miércoles, 3 de julio de 2013

¿No supo Egipto digerir la democracia?


M.Sc. Belén González

Ya es historia que las protestas de enero de 2011 en Egipto, generaron en apenas 18 días, y en el marco de la llamada Primavera Árabe, un cambio político que se inició con la salida del poder de Hosni Moubarak, quien por 30 años presidió un país donde el 40% de sus 80 millones de habitantes vivía con tan sólo dos dólares o menos al día. Tras la entrega del gobierno al Consejo Supremo de las Fuerzas Armadas, la Junta Militar disolvió el Parlamento, suspendió la Constitución y se anunció el llamado, por primera vez, a elecciones libres en un plazo de 6 meses, lapso que se cumplió con cierta dificultad.
 
Fue así como, un año después, Mohamed Morsi, llegó al poder con un 51,9% de los votos, al mismo tiempo se instaló formalmente un Parlamento resultado de elecciones libres, una institución de dos Cámaras y 508 integrantes. El Partido Libertad y Justicia que representa a los Hermanos Musulmanes, alcanzó 235 escaños, le siguió el movimiento Al Nur, de lo salafistas, ala radical de los sunies, con 123 parlamentarios, mientras que los liberales del partido Wafd, el más antiguo de Egipto, apenas lograron 38 curules, lo mismo que los independientes y otras fuerzas menores de carácter laico.
 
Ahora bien, el flamante nuevo gobierno, encabezado por Morsi, se encargó de promocionar una reforma constitucional que, en lugar de calmar un país hastiado de una pésima calidad de vida, solo generó nuevas protestas populares y caos en las calles. El nuevo texto favorecía enormemente a los Hermanos Musulmanes y daba poderes ilimitados a las fuerzas militares, que incluían la posibilidad de arrestar civiles por la fuerza y otras prerrogativas, lo que solo generaba más temores, dudas y rechazo. Pero además la propuesta fue aprobada en un referéndum popular con un 64% aunque solo contó con la participación del 32,9% del electorado.
 
No es un secreto que el sectarismo de los Hermanos Musulmanes y su incapacidad más que probada para compartir el poder, se sumaron a la aguda crisis económica, y es que desde finales de 2012 la Libra egipcia se ha devaluado un 10%, el desempleo supera el 20% y las reservas de divisas extranjeras se han desplomado más de un 60% desde principios de 2011. Una sumatoria de desatinos ha sembrado en la población la sensación de que los viejos problemas no desaparecieron con la nueva democracia; la escasez de productos, la inseguridad, el mal funcionamiento de los servicios públicos, la corrupción, el abuso de poder de los aliados islamistas, forman parte del rosario de razones que esgrimen los ciudadanos al manifestar su descontento.
 
Pero además, el componente religioso no ayudó, no en vano siempre se dijo que sería difícil encontrar el equilibrio entre los musulmanes moderados y los salafistas. Ciertamente el nacimiento de la democracia en Egipto generaba enormes expectativas para los países de la región y para el mundo, pero aprender a vivir en un sistema desconocido no resulta sencillo, en especial, cuando millones de ciudadanos se sienten defraudados tras una lucha que costo literalmente sangre, sudor y lágrimas. Esta nación vive hoy una enorme y colectiva decepción, lo peligroso es que aún no se sabe si es de la democracia o de la persona a quien correspondió dar los primeros pasos. Pan, justicia y libertad, principios de la revolución de 2011 no encontraron respuesta en el gobierno de Mohamed Morsi, por eso, a muchos no les extraña el desenlace.
 
Hace ya varias semanas que la emblemática Plaza Thair, en El Cairo, se convirtió de nuevo en el epicentro del descontento, las manifestaciones de calle, dejaban al gobierno un sinsabor y la certeza de que se vivían días frágiles, pero Morsi no daba su brazo a torcer, a pesar de que incluso su gabinete lo estaba dejando solo. Cuando la situación se hizo realmente critica, le tocó de nuevo a los militares un rol protagónico, dieron al mandatario un plazo de 48 horas para responder al clamor popular, pero este lo ignoró, y fue así como con los tanques en las calles, el jefe del Ejército, Abdel Fattah al Sisi, Ministro de Defensa, jefe del Consejo Supremo de las Fuerzas Armadas y antiguo líder de la inteligencia militar del país, anunció a través de la televisión estatal que ya Morsi no era presidente y que se suspendía la Constitución.

Los militares egipcios se han desplegado en las calles para ponerse de lado de los ciudadanos en 1977, 1987 y 2011, y aunque nunca tomaron acciones directas, es un hecho que, en esta oportunidad, estamos ante un Golpe de Estado que se ha justificado como una respuesta a la lucha popular. Abdel Fattah al Sisi anunció además que habrá elecciones presidenciales y parlamentarias a la brevedad posible, y mientras se diseña la arquitectura de un nuevo proceso de consulta popular, el vicepresidente del Tribunal Constitucional, Adly Mansur, nacido en 1945 y graduado en Leyes en 1967, se encargará de la presidencia durante el periodo de transición, a pesar de que un altísimo porcentaje de la población no tiene idea de quién es él.
 
Este miércoles 3 de julio de 2013, con los acontecimientos en desarrollo, ya se cerraron los medios de comunicación de corte religioso, especialmente los manejados por los Hermanos Musulmanes, se suspendieron las garantías, se dieron los primeros enfrentamientos violentos con muertos incluidos, y se prohibió a los más relevantes islamistas, entre ellos al ahora ex mandatario, abandonar el país. Todo esto mientras Morsi, declaraba a través de un comunicado que "Todos los ciudadanos, civiles y militares, líderes y soldados, deben comprometerse con la Constitución y la ley y no deben responder a este golpe de Estado". Sin embargo, los sucesos no parecen respetar el hecho cierto de que él llegó al poder como resultado de un proceso electoral legal y legítimo.
 
En la plaza Tahrir el ambiente es festivo, plagado de banderas, vuvuzelas, tarjetas rojas para decirle adiós a Morsi, láseres y fuegos artificiales, pero en contraparte, en la plaza Rabea al Adauiya, decenas de miles de seguidores del depuesto Morsi llaman a viva voz a la idea de un millón de mártires, insistiendo en que están dispuestos a morir, de allí que entre la celebración y la tensión, el principal temor sea que se desate la violencia, y con ella llegue un nuevo baño de sangre.
 
El futuro democrático del país, cuenta con cierta fortaleza a pesar del crítico momento, considerando que la Hoja de Ruta presentada por las Fuerzas Armadas, que incluye un gobierno provisional de tecnócratas civiles, una nueva Constitución y la convocatoria a nuevas elecciones, cuenta con el apoyo de Mohamed el Baradei, portavoz de la oposición, del máximo representante sunita, el jeque de la institución islámica de Al Azhar, Ahmed al Tayeb, y del Papa copto, Teodoro II. Esta es una historia en desarrollo, la gran pregunta sobre el futuro de la democracia en Egipto es: ¿A quién respaldarán los ciudadanos con su voto?, y no solo hablamos de un hombre, sino de una visión del islam, moderada o radical.

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