Prof. Angel Castillo Siri
La voluntad política de los líderes del Euro afronta cada vez mayores pruebas. Desde las elecciones en Francia y en Grecia ocurridas hace un mes, la cotización frente al dólar cayó del nivel de 1,30 USD/EUR a un nivel de 1,24 USD/EUR, cerca de un 5% menos. España, sin embargo, es el centro de las preocupaciones de la Eurozona debido a la posible crisis bancaria que se viene gestando en los últimos meses y cuya señal de alarma fue la nacionalización y rescate de Bankia, principal banco del mercado doméstico, a principios de mayo.
Los problemas de Bankia se relacionan a su exposición a hipotecas y activos del sector inmobiliario, que representaba en España casi la sexta parte del PIB antes de la crisis. Las pérdidas de este año, cifradas en cerca de EUR 3.500 millones y las segundas en la historia de España, llevaron a que el gobierno inyectara hasta EUR 19.000 millones del Fondo de Reestructuración Ordenada Bancaria (FROB). Los temores de una crisis financiera son elevados, y el gobierno declara, como es de esperarse, que el problema se limita a solo determinadas entidades. El 11 de junio el FMI emitirá un informe que dará mayores luces sobre el contagio de la crisis dentro del sistema financiero.
A diferencia de la crisis de 2008, cuando España presentaba un superávit fiscal de 1,9% del PIB en sus resultados del año anterior, el gobierno no tendrá capacidad para financiar un plan de rescate masivo. Por ello, España ya avisora, a su pesar, recurrir a la Unión Europea para obtener financiamiento del Fondo Europeo de Estabilidad Financiera (FEEF). La propuesta, sin embargo, plantea que los fondos sean dirigidos directamente a la banca a través del FROB, no al gobierno, para evitar así atarse a las condiciones de equilibrio macroeconómico para obtener los recursos.
El problema es que parece inevitable una crisis financiera de cierta magnitud en España en pocos meses: solo durante el primer trimestre del año el Banco de España registró una salida de EUR 97.000 millones. Eso equivale al déficit fiscal del año 2010, cuando este indicador se ubicaba en -9,2% del PIB de ese año. La situación actual refuerza esta tendencia, acompañada del aumento de la prima de riesgo del país que se acerca ya al 7% y el reto es evitar que los fondos de rescate se vayan tan rápidamente como entraron.
Una crisis financiera en estas condiciones puede llevar a un “corralito” español, lo cual significa, de facto, una moratoria como la que se ha tratado de evitar en Grecia por los últimos dos años. También este era el temor respecto a Francia en el otoño pasado cuando la calificación de los principales bancos franceses fue reducida por las agencias calificadoras debido a que sus activos estaban contaminados por bonos griegos de alto riesgo, solo que la crisis española es causada por el deterioro de los propios activos y de los negocios de la banca y por la salida masiva de capitales, aumentando el riesgo de insolvencia.
España es la cuarta economía de la Eurozona, representando un 11% del PIB, por lo que las necesidades de financiamiento son sustancialmente mayores que las de Grecia. Solicitar fondos del FEEF implicará nuevas condiciones además de las medidas de austeridad aplicadas por el gobierno de Rajoy, lo que incrementará el descontento y la inestabilidad política. El manejo de la crisis tendrá reflejo en Italia, la tercera economía de la zona, en condiciones parecida a la española e incidirá en el comercio y la producción, exacerbando la crisis.
Si Alemania persiste en el sostenimiento del euro, como hasta ahora, veremos en pocas semanas la aprobación de un plan de rescate a la medida para la banca española luego de precisar las instituciones afectadas, incluyendo reformas en la estructura del sistema financiero a través de fusiones y adquisiciones. Paralelamente, se tratará de corregir otra de las debilidades institucionales del euro a semejanza del propio FEEF y del Pacto Fiscal, generando un mecanismo europeo para la estabilidad bancaria y reforzando la supervisión de los órganos de la UE sobre el sistema financiero, con planes de ayuda preestablecidos. El efecto esperado sería recuperar la confianza en el sistema financiero español y frenar la salida de capitales en un par de meses, con repercusiones positivas en Italia que permitan a Europa concentrarse nuevamente en la situación de Grecia.