martes, 9 de diciembre de 2014

Daño colateral: Venezuela y la Guerra de Naimi


Dr. Kenneth Ramírez

Tal como pronosticamos, la 166° Reunión Ministerial de la OPEP no fue fácil. Después de cinco horas de acalorado debate, el grupo decidió mantener el techo de producción colectivo en 30 millones de barriles diarios (MMBD) aprobado en 2011, sin siquiera hacer un llamado a una mayor disciplina. El Canciller Ramírez abandonó la sede de la OPEP sin hacer comentarios y visiblemente molesto. El Ministro de Petróleo iraní, Bijan Zanganeh, señaló que “la decisión no era favorable para todos”, pero no protestó para no mostrar debilidad y dejar la puerta abierta a un futuro reclamo de su cuota de producción en caso de alcanzarse un acuerdo nuclear en 2015. Mientras el Ministro de Petróleo saudita, Alí Al-Naimi, declaró que se alcanzó “una excelente decisión”: Había impuesto su tesis, con lo cual hizo una marca sobre la arena para defender la cuota de mercado OPEP y declaró oficialmente la guerra a los esquistos de EEUU.

Desde entonces, el crudo marcador Brent se desplomó 10% más -ha perdido de manera acumulada 40% desde junio-, y se ubicó puntualmente en 69 $/Bl en la primera semana de diciembre –el  nivel más bajo en 5 años. Barclays ha señalado que el crudo Brent tendrá una cotización promedio de 72 $/Bl en 2015, mientras Goldman Sachs lo ubica en 80 $/Bl. Por su parte, Arabia Saudita ha señalado recientemente que los precios podrían estabilizarse incluso alrededor de 60 $/Bl.

Los precios pueden caer un poco más, o pueden experimentar un modesto repunte en los próximos 2 o 3 años debido a crisis geopolíticas o la reactivación económica mundial, pero expectativas de 100 $/Bl están fuera de lugar. Entonces, ¿qué reflexiones debemos hacer respecto a la OPEP y Venezuela?

En primer lugar, debemos apuntar, que a pesar de los desacuerdos coyunturales, la OPEP sigue siendo relevante para defender los intereses permanentes de los países productores. No han faltado artículos que en tono exagerado han decretado el fin de la organización. No obstante, la OPEP cuenta con 33% de la producción y 78% de las reservas mundiales; y por tanto, su importancia a largo plazo sigue siendo considerable. De hecho, el nuevo nivel de precios hará las energías renovables menos competitivas y debilitará los esfuerzos de eficiencia energética. Asimismo, la “revolución de esquistos” será al menos ralentizada –las estimaciones del costo de producción de esquistos varían desde las más optimistas en 40-60 $/Bl hasta las más realistas en 80-90 $/Bl según la cuenca-, y la OPEP recuperará centralidad en el mercado petrolero. Empero, aún existe el riesgo de una severa descoordinación de la OPEP que hunda los precios.

En segundo lugar, debemos recordar que estamos ante precios moderados, no bajos. Desde el nacimiento de la industria petrolera moderna, el precio del petróleo ajustado por inflación ha promediado más de 70 $/Bl sólo 16 de 153 años. De hecho, el nivel de precios actual es similar a los de los años 2009 -después de la crisis financiera en EEUU- y 2006 -antes de alcanzar niveles iguales o superiores a 100 $/Bl debido al tirón de la demanda de las economías emergentes. Un nivel de 70 $/Bl es suficiente para mantener el petróleo como fuente de energía competitiva y garantizar una buena rentabilidad de la industria petrolera.

En tercer lugar, Venezuela se ha convertido en un daño colateral de la “Guerra de Naimi”, ya que los precios moderados asedian las arcas públicas en plena crisis económica, sin reservas internacionales suficientes y con un alto endeudamiento. Ante un estado de sitio, lo mejor es asumir que el enemigo acampará frente a las puertas por un largo tiempo. En este sentido, hay 3 líneas defensivas posibles:

La primera es mejorar la gestión del propio sector petrolero. A partir de ahora resulta crucial que PDVSA sea más eficiente, concentrándose en sus actividades medulares y capitalizando socios que realmente apalanquen proyectos y no sólo tengan significado geopolítico. Recordemos que, desde 2005, PDVSA ha fallado reiteradamente en materializar las metas del Plan Siembra Petrolera. La caída de precios hace que los campos venezolanos, incluyendo la Faja Petrolífera del Orinoco, sean más atractivos que otros proyectos más costosos en aguas profundas, esquistos y arenas bituminosas -si los términos son atractivos, flexibles y transparentes. Con esto, estaremos preparados para colocar barriles en el mercado cuando esta coyuntura de mercado sobre-abastecido culmine hacia 2019. Recordemos que un proyecto petrolero tarda al menos 5 años en desarrollarse. Además, se requiere mayor exploración de crudos livianos y más tecnología e inversión para levantar producción en las áreas tradicionales.

Por otra parte, debemos reconocer que es urgente un cambio del modelo económico. En los últimos 15 años, y paradójicamente al socaire de la frase “sembrar el petróleo”, hemos pasado a depender mucho más de las exportaciones petroleras. Al respecto, como hemos insistido, debe aparcarse el ineficiente paradigma de “Estado corporativista” que se ha venido impulsando, y mirar a Brasil con su exitoso paradigma de “Estado logístico” que planifica e impulsa el desarrollo nacional junto al sector privado y la sociedad civil.

Finalmente, el gobierno venezolano debe mejorar su gestión macroeconómica, recortar gasto público suntuario y de naturaleza estrictamente política. Aquí una gran oportunidad se abre en una revisión de la diplomacia petrolera, y más específicamente la cooperación energética con PETROCARIBE y ALBA, a los cuales incluso seguimos enviando crudo liviano mientras hemos empezado a importarlo desde Argelia y Rusia para utilizarlo como diluente. No es posible mantener una fuerte proyección geopolítica sin una sólida base de poder nacional.

Publicado originalmente en El Mundo Economía y Negocios

@kenopina