martes, 14 de mayo de 2013

Obama y la piscina vacía siria



Dr. Kenneth Ramírez
La revuelta siria lleva más de dos años, 90 mil muertos, más de 4 millones de desplazados y 1 millón de refugiados. No debe ser fácil para el Presidente Obama lidiar con el imperativo moral de estas cifras y recordar el Premio Nobel de la Paz, en sus instantes a solas en el Despacho Oval. No obstante, entendiendo los intereses nacionales de EEUU, el Presidente Obama desea mantenerse lejos de este “segundo Irak” potencial y pivotar a Asia-Pacífico.
 
A la catástrofe humanitaria siria, se le ha añadido recientemente, tanto la noticia de que Bashar al-Assad podría haber cruzado la “línea roja” de Obama utilizando armas químicas, como los supuestos intentos de hacerle llegar armamento a su aliado libanés Hezbollah para atacar Israel. Todo esto arrastra cada vez más al Presidente Obama hacia el conflicto sirio en contra de sus mejores cálculos.
 
Hoy por hoy, se ha instalado nuevamente en Washington el debate de si EEUU debe imponer una zona exclusión aérea y armar a los rebeldes sirios, incluso sin el aval del Consejo de Seguridad, en una solución “tipo Bosnia”. La facilidad con la cual Israel ha bombardeado en dos oportunidades –la última de ellas el 4 de mayo de 2013- supuestos cargamentos de misiles que iban dirigidos a Hezbollah, ha generado que se esté hablando de los bajos costos que un ataque aéreo implicaría para EEUU y la posibilidad de realizarlo desde bases ubicadas en suelo israelí o turco. La novedad del debate, es que ya no son sólo los neoconservadores los que alientan al Presidente Obama a tomar medidas, sino los propios asesores de tendencia liberal dentro de la Administración, así como sus aliados Francia, Reino Unido, Turquía, Arabia Saudita y Qatar.
 
Dennis Ross, quien se desempeñó hasta noviembre de 2012 como principal Asesor sobre Medio Oriente de la Administración Obama, ha pasado a defender públicamente la necesidad de proporcionar “ayuda letal” a los rebeldes sirios. El propio Secretario de Estado, John Kerry -al igual que su antecesora Hillary Clinton-, parece ganado para un rol más activo de EEUU en la solución de la guerra civil siria. Aun así, el Presidente Obama ha sido muy prudente ante una decisión que considera costosa y muy riesgosa.
 
El grupo de partidarios de un mayor involucramiento en Siria afirma, que a menos que EEUU tome medidas perderá credibilidad internacional; seguirá subiendo dramáticamente la terrible cifra de muertos, heridos, desplazados y refugiados; se producirá un desbordamiento regional del conflicto –hacia Líbano, Israel, Turquía e Irak-; y aumentará la posibilidad de que islamistas radicales tomen del poder en Damasco.
 
Sin embargo, el Presidente Obama desea asegurarse de que con una participación de EEUU la situación en Siria en particular y el Medio Oriente en general no sólo no va a empeorar, sino que realmente mejorará. Desde su óptica, EEUU tiene muy poco que ganar –más allá de privarle un aliado a Irán- y mucho que perder en las arenas de Damasco. Los temores presidenciales van desde que las armas proporcionadas a los rebeldes acaben en manos equivocadas –como el Frente Al-Nusra, que se afilió en abril pasado a Al-Qaeda- hasta que la caída de Assad desemboque en una guerra sectaria incontrolable -y no en una nueva democracia islámica-, transformando a Siria en un “nuevo Irak” justo al lado de Bagdad -que todavía no termina de estabilizarse- o en un nuevo santuario para Al-Qaeda. En el peor de los escenarios, EEUU y sus aliados podrían verse forzados, aunque el Presidente Obama lo ha negado reiteradamente, a poner “botas sobre el terreno”.
 
Aunque todos estos cálculos lucen razonables, son utilizados por los neoconservadores y otros miembros del Partido Republicano como los Senadores John McCain y Lindsay Graham, para delinear una imagen de Obama como “Presidente débil”. Esto no ha hecho mella en el Presidente Obama debido a la clara oposición de la opinión pública estadounidense a un rol más activo de EEUU en Siria. Las encuestas muestran que los estadounidenses se inclinan a cerrar la larga década de guerras que siguió al 11-S.
 
Si de todas formas Obama termina por ser arrastrado al país de Sham, esto implicaría un claro desafío a la “Gran Estrategia” que delineó en su primer mandato, la cual está compuesta de tres elementos, a saber: 1) Evitar involucrarse en nuevas guerras en Medio Oriente; 2) El “pivote al Pacífico”, concentrando el poder de EEUU en la región económica más dinámica del Mundo y donde se presenta el ascenso de China como desafío estratégico; 3) La reconstrucción de las capacidades de EEUU con reformas económicas y sociales domésticas, lo que denominó el Presidente Obama en su discurso inaugural “construcción nacional en casa” (“national-building at home”).
 
La nueva “Gran Estrategia” fue puesta a prueba en Libia en 2011, pero la Administración Obama dejó que sus aliados europeos tomaran el liderazgo diplomático y militar, lo cual llevó a acuñar la frase “Liderar desde atrás” (“Leading from Behind”). Sin embargo, Siria no es Libia, y en esta situación más difícil, los aliados europeos de EEUU se muestran incapaces de tomar la iniciativa.
 
Por otra parte, las negociaciones nucleares con Irán no avanzan suficientemente, e Israel continúa presionando al respecto, por lo cual la Administración Obama busca conservar suficiente margen de maniobra para hacer creíble la posibilidad del uso de la fuerza y tener así una baza para obligar a Teherán a negociar. Las próximas elecciones presidenciales iraníes en junio próximo serán cruciales para saber el curso que tomará este asunto.
 
Empero, la lógica del “pivote al Pacífico” -como la de cualquier estrategia- es de largo plazo y alcance. El argumento central es que Asia-Pacífico es el nuevo centro de la economía global, y que si EEUU no muestra compromiso estratégico con Japón, Corea del Sur y otros aliados asiáticos, así como su voluntad de permanecer como la potencia pre-eminente en esta región, la misma se convertirá gradualmente en una esfera de influencia china. Además, cualquier respuesta al ascenso de China pasa por aumentar el peso relativo de la economía estadounidense frente a la economía china, por lo cual EEUU requiere realizar reformas domésticas para salir del letargo económico que le provocó la crisis financiera de 2007-08.
 
No obstante, los partidarios de un mayor involucramiento en Siria, responden que a menos que EEUU haga algo para culminar esta crisis, perderá su credibilidad a nivel internacional, y los aliados asiáticos de EEUU concluirían que ya no tiene la voluntad de seguir siendo la potencia global más importante.
 
Si tomamos este último argumento como cierto, China temería una acción estadounidense decisiva en Damasco. Pero lo cierto es -retórica diplomática y vetos en la ONU aparte-, que los estrategas chinos celebrarían tras bastidores una nueva intervención estadounidense en Medio Oriente que implique un debilitamiento del “pivote al Pacífico”. De hecho, la Cancillería china celebró la salida de Hillary Clinton –arquitecto de esta política- y su reemplazo por John Kerry, quien se cree tiene mayor interés por el Medio Oriente.
 
Todos estos cálculos explican por qué Obama sigue intentando agotar todas las vías diplomáticas en Siria. Por ello, la Casa Blanca envió a John Kerry a Moscú –en su primera visita como Secretario de Estado a Rusia-, el pasado 7 de mayo. Producto de sus gestiones diplomáticas, Washington y Moscú acordaron resucitar el “Comunicado de Ginebra” de junio de 2012 que estipula la formación de un gobierno de transición, el llamado a una Conferencia entre las partes beligerantes para junio próximo y el acuerdo de colaboración entre los servicios secretos para determinar si Assad utilizó efectivamente armas químicas. Es decir, Washington trabaja ahora en una salida diplomática para acabar con la guerra civil y establecer una Nueva Siria en condominio con Rusia y menos alineada a Irán. Empero, el gran escollo aquí sigue siendo la negativa de los rebeldes sirios a aceptar la permanencia de Assad en un nuevo gobierno, y la negativa absoluta del mismo a marcharse.
 
Osama bin Laden logró distraer a EEUU por un década respecto al ascenso de China; ahora sólo resta saber si el Presidente Obama evitará ser lanzado de cabeza en la piscina vacía siria, y logrará sacar a EEUU de las arenas movedizas del Medio Oriente para pivotar a Asia-Pacífico.

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