Dr.
Kenneth Ramírez
El
pasado 28 de junio, se cumplió un siglo del asesinato del Archiduque Francisco
Fernando de Habsburgo –heredero del Imperio Austrohúngaro- en Sarajevo, lo cual
desembocó en el estallido de la I Guerra Mundial. Cuatro imperios quedaron
liquidados y el Imperio Británico quedó debilitado, dos potencias emergían por
el Este y por el Oeste de una Europa destruida, alrededor de veinte millones de
muertos, hambruna, auge de los extremismos, y como si fuera poco, una Paz de
Versalles –tan utópica como miope- que condujo a la siguiente guerra aún más
destructiva.
La
larga sombra de la “Gran Guerra” se extiende hasta nuestros días para
plantearnos algunos paralelismos inquietantes. Hoy, como entonces, las
comunicaciones, el comercio y las nuevas tecnologías –el teléfono, el tren, el
barco de vapor y la lámpara incandescente, entre otros- vivían una Edad de Oro
–incluso llamada por algunos “primera globalización”. Sin embargo, nada de ello
impidió el inicio de una gran conflagración como nunca antes había visto el
Mundo, donde incluso se utilizaron por primera vez armas químicas.
Si
en 1914 teníamos a Gran Bretaña como potencia hegemónica en declive relativo
frente a Alemania como potencia emergente, hoy tenemos una historia similar con
EEUU y China. De hecho, el “Pivote al Pacífico” de la Administración Obama en
2014, recuerda al “Compromiso Continental” de Gran Bretaña en 1914 –ambos orientados
a crear un sistema de alianzas para fortalecer el statu quo-; así como el
“Sueño Chino” de Xi Jinping en 2014, recuerda a la “Weltpolitik” del Káiser
Guillermo II en 1914 -ambos obsesionados con la paridad estratégica con la
potencia hegemónica.
La
remembranza de 1914 se acentúa en Asia Oriental con la rivalidad entre China y
Japón -que recuerdan al Imperio Alemán y Francia respectivamente, este último
además, aliado del hegemón y una potencia regional declinante-; con las
disputas territoriales; con el regreso del nacionalismo de la mano de Xi
Jinping en China, Shinzo Abe en Japón y Narendra Modi en India; la competencia
económica; las carreras armamentistas y la proliferación nuclear; la división
de la Península Coreana; una obsesión con el prestigio; y la casi inexistencia
de mecanismos de cooperación para resolver conflictos. La desconfianza y la
política de poder están a la orden del día en la Asia de 2014, como lo
estuvieron en la Europa de 1914.
Abriendo
aún más el lente, se encuentra el Medio Oriente -los “Balcanes Globales”-, de
los cuales depende cada vez más energéticamente Asia Oriental en general, y
China en particular. El mapa de Medio Oriente fue redibujado después de la I
Guerra Mundial siguiendo el Tratado Sykes-Picot de 1916, mediante el cual fue
liquidado el Imperio Otomano, mientras Francia y Gran Bretaña como potencias
coloniales se encargaban de gestionar conflictos y mantener las fronteras trazadas,
que posteriormente constituyeron los actuales Estados. Asimismo, la Declaración
Balfour de 1917, puso en marcha el proceso de creación de Israel en Palestina,
dando origen a un conflicto que aún sigue abierto.
Después
de la crisis de Suez en 1956, EEUU asumió el rol hegemónico en la región.
Empero, hoy por hoy, un EEUU agotado y dubitativo tras las guerras de Irak y
Afganistán, ha hecho que el “Orden de Sykes-Picot” luzca insostenible. El vacío
de poder ha sido ocupado por potencias regionales como Irán, Arabia Saudita y
Turquía, grupos terroristas y movimientos islámicos. De hecho, durante la
reciente invasión del grupo terrorista Estado Islámico de Irak y Levante –ISIS,
por sus siglas en inglés- a Irak desde Siria, los yihadistas han colocado como
etiqueta en Twitter “fin de Sykes-Picot” (#SykesPicotOver), cuestionando las
fronteras existentes –más específicamente, la existencia de Siria, Irak,
Jordania, Líbano e Israel- con su proyecto de construcción de un Califato
Islámico en el Mediterráneo Oriental. En todo caso, las alianzas de estos diversos
actores regionales con potencias globales, señalan los riesgos de escalada
global de un conflicto local, tal como sucedió en 1914 con los Balcanes.
Mucho
hemos progresado desde 1914, y la existencia de armas nucleares como elemento
destructivo y disuasivo a la vez, invita a pensar que los altos costos de una
guerra a gran escala la hacen absolutamente irracional. Sin embargo, siempre
resulta necesario revisitar las lecciones del pasado para construir un Mundo
más seguro. No olvidemos que meses antes del estallido de la I Guerra Mundial,
los principales actores políticos involucrados consideraban el desastre
inminente como “imposible”; y la opinión pública europea en la “Era Eduardiana”
creía que la guerra era una “reliquia del pasado”, ya que el último conflicto a
gran escala en Europa había sido zanjado en el campo de batalla de Waterloo y
los salones diplomáticos de Viena en 1815. Como ejemplo de ello, el escritor y
político británico, Sir Norman Angell, publicó La Gran Ilusión en 1910, donde señalaba que una guerra entre Gran
Bretaña y Alemania resultaba “impensable” e “irracional”, debido a su gran
“interdependencia económica”. Esto nos lleva a concluir, que los mayores
peligros pueden estar en el pensamiento utópico, en la complacencia de la
opinión pública y la falta de un liderazgo político responsable.
Las
Relaciones Internacionales como disciplina científica nació producto de los
horrores de la I Guerra Mundial, que políticos, diplomáticos y académicos
buscaban que no volvieran a repetirse; de manera que, los Internacionalistas
como sus cultores, debemos invitar a reflexionar un día como hoy sobre los ecos
de 1914 y los riesgos de repetir errores que nos lleven a un nuevo infierno.
@kenopina