Dr. Kenneth Ramírez
El pasado 16 de febrero, fue anunciado un
acuerdo provisional para congelar la producción petrolera en Doha, entre Arabia
Saudita, Rusia, Venezuela y Qatar. Calurosa acogida tuvo en Caracas, que desde
noviembre de 2014 ha desplegado una frenética actividad diplomática para
apuntalar los precios. No obstante, el acuerdo de Doha es un compromiso frágil,
que ya sufre tropiezos importantes.
En primer lugar, los firmantes se han
comprometido a congelar su producción en los niveles de enero de 2016 –sin
especificar la fuente estadística que tomarían como referencia, cuestión de
máxima relevancia dada la discrepancia en algunas cifras. Un acuerdo de
congelamiento es considerablemente menos ambicioso que uno de recortes, dada la
cantidad de crudo que está fluyendo al mercado –con un exceso de oferta de 1,9
millones de barriles (MMBD). Arabia Saudita bombeó un poco más de 10,2 MMBD en
enero de 2016, cifra ligeramente inferior a su último récord de 10,6 MMBD en
junio de 2015. La producción petrolera de Rusia, por su parte, ha estado
golpeando nuevos máximos de la era post-soviética, alcanzando 10,88 MMBD en
enero pasado. Esto significa que el acuerdo busca mantener el statu quo; es decir, no mejorará la
situación actual, sólo evitará que empeore.
En segundo lugar, de los cuatro firmantes,
sólo Arabia Saudita es capaz de aumentar producción más allá de los niveles de
enero, lo cual le resta valor al acuerdo provisional –aunque muchos dudan si
Riad realmente tiene la capacidad de producción ociosa (spare capacity) de la que presume y que podría permitirle elevar su
producción hasta 12,5 MMBD. Ergo, para Rusia, el acuerdo de Doha implica recompensas
diplomáticas por algo que tiene que hacer, ya que los pronósticos reflejan que
el impacto combinado de la declinación de sus campos maduros y las sanciones
debido al conflicto con Ucrania, se traducirá en un retroceso en su producción
en al menos 0,1 MMBD en 2016. Ahora puede quitarse de encima las peticiones reiteradas
de Venezuela, Argelia y Ecuador para “hacer algo” que equilibre el mercado. Por
su parte, la producción de Venezuela se encuentra estancada y la de Qatar ha declinado
en 0,2 MMBD desde 2008.
En tercer lugar, la ejecución del acuerdo de
Doha está condicionada a que otros productores se sumen al mismo. Esto lleva a
considerar a los otros grandes productores OPEP; lo cual explica por qué
después de Doha, el Ministro de Petróleo venezolano, Eulogio del Pino, visitó
Teherán para discutir con sus homólogos de Irak e Irán los términos del acuerdo.
Allí, el Ministro de Petróleo de Irak, Adel Abdul Mahdi, se mostró favorable a
sumarse al acuerdo, ya que su producción se encuentra en 4,37 MMBD –nivel
récord superior a la Era Hussein-, y el gobierno iraquí encara un fuerte déficit
presupuestario debido a la caída de los precios y los costos de la lucha contra
el grupo terrorista Estado Islámico de Irak y Levante –por sus siglas en
inglés, ISIS. Empero, se encontró con la oposición del Ministro de Petróleo de
Irán, Bijan Zanganeh, quien comunicó su determinación de elevar la producción persa
hasta los 3,61 MMBD que bombeaba antes de sufrir las sanciones en 2011. En este
sentido, tachó de “ridículo” el acuerdo de Doha.
Desde enero, la producción persa ha aumentado
en 0,22 MMBD. Los pronósticos de la agencias señalan que aumentará entre 0,3 y
0,5 MMBD este año; mientras sus funcionarios apuntan a 1 MMBD adicionales, y por
tanto reclaman toda su cuota de mercado tomada por las petro-monarquías desde
2011. Las elecciones parlamentarias iraníes llevadas a cabo el 29 de febrero,
arrojaron un triunfo de la alianza entre conservadores moderados y reformistas,
lo cual favorece la aprobación del nuevo contrato petrolero (IPC) impulsado por
el Ministro Zanganeh. Esto implicará un nuevo régimen fiscal más favorable para
atraer inversiones.
Estos agujeros explican la frialdad del
mercado con el acuerdo, que sólo ha logrado darle un piso a los precios en 40
$/Bl. Al considerar las reacciones del resto de productores OPEP, encontramos
que todos lo han saludado con matices. Mientras el resto de los No OPEP han
dado respuestas dispares; unos han optado por no participar (Brasil, Canadá y
EEUU), otros por señalar que su producción declinará (Noruega y Kazajistán), y
otros por suscribirlo (Omán y Azerbaiyán). Por ello, pero sobre todo por la
oposición persa, no se ha podido acordar
una reunión para discutir un acuerdo final -las fechas propuestas van desde el
20 de marzo hasta el 17 de abril, y los sitios desde Moscú, hasta Viena o Doha.
El 9 de marzo se produjo otro traspié, cuando una reunión de productores
latinoamericanos –México, Colombia, Ecuador y Venezuela- en Quito fue
cancelada.
De manera que todo sigue igual, salvo por una
mejora en la posición diplomática saudita. Riad sigue presionando con su
estrategia de volúmenes la salida de los productores menos eficientes -la cual
ya empieza a mostrarse victoriosa con un descenso esperado de la producción No
OPEP entre 0,6 MMBD y 0,75 MMBD en 2016-; al tiempo que el acuerdo de Doha le permite
ir fomentando la confianza con Moscú, exhibir voluntad de cooperar con los débiles
de la OPEP, así como trasladar la presión para alcanzar nuevos acuerdos hacia
Irán -su rival geopolítico.
Mucha de la discusión actual parece estar
buscando un punto de referencia inicial para tratar de iniciar un largo camino
que eventualmente podría llevar a recortes. En este sentido, el Ministro de Petróleo
saudita, Alí Al-Naimi, ha señalado que el acuerdo de Doha es el “comienzo de un
proceso”. Recordemos que la negociación de un acuerdo de recortes en 1999 entre
la OPEP, México, Rusia, Noruega y Omán tomó casi un año de reuniones secretas
en hoteles en todo el Mundo. En todo caso, desde Venezuela esta posibilidad
luce como una pálida, fascinante y huidiza luz en medio de una noche agónica: un
fuego fatuo. ¿Y usted qué opina?
Publicado originalmente en El Mundo
Economía y Negocios
@kenopina