viernes, 24 de abril de 2015

Genocidio Armenio: Una herida abierta


Iván Rojas Álvarez

Hoy, 24 de abril de 2015,  se conmemora el primer centenario del inicio del llamado genocidio armenio, el primer acto de esta naturaleza cometido durante el siglo XX. En esta fecha el gobierno otomano decidió apresar a 250 periodistas, intelectuales y otros líderes de la comunidad armenia en Constantinopla (hoy Estambul). Ese día, llamado por algunos el domingo rojo, marcó el inicio un ataque sistemático contra la comunidad armenia en lo que actualmente es Turquía, con el fin de exterminarlos completamente, sometiéndolos a ejecuciones, violaciones masivas, marchas forzadas hacia el desierto y el posterior ultraje y robo de sus propiedades y posesiones. Se estima que entre un millón y un millón y medio de armenios fallecieron en este proceso.

Aún hoy podemos sentir las secuelas de tan devastadores hechos, y es sorprendente que un siglo después el gobierno turco siga minimizando y negando la escala de la tragedia, absteniéndose de considerarla un genocidio y tratando de ponerla en el contexto de las muertes ocurridas durante la Primera Guerra Mundial. Durante los últimos días, tanto el Parlamento Europeo como el Papa Francisco, han hecho referencia de forma bastante notoria a estos deplorables hechos, y la única respuesta obtenida por parte del gobierno turco ha sido el más enérgico rechazo.

La naturaleza de estas acciones como un genocidio no están en discusión, después del holocausto ocurrido durante la Segunda Guerra Mundial, el genocidio armenio es probablemente el más estudiado y documentado, incluso Raphaël Lemkin, jurista quien formuló el concepto de genocidio, se inspiró en el genocidio armenio para poner en marcha su trabajo en la materia. En Venezuela tenemos en la obra del famoso militar y escritor Rafael de Nogales Méndez, “Cuatro años bajo la Media Luna”, en cuyas páginas hay referencias a la masacre armenia, situación la cual movió al militar tachirense a abandonar las filas otomanas.

No está de más que decir que esta postura intransigente del gobierno turco en este tema, la cual podríamos unir a su trato hacia las comunidades kurdas del este del territorio, su injerencia en Chipre a través del apoyo a la República Islámica de Chipre del Norte, han trancado de alguna manera las posibilidades de Turquía de surgir como una verdadera voz de peso dentro de la Comunidad Internacional y un mediador eficiente entre Occidente y los Estados de Medio Oriente. Podría considerarse incluso que con el gobierno de Recep Tayyip Erdoğan y el Partido de la Justicia y el Desarrollo (AKP), Turquía ha de hecho retrocedido en el proceso de maduración política necesario para asumir responsabilidades como potencia regional emergente.

Turquía y Armenia por supuesto carecen de relaciones diplomáticas en la actualidad y sus fronteras están cerradas, hecho que lastima a ambas economías, y no se avizora en el horizonte una solución distinta a que Turquía de su brazo a torcer y reconozca las atrocidades cometidas. Con este centenario, la difusión de lo ocurrido y la presión sobre el gobierno turco se incrementará, en buena medida debido al rol activo de la diáspora de más de 8 millones de armenios en el Mundo, de los que un pequeño y muy laborioso grupo hacen vida en Venezuela –el cual logró que nuestra Asamblea Nacional reconociera el genocidio armenio en 2005. Empero, queda de parte de cada uno de los Estados miembros de la Comunidad Internacional, convertir o no este tema en uno importante en la agenda de sus relaciones con Ankara.

A la sociedad civil solo le queda seguir trabajando en la difusión y educación sobre estos hechos, tal como han hecho iniciativas como el Genocide Education Project, entre muchas otras más, al igual que cualesquiera otros acontecimientos que siguen siendo tapados por los gobiernos y que lo único que logran es perpetuar el estancamiento y no el progreso de las sociedades, pues perpetúan odios y resquemores innecesarios entre grupos étnicos, nacionales, sociales y/o religiosos, que sólo generan muerte, destrucción y desentendimientos, en contraposición a la necesaria cooperación, diálogo, tolerancia y progreso, que siempre son posibles cuando los Estados tratan de construir viendo hacia el futuro en vez de hacia el pasado.


@IvanRojas92

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