Dr. Kenneth Ramírez
El
10 de septiembre de 2014, Barack Obama pronunció desde el Piso de Estado de la
Casa Blanca, su esperado discurso sobre la estrategia contra el Estado Islámico
de Irak y Levante (por sus siglas en inglés, ISIS). En buena medida, el
discurso vino a ser un control de daños de su desafortunada frase “aún no
tenemos estrategia contra ISIS”, la cual emitió en una rueda de prensa al
finalizar sus breves vacaciones en Martha’s Vineyard el pasado 28 de agosto.
Asimismo, viene a reconocer que subestimó al ISIS cuando a principio de este
año lo comparó con un equipo de baloncesto novato: “La analogía que hacemos a
veces, es que si un equipo junior se pone una camiseta de los Lakers, eso no lo
convierte en Kobe Bryant”. Sin duda, registros para una antología de retórica
fallida.
Además,
Obama trató de lucir firme ante una opinión pública estadounidense que lo
percibe como “débil e indeciso” en política exterior, pero que apoya en un 70%
los ataques aéreos al ISIS ordenados el pasado 7 de agosto ante el avance de
los yihadistas en dirección a Erbil y Bagdad, y sobre todo tras las salvajes
decapitaciones de periodistas estadounidenses –James Foley y Steven Sotloff. Sin
embargo, en plena antesala del decimotercer aniversario del 11-S, Obama intentó
distanciarse una vez más de su antecesor George W. Bush cuyo legado continúa
arrojando sombra sobre su Presidencia. En este sentido, puede leerse el término
“estrategia anti-terrorista” –en lugar de “anti-insurgencia” utilizado por la
Administración Bush para Afganistán e Irak- esgrimido por Obama, sin dejar de
recordar sus éxitos aniquilando líderes terroristas –desde Osama bin Laden en
Pakistán en 2011 hasta Ahmed Godane recientemente en Somalia.
Asimismo,
Obama subrayó que ISIS “ni es un Estado ni es Islámico”, sino un grupo
terrorista que constituye “un cáncer” para la estabilidad regional y los intereses
de EEUU. Este mensaje estuvo dirigido a socavar el fuerte impacto mediático que
ha tenido ISIS dentro y fuera del Mundo islámico, desde que su líder Abubaker
Al-Bagdadi declaró el Califato Islámico con sede en Raqqa (Siria) tras su toma
de Mosul (Irak) el pasado 10 de junio. Al respecto, Obama dejó claro que no
estamos frente a un nuevo Harún al-Rashid, quinto Califa de la Dinastía Abasí, quien
construyó a finales del siglo VII un Palacio en Raqqa para gobernar un extenso imperio
-desde Túnez a Pakistán en la actualidad-, e impulsó el despertar islámico en
ciencia, música y arte. Al-Bagdadi es un terrorista feroz que ha desplegado una
persecución contra minorías religiosas, ha instaurado ejecuciones públicas como
“espectáculo” de los viernes en la Plaza al-Na’im de Raqqa y ha destruido santuarios
como la tumba del Profeta Jonás en Mosul.
Respecto
a la estrategia contra ISIS, el discurso aportó poca novedad. Obama reiteró que
el objetivo consiste en “degradar y en última instancia destruir” al ISIS.
Previamente habíamos conocido que la estrategia consistía en un “compromiso a
largo plazo” con el apoyo de una “amplia coalición” internacional. Aunque no
dio mayores detalles, fuentes del Pentágono han revelado que se estima un
esfuerzo de al menos 3 años, lo cual excedería la permanencia de Obama en la
Casa Blanca y terminaría de enterrar su “pivote al Pacífico”. Respecto a la
coalición se han mencionado 40 países, donde destacan Reino Unido, Francia,
Turquía, Australia, Arabia Saudita y Egipto. Irán también colaborará aunque
informalmente.
La
estrategia está basada en ataques aéreos, el envío de tropas sólo para labores
de asesoría y entrenamiento –ante el rechazo de la opinión pública a
involucrarse de lleno en una nueva guerra-, y transferencia de armas. En Irak,
todo esto está condicionado a la consolidación del gobierno de unidad nacional
liderado por Haider al-Abadi que permita fortalecer las fuerzas armadas
iraquíes, así como en el apoyo del Gobierno Regional del Kurdistán iraquí que
está en la primera línea contra ISIS. Aquí Obama subrayó los 153 ataques aéreos
que se han realizado hasta ahora y el envío de 475 soldados adicionales, lo
cual elevará el total a 1618.
Respecto
a Siria, Obama confirmó la conexión entre los dos tableros y un reconocimiento
implícito de su error de no bombardear el año pasado. Confirmó que Assad debía
marcharse ya que “no podemos confiar en un régimen que aterroriza a su pueblo” –en
referencia al terrible saldo de 200 mil muertos, 3 millones de refugiados y 6,6
millones de desplazados de tres años de guerra civil- y anunció que enviará
ayuda militar –sin especificar- a los rebeldes moderados sirios. Al respecto, Obama
ya había solicitado al Congreso en junio 500 millones de dólares -lo cual sólo permitirá
armar y mantener una brigada por año y medio.
El
problema con esta estrategia es que, si bien parte de lo que es posible ante la
fatiga estratégica de EEUU, no parece que resolverá el problema completamente.
ISIS, a diferencia de Al-Qaeda, no sólo es una red terrorista, sino una milicia
terrorista bien financiada y apertrechada que ha sentado las bases de un
proto-Estado. En este sentido, tiene mucho más parecido con el Hezbollah
libanés.
En
consecuencia, la estrategia tiene una alta probabilidad de expulsar al ISIS de
Irak debido al efecto combinado de los bombardeos, y el avance de los
peshmergas kurdos, las milicias shiítas iraquíes y las Fuerzas Al-Quds iraníes;
aunque un éxito definitivo se encuentra en dependencia de la inclusión de los
sunitas en un Estado federal sólido, que permita quitarle la base de apoyo al
ISIS. En Siria, en cambio, la estrategia tiene más posibilidades de degradar
que de destruir al ISIS, al no enviarse tropas al terreno. Además, Assad es
aliado de Irán y Turquía duda en comprometerse debido a los 80 ciudadanos
turcos que se encuentran secuestrados por ISIS. Al respecto, Obama ha guardado
silencio, voceros de Irán han señalado que su estrategia contra ISIS es
“ambigua” y los rebeldes moderados agrupados en la Coalición Nacional Siria han
señalado que la estrategia resulta insuficiente al no buscar la caída de Assad.
Todo esto parece indicarnos que Obama está optando a largo plazo por fortalecer
a los rebeldes moderados e intentar retomar el proceso de paz de Ginebra, pero
Assad ahora se encuentra convencido de que es necesario para derrotar al ISIS y
no se marchará. Quizás la clave se encuentra en la frase de Obama “en última
instancia destruir ISIS”. Es decir, dejará a su sucesor la tarea de resolver el
rompecabezas sirio.
Finalmente, todo esto implica
que América Latina seguirá teniendo una prioridad baja en la agenda exterior de
EEUU al menos hasta enero de 2017 cuando Obama se marche, y los gobiernos
latinoamericanos continuarán con la autonomía que han gozado desde la caída de
las Torres Gemelas: Para bien o para mal.
@kenopina