jueves, 4 de abril de 2013

El ascenso del Sur: ¿sostenible o en la cúspide?


María Fernanda Hernández

Asia y América Latina son regiones parte de los llamados “ascendentes del Sur”, según lo catalogó el Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), en su informe anual sobre Desarrollo Humano “El ascenso del Sur: Progreso Humano en un Mundo diverso”, donde se habla del crecimiento del Sur, el cual puede mantenerse sostenible o simplemente haber llegado a la cúspide de sus posibilidades.
Las estrategias que desarrollen actualmente estas regiones determinaran indirectamente la sostenibilidad de su auge. Las regiones del Sur, coinciden en algunas características de su status quo, pero al mismo tiempo guardan entre sí diferencias profundas en sus estrategias –o muchas veces, en la presencia y ausencia de planes estratégicos-, lo que generan una amplia grieta a nivel de sus proyecciones de desarrollo.
Una región milenaria como Asia, luego de recuperar su autonomía en el siglo pasado, se encuentra hoy en día llena de prosperidad económica, tigres e innovación, pero también tiene rivalidades geopolíticas y barreras. Sin duda, es el nicho de potencias consolidadas y emergentes, con una capacidad productiva bastante envidiable. Para nadie es un secreto que existe una gran concentración de países en el Sur y Este de  Asia que han generado un foco de tecnología y han desarrollado estrategias de inversión a largo plazo.
América Latina es parte de este Sur en propulsión, luego de superar desde guerras de guerrillas, fuertes crisis económicas y dictaduras brutales. Hoy en día, es una región que tiene -a pesar de algunas excepciones- una amplia estabilidad política y sistemas democráticos consolidados, prosperidad económica y diversos mecanismos de integración, siendo muchas veces envidiada por su “suerte” -recordemos su exitosa gestión e impacto casi nulo de la crisis económica mundial del 2008-. Aunque América Latina posee en común con Asia la prosperidad económica y las múltiples barreras existentes, no posee tigres ni innovación.
Sin embargo, es utópico augurar escenarios sin obstáculos que superar para estas regiones. Ante desafíos transnacionales –erradicación de la pobreza, disminución de la desigualdad, la seguridad ciudadana o el Cambio Climático- no hay una vía más efectiva que la cooperación y la integración regional -como primer paso- e internacional como el ideal.
Si bien es cierto que para Asia, el proceso de integración regional se ha venido desplegando con elementos –como lo son la eficiencia y el pragmatismo de sus acuerdos y mecanismos- que han catapultado diversos grados de desarrollo económico en los distintos países, esto no es sinónimo de un aumento asegurado de desarrollo humano en todas las regiones del continente. Podemos visualizar esta afirmación en la reciente aprobación de nuevas normativas por parte del Ministro de Educación del movimiento islamista Hamas, quienes gobiernan la Franja de Gaza en Oriente Próximo; normas las cuales impedirán que los hombres impartan clases a las niñas de las Escuelas y se dividirán a los niños de las niñas al cumplir los nueve años. 
En el caso de América Latina, observamos una región con países que se encuentra en una permanente carrera de relevo que promueve el enfoque a resolver coyunturas domésticas y no encargarse de un trabajo estructural. Además, existen elementos básicos que mitigan el proceso de integración con visión de desarrollo, y uno de los principales son las diferencias de los modelos ideológicos que debilitan u obstruyen los distintos mecanismos de integración que han sido creados. Es menester destacar que con la reciente desaparición física de Hugo Chávez, este elemento a nivel regional ha perdido fuerzas y quienes esperaban que el Presidente Correa pudiese liderar de manera similar la ALBA, se quedaron con mucho que desear con el resultado de la propuesta de reforma del Sistema de la Comisión Interamericana de los Derechos Humanos (CIDH) de la OEA; situación que resulta entendible, con la falta de los niveles de carisma y acceso a recursos similares a los que poseía el finado Presidente venezolano.
No cabe duda que los contextos de estas dos regiones que describimos se encuentran en proceso evolutivo -seguramente hace veinticinco años, en términos de desarrollo humano, Polonia en medio de la escasez, el comunismo y la pobreza no imaginaba que algún día iba a estar a la altura de la Unión Europea-. La diferencia entre el grado de prosperidad que pueda alcanzar cada región, radicará en la efectividad de las estrategias de promoción del desarrollo y mecanismos de integración que se apliquen.
Si nos ubicamos desde una perspectiva a largo plazo, definitivamente el principal reto a superar para el continente asiático, será penetrar la barrera cultural que mitiga el proceso integrado de crecimiento, donde se pueda generar una ampliación de las capacidades tecnológicas e inversión en educación al resto del continente, que aumente aún más la productividad y despliegue un amplio y fuerte bloque regional. Por otra parte, para América Latina es vital un cambio en los modelos de desarrollo que se han venido aplicando, y diseñar planes para el progreso en el área de innovación; debido a la ausencia de oportunidades, la gran mayoría de los profesionales prefieren invertir sus conocimientos en países que no solo valoren sus capacidades, sino que puedan ofrecerles un alto nivel de calidad de vida, convirtiéndose esto en una profundad perdida no sólo de capital, sino de talento humano.
Será cuestión de tiempo y políticas aplicadas, las que nos darán respuesta de si este auge del Sur se convertirá en sostenible, o si simplemente muchas de estas regiones ya encontraron la cúspide de sus posibilidades.