha comprendido parcialmente que su única salida es dialogar con el nuevo espíritu difuso de la ciudadanía, aunque tenga dificultad por el hecho de ser gobierno hace 12 años.
Ha buscado ser directo y específico al electorado "nueva política" y ni-ni: defiende una constituyente exclusiva para la reforma política y subraya que, mientras no se cambie el sistema de representación, es importante tener como representante la opción existente que más se acerca de los planteamientos de la calle y que está más abierta al diálogo. La campaña del miedo tendrá que ser equilibrada con el discurso de que el PT apoyará e impulsará también la profundización de la democracia, en lo que pese el Congreso aún más conservador. Más que discurso, será necesario recordar que, cuando las protestas de junio emergieron, mientras los gobiernos estadales más conservadores reprimían los manifestantes, la presidenta Dilma reconoció la legitimidad de sus demandas e invitó a sus representantes para dialogar y presentar su agenda en Brasilia.

A la ciudadanía descontenta y deseosa de cambio habrá que recordarle que diversos países han pasado por situaciones de gran movilización y protestas difusas para luego ver electos políticos aún más conservadores (España, Grecia). El voto útil en la primera ronda migró de Marina hacia Aécio. En la segunda ronda, Dilma debe buscar que esos votos migren de Marina y de los ni-ni hacia el PT. Las agendas progresistas que el PT, como partido del poder, no puede más implementar tendrán que venir de nuevas movilizaciones y organizaciones. Para los que están más a la izquierda, sin embargo, es mejor tener el PT en Brasília que el PSDB. Por ahora, sobre quién va a ganar las elecciones, sólo puedo recordar, como lo hizo el senador Eduardo Suplicy (PT), la canción de Bob Dylan: "the answer, my friend, is blowing in the wind, the answer is blowing in the wind".

(*) Director del Instituto SUREAR e Investigador de la Misión del IPEA en Venezuela

Publicado originalmente en América Economía

Brasil entre la razón y el sentimiento


Embajador (r) Julio César Pineda

La segunda vuelta en la elección presidencial de Brasil enfrenta a los tradicionales movimientos políticos de centro derecha, el Partido Social Demócrata Brasileño y en la centroizquierda el Partido de los Trabajadores. La ventaja de la candidata del PT, Dilma Rousseff, es menor a 8 puntos ante el candidato del PSDB, Aécio Neves. 43 millones de brasileños se manifestaron por la continuidad del proyecto del expresidente Lula y Rousseff mientras que más de 50 millones lo hicieron por el cambio y por la oposición. Preocupados Lula y Rousseff apenas lo separa 9 millones de votos entre el Gobierno y el candidato del PSDB, pero hay 21 millones de votos de Marina Silva la candidata ecologista que podrían decidir. Todo depende de la evaluación final de los 12 años de gobierno del PT. Por sexta vez el Gobierno entre el PT y el PSDB. Como en el 2010, la presidenta Rousseff tratará de derrotar en la segunda vuelta al compañero de partido de José Serra del PSDB, Aécio Neves.

Las encuestas se equivocaron cuando proyectaron como triunfantes en la primera vuelta a Marina y Dilma. Marina Silva llegó en varias oportunidades a sobrepasar a Dilma Rousseff en intención de voto con un mensaje renovador y su preocupación por el medio ambiente en un Brasil donde el tema ecológico es fundamental por su biodiversidad disminuida y por el ecocidio permanente de gobiernos de izquierda y de derecha, por eso le había renunciado a Lula cuando ejercía en el ministerio del Ambiente, pero también por la corrupción del régimen.

Como El País de España lo señaló "fue una auténtica montaña rusa de encuestas que subían y bajaban, reflejo de una campaña imprevisible e hipnótica, marcada por un accidente aéreo que lo revolucionó todo". 

A la ecologista Marina Silva le pasó lo mismo que en las elecciones colombianas cuando todos esperaban el triunfo del candidato de partido verde Antanas Mockus en el 2010 en contra de Santos. En ambos casos terceras vías con un mensaje nuevo frente a la corrupción y frente a la violencia contra el hombre y contra la naturaleza. Ambos candidatos habían sido la esperanza para los verdes del continente que como en Europa quieren convertirse en fuerza determinante en los destinos nacionales. Antanas y Marina hicieron extraordinarias campañas y entusiasmaron a las nuevas generaciones, pero fueron víctimas de su idealismo galopante sin estructuras partidistas y sin especialistas de marketing político. En Brasil tanto el PT como el PSDB son formaciones con estructuras solidas con financiamiento permanente, con experiencia de gobierno y con el necesario pragmatismo de la lucha política. En el caso colombiano se le acusó al candidato de ateo en un país evidentemente católico y a Marina se le estigmatizo por su pertenencia a la iglesia Evangélica y su posición conservadora. Los golpes bajos y el fantasma del miedo de los dos grandes partidos fue palpable en los mensajes propagandísticos, el objetivo era destruir la esperanza que representaba Marina Silva. Una de las propagandas presentaba una familia brasileña, a quien si ganaba Silva se le quitaría su trabajo, su educación y su comida, de la misma manera se presentaba el peligro para los nuevos derechos humanos, los matrimonios del mismo género y el tema de la homosexualidad. Igualmente, el candidato Aécio Neves centró su crítica en la ecologista para sacarla del juego con el permanente señalamiento del pasado político de Silva y su afinidad con el PT y con el proyecto de Lula, incluyéndola en los fracasos frente a la inclusión de la clase media y la corrupción continuada de los gobiernos anteriores.

Los jóvenes en esta primera vuelta, y en la segunda determinaran la elección, porque el 35% de los electores tienen entre 16 y 34 años y fueron los primeros en salir a las calles para oponerse a las políticas del partido de gobierno, incluso a pesar de su amor al fútbol, por la corrupción e inoportunidad de la Copa Mundial de la FIFA 2014.

Precisamente acaba de salir un libro escrito por un equipo de periodistas de investigación brasileños "El lado sucio del fútbol", con una investigación donde el lavado de dinero, la evasión fiscal, el nepotismo, la manipulación de deportistas en campañas políticas y el tráfico de influencias ensombrecen al balompié carioca.

Como en Hong Kong y en tantas partes de mundo, y así en Brasil los jóvenes son los nuevos indignados. La llamada "generación online" están llamados a decidir el destino de los países y los gobiernos deben escuchar.

En Brasil frente a la emocionalidad de las mujeres candidatas y la confrontación entre ellas, Aécio Neves supo imponer el lenguaje de la razón como activo deportista del surf, su eslogan fue aprovechar la fuerza del viento y del mar para montarse en "la ola de la razón frente a la ola del sentimiento". 

Importante lo que van a decidir los 39 millones de electores abstencionistas, más allá de la decisión de Marina Silva y de los partidos que la apoyaban.

Seguiremos interesados en estas elecciones porque lo que pasa en Brasil influirá en toda la geopolítica latinoamericana.

Publicado originalmente en El Universal

Siembra de oscuridad


Prof. Luis Daniel Álvarez

Existen muchos casos en los que los gobiernos no escatiman en usar cualquier recurso para ganar adhesiones. Aunque suene macabro, algunos recurren a actos fúnebres con tal de dar una demostración de dolor colectivo y evidenciar altos niveles de cohesión política.

En el fondo, las exequias terminan convirtiéndose en una patética manifestación pública desde la que se profieren ataques hacia los adversarios, se promueven revanchismos e incluso, en muchos casos, se resalta la presencia de grupos paralelos al andamiaje legal del Estado, que sin ningún pudor muestran sus armas mientras reiteran su lealtad al Gobierno.

La información oficial es la única que se transmite, en la medida en que crecen los rumores y no es descabellado observar cómo algunos países y personalidades se inmiscuyen en asuntos internos, fijando posición sobre la naturaleza del fallecido y en muchos casos manifestando sus puntos de vista, los cuales muchas veces están alterados por la distancia y el desconocimiento de lo ocurrido. El desfile que acompañó al sepulcro a Francois Duvalier el 24 de abril de 1971 se convirtió en un episodio más de culto a la personalidad. Todo giró alrededor del hombre que durante catorce años y recurriendo a una tétrica mezcla de sangrienta represión e invocaciones espiritistas, logró hacerse con la Presidencia vitalicia de su país, entregando el gobierno a su hijo Jean Claude quien entonces tenía 19 años y gobernaría hasta 1986.

El pasado sábado 4 de octubre Jean Claude Duvalier murió en Haití, dejando como legado una estela de sangre y corrupción. Inexplicablemente el Presidente Martelly decidió hacerle funerales de Estado demostrando que aún hay muchos gobiernos que aprovechan los funerales para hacer proselitismo.

Publicado originalmente en El Universal