domingo, 8 de marzo de 2015

El Medio Oriente y el fin de los Acuerdos Sykes – Picot


Prof. Eloy Torres
De las lecciones sobre Historia de la Diplomacia que impartiese el Embajador, Profesor y amigo, Demetrio Boersner destacan unos elementos sobre el Medio Oriente como un escenario  marcado por la inestabilidad. Dos elementos sobresalen: Los acuerdos Sykes- Picot y el petróleo.

El primero, es decir, los acuerdos Sykes- Picot, fue un acuerdo secreto en 1916 entre Francia y Gran Bretaña para establecer las fronteras en toda la zona. En el fondo la idea era repartirse los territorios, una vez derrotada la alianza de los Imperios centrales y el Imperio Otomano. Hemos dicho en otras ocasiones que Rusia estaba incluida en esa ecuación; pero, la Revolución bolchevique modificó esa intención geopolítica. Esos acuerdos fueron bautizados con los nombres de quienes los firmaron: Sir Mark Sykes de Gran Bretaña y François Georges-Picot de Francia.

El segundo elemento es el petróleo. Todos sabemos de la enorme riqueza de ese rubro negro en el subsuelo de esas arenas que hoy arden gracias a la sangre de sus habitantes. Muchos invocan  el hecho religioso, como un detonador determinante; pero, en realidad lo que está detrás de todo ese drama es el oro negro. Muchas veces los analistas se dejan llevar por la prisa mediática. Lo imprevisible de los acontecimientos los arropan y los marcan; pues, nunca alcanzan a descifrar el acertijo; que no es por el idioma árabe, sino que es algo que va más allá de la barrera del idioma. La primera equivocación fue bautizar al proceso que sacudió la polvareda de las arenas árabes, como una  “Primavera Árabe”. Craso error. El mundo árabe no busca la democracia al estilo occidental. Ellos todavía son prisioneros de un esquema conjugado: política, religión y cultura. No hay secularización como ocurrió con el Occidente.

En esa realidad hay una multiplicidad de actores que al mismo tiempo exuda una variedad de visiones e intereses. Ello implica un reacomodo en su situación geográfica. La Invasión de Sadam Hussein en 1990 a Kuwait fue una señal de alarma que apuntaba desconocer los acuerdos Sykes-Picot y que casi nadie observó. Hoy toda esa zona comienza buscar asientos para discutir su realidad. Ella está formada por varias expresiones: los Estados periféricos: Irán, Turquía, Egipto; los Estados centrales que dibujan una media luna geográfica: Israel, Jordania, Irak, Libia y Siria y los Estados del Golfo: Kuwait, Emiratos Árabes, Arabia Saudita, Bahréin, Omán, Qatar y el Yemen. Ciertos analistas incluyen a los de la zona del Cáucaso y del Asia Central de las antiguas repúblicas soviéticas. Todas, a excepción de Israel, tienen un denominador común: el Islam. En una ocasión escribimos sobre el Nuevo Medio Oriente. Hoy se habla de un Medio Oriente ampliado. Éste concepto surgió en el año 2004, durante la Cumbre del G-8 que apuntaba a la extensión de otras zonas geográficas como los del cuerno de África, Sudan, Afganistán y Pakistán. Esta tesis fue retomada por la entonces Secretaria de Estado de EEUU, Condolezza Rice. Esa opinión fue considerada como una nueva estrategia de EEUU para repensar sus intereses en la región con miras a fortalecer el corredor euroasiático con el cual ellos estarían ampliando su influencia hacia el Asia-Pacífico. Es un nuevo Medio Oriente o un Medio Oriente ampliado.

Lo interesante de las ciencias sociales es que el lenguaje mediático incorpora conceptos novedosos. Esto viene a cuento, pues la noción de “Primavera Árabe” introdujo un nuevo elemento discursivo: el MENA. Es decir el Medio Oriente y Norte de África. Aunque no todo se resuelve tan fácilmente. La conflictividad en Siria e Irak ha cambiado todo el discurso y generado el surgimiento de un nuevo paradigma para analizar esta realidad. Hay una complejidad conflictual que se siente en el norte de la zona que abraza al Mediterráneo y que alcanza a Pakistán  El surgimiento del ISIS, el Estado Islámico o el Califato, al principio siglo XXI coloca sobre la mesa de discusión, la posibilidad de reconstruir las fronteras del Medio Oriente, el cual hoy se pretende llamar, ampliado.

El tema de la recomposición fronteriza de esa conflictiva zona no es nuevo. Por lo menos ya ha sido tratado tímidamente por los analistas estadounidenses, aunque no reflejen la definitiva, como oficial, postura del gobierno de EEUU. Nos encontramos con el caso de los kurdos y el  Kurdistán. Éste ya comienza a  mostrar un rostro con forma de mapa. Todos los actores de la zona lo piensan, incluso Turquía, como fórmula para disminuir la conflictividad. Luego del desastre que significó la intervención unilateral de los EEUU en Irak, éste se ve amenazado ante la posibilidad de ser “descuartizado” en tres partes: el Kurdistán, el shiíta y el sunita. El petróleo hace acto de aparición; ese Estado sunita no tendría el oro negro. Irán quedaría como un Estado shiíta puro en esencia y marcado por su visión zoroástrica y perdería territorios en detrimento del Azerbaiyán y del Kurdistán. Azerbaiyán podría convertirse en el punto de apoyo que tendría los EEUU en la zona. El reino de Arabia Saudita también perdería territorios que obtendrían tanto el Yemen como Jordania. Hay versiones según la cual Medina y La Meca se convertirían en un Estado islámico sacro, cuya forma se inspiraría en El Vaticano.

Israel volvería a las fronteras de antes de 1967. Recuérdese que Kissinger habló de la necesidad de que Israel se entendiese con sus conflictivos vecinos. De esta manera, Israel sobreviviría y no desaparecería del mapa. Siria, por su parte, perdería su acceso al Mar Mediterráneo y Rusia no contaría más con su base en Tartus. El Líbano ganaría. Afganistán ganaría en tanto que Pakistán pierde en ese arreglo, particularmente por la mirada satisfecha de su vecina: India.

La tragedia de Siria e Irak potencia este onírico proyecto, cuya viabilidad dependerá del elemento racional que aborde las mentalidades de los decisores. Los últimos hechos entre los cuales destaca los fait accompli de las accidentadas conversaciones entre los líderes, el turco Erdogan y el kurdo Berzani, con un notable giro hacia un entendimiento en la zona, hace que los perdedores en la I Guerra, hoy saldrían beneficiados de la crisis de Siria y del reacomodo fronterizo del cual se habla. Los kurdos tienen en sus manos una gran oportunidad. Pueden crear su propio Estado y dejarían de ser los parias de la zona. Gozan del apoyo estadounidense y el gobierno de Israel observa con buenos ojos, ese entendimiento, pues es un ejemplo que deberían seguir los palestinos. Turquía, hemos dicho en otras ocasiones ha mostrado un pragmatismo en su política exterior. El Medio Oriente es su zona por excelencia. Es el principal socio comercial de los kurdos y promueve la unificación de éstos, siempre y cuando no afecte la seguridad de su frontera. Por su parte, el propio Irán no vería con malos ojos tal entendimiento en el cual los kurdos fortalezcan su presencia en un territorio autónomo. Está por verse.

Evidentemente estamos en presencia de algo que se puede dar o no. Falta mucha tela que cortar. De ser asertiva la propuesta de reacomodar las fronteras, en aras de construir un Medio Oriente extendido, estaríamos frente a un nuevo paradigma que las modificaría, pero no en el sentido pretendido por  Bashar Al Assad o Saddam Hussein, es decir un panarabismo, sino frente a uno  que decretaría la muerte de los acuerdos de Sykes- Picot. Éstos respondían a los intereses de los firmantes: Francia y Gran Bretaña (Rusia no lo firmó, pues vino Lenin y cambió el curso de su política exterior). Aquellos hicieron un reparto acomodaticio de las fronteras en esta zona sin la participación de los sujetos de esos acuerdos. La respuesta habrá que verla. Se avecinan cambios. ¡Sorpresas te da la vida! canta Pedro Navaja de Rubén Blades.

@eloicito

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