miércoles, 15 de junio de 2016

LA OEA, Cuba, Venezuela y el lenguaje


Prof. Eloy Torres

No es mi deseo personalizar la discusión sobre la política de nuestro país. Sin embargo, no puedo eludir lo aprendido en el seno familiar, por cuanto uno refleja en público lo que se aprende en  casa. Es posible que algunos lectores de estas líneas conozcan buena parte de las cosas que en ellas aparecen; por lo que voy a generalizar, pero al mismo tiempo, prolijo en las cosas que pienso exponer. Yo crecí en un hogar comunista. Mi padre, fue un dirigente del Partido Comunista de Venezuela (PCV), honesto y verdadero sindicalista, que no reposero, forjador de organizaciones obreras, insurrecto, parlamentario, pero también, lo suficientemente inteligente para comprender que lo que él había hecho en su vida de revolucionario, conducía inevitablemente a un desastre, más allá de sus buenas intenciones, forjadas todas, en la creencia de un posible Mundo justo, respetuoso y elevadamente educado. Fundó el Movimiento al Socialismo (MAS), junto con Pompeyo, Teodoro, Freddy, Germán, Caraquita Urbina y otros tantos, al divorciarse del comunismo y de Stalin, como dice Teodoro Petkoff, justamente por creer en la democracia y por la cual luchó hasta sus últimos días, pues murió y se llevó esa creencia in pectore.

Para un hombre, como mi Padre, que hizo de su vida una verdadera universidad, dicho esto en términos de Máximo Gorki: fue un autodidacta. Apenas culminó el tercer grado de instrucción primaria y abrazó la política con espíritu de superación. Combatió la obscuridad de su tiempo con la filosofía galleguiana: superar la barbarie y alcanzar la civilización. Ésta, emanaba de una educación fraguada en la política, concretamente en el sindicalismo, instrumento fundamental de esta época. Se aventuró y escribió 4 libros, centenares de artículos y dictó cátedra de sindicalismo en múltiples cursos y conferencias a lo largo de su vida. Hay todavía muchos testigos vivos que pueden confirmar que lo escrito, no es mentira ni exageración filial.

Esto viene a cuento, pues jamás fue obsceno, vulgar ni escatológico. Su autoridad emanaba de su esfuerzo por superar sus dificultades existenciales con un sentido, por demás, de creer en la necesidad de crecer intelectualmente. Eso nos los inyectó en nuestra familia. Él -junto a mi Madre, a pesar de la enorme multiplicidad de contratiempos: clandestinidades, prisiones, persecuciones, limitaciones materiales- construyó un hogar decente; todos sus hijos graduaron y son gente de bien, como quien dice y siempre vimos en él, una especie de un profesor que busca que sus hijos hablaran correctamente, sin estridencias o vulgaridades. El comunismo, en nuestra familia, se mostraba con un lenguaje elevado y con libros para fortalecerlo. El poeta Goethe en uno de sus escritos sentenciaba: “Al hombre, cuando lo acompaña una recia voluntad, moldea el Mundo a su gusto”. Él, mi Padre, se formó a sí mismo y proyectó en su comportamiento y en nosotros, sus hijos, esa idea goethiana.

La experiencia nos indica que la política trae siempre sacrificios, momentos de tensión, de enfrentamientos, donde incluso, gracias a ella, puedes perder hasta la vida. Corría el año 62 y mi Padre, irresponsablemente, abrazó la insurrección armada para derrocar a Don Rómulo Betancourt. El PCV o una parte de ese partido habían comprado el ticket de la violencia. La ceguera se apoderó de la inteligencia de estos líderes, entre ellos, Eloy. Recuerdo un momento muy interesante. En enero de 1962; Cuba fue excluida de la Organización de Estados Americanos (OEA). Eran los tiempos de tensión por la Guerra Fría. El enfrentamiento con los EEUU estaba a flor de piel. Los discursos del líder cubano, tabaco en mano, eran desde nuestra entonces perspectiva, vigorosamente electrizantes. Fidel siempre fue un buen orador. Éste, sin embargo, a pesar de ser excluido su país, por inscribirlo en una realidad geopolíticamente extraña al Hemisferio: hay que decirlo, con razón o sin ella, Fidel, jamás se comportó procazmente. Fue polémico, duro, agudamente agresivo, empero en público, con sus enemigos, nunca se comportó con vulgaridades. Luego, su Canciller, el Dr. Raúl Roa fue un magistral hombre pleno de humor, sarcasmo y enamorado de su oficio.

El caso es que en una ocasión de intensos debates en la OEA; mientras Raúl Roa defendía con argumentosa su país; el representante norteamericano ante esa organización regional, tras escuchar el discurso de Roa, se le acercó y, palabras más, palabras menos, le dijo: “le felicito por su lenguaje, rico en anécdotas y sobriamente denso en argumentos”. Era una verdadera diplomacia, en la que no cabía la vulgaridad, grosería o actitudes destempladas por parte de ese ilustrado hombre, con quien podías estar de acuerdo o no; lo significativo es que su gobierno, a pesar de las grandes tensiones, en el seno de la OEA fue defendido con argumentos y no con insultos. 

El siglo XXI tenemos un gobierno venezolano que se comporta cual malandro o guapo de barrio. Me viene a la mente una cita del Dr. Hans Joaquín Leu, Profesor de Política Internacional en los cursos de Postgrado en la UCV; él siempre utilizaba la acepción conductista de Robert Merton, según la cual la política exterior es la conducta de un Estado frente al mundo exterior. El actual gobierno se comporta de una manera poco cónsona, no con los patrones elementales de una conducta exterior normal, sino de una manera irreflexiva, grosera y la cual, pasará mucho tiempo para que esos insultos e improperios sean borrados de los anales de las relaciones internacionales. La vieja sabiduría popular indica que nunca debes “tirar” la puerta tan duro, que luego no la podrás abrir. Quedarás encerrado.

La actitud del alto gobierno, sus desplantes ofensivos, su agresividad verbal, repleta de vulgaridades hacia el Secretario General Luis Almagro, demuestra un cocktail, peligroso, por demás, de ignorancia y audacia. Pretender copiar estilos de otros, caso concreto el de Fidel Castro, cuando su país fue expulsado de la OEA confirma su absurda audacia; luego ignoran que su actitud jamás, repito, mostró en público ese lenguaje vulgar. Fidel, pienso yo, hombre formado por los jesuitas, fue esclavo de esa educación. No hay que ser procaz para mostrar tus posturas. Estos chavistas-maduristas no ponderan las cosas. Ellos, reeditan mal los ejemplos. Fidel fue y es una tragedia, mas, repito siempre mostró educación. En tanto éstos, son una farsa, al copiar muy mal las posturas del líder cubano. No les importa el daño que le infringen a Venezuela con esas actitudes. Basta recordar una clásica frase que retrata a estos personajes: Après moi le deluge, atribuida reiteradamente a Luis XV, cuando, en realidad, fue su cortesana favorita: Jeanne-Antoinette Poisson, conocida como Madame Pompadour quien lo dijo. Ella, al consolarle, por sus derrotas militares lo decía, traducido a los términos criollos: ¡No le pares, después de nosotros que importa!

En tal realidad nos encontramos. Para la Venezuela democrática que de nuevo asomó la cabeza el 6 de diciembre de 2015, será muy difícil, que no imposible, reconstruir una nueva política exterior. El recuerdo de estos 17 años cuya sinfonía altisonante, procaz, grosera e irreverentemente torpe, que lejos de alcanzar, con dinero petrolero, lo que la política debe hacer para alcanzar un cierto respeto y liderazgo internacional, lo que ha hecho es mostrar lo contrario: corrupción, limitaciones de ideas, proyectos y una permanente delusion, como dicen en inglés; es decir, una falsa ilusión de creer en una “soberanía e independencia frente al imperio”, para lo cual se ha obligado a todo el país a una “guerra económica” que, desde su inicio, ha sido perdida, gracias a la corrupción edificada por estos mariscales chavistas-maduristas de la muela, del verbo. Nuestra futura conducta frente al Mundo exterior se deberá inscribir en la necesidad de encontrar el punto central del realismo político, que no ideologizado, mucho menos grosero o pendenciero.

No podemos seguir incidiendo en una adumbra que busca esconder lo que queremos realmente. Pero, para ello necesitamos de gente preparada, consustanciada con las ideas de la negociación, conocedores de historia, derecho, idiomas, pero fundamentalmente, el idioma de la buena educación y la prudencia. Ya basta de tanto escándalo, gritos y groserías. Ello no es propio del gentilicio venezolano, más bien es la expresión de este grupo de individuos quienes, en mala hora, conducen al país al desastre. Pero, también hay que decirlo: en sus filas, hay factores que están dando inicio a un proceso oposicionista al interior del oficialismo.

Felizmente, hemos comprendido que las cosas no se pueden presentar en blanco y negro. El chavismo-madurismo revela fisuras. Los más radicales insisten y no son, para nada, comedidos a la hora demostrar su falta de escrúpulos para robar o confiscar al país y convertirlo en su hacienda particular. Otros, exudan que no se puede ser indiferente ante tanta vulgaridad y ante tanto robo a la cosa pública. Ya se perciben los malos y podridos frutos de esta revolución. Son lo que Marx llamó: “la estufa de los nuevos tiempos”. Éstos, se edificarán con un lenguaje elevando, tal como lo quiso Don Rómulo Gallegos, cuando literariamente dibujó su positivismo civilizador, del cual mi Padre fue un seguidor y quien siempre me machacaba: “la política es un acto pedagógico y no un torneo de groserías”. Se trata del país y éste siempre estará aquí, los jerarcas chavistas- maduristas no.

@eloicito