miércoles, 30 de marzo de 2016

Venezuela y el XXV Aniversario del MERCOSUR


Dr. Kenneth Ramírez

Venezuela vive tiempos agoniosos. La caída de los precios del petróleo ha vuelto a dejar al desnudo nuestros problemas nacionales: subdesarrollo económico y rentismo; autoritarismo, déficit democrático y militarismo; pobreza y desigualdad; violencia y rezago cultural. La gravedad de nuestra crisis recuerda aquella que sufrió la generación de españoles tras el desastre de la Guerra Hispano-Estadounidense de 1898. La pérdida de Cuba y las últimas colonias de ultramar, significó para España, el fin del espejismo de la otrora grandeza imperial y una dolorosa toma de conciencia de su devaluada posición en Europa. Un país estancado en lo económico y cultural, e inmerso en un proceso de aislamiento, inestabilidad y fagocitación política; que colgaba del extremo de Europa más que formar parte de ella. En ese contexto, José Ortega y Gasset acuñó una de esas frases que se imprimen en la conciencia colectiva para siempre: “España es el problema; Europa la solución”. Se trataba de combatir los males españoles con la integración en Europa. Más que diagnóstico intelectual, la frase resumió todo un programa político; el cual fracasó bajo el reinado de Alfonso XIII y la Segunda República, fue suspendido por Francisco Franco, para imponerse definitivamente con la transición a la democracia. Esto le permitió a España dar un gran salto a la modernidad en los últimos “treinta gloriosos años” desde su adhesión a la Unión Europea en 1985. Todo un éxito histórico, hoy agotado por consumación.

Tomando el caso español como inspiración, Venezuela puede regenerarse con un proyecto de integración moderno y vibrante. He aquí el rol estratégico del Mercado Común del Sur (MERCOSUR) –primera economía de América Latina y quinta a nivel mundial- que acaba de cumplir -el pasado 26 de marzo- su vigésimo quinto aniversario. No obstante, a diferencia de España con la Unión Europea, Venezuela no puede asumir pasivamente el MERCOSUR para recibir garantías de seguridad, libertad y prosperidad. Hoy por hoy, el MERCOSUR requiere un fuerte reimpulso, donde Venezuela también debe contribuir dinámicamente. Es decir, la relación de Venezuela con MERCOSUR debe ser de virtuosa retroalimentación, con una estrategia que permita al tiempo reconstruirlo y beneficiarse de sus potenciales oportunidades para así “ponernos al día” en pleno siglo XXI. Veamos.

MERCOSUR ha experimentado grandes cambios desde su fundación. En primer lugar, el giro desde su dinámica fenicia inicial hacia una agenda centrada en temas políticos y sociales. Y, en segundo lugar, su ampliación más allá del Cono Sur primigenio –sirviendo allí inicialmente para superar la rivalidad geopolítica entre Argentina y Brasil-, donde se inscribe el polémico ingreso de Venezuela en 2012 y la aún inconclusa adhesión de Bolivia de conformidad a la estrategia “MERCOSURx9”. Estas transformaciones han dado como resultado que el MERCOSUR haya ganado en el plano político-simbólico, pero haya perdido efectividad económica y atractivo a nivel regional y global. Conscientes de esto, los Estados miembros en la XLIX Cumbre de Asunción celebrada en diciembre de 2015, manifestaron su voluntad de relanzar MERCOSUR tomando en cuenta la experiencia acumulada y los cambios suscitados en el sistema internacional. Para ello, resulta necesario una nueva visión que promueva la convergencia hacia objetivos comunes y conecte las múltiples dimensiones en juego.

En materia política y social, es necesario fortalecer las instituciones del MERCOSUR y el cumplimiento de su reglas; impulsar una agenda común de promoción y protección de la democracia y respeto a los derechos humanos -previsto en los Protocolos de Ushuaia I y II, y en el Protocolo de Asunción que acaba de cumplir su décimo aniversario-; consolidar el rol del Fondo de Convergencia Estructural del MERCOSUR (FOCEM) para combatir las asimetrías; el impulso al Estatuto de Ciudadanía del MERCOSUR para fomentar una integración profunda entre nuestras sociedades; y la necesidad de desplegar una agenda de relaciones externas ambiciosa que privilegie la búsqueda de un acuerdo entre MERCOSUR y la Alianza del Pacífico en el marco de las estrategias “unidad en la diversidad” y “convergencia con UNASUR”, así como la conclusión del Acuerdo de Asociación con la Unión Europea y nuevos acuerdos con EEUU, Canadá, Rusia, China, Japón y Corea del Sur –permitiendo la inserción del bloque en las grandes negociaciones multilaterales en marcha y pivotar al Pacífico.

En materia económica, se requiere trabajar en cuatro condiciones para construir un espacio económico efectivo que fomente la industrialización y fortalezca la clase media de la región: la conectividad física a través del desarrollo de infraestructuras, eliminar las barreras comerciales que aún subsisten entre los socios, la creación de cadenas productivas regionales, y la compatibilidad entre las estrategias de desarrollo y las políticas económicas y comerciales aplicadas.

En este contexto, el gobierno de Venezuela, en el marco de su presidencia pro-témpore del MERCOSUR –que asumirá por segunda ocasión a partir de julio de este año- y en coordinación con la nueva Asamblea Nacional, debe completar la adopción de toda la normativa comunitaria y catalizar el citado relanzamiento del bloque. Esto a su vez implica cambiar urgentemente nuestro modelo económico para aprovechar las potenciales oportunidades que ofrece el MERCOSUR –a diferencia de lo que ocurre actualmente, ya que Venezuela tiene un déficit comercial con los socios del bloque que asciende a 5 millardos de dólares anuales-, respetar las reglas democráticas y los derechos humanos, y abrir los espacios de este mecanismo a todos los actores políticos y sociales –empezando por la elección directa de los diputados al PARLASUR. De esta manera, el MERCOSUR podría ser un instrumento útil para superar nuestra crisis nacional y promover la regeneración de Venezuela. ¿Y usted qué opina?

@kenopina 

Terrorismo y fundamentalismo islámico. Reflexiones tras los ataques de Bruselas


Prof. Eloy Torres

Los atentados terroristas en Bélgica han conmovido al Mundo. De nuevo éste, es acechado por enemigos sin rostros. Lo único es que sabemos es que son árabes. Curioso. Hubo una corriente mediática que nos hizo creer que los Estados árabes abrieron sus puertas a un proceso modernizador, bautizado como “Primavera árabe”. No obstante, la  ola de atentados sangrientos en los cuales han estado involucrados gente proveniente del Mundo musulmán obliga a buscar una explicación a esos sangrientos hechos.

Encontramos términos como shiíes, suníes wahabitas, sharia, califato, entre otros. Aclaremos, sobre cuestiones terminológicas que caracterizan a la religión islámica y su impacto en la contemporaneidad; luego trataremos detalles y explicaciones de interés histórico, religioso y más estrictamente relacionados con la actualidad internacional y geopolítica.

El Islam, es obediencia a la palabra de Dios y no a un líder mortal. Es la más reciente de las religiones; nace en 612 de la era cristiana, cuando Mahoma, un comerciante de camellos de la Meca, en una cueva se le apareció el Arcángel Gabriel y éste le instó a “rezar”. Desde entonces Mahoma es el Profeta y transmitió la revelación final: La palabra de Alá (Dios). Mahoma no escribió el Corán, el libro sagrado en el Islam; sólo llevó la palabra de Dios. Los versos del Corán,  fueron hechos por los seguidores de Mahoma. La fe islámica, es la palabra de Alá (Dios) pronunciada por el Profeta y se fundamenta en cinco principios fundamentales, los “pilares de la fe”: 1. Profesión de fe: “hay sólo un Dios que es Alá y Mahoma es su profeta”; 2. La oración, debe ser realizada cinco veces al día; 3. La donación de una décima parte de tus recursos para los pobres; 4. El Ramadán o ayuno se celebra en un mes determinado del año y  dura desde el amanecer hasta el atardecer, durante el cual el creyente no debe comer ni beber nada. Se pretende un proceso de purificación del alma; y 5. La Peregrinación es obligatoria para cada musulmán. Es decir, al menos, una vez en la vida, ir hasta la Meca.

La Yihad, o guerra santa, tiene dos formas: una menor y otra mayor. La menor es la lucha del musulmán con el no musulmán para atraerlo a la fe correcta. La mayor es la que lleva a cabo cada musulmán consigo mismo para hacer respetar su fe. Para el Islam, a diferencia de lo que se dice, la guerra santa o Yihad, no tiene como propósito una guerra contra los no musulmanes. También se establece que la Yihad no es una de las obligaciones esenciales de un fiel musulmán.

La Sharía, la ley sagrada islámica, no es sinónimo con el Corán. Shariá no es un inflexible código de leyes o una ley orgánica. Ella se basa en dos elementos: el Corán y la Sunna. La Sunna es una colección de tradiciones sobre hechos del Profeta, considerados como modelos para los fieles. En definitiva, si el Corán es lo que dijo el Profeta, la Sunna es lo que el Profeta hizo. De estos dos elementos, las escuelas islámicas han hecho analogías e interpretaciones consensuadas para dar  forma a la Ley Santa.

El Islam experimentó un cisma entre sunitas y shiítas; la disputa por la sucesión del Profeta. El cisma aparece después del califato de Alí. Son frecuentes las confusiones terminológicas en la geografía del Islam. En una breve descripción, los sunitas son los que admiten que el sucesor del Profeta es el Califa Abu Bakr, mientras que los Shiítas, el verdadero seguidor del Profeta y nombrado por éste, es su yerno: Alí. Para los sunitas es inaceptable. La diferencia es cómo se pondera el papel del líder de la comunidad y como en el sunismo, el Califa, conduce la comunidad islámica. Su Califato tiene autoridad política como líder de la fe, pero, de hecho, la autoridad religiosa pertenece a la comunidad de eruditos, el Ulema.

 Los shiítas, seguidores de Alí, creen que la verdadera cabeza de la comunidad es el IMAM, un líder cuya autoridad religiosa y secular se debe escuchar y seguir obligatoriamente. Este es AlÍ, esposo de Fátima, hija del Profeta. Los sunitas perciben al califa como imam, pero sólo en el sentido religioso, en la oración colectiva. El rol político, asumido por el IMAM, representa una diferencia entre ambas visiones.  Además, los shiítas son mesiánicos; creen en la llegada de un IMAM salvador. Como en otras religiones, el Islam ha conocido, a lo largo del tiempo, ramificaciones, determinadas por la aparición de intérpretes que ha incorporado sus expresiones sobre la fe.

La mayoría islámica es sunita (un 85%). El shiísmo (aproximadamente el 15%) es mayoritario en Irán, país persa y no árabe. También en Azerbaiyán, Irak y Bahrein, representan alrededor del 60% de la población; hay minorías shiitas en Yemen, Arabia Saudita y Líbano. La historia de los grandes actores del Mundo islámico son: el imperio persa, único califato Shiíta; el califato árabe, el imperio mongol de la India y el imperio otomano, todos éstos, sunitas.

Las convulsiones políticas de los últimos años han traído más atención sobre la corriente wahabita por parte del Mundo occidental. Los wahabitas o salafistas son seguidores de una rama sunita; se fundamenta en los preceptos del Maestro y reformador Mahoma ibn al-Wahabí quien en 1740 en Najad -centro de Arabia Saudita de hoy-, predicó un retorno a un dogma estricto y rígido. Su discurso religioso ha sido mezclado con las aspiraciones de las poderosas familias de Arabia, como por ejemplo la de Ibn Saud al crear una corriente religiosa- política que se impuso en la zona en los años posteriores. Durante mucho tiempo, los seguidores de ésta ha influido en los acontecimientos políticos de la región, llegando incluso a conquistar la Meca y Medina, entre 1803-1812. Lo central en esta nueva ideología fue la idea de que ellos tenían un derecho a difundir, como correcta, su interpretación del Islam. Tras varios años de conflictos e intentos por imponer una autoridad, a principios del siglo 20, Aziz de Abd (con la ayuda británica) pudo conquistar los territorios de Tierra Santa y, después de la I Guerra Mundial, al crearse el Reino de Arabia Saudita. Por lo tanto, ellos consideran que los verdaderos practicantes del Islam son los seguidores del wahabismo.

Hay que mencionar: Los Wahabitas no se llaman ellos mismos de esta forma. Ellos son tratados así desde afuera. El término wahabita refiere al fundador del movimiento, aunque él rechazó esa denominación pues él está determinado por la creencia de que los elogios deben ser sólo para Alá y no para un simple mortal. El término que él acepta, de hecho es aquel de Muyahidín, lo que significa: “Aquel que insiste en la unidad y la unicidad de Dios.

Daesh (o Estado Islámico de Irak y Levante, mejor conocida bajo el nombre de ISIS ó ISIL) sigue la línea sunita wahabita y adopta un islamismo extremista y militante. Ellos se consideran los titulares del derecho a extender esta creencia que se originó en el Islam. Es así que surgen los combatientes de ISIS quienes pretenden ampliar un Califato para eliminar a cualquier otra forma de organización política que no respete, de hecho, la fe pura. Separados de una de las ramas de Al Qaeda, con quienes comparten el extremismo religioso, ISIS va en la misma línea de un Islam militante que busca restablecer la verdadera fe. Esto incluye aplicar la fe original y el rechazo a los shiítas, tal como se observó en los ataques dirigidos a las mezquitas shiitas en varias partes del mundo islámico.

El fin de la Guerra Fría trajo consigo reflexiones que buscan explicar la complejidad de su conclusión. Por ejemplo: Francis Fukuyama y “El Fin de la Historia”, para quien había triunfado el liberalismo y su ideología sobre la URSS. Se demostrado su falsedad, pues el liberalismo aún tiene enemigos. Uno de ellos: el fundamentalismo islámico cuyo actual reacomodo geopolítico aumenta la complejidad internacional. El 11-S fue un acto terrorista que atacó la modernidad al intentar socavar los cimientos del poder estadounidense en sus tres símbolos: el World Trade Center – su poder económico y del liberalismo en general-; el Pentágono –su poder militar-; y la Casa Blanca, -su poder político. La modernidad, representada por EEUU y por otras democracias desarrolladas, es blanco de los ataques terroristas islámicos. Hoy Bélgica es otro ejemplo. El día 11-S fue contra esa modernidad. El Mundo debe combatir al terrorismo y al Islamismo radical que lo pondera como una lucha maniquea: entre creyentes e infieles.

Otra tentativa para describir al Mundo después del fin de la guerra fría, es la del “Choque de civilizaciones, de Samuel Huntington, quien concibe a la civilización como una entidad cultural y “el nivel más extenso de identificación” de una comunidad. En nuestra opinión ésta es la más completa por demás. Se distingue arbitrariamente: 7 u 8 civilizaciones, a partir de su historia, lengua, cultura, tradiciones y la religión, a saber: la occidental; confucionista; japonesa, islámica, hinduista, eslava- ortodoxa; latinoamericana; y posiblemente la africana. Postula la existencia de unas líneas de fractura o un choque entre éstas y observa cual elemento dinamizador que dominará los futuros conflictos.

Otra la expresa Alvin Toffler y su idea del desarrollo a partir de Olas. De éstas, él concibe 3 olas: La Primera simbolizada por la azada; son sociedades agrarias cuyo ritmo de cambio es lento y están infladas de conflictos internos. La Segunda ola, simbolizada por la línea de ensamblaje, propia de una sociedad industrial y cuya funcionalidad se basa en recursos energéticos. En tanto que la Tercera ola es simbolizada por una computadora. Es la sociedad de la información y del conocimiento. Las  tres coexisten en el siglo XXI.

La globalización avanza sobre el Mundo. Busca “uniformizarlo”. No obstante, grupos étnicos, cada vez más numerosos, reclaman su identidad en ella. El politólogo Benjamín R. Barber, habla de una guerra entre el Yihad versus McWorld. El concepto Yihad, prestado del Islam: la lucha religiosa y guerra santa contra la modernidad. El Yihad se fortalece en las sociedades débiles que desconocen la democracia y el contrato social. El segundo, tomado del concepto de comida rápida McDonald´s. Es la globalización de los gustos, incluso de los comestibles.

El Yihad y el McWorld tienen un denominador común; actúan armónicamente para debilitar al Estado Nación, las instituciones democráticas, libertades ciudadanas y el activismo cívico. Este autor critica a Huntington y rechaza el choque de civilizaciones. Para él lo que hay es una guerra al interior de la civilización que expresa la ambivalencia de cada cultura, la de cada individuo jugando a los beneficios de la modernidad con sus respectivos costos. Barber explica lo que genera el terrorismo. Éste, es la versión depravada de la globalización. Los beneficiarios del McWorld aplauden el mercado si obtienen la privatización y comercialización de lo público; en consecuencia insisten en libertades totales. Una libertad que apunta a la indiferencia de lo público. Una anarquía, mientras el terror es apenas una de las enfermedades contagiosas que ésta genera. Ella es equivalente al terrorismo.

El Medio Oriente muestra sangrientos escenarios. El ISIS y su Califato amenazan a la humanidad con su carga de resentimiento, crueldad, odio y una violencia que no puede ser ignorada, particularmente por los EEUU, pues son corresponsables de lo que  ocurre; igual, los europeos por su incapacidad para construir una sólida y coherente política frente al ISIS.  Irak y Siria hoy, son Estados fallidos y no ofrecen ninguna garantía. La comunidades religiosas, sunitas, shiitas y no shiítas, enfrentan violencia, persecuciones y un extermino sectario. Tibiamente se observa la intervención occidental por la defensa de los derechos humanos. El ISIS es la barbarie y el exterminio de lo no islámico. Amenaza a la paz, no sólo de la región, que es grave, sino del Mundo. Es una advertencia para evitar errores en política y nos muestra el fracaso de los idealismos en las Relaciones Internacionales. 

Cierto, el ISIS debe ser destruido, pero, sin acosar a esas comunidades cuyos valores no coinciden con los occidentales. Por desgracia, eso es lo que se ha hecho. La guerra debe tener varias modalidades, saber distinguir. La verdadera guerra contra el terrorismo, apenas comienza. Ayer Bélgica, mañana otro. Hay que atacar las condiciones que incubaron esos actos. El Califato, es una realidad política y como tal debe ser tratada. La lucha contra el Yihadismo es de todos, pues reúne peligrosamente adeptos, incluso en el corazón de Occidente. Algo ocurre. Hay que asumir conscientemente esa realidad histórica. El futuro de la humanidad depende de cómo se aborde su civilización. El Califato renace de un fervor religioso contra la globalización y que se ha extendido, gracias a los convertidos al Islam.

La realidad debe ser explicada. Hay una pregunta, para nada ociosa: ¿es el Islam compatible con Occidente? Hay versiones que rechazan esa posibilidad. La primera, según la cual el Islam, políticamente hablando, es considerado vinculado a su civilización, por demás bien definida y en un espacio particular. La segunda, la occidental; ésta, hace hincapié en la primacía de los valores humanos generales, universales, independientemente de la historia, cultura o la sociedad. Por ello, se cree que el Islam y Occidente son incompatibles. Éste, tiene un lenguaje político propio y el Islam vive su propia crisis de modernización y no puede ser visto como un oasis de calma. Ellos experimentan serias crisis.

Otra teoría considerada minoritaria, emana de los musulmanes que viven en Occidente, quienes al ponderar su realidad, observan los adelantos occidentales y los comparan con su realidad y, sin renunciar a su cultura, proponen una adecuación. Estos, en su mayoría intelectuales, son rechazados y considerados trasgresores del Corán, el cual es consubstancial con el idioma árabe. El Corán es absoluto; es la palabra de Alá. “Adecuar” equivaldría a ser apostata, fementido, infiel y debe ser castigado. En los países islámicos no hay libertad de opinión. Es un pecado o una fuente de desunión y desorden. Ellos cargan con el desorden provocado entre shiitas y sunnitas. Lo que seguramente explica, la resistencia a los cambios. Explica también la muy reducida innovación en el Islam. No se observa  modernización.

Esta realidad muestra algo que Occidente jamás ha querido ver por la soberbia que les ha enceguecido. Recordemos las Cruzadas, a Sir Lawrence de Arabia, los Acuerdos de Sykes-Picot que “liberaron” al Medio Oriente del yugo otomano. Hoy el Medio Oriente, pugna por encontrar una salida a la agresiva globalización. Esa zona convive con el mal recuerdo sobre Occidente; consideran que su gesta no fue “salvadora”, sino “interventora”. Hoy, las estructuras políticas y administrativas de Irak y Siria están destruidas. El ISIS es su respuesta. No hay que repetir los mismos errores; de lo contario el Mundo árabe volverá con su filosofía: esperar que el cadáver de su enemigo Occidente, transite por sus arenas y desiertos, todos aceitados, desde el subsuelo, con petróleo, mientras tanto seguirán los atentados terroristas.

@eloicito