sábado, 17 de agosto de 2013

La tormenta egipcia



Dr. Kenneth Ramírez
La “Primavera Árabe” en 2011, que abrió tantas esperanzas con la caída del rais Hosni Mubarak, ha dado paso a una tormenta de arena en Egipto. El 3 de julio de 2013, con la deposición del primer mandatario escogido en elecciones democráticas, Mohamed Morsi, a manos del Ejército y con el respaldo de parte de la población, ha abierto un escenario de gran incertidumbre y violencia. El gobierno interino encabezado por el juez Adly Mansour y respaldado por el Ejército no ha iniciado un nuevo proceso de transición inclusivo, sino que ha intentado imponerse por la fuerza, tal como demuestra la escalada de víctimas en las protestas: 36 muertos el 5 de julio, 50 muertos el 8 de julio, 80 muertos el 27 de julio, y finalmente, la masacre de más de 600 muertos el pasado 14 de agosto.

En respuesta, el Presidente Obama canceló un ejercicio militar conjunto con el Ejército egipcio, previsto para el próximo mes, y ha asomado como amenaza tácita que la ayuda militar estadounidense -1,3 millardos de dólares- podría ser congelada. Esto constituye una dura amenaza a los líderes de Egipto, en particular para el poderoso Ejército y su Comandante, el General Abdel Fatah al-Sissi, que arriesgan un importante aliado que le proporciona entrenamiento y fondos.
Empero, la situación sigue siendo un problema difícil para EEUU, que quiere seguir teniendo en Egipto un aliado, ya que es el país más poblado del Mundo árabe, y resulta clave para garantizar la seguridad de Israel y tener acceso al Canal de Suez –que junto al oleoducto SUMED, facilitaron el tránsito de 3 millones de barriles diarios de petróleo y productos derivados en 2012. La Administración Obama aceptó, pero nunca se hizo grandes ilusiones, con el depuesto Presidente Morsi debido a su islamismo político. Cuando los militares derrocaron a Morsi, EEUU se abstuvo de calificarlo como “un golpe de Estado”, para evitar un congelamiento automático de la ayuda bilateral y tener margen para influir en los acontecimientos. Recientemente, EEUU ha señalado que si bien Morsi fue elegido democráticamente, su gobierno no era incluyente y no respetaba las opiniones de todos los egipcios. Es decir, tenía legitimidad democrática de origen pero había perdido legitimidad democrática de ejercicio, un tema sumamente complicado que está demostrando cada vez más que requiere reflexión y desarrollo en los organismos internacionales. Sin embargo, la Administración Obama tomando en cuenta la gran penetración social y representatividad política de los Hermanos Musulmanes, instó al gobierno interino y al Ejército a llamar a la reconciliación nacional, pero éste último ha lanzado en lugar de ello, una ofensiva para afirmarse en el poder, hasta el punto de tener que volver a imponer el estado de emergencia por un mes, el cual recuerda a los egipcios los días de la dictadura de Mubarak.
La UE ha condenado la violencia y ha llamado a la moderación. Pero los aliados internacionales de los Hermanos Musulmanes, y sobre todo, el Primer Ministro de Turquía, Recep Tayyip Erdogan, ha sido más estridente al señalar que EEUU y la Unión Europea están “a punto de fallar la prueba de la democracia” en el Medio Oriente, y ha llamado a su Embajador a consultas. Además, a instancias de Erdogan se ha efectuado una reunión de emergencia del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas, y la Presidencia pro témpore argentina ha llamado a poner fin a la violencia y ejercer la máxima moderación.
Venezuela ha retirado su Embajador en Egipto, Victor Carazo, este 16 de agosto y ha abogado por el regreso de Morsi al poder. Esto además de irrelevante y utópico a estas alturas, nos hace tomar partido innecesariamente y nos coloca una vez más en la otra acera de Arabia Saudita, Kuwait y Emiratos Árabes –porque seguimos respaldando a Assad en Siria. Esto ya ha generado una reducción de nuestro margen de maniobra en la OPEP, cuando justamente nuestra posición geográfica nos invita a mediar al surgir conflictos entre nuestros socios petroleros que puedan menoscabar la cohesión política de la Organización. Lo idóneo es respaldar desde la ONU, los esfuerzos de la Comunidad Internacional para buscar el cese de la violencia, la reconciliación y una transición política pacífica en Egipto.
De hecho, EEUU, la Unión Europea, Emiratos Árabes y Qatar han realizado gestiones diplomáticas para alcanzar un compromiso entre el gobierno interino y los Hermanos Musulmanes desde la salida de Morsi, pero han sido hasta ahora en vano.
En todo el Mundo, desde China hasta España, han llamado al diálogo. Alemania y Francia han anunciado que revisarán sus relaciones con El Cairo. Pero la presión internacional se ha mostrado hasta ahora insuficiente. El Ejército egipcio ha cruzado la línea de lo tolerable con el propósito de mantener sus privilegios como “Estado profundo”: a fin de cuentas ellos han gobernado el país del Nilo desde el derrocamiento del Rey Faruk en 1952. El gobierno interino ha insistido en que tiene una hoja de ruta para el retorno de Egipto a la democracia a través de elecciones dentro de seis meses, aunque muchos, y en especial los Hermanos Musulmanes después de la masacre, dudan de que esto se cumpla realmente.
La figura clave es el General al-Sissi, quien con la popularidad que le dio la deposición de Morsi y la fuerza de las armas, es el actual hombre fuerte de Egipto. No obstante, justo por esto, quizás el General al-Sissi ya esté pensando en permanecer en el poder. Bien sabe que EEUU le necesita y Arabia Saudita –incómoda con los ensayos democráticos tras la “Primavera Árabe”- puede ofrecerle ayuda financiera al menos temporalmente. Además, la historia reciente de Egipto le puede estar tentando a creerse el siguiente en la línea de los rais militares después de Nasser, Sadat y Mubarak. Sin embargo, las numerosas víctimas deberían prevenirle contra cualquier ilusión de regresión autoritaria.
A menos que Turquía y Qatar como aliados de los Hermanos Musulmanes, y Arabia Saudita, Emiratos Árabes y EEUU como aliados del Ejército, junto a la Unión Europea, presionen con contundencia hacia un compromiso político efectivo en torno al cese la violencia, la adopción de una constitución inclusiva y la celebración de elecciones libres y justas en el primer trimestre de 2014, Egipto puede descarrilarse irremediablemente. La tormenta de arena abriría así paso al peor escenario: un caluroso verano marcado por la guerra civil, cuyas consecuencias se sentirán en todo el Medio Oriente y el Mundo.