Dr. Kenneth Ramírez
Los mandatarios Juan Manuel
Santos y Nicolás Maduro han logrado reconciliarse y han prometido relanzar las
relaciones bilaterales durante la reunión sostenida este lunes 22 de julio en
Puerto Ayacucho. La cita fue el primer encuentro bilateral desde que el Presidente Santos
asistió por poco tiempo a la toma de posesión de Nicolás Maduro el pasado 19 de
abril, y vino a cerrar el impase provocado posteriormente por la audiencia
privada concedida por el Presidente Santos a Henrique Capriles Radonski el pasado
29 de mayo, quien ha desconocido los resultados de las elecciones del 14-A y ha
solicitado a varios gobiernos y parlamentos latinoamericanos que presionen al
gobierno venezolano para la celebración de una auditoría electoral a todos los
materiales de votación de conformidad a la “Declaración de Lima” adoptada por
UNASUR.
Recordemos que el Presidente Maduro reaccionó
desproporcionadamente a la reunión Santos-Capriles, denunciando que desde
“los más altos poderes del Estado colombiano” se conspiraba para derrocarlo y
hasta asesinarlo; por lo
cual en su opinión, se habían quebrantado los Acuerdos de Santa Marta del 10 de
agosto de 2010, según los cuales el Presidente Santos convino preservar las
buenas relaciones políticas, mientras que Venezuela aceptó reactivar el
comercio bilateral. Tal situación develó el objetivo central de la diplomacia
de Maduro en sus primeros 100 días: lograr reconocimiento y legitimidad
internacional. Sin embargo, una vez alcanzado este objetivo, y habiendo
recordado al gobierno colombiano y al Mundo los costos de intervenir en los
asuntos internos de Venezuela, la reconciliación ha sido posible.
Desde la Casa de Nariño, el Presidente Santos sostuvo en
variadas ocasiones que todo esto había
sido producto de un “mal entendido”. En realidad, resulta bastante normal en
nuestros tiempos, que un Presidente democrático reciba al líder opositor de un
país vecino y escuche sus puntos de vista, sobre todo cuando existen simpatías
ideológicas y diferentes actores políticos colombianos lo exigían –incluyendo
los Ex-Presidentes Pastrana y Uribe.
Lo cierto es que la reunión de Puerto Ayacucho ha
reactivado una relación que estaba “un poco fría” en palabras de la Canciller
Holguín. Santos apeló a Bolívar como Padre común y a una relación constructiva
como parte del legado de Chávez, para acercarse psíquicamente a Maduro y reparar
los vínculos. También parece que acudió a los buenos oficios del Presidente
Correa y del Ex–Presidente Lula, a quienes Maduro manifestó agradecimiento por
su interés en el encuentro. Aun así, la diferencia de estilo entre Chávez y
Maduro quedó en evidencia en la rueda de prensa, ya que si bien se mostró
cordialidad diplomática, hubo ausencia de sonrisas, discursos inflamados y
gestos grandilocuentes.
No obstante, más allá de estilos e ideologías, ha quedado
demostrado una vez más, que los intereses son los lazos más sólidos que unen a
los gobiernos de dos países vecinos. El enfoque pragmático seguido por el
Presidente Santos hacia Caracas, le ha permitido no sólo cobrar la mayor parte
de la deuda que el gobierno venezolano tenía con los exportadores colombianos,
sino impulsar el comercio bilateral. En este sentido, aunque aún se encuentra
lejos de los 7 millardos de dólares que alcanzó en 2008 antes de la última gran
ruptura Chávez-Uribe, ha venido creciendo sostenidamente desde la llegada de
Santos al poder, pasando desde 1,7 millardos de dólares en 2010 hasta 3,2
millardos de dólares en 2012.
Igualmente, el Presidente Santos ha logrado que se
mantenga la presencia del gobierno venezolano –con el que las FARC tiene
afinidades ideológicas- como acompañante del proceso de paz que atraviesa una
coyuntura decisiva, luego del histórico acuerdo sobre desarrollo agrario
alcanzado en la mesa de negociaciones de La Habana a finales de mayo. Los
resultados de estas negociaciones son vitales de cara a una posible reelección
de Santos en 2014. Por último, pero no menos importante, el Presidente Santos
desea tener en Venezuela un colaborador para combatir el narcotráfico y los
grupos ilegales que operan en la frontera, así como un posible interlocutor
frente a cualquier aventura expansionista de Nicaragua –animada por el fallo de
la Corte Internacional de Justicia- en la fachada caribeña colombiana.
Por su parte, el Presidente Maduro ha conseguido que
Colombia le reitere su reconocimiento como mandatario legítimo de Venezuela e
interlocutor necesario para la paz, continúe abasteciendo el mercado local –aunque
aquí sigue pendiente el reto de equilibrar la balanza comercial claramente
deficitaria- y no preste ningún tipo de apoyo a la oposición venezolana. Asimismo,
el gobierno venezolano ha manifestado interés en combatir el costoso contrabando
de gasolina hacia Colombia, que representa alrededor de 29 mil barriles diarios
y más de un millardo de dólares que cada año se escapan de las arcas
venezolanas, ya que se importan actualmente aditivos para fabricar gasolina.
Además, sí el Presidente Maduro realmente se ha tomado en
serio las denuncias del periodista y dirigente del PSUV, José Vicente Rangel,
sobre un supuesto plan estilo “Misión Imposible” que tendría algún sector de la
oposición venezolana, el cual habría adquirido un lote de 18 aviones
desincorporados por las Fuerzas Armadas de EEUU para atacar en el futuro a
Venezuela desde suelo colombiano, seguramente fue tratado en la reunión. De
igual forma, quizás también se discutió sobre el alcance del acuerdo de
cooperación firmado recientemente entre Colombia y la OTAN, que el gobierno
venezolano ha calificado como una “agresión a la unidad latinoamericana”.
En definitiva, como dijo el Presidente Santos en Puerto
Ayacucho, ambos gobiernos tienen visiones diferentes, pero también tienen la
necesidad de trabajar juntos en función a sus intereses respectivos; mientras que
el Presidente Maduro habló de abordar los retos comunes con base en el respeto,
la comunicación permanente, la cooperación creciente y la co-existencia –término
que recuerda peculiarmente a la Guerra Fría.
Una lluvia selvática sirvió de telón de fondo para la
clausura del encuentro, lo cual fue visto como de buen augurio por el
Presidente Santos, quien sentenció: “dicen que los matrimonios, cuando llueve,
tienen buena suerte”. Desde luego no sabemos si este matrimonio tendrá suerte,
lo que sí sabemos es que será mutuamente conveniente para ambos gobiernos, y
quizás por ello sea duradero.