jueves, 5 de mayo de 2016

Nagorno-Karabaj: Un fantasma de la Guerra Fría


Lic. Victor Hugo Matos

No existe un conflicto en la historia moderna que, en mayor o menor medida, no haya dejado heridas abiertas  en las sociedades donde se ha producido y en las regiones que han servido de escenario para las batallas del siglo XX; entre las cuales podríamos mencionar las terribles experiencias ocurridas en el Cáucaso o las terribles guerras civiles en África Central. No obstante,  existe otro conflicto, no tan conocido, pero que con los recientes cambios geopolíticos en la antigua órbita soviética, parece haberse reactivado y presenta un desafío considerable para la Unión Europea. Se trata del conflicto de Nagorno-Karabaj.

Para poder entender porque un conflicto tan distante de la frontera “natural” de la Unión Europea resulta vital para los intereses de esta, es necesario saber que Nagorno-Karabaj es una región de la Ex-República Soviética de Azerbaiyán donde la mayoría de la población desde hace mucho tiempo se considera como parte de la cultura armenia (proveniente del país homónimo vecino de Azerbaiyán), lo cual llevaría a una inevitable animosidad entre la mayoría armenia y la minoría azerí; cual espejo de los conflictos étnicos en el Cáucaso.  El punto de mayor conflictividad se produjo después de un referéndum de independencia impulsado por la mayoría armenia en 1988, el cual  atizó las diferencias entre los mismos grupos étnicos y sirvió como motivo para que se dieran las primeras escaramuzas a lo largo de la frontera, que luego degenerarían en una guerra abierta entre los dos países y culminó con el terrible calculó de 30.000 muertos y más de un millón de refugiados,  además de la anexión por parte de Nagorno-Karabaj por Amenia junto a siete regiones más.

Hoy, 22 años después de la entrada en vigor del cese al fuego, la violencia ha vuelto a la  frontera entre Azerbaiyán y Armenia y ha puesto a ambas cerca de un conflicto bélico  dada las recientes bajas de azeríes-armenios en la región antes mencionada que sólo  se han detenido tras un alto al fuego promocionado por Rusia, si bien  ambas partes aún consideran prioritario el control del territorio;  el gobierno azerí liderado por Ilham Aliyev, ha acusado por el gobierno armenio de haber empezado el conflicto, siendo el más beneficiado por un cambio en el statu quo dado que esta crisis le ayuda a reenfocar la atención de los ciudadanos azeríes lejos de los problemas económicos que sufre el país por la bajada de los precios de petróleo.

Sin embargo, resulta insuficiente considerar sólo la variante regional para entender las implicaciones de este conflicto en el futuro, ya que ambos lados se consideran respaldados por dos potencias que, no hace mucho, se encontraban en rumbo de colisión: Rusia y Turquía. En este sentido, Rusia sigue demostrando fortaleza en su acción exterior pese a la lenta recuperación de los precios petroleros, ya que se ha posicionado fuertemente como mediador entre azeríes y armenios; mostrando con el cese al fuego alcanzado hace unas semanas que ha empezado su retorno como eje geopolítico de Asia Central,  toda vez que esta nueva posición le ha permitido forzar al presidente Aliyev a considerar una futura membrecía en la Unión Económica Euroasiática y a la Organización del Tratado de Seguridad Colectiva que no son más que las respuestas rusas a la Unión Europea y la OTAN, aunque esto será posible solo si Vladimir Putin puede generar un acuerdo duradero entre Azerbaiyán y Armenia, dado que este último país es miembro pleno de las dos primeras organizaciones.

A pesar de este claro dominio de Rusia dentro de las negociaciones,  Turquía tampoco queda atrás y ha recalcado su apoyo a Azerbaiyán contra Armenia,  a la que ha criticado duramente. Esto es entendible dado que el interés turco se extiende a limitar cualquier posibilidad de que Armenia expanda su base de poder con adquisiciones territoriales y bien preferiría que Azerbaiyán,  con quien ha entablando beneficiosas alianzas en el sector petrolero y gasífero, obtuviera mayores réditos en cualquier acuerdo de paz final.

Indudablemente, los líderes europeos deberían estar considerando ambas vertientes del conflicto con extrema preocupación, ya que una escalada del conflicto pondría a la Unión Europea en una posición incómoda en la medida en que se vería obligada a asumir una posición dentro del conflicto, dadas las irreductibles posiciones de ambos lados y la imposibilidad de que Endrogan o Putin favorezcan una salida “justa”, si es que ese concepto existe mas allá de los pasillos de Bruselas.

Lo que resulta claro es que la Unión Europea ha perdido la posibilidad de actuar en su papel  natural de mediador y se enfrenta ahora a una decisión de la cual no obtendría ningún beneficio, ya que si apoya a Azerbaiyán y por ende a Turquía,  esta conseguirá una ventaja en cualquier futura negociación y profundizará el conflicto con Rusia, en cambio si apoyará a los milicianos armenios y por ende a Rusia pondría a los gobiernos de Europa del Este en una posición incómoda hacia sus ciudadanos, sin contar el hecho de que sería una invitación a Rusia a seguir expandiendo su influencia.

Considerado este escenario y dado el antecedente de Ucrania, cuyos resultados podemos observar tras la dimisión del Primer Ministro Arseni Yatseniuk, o las disonancias internas que ha producido el acuerdo con Turquía, es muy probable que frente a la posibilidad de un nuevo conflicto que desestabilice Asia Central,  el liderazgo europeo recurra a las tácticas usuales: esquivar y cubrirse hasta que pase el temporal.

@ViktorRonin

No hay comentarios:

Publicar un comentario