lunes, 3 de junio de 2013

¿Colombia hacia la OTAN? Santos sigue los pasos de Menem


Alejandro Gamez

En un discurso pronunciado en la ceremonia de ascenso de cadetes del Ejército colombiano el Presidente Juan Manuel Santos declaró su intención de ingresar a la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN), el primer escalón para lograr este objetivo sería suscribir un acuerdo de cooperación; en palabras del Presidente Santos:  “Este mes de junio, la OTAN va a suscribir un acuerdo con el gobierno colombiano, con el Ministerio de Defensa, para iniciar todo un proceso de acercamiento, de cooperación, con miras también a ingresar a esa organización”.

Colombia en estos momentos se encuentra negociando en La Habana un proceso de paz con las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC), proceso que ya tiene un primer acuerdo en materia agrícola -acuerdo importante para un país de corte agropecuario-. De llegar a concretarse una salida negociada al conflicto que vive el Estado andino no tendría razón de tener un presupuesto más alto para el sector defensa que para 2013 asciende a 25,56 billones de pesos, cifra superior en tres billones con respecto a 2012 (cifras del Ministerio de Hacienda). Ahora bien, ¿porque el deseo colombiano de ingresar a un organismo que no está en su esfera geográfica? ¿Qué implicaciones tiene para Venezuela que su vecino occidental busque ingresar a la OTAN?

En primer lugar, debemos decir que la acción colombiana recuerda los pasos seguidos por el Ex-Presidente argentino Carlos Menem, quien en diciembre de 1996 le propuso al entonces Presidente Clinton establecer una alianza militar entre ambos países en el marco de la OTAN. La respuesta se demoró casi un año, pero cuando Clinton visitó a la Argentina, en octubre de 1997, anunció el envío de la solicitud del reconocimiento del status de la Argentina como “Gran Aliado Extra-OTAN” (Major Non-NATO Ally) al Congreso estadounidense. Un mes más tarde, la misma fue aprobada. Esto era una suerte de premio de consuelo a la política de alineamiento seguida por Buenos Aires durante los mandatos menemistas, ya que la categoría había sido creada por el Congreso para aglutinar a otros importantes aliados como Israel, Japón, Corea del Sur, Australia y Nueva Zelanda. Sin embargo, Menem pensaba que esto era un primer paso para su integración en la alianza y envió a su Canciller Di Tella en julio de 1999 al Consejo Atlántico –órgano decisorio de la OTAN- a solicitar un status de “miembro asociado” para Argentina. El 26 de julio de 1999 el entonces Secretario General de la OTAN, Javier Solana, fundamentó la negativa a la solicitud argentina fundamentándola en las exigencias geográficas de la OTAN que prohíbe aceptar como miembros plenos a países ubicados “fuera del Hemisferio Norte”. Bajo este paraguas fueron desplegadas tropas argentinas en Bosnia y Kosovo. Hoy por hoy, tras una década de kirchnerismo, aunque sigue en pie formalmente este status, Argentina se ha distanciado considerablemente de EEUU y ha pasado a denunciar una supuesta base de la OTAN en las islas Malvinas.

A pocas horas del discurso emitido por el Presidente Santos, voceros de la OTAN han aclarado que efectivamente se encuentran interesados en una mayor cooperación con Bogotá, pero que el país no cumple con los requisitos para incorporarse en la alianza atlántica.

En consecuencia, la tentativa de Colombia sólo implica un acuerdo de cooperación con la OTAN - no así su ingreso a la alianza- y su eventual transformación en un “Gran Aliado Extra-OTAN” de EEUU –en lo cual ya se ha convertido de facto tras el Plan Colombia. Todo esto se traduciría concretamente en una promesa de mayor modernización de sus fuerzas armadas -lo cual presiona a los grupos insurgentes hacia la búsqueda de la finalización del conflicto armado-, y en una mayor garantía contra posibles ataques de terceros Estados, ya que tendría un eventual apoyo de EEUU y sus aliados. A cambio, las bases militares estadounidenses en suelo colombiano gozarían de un nuevo paraguas estratégico y podríamos ver tropas colombianas participando en labores de apoyo en misiones internacionales de la OTAN en el futuro –de alcanzarse un acuerdo de paz.

Además, debido a la posición geopolítica de Colombia con costas en el Océano Pacífico y El Caribe, con el acuerdo de cooperación Colombia-OTAN se estaría vigilando de “lejos” a China. En este sentido, este acuerdo formaría parte de un esquema de seguridad complementario del “pivote al Pacífico” de EEUU –en cuyo marco se están relanzando las alianzas militares con países asiáticos.

Otra razón de la iniciativa colombiana es que el Tratado Interamericano de Asistencia Recíproca (TIAR) es obsoleto y no representa ninguna garantía para la defensa ante posibles agresiones. Por ello, Bogotá busca esas garantías en otras organizaciones. Además, de ser alcanzada la paz quedarán muchos efectivos y tropas inactivos en sus cuarteles lo que podría constituir una amenaza a la democracia colombiana si las fuerzas armadas decidieran presionar al poder civil por cuotas de poder. Con el acuerdo con la OTAN los políticos colombianos pueden mantener estas tropas ocupadas encomendándole misiones en el exterior en colaboración con la alianza atlántica -como mencionamos anteriormente.

Con respecto a las implicaciones para Venezuela de este acuerdo Colombia-OTAN, recordemos que Caracas mantiene un diferendo con Bogotá con respecto a la delimitación en el Golfo de Venezuela y que ambos gobiernos han mantenido relaciones bilaterales difíciles en la última década –como muestra el último capítulo de tensión abierto tras la visita de Henrique Capriles Radonsky a Bogotá.

El Presidente Maduro, en conjunto con otros Presidentes de la ALBA, ya ha rechazado la iniciativa colombiana y la ha calificado de “agresión a la unidad latinoamericana”.

Más allá de la retórica, nuestro país debe seguir modernizando las FANB, así como mejorar aspectos críticos en materia de profesionalización y operacionalidad, evitando así un desequilibrio militar frente a Colombia. Además, parece plausible que Venezuela impulse la convocatoria de una reunión extraordinaria del Consejo de Defensa Suramericano de la UNASUR, para analizar junto a Colombia los propósitos, los alcances y los detalles de su acuerdo de cooperación con la OTAN. Resultará interesante escuchar la posición brasileña al respecto. Recordemos que Brasil –gobernado por Fernando Henrique Cardoso- rechazó en su tiempo la estrategia de Menem de llevar a Argentina a la OTAN, y el Ex-Presidente Lula da Silva criticó el deseo del Ex-Presidente Uribe de ampliar el número de bases militares estadounidenses en Colombia.

Claramente el posible acuerdo de Colombia con la OTAN constituye un reto que debemos afrontar con una clara política de Estado, que debe combinar el fortalecimiento de nuestras fuerzas armadas, y el diálogo bilateral y regional con nuestro vecino occidental.

Las próximas elecciones presidenciales en Irán



M.Sc. Belén González

Para los occidentales no resulta sencillo comprender cómo funcionan algunas cosas en Medio Oriente, especialmente en el ámbito político y religioso, aspectos que en esta cultura están particularmente interconectados a través de su sistema de gobierno: la teocracia. El término proviene del griego theós, que se traduce como Dios, y krátos que viene a ser poder, por lo tanto se concibe como “el gobierno de Dios”, de allí que los líderes religiosos sean determinantes en todas las políticas gubernamentales. Sin embargo, algunos expertos como Max Weber, prefieren usar términos como "hierocracia", o “eclesiocracia” para referirse al orden político en donde el poder es ejercido institucionalmente por una casta religiosa.
 
Hablando de este tipo de gobierno, Irán es quizás uno de los mejores ejemplos, pues tras la Revolución Islámica de 1979, se estableció en el país una nueva República con una constitución de corte islámico y unos órganos gubernamentales supeditados al cumplimiento de los principios religiosos. Este estilo de gobierno está inspirado en el libro del Ayatollah shiíta Rohollah Jomeini Velayat-e faqih publicado en 1970, y considerado el documento escrito en el siglo XX más influyente en el ámbito de la Teocracia.
 
Pero aunque en Irán, el poder es de Dios, hay procesos electorales, aunque con ciertas características que lo hacen por demás peculiares para nosotros los occidentales. El mejor ejemplo en este momento, es la decisión del Consejo de Guardianes de reducir a ocho los candidatos que participarán en las elecciones presidenciales del próximo 14 junio, dejando por fuera a más de un centenar de aspirantes entre quienes destacan el ex-Presidente Alí Akbar Hachemi Rafsanjaní –conservador moderado-, y Esfandiar Rahim Mashaei, protegido del actual Presidente Mahmoud Ahmadinejad, quien desde hace ya algún tiempo viene enfrentando serias diferencias con la jerarquía religiosa del país, que lo acusa de mantenerse cerca de individuos corruptos, de no respetar las normas del Islam y de occidentalizar su forma de vivir.
 
El Consejo de Guardianes, órgano investido con la autoridad para interpretar la Constitución y determinar si las leyes aprobadas por el Parlamento están en línea con la Sharia o Ley Islámica, y que examina a los candidatos presidenciales, parlamentarios y a la Asamblea de Expertos, para confirmar que son aptos para postularse, no explicó las razones para esta decisión, limitándose a señalar que lo que se ha tenido en cuenta es “la condición física” de los candidatos, una alusión clara a Rafsanjaní de 78 años. Este detalle no pasa desapercibido, pues para muchos, la ausencia de este veterano político que fue Presidente –Jefe de Gobierno- durante dos períodos entre 1989 y 1997, quien formó parte de los fundadores de la República Islámica y es uno de sus pilares, sólo profundizará las evidentes divisiones en su seno.
 
Ciertamente, estas “salidas no voluntarias” del escenario electoral impiden la participación de aspirantes que resultan, por distintas razones, “incómodos” al Líder Supremo, el Ayatollah Alí Jameneí –Jefe de Estado-, quien maneja el 50% de los miembros del Consejo de Guardianes, y cuenta con el respeto del 50% restante. Ahora bien, esta decisión, que pareciera arbitraria para quienes no manejamos la visión shiíta del Estado, podría convertirse en un arma de doble filo, no sólo por su capacidad para abrir mayores brechas en los principios revolucionarios, sino porque traen consigo visos de modernidad que podrían romper paradigmas, considerando que uno de los rechazados, Esfandiar Rahim Mashaei, anunció su decisión de recurrir a la máxima autoridad del país, un hecho sin precedentes en el Irán revolucionario.
 
Ahora bien, muchos pueden pensar que lo que suceda en Irán, y en su escenario político, sólo les afecta a ellos, y si acaso, a sus vecinos, pero esa posición es displicente con una de las realidades que envuelve al Mundo moderno: la geopolítica. Irán, cuyo nombre oficial es República Islámica de Irán, y que hasta 1935 fue conocido en como Persia, es el decimoctavo país más extenso del Mundo con 1.648.195 km² y tiene una población de casi 80 millones de habitantes. Limita con Pakistán y Afganistán por el este; Turkmenistán por el noreste, el Mar Caspio por el norte y Azerbaiyán y Armenia por el noroeste; Turquía e Irak por el oeste y finalmente con la costa del Golfo Pérsico y el Golfo de Omán por el sur, por lo que su importancia es más que significativa al ser la brecha que une el Medio Oriente con Asia Central. Además, posee las cuartas reservas de petróleo más importante del Mundo (después de Venezuela, Arabia Saudita y Canadá), las segundas reservas de gas natural (después de Rusia), encabeza el llamado "Eje de Resistencia" contra EEUU en Medio Oriente y desarrolla un polémico programa nuclear desde hace una década; lo que le ha convertido en una potencia regional.
 
Esa fuerza, sin embargo, depende de una mano, la que mueve los hilos, el Ayatollah Jameneí, quien es Comandante en Jefe de las Fuerzas Armadas, controla las operaciones de inteligencia y seguridad de la República Islámica, tiene la autoridad de declarar la guerra, la capacidad de designar y despedir tanto a los líderes judiciales, como a los jefes de las redes de radio y televisión estatales, y al máximo líder de los Guardianes de la República Islámica, órgano del que también designa seis de sus doce miembros. El título de Líder Supremo del país es otorgado por la Asamblea de Expertos, en función al fiel cumplimiento de las normas del Islam y la estima popular con la que cuente el candidato, siendo su designación de carácter vitalicio.
 
Seyyed Alí Hoseiní Jameneí, considerado hoy en día “fuente de emulación” del shiísmo duodecimano, nació el 17 de julio de 1939 en la ciudad de Mashhad, en el seno de una familia clerical originaria de Tafresh, instalada en Tabriz, siendo el segundo de ocho hermanos, dos de los cuales también son ulemas, es decir, doctores en ley islámica y por ende expertos en cuestiones jurídicas y teológicas. Fue Presidente de Irán entre 1981 y 1989, y es Líder Supremo desde que fuera designado para suceder al Ayatollah Jomeini en dicho cargo en junio de 1989. Está casado y tiene seis hijos, domina el persa y el árabe, además de hablar con menos fluidez el turco azerí, lengua materna de su padre.
 
Se le reconoce como una de las tres figuras que más han marcado la trayectoria de la República Islámica de Irán, siendo las otras dos el propio Jomeini, fundador de la República Islámica, y el Ayatollah Rafsanjaní, a quién ha dejado por fuera del proceso electoral de junio. Aunque se le considera radical, especialmente en cuanto a códigos de conducta y vestimenta por parte de los musulmanes, alienta en sus discursos el progreso científico, de hecho, fue uno de los primeros religiosos islámicos en permitir la investigación con células madre y la clonación terapéutica. Defiende la importancia de la tecnología nuclear de uso pacífico, aunque es autor de un decreto religioso según el cual el Islam prohíbe producir, almacenar o usar armamento nuclear.
 
Como ya sabemos, el Líder Supremo, influencia los procesos electorales iraníes, de hecho, su poder y control de la situación se hizo tangible en las elecciones legislativas de febrero de 2004, cuando siguiendo instrucciones, el Consejo de Guardianes anuló miles de candidaturas, incluidas las de ochenta diputados salientes, lo que permitió a los conservadores quedarse con el 70% de los escaños. Esto generó un punto de inflexión decisivo en la evolución política de Irán, ya que los comicios pusieron punto final al movimiento reformista iniciado por Mohammad Jatamí desde que fuera elegido por mayoría abrumadora en mayo de 1997.
 
Muchos analistas coinciden en que la decisión de Jameneí, de limitar la participación en el proceso electoral del próximo mes de junio es resultado de lo sucedido en 2009, cuando Mahmoud Ahmadinejad fue electo Presidente, en medio de una ola de protestas y represión que estuvo a punto de desestabilizar al régimen teocrático: la llamada “Revolución Verde”. Lo cierto es que, a menos de un mes del proceso para elegir al nuevo Presidente iraní que ejercerá por un periodo de cuatro años, y gobernará junto a ocho vicepresidentes, un gabinete de 21 ministros, y un Parlamento unicameral, conformado por 290 miembros, los candidatos serán el jefe negociador nuclear, Said Yalilí; el Alcalde de Teherán, Mohamed Qalibaf; el ex-Presidente del Parlamento Gholam-Ali Haddad-Adel, el ex-Ministro de Exteriores Ali Akbar Velayati, el ex-jefe de los Pasdarán Mohsen Rezai, y otros tres candidatos de relleno. Todos ellos figuras ortodoxas y de probada lealtad al Ayatollah Jameneí.
 
Tampoco es un secreto que el favorito en la contienda es Said Yalilí, quien a pesar de ser el más joven de los candidatos es muy bien visto por Jameneí, tras su desempeño como Secretario del Consejo Supremo de Seguridad Nacional y jefe del equipo iraní encargado de las negociaciones nucleares con el Grupo 5+1 (EEUU, Rusia, China, Francia, Reino Unido y Alemania) desde 2007. Yalilí tiene un estilo de suave, pero ha demostrado ser un rígido ideólogo poco inclinado a la negociación, lo cual le ha granjeado el respeto de Jameneí y tres rondas de sanciones internacionales a Irán desde que asumió su cargo. Un dato interesante es que se le atribuye el diseño de la estrategia iraní de acercamiento a América Latina –a partir de Venezuela- y África para romper el aislamiento internacional ocasionado por las sanciones que le han sido impuestas por su programa nuclear, lo cual ha marcado la política exterior de Irán durante los dos mandatos de Ahmadinejad.
 
En favoritismo, a Said Yalilí le sigue Mohamed Qalibaf, ex-jefe de los Pasdarán y antiguo jefe policial quien presenta nuevamente su nombre, desde la Alcaldía de Teherán, compensación que se le otorgó tras perder el pasado proceso electoral; pero no es muy popular por su actuación en la represión de las protestas contra Jatamí de 1999 y 2003. La tercera opción la tiene Alí Akbar Velayati, considerado uno de los confidentes del Líder Supremo y su Asesor en Asuntos Internacionales. El resto de los candidatos no parecieran tener ninguna oportunidad.
 
Los hechos confirman que esta elección presidencial, para la que faltan apenas unos días, será la más controlada por la cúpula del poder desde la consolidación del régimen jomeinista en 1980.