martes, 13 de agosto de 2013

La reforma de PEMEX: implicaciones para Venezuela



Dr. Kenneth Ramírez

El Presidente de México, Enrique Peña Nieto, envió al Congreso su proyecto de “Reforma Energética” este 12 de agosto. Así, nuevamente la reforma de PEMEX vuelve a ocupar el centro del debate político mexicano. Desde 2004, la empresa petrolera nacional ha mostrado una disminución del 31% de sus reservas que pasaron desde 20,08 millardos de barriles de petróleo equivalente (MMMBPE) hasta 13,81 MMMBPE en la actualidad; y una declinación de su producción petrolera en 26%, desde 3,4 millones de barriles diarios de petróleo (MMBD) hasta 2,5 MMBD en la actualidad. Aunque PEMEX sigue siendo una empresa rentable –sobre todo a 100 $/Bl-, sus problemas de productividad, la falta de autonomía  operacional y presupuestaria, las exigencias fiscales del Estado mexicano y el poderoso sindicato petrolero mexicano han mermado su capacidad de crecimiento y amenazan la seguridad energética de México. Además, los cambios regulatorios introducidos en 2008, no lograron reactivar la producción, ni atraer tecnología para la exploración y producción de sus prometedores recursos petroleros no convencionales: en aguas profundas se estima la existencia de 29,5 MMMBPE; además los estudios apuntan a un alto potencial en petróleo y gas de esquistos con 13 millardos de barriles y 545 billones de pies cúbicos.
La Administración Peña Nieto ha tomado como fuentes de su Reforma Energética su propia historia y el modelo petrolero brasileño. En primer lugar, ha señalado que el Presidente Lázaro Cárdenas, quien nacionalizó PEMEX en 1938, contemplaba la rectoría del Estado de la explotación de los recursos petroleros y una empresa petrolera nacional, pero permitía la celebración de contratos con terceros con compensaciones para realizar estas actividades. Fueron posteriores reformas, y en especial con el Presidente Adolfo  Ruiz Cortines en 1958, las que cerraron la participación privada en el sector petrolero. En segundo lugar, el Presidente Peña Nieto ha señalado que su reforma contempla la adopción de contratos de utilidad compartida sin que ello implique privatizar PEMEX, y mayores márgenes de autonomía y flexibilidad fiscal, siguiendo el ejemplo de PETROBRAS como empresa petrolera nacional exitosa. Los grandes objetivos propuestos son elevar la producción hasta 3 MMBD en 2018 y 3,5 MMBD en 2025, lo cual generaría 500 mil empleos en 2018 y 2 millones en 2025, y dispararía la inversión en otras áreas conexas, elevando el PIB mexicano en 1% en 2018 y 2% en 2025, permitiendo a México relanzarse como potencia emergente.
El Presidente Peña Nieto cuenta con los votos de su partido PRI, a los que podrían sumarse los del PAN que intentó infructuosamente reformar PEMEX en los sexenios de Vicente Fox y Felipe Calderón –aunque con otra filosofía. Por ello, luce probable que sea aprobada la “Reforma Energética”, siendo su principal escollo la oposición del izquierdista López Obrador quien busca un nuevo aliento.
Si Peña Nieto alcanza sus objetivos, consolidará el cambio en la situación energética de América del Norte hacia una mayor autosuficiencia en las próximas décadas, gracias a las arenas bituminosas de Canadá, el petróleo y gas de esquistos de EEUU, y una mayor producción en México. Esto empujará los precios del petróleo a niveles de 85-90 $/Bl en la presente década e intensificará la competencia para abastecer los mercados asiáticos, incluso entre socios OPEP que están siendo desplazados de América del Norte como Nigeria y Angola.
Todo esto deja a Venezuela frente a una serie de lecciones y retos. En primer lugar, las empresas petroleras nacionales realmente eficientes, son aquellas que se centran en sus actividades medulares, maximizan los ingresos a sus ciudadanos y evitan la politización, como Statoil y PETROBRAS. En este sentido, PDVSA debe regresar a sus tareas petroleras, reducir su implicación en la política partidista y los cargos de Ministro de Energía –agente regulador- y Presidente de PDVSA –operador- deben ser ejercidos por personas diferentes para reducir la discrecionalidad, lo que lleva a la ineficiencia, la mala gestión y la corrupción.
En segundo lugar, nuestro modelo de empresa mixta es demasiado rígido -en comparación con PETROBRAS y ahora PEMEX-, reduciendo al socio a un mero inversionista financiero minoritario sin mayor implicación en las decisiones. Aunque esto da en el papel mayor margen de maniobra a PDVSA, en la práctica al no tener suficiente capital, ha retrasado los proyectos de la Faja Petrolífera del Orinoco (FPO); ya que PDVSA no sólo espera que el socio coloque su parte, sino que aspira también le preste el monto que le corresponde invertir.
En tercer lugar, nos deja ante el reto de aumentar nuestra producción sin lesionar la cohesión de la OPEP y con una diversificación de mercados pragmática y no ideologizada. Las necesidades del pueblo venezolano han aumentado y la economía necesita empuje; ya no son suficientes los ingresos que genera una producción estancada en los últimos años, la cual se ubicó en 2,75 MMBD en el primer semestre de 2013 –por debajo de la cuota OPEP. Resulta necesario empezar a construir cuanto antes un mejorador en la FPO para no perder la competencia, lo cual supone agregar al menos +0,4 MMBD en esta década. Al respecto, el Presidente Maduro debería considerar la salida del Ministro Rafael Ramírez, quien ha fracasado reiteradamente en el cumplimiento del Plan Siembra Petrolera. Una vez que la producción aumente, podemos considerar colocar producción en diferentes mercados, lo cual si bien es sano para nuestra seguridad energética, no está reñido con mantener una sólida posición en EEUU y Europa, ya que la competencia en Asia aumentará y los niveles de precios serán menores.