Prof. Eloy Torres
El
pasado miércoles 29 de junio de 2016, el Consejo Venezolano de Relaciones Internacionales
(COVRI) realizó una mesa redonda para discutir las consecuencias del Brexit.
Fue un éxito. Lo confirmó la muy seria presencia de expertos quienes hicieron
un alto a sus compromisos personales y se lanzaron al ruedo para demostrarcon
sus opiniones que la velocidad de los acontecimientos no podía ser un impedimento
para analizar el tema. Ciertamente, el caso del Brexit aún reserva elementos a
descifrar. No todo está escrito. Mientras, la desgracia crece. Había que hacer
algo y el COVRI lo hizo. El Dr. Kenneth Ramírez, Presidente de éste, luego de
la reunión, palabras más, palabras menos, comentó en términos llenos de asombro
y regocijo: “parecíamos a los músicos del Titanic; tocamos una bella melodía,
mientras el barco se hunde”. Esto viene a cuento, pues el Mundo observa con una
pasmosa tranquilidad el desarrollo de un desastre que se avecina y éste, no
hace nada.
El
Brexit tiene implicaciones lúdicas muy interesantes. Es una jugada que resume
la tesis de Hegel, sobre la astucia de la razón. La Unión Europea (UE) confirmó
que la racionalidad es el arma o el instrumento con el que interpretamos la
historia, pero, ésta no prestó atención a los hechos. La UE no observó que el
Brexit pudiera ser uno de esos “hechos” señalado por Hegel; lo decimos para
poder comprender el proceso racional de la historia, en este caso de la UE. Hay
siempre que ponderar la posibilidad que las cosas no tienen el resultado
deseado por los actores en las relaciones internacionales. Siempre surge un ocurrente
jugador que descuadra el juego. El Brexit pintaba como el punto débil de la UE
y se confirmó: el Brexit está aquí.
No
fue suficiente la dogmática visión según la cual la UE expresaba la
racionalidad y su existencia articulaba cabalmente los deseos de sus miembros. Europa
sin la UE no existe, pues sólo en ella se puede conciliar la individualidad de
cada Estado y los elementos universales de la UE. Esto, se pensaba
dogmáticamente y ocurrió lo que sentenciase, en alguna ocasión, Cheo Feliciano:
“de cualquier malla, sale un ratón”. Pues, el Brexit descuadró el juego y sus
consecuencias son impredecibles.
Gran
Bretaña, como conglomerado de naciones expresa, la condición de ser un Estado insular.
Por lo que no es difícil extender esa condición a otros Estados de nuestro hemisferio
que tienen una situación geográfica similar, y no me refiero a las viejas
colonias caribeñas, que también, sino a las de origen español, como es el caso
de Cuba. Ella ejerce una política exterior muy distante de los Estados continentales.
Está el caso absurdo de Venezuela que ha estado hablando durante un poco más de
17 años sobre una supuesta conjunción fraternal con Cuba. Bien lejos, dirían
los cubanos. El caso es que la UE jamás debió contar con la anuencia de la
pérfida Albión, como llamaban a Gran Bretaña, durante el siglo XIX. En primer lugar,
nunca se asoció a la unión monetaria y al mecanismo migratorio de Schengen,
luego su población siempre observó- desde la perspectiva económica y política- con
suspicacias su integración real a la Unión europea. Más allá de los elementos
formales que siempre han diferenciado a Gran Bretaña de la Europa continental, entre
ellos, los geográficos; ella está más asociada a los EEUU que al continente
europeo. Ella es axiológicamente hablando, mitad europea, mitad estadounidense
y el Atlantismo es su máxima
expresión.
Ciertamente
la Gran Bretaña nunca ha estado verdaderamente inserta en la UE, por lo que,
entonces, ella no se marcha; simplemente se consuma un hecho. Las
implicaciones, como todas aquellas que afectan las relaciones internacionales,
se observarán y ya los estamos haciendo. La pasada y reciente, como señalada
Mesa Redonda del COVRI, lo confirma. Algunos analistas consideran que no deben
verse, en términos catastróficos, los resultados de ese referéndum; entre ellos
este escribidor. La UE no observa riesgos de disolución, por ahora. Lo que si
es cierto es que este resultado obliga a repensar en términos, también lúdicos,
a jugar con otras reglas de juego. Para ello se requiere de una visión realista
de estas relaciones internacionales del siglo XXI.
Alemania
y Francia no deben temer. La primera, es de hecho la UE; en tanto que la
segunda se beneficia de una importancia estratégica muy grande. Los países más
pequeños, con serios problemas económicos se amparan en esta realidad que les
socorre y que aceptan ser socorridos por la UE. Por ejemplo, Grecia, la díscola
y eternamente dionisíaca, busca navegar entre dos aguas: la de su condición de
ser una nación históricamente hablando europea y la que se nutre de populismo por
esa condición histórica. Hoy Tsipras ha actuado, más con el cerebro que con el
fatuo recuerdo del pasado. Asumió como suyo lo que diría el filósofo del tiempo,
el pensador mexicano Doménico Cieri Estrada: “Trae el pasado, sólo para
construir”.
La
UE se podría redefinir sobre la base de una nueva realidad. Sus
vulnerabilidades le ofrecen campo para fortalecerse. Escocia, Suecia e Irlanda,
con sus problemas permanecerían. Europa encontraría un escenario para
revitalizarse. Lo que es posible es el declive de la Commonwealth. Me permito
repetir a mi buen amigo, el Dr. Kenneth Ramírez, quien adelantó una tesis en
términos muy coloquiales: “El asunto del Brexit, beneficiaría a Venezuela en su
tensión con Guyana”. Ese contencioso, agrego yo, mostraría un elemento
dinamizador favorable para nuestro país, pero (como siempre esa conjunción
adversativa) necesitamos una política exterior acorde con estas circunstancias.
Se requiere de inteligencia, audacia, decisión y sobre todo de una política
exterior que no tenemos. Hoy lo que exhibimos es una desfachatada postura
defensiva,en términos muy agresivos, alejados de lo que verdaderamente
Venezuela requiere.
La
actual política exterior venezolana y su diplomacia apuntan su accionar a proteger
el adefesio chavista- madurista institucionalizado, y en mala hora en el país,
desde hace 17 años. El gobierno desesperado resguarda su gestión arrinconada en
el Hemisferio. Éste, no atina a comprender que el mundo cambia y que el
petróleo ya no es una carta para jugar duro. Ellos deberían estudiar los
imponderables de los que hablaba Hegel a la hora de explicar la astucia de la
razón y la racionalidad de la historia. Deben comprender que su proyecto
chavista- madurista ha fracasado, justamente por estar fuera de la historia y
por no ponderar que las relaciones internacionales no son un juego para
improvisados enfermos de dogmatismo trasnochado. Aprendan lo que el Brexit
indica.
@eloicito