Dr.
Kenneth Ramírez
El
próximo 5 de octubre se celebra la primera vuelta de las elecciones de Brasil.
La cita viene marcada por una importante transformación del escenario electoral
brasileño. A principios de 2013, se daba por descontada la reelección de la Presidenta
Dilma Rousseff; pero a partir de junio el país se sumió en una fuerte ola de
protestas contra la corrupción, por mejores servicios públicos y contra el
volumen de gastos para albergar la Copa Mundial de Fútbol de 2014. Esto, aunado
a un deslucido desempeño de la selección brasileña, empañó una Copa que se
suponía sería la vitrina global de los logros de los gobiernos Lula-Rousseff. A
pesar de todo, el candidato del principal partido opositor PSDB, Aécio Neves,
no despegaba en las encuestas. Empero, un accidente aéreo a mediados de agosto
de 2014, llevó a la muerte al candidato del también partido opositor PSB,
Eduardo Campos, ubicado en ese momento en tercer lugar. Así, Marina Silva
volvió a acceder a una candidatura presidencial –quedó en tercer puesto en las
elecciones de 2010-, y se posicionó rápidamente en el segundo lugar. Hoy por
hoy, se da por sentado que Dilma y Marina se enfrentarán en ballotage (segunda vuelta) el 26 de octubre, donde las encuestas muestran incluso un empate técnico.
En
este contexto, se produjeron las explosivas declaraciones del Ex–Director de
Refinación y Abastecimiento de la empresa petrolera nacional PETROBRAS, Paulo
Roberto Costa, encarcelado en marzo pasado debido a una operación
multimillonaria de lavado de dinero, quien señaló presuntos sobornos pagados
desde PETROBRAS a más de 50 legisladores -en su mayoría del oficialista PT-, al
Ministro de Energía, Edison Lobão, e incluso a cinco
ex-gobernadores donde estaría incluido el finado Eduardo Campos; lo que ha
tocado un nervio muy sensible en una población hastiada de la corrupción y que
considera a la empresa petrolera un símbolo nacional desde que fue fundada por
Getulio Vargas en 1953. Esto ha sido aprovechado por la oposición para señalar que
PETROBRAS fue “asaltada por el PT”, el cual se ha visto envuelto en sus doce
años en el poder, en varios casos de corrupción como el célebre caso mensalão en 2005.
Todo
esto ha puesto en aprietos a la campaña electoral de Dilma. Cada vez que el PT
sentía a un rival acercarse en una carrera electoral, utilizaba la bandera de
la defensa de PETROBRAS como lo hizo Lula contra Geraldo Alckmin en 2006, a
quien acusó de quererla privatizar. Lo mismo hizo Dilma contra José Serra en
2010, además de aprovechar el gran tirón mediático que tuvo la empresa con el
descubrimiento de reservas en las áreas pre-sal –yacimientos ubicados a 320
kilómetros del litoral con una profundidad de 5 a 7 mil metros del lecho
marino- en 2007 y la creación de un fondo para dedicar el grueso de las nuevas
regalías a inversión en educación y salud. En esta ocasión, Dilma trató de aprovechar
la poca claridad en el programa electoral de Marina respecto al petróleo, sus
posiciones ambientalistas y una frase pronunciada en un debate respecto a que
tendría otras prioridades más allá del petróleo –quiere dar un fuerte impulso a
las energías renovables-, para pasar al ataque y señalar que la candidata del
PSB quiere interrumpir el desarrollo de las áreas pre-sal debido a su sesgo
ecologista, lo que implicaría atentar contra el desarrollo brasileño. Marina
respondió que la verdadera amenaza al desarrollo de las áreas pre-sal es “la
corrupción del PT”.
Por
si todo esto fuera poco, ahora una auditoría del Tribunal de Cuentas –organismo
auditor del Estado- ha señalado sobreprecios y sobornos en la construcción de
la refinería de Pernambuco -en donde en principio se iban a asociar PETROBRAS y
PDVSA–, lo cual disparó los costos desde un estimado inicial de 2,5 millardos hasta
18,5 millardos de dólares. Además, se encuentra la denuncia realizada por el
Ex-Presidente de PETROBRAS, José Sergio Gabrielli, de la responsabilidad de
Dilma y la suya propia, en las pérdidas millonarias que supuso la compra de una
refinería en EEUU (Pasadena, Texas) por PETROBRAS a partir de 2006. PETROBRAS
pagó 1,19 millardos de dólares por el activo, que había sido comprado por la
belga Astra Oil en 42,5 millones de dólares en 2005.
Todos
estos escándalos, han llevado a Dilma a tratar de sacar a PETROBRAS del centro
de la contienda. Ahora su campaña gira en torno al señalamiento de que todo
cambio implica una amenaza a los logros alcanzados y en la presencia en actos
electorales del popular Ex–Presidente Lula. No obstante, aunque esto ha logrado
frenar el vertiginoso ascenso de Marina, no parece borrar el malestar con la
corrupción y la desaceleración económica para dar una clara ventaja a Dilma.
Lo
cierto es que la euforia de los inversionistas con PETROBRAS ha desaparecido
debido a los escándalos, la sobre-estimación del potencial de reservas en
pre-sal –se hablaba de un potencial de 50 millardos de barriles, pero sólo se
han logrado certificar 14-, estancamiento de la producción por demoras en los
complejos proyectos en aguas profundas –aunque ya la producción en pre-sal
alcanzó 500 mil barriles diarios en 2014-, aumento de su nivel de deuda hasta
114 millardos de dólares –la empresa petrolera más endeudada del Mundo,
justificado por su plan de inversiones como único operador en pre-sal por ley- y
la intervención gubernamental –que le hace importar gasolina y venderla subsidiada
ocasionando pérdidas por 30 millardos de dólares desde 2008. Incluso los
pronósticos han sido corregidos, y se estima que Brasil podría elevar su
producción desde 2 millones de barriles diarios (MMBD) en 2014 hasta 4,2 MMBD
en 2020 –hace cinco años se hablaba de 5,3 MMBD-, lo que le permitiría exportar
0,8 MMBD en esa fecha.
En
realidad, a pesar de todo, el futuro de PETROBRAS aún luce promisorio; y muchas
de las críticas que se hacen actualmente se deben a la vinculación entre petróleo
y política en Brasil, y al desproporcionado optimismo de años anteriores.
Publicado originalmente en El Mundo Economía y Negocios
@kenopina
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