miércoles, 21 de octubre de 2015

Putin, petróleo y el “efecto Pigmalión”


Dr. Kenneth Ramírez

Si una situación es definida como real, aunque no lo sea, tiene efectos reales en términos de comportamientos propios, expectativas y estímulos a terceros. Con el tiempo, lo irreal o falso se vuelve verdadero. La psicología social denomina este fenómeno “profecía autocumplida” o “efecto Pigmalión”; en recuerdo de la historia mitológica griega de aquél Rey de Chipre que cansado de buscar una esposa cuya belleza correspondiera con su ideal, esculpió una estatua con los rasgos más hermosos que podía concebir, y tras quedar enamorado de su obra, le imploró con tanto fervor a la diosa Afrodita para que le diera vida, que ésta cumplió su deseo.

El Presidente ruso, Vladimir Putin, es un líder con una mentalidad moldeada por la Guerra Fría –fue agente de los servicios de inteligencia soviéticos KGB. Esto le lleva a tener una profunda desconfianza en Arabia Saudita, ya que considera que el finado Rey Fahd ayudó a Ronald Reagan a destruir la Unión Soviética inundando el mercado petrolero en 1986. Por extensión, ha considerado que la guerra de mercado lanzada por el Ministro de Petróleo saudita, Alí Al-Naimi, contra los productores esquistos de EEUU –la cual ha generado una caída de 60% en los precios del petróleo en el último año-, es en realidad un castigo saudita a Rusia por apoyar a Irán y Assad en Siria, y una ayuda a su aliado Barack Obama en el conflicto de Ucrania. Esto quedó en evidencia en una declaración de Putin donde señaló que “hay un elemento político” en una caída de precios que ha generado un difícil cuadro económico en Rusia: Déficit presupuestario, devaluación del rublo en 43%, contracción del PIB en -3,8% para 2015, inflación en 16,7% -la más alta en 13 años-, y caída de reservas internacionales hasta 340 millardos de dólares.

Con un mercado signado por una demanda débil y un exceso de oferta de 2 millones de barriles diarios, y dada la poca disposición de Riad y Moscú a recortar producción, la intervención de Putin en Siria iniciada el pasado 30 de septiembre -la mayor fuera del antiguo espacio soviético desde la invasión de Afganistán en 1979- con bombardeos masivos y el despliegue de un batallón de infantería de marina en Latakia, es una respuesta a la supuesta reedición por Washington y Riad de la estrategia de 1986. Hasta ahora la jugada de Putin ha tenido poco impacto en los precios, pero en sus cálculos, esto podría cambiar por 3 razones.

En primer lugar, aumentará la presión financiera de Arabia Saudita que apoya a los rebeldes sirios que luchan contra Assad, contra la franquicia de Al-Qaeda en Siria –el Frente Al-Nusra-, y contra el Estado Islámico de Irak y Levante –por sus siglas en inglés, ISIS- a la vez. Riad también encara un déficit presupuestario y un descenso de sus reservas tras la caída de sus ingresos petroleros, la amplia política de subsidios para tener apaciguada a su población y el apoyo a sus aliados en las guerras abiertas en Siria y Yemen donde se enfrenta indirectamente a Irán por el liderazgo regional. Para contener esto, el Rey Salman ha ordenado un recorte de gastos que ha generado malestar en la Casa Real, desde donde han trascendido cartas de algunos Príncipes llamando a relevarlo por incapacidad mental y a sus dos Príncipes herederos por mala gestión. Frente al dilema de arriesgar la sobrevivencia de la dinastía o mantener la guerra petrolera supuestamente delegada por EEUU contra Rusia, Arabia Saudita retrocedería.

En segundo lugar, la presencia rusa agrega inestabilidad a una región ya muy convulsionada, y vital para el mercado petrolero. Aunque el riesgo geopolítico no se refleja actualmente en los precios que siguen por debajo de 50 $/Bl, esto podría cambiar ahora que Putin busca construir una esfera de influencia a partir del eje shiíta, tras la firma del acuerdo de cooperación en materia de inteligencia con Irán, Irak, la Siria de Assad, y con el apoyo de Hezbollah desde El Líbano, contra ISIS como coartada diplomática. Esto ha sentado muy mal en Turquía y Arabia Saudita, lo cual podría atizar los choques entre sunitas y shiítas en varios escenarios.

En tercer lugar, Rusia ha fortalecido a Irán como rival regional de Arabia Saudita, tanto al apoyar a Assad como aliado en común, como al posibilitar su regreso al mercado petrolero con la firma del acuerdo nuclear. Teherán forzaría a un recorte de producción de Riad dentro de la OPEP, y fuera de la misma ante la necesidad saudita de dinero para poder encarar la puja geopolítica de su rival.

El Príncipe heredero Mohamed bin Salman se reunió con el Presidente Putin al margen del Premio de la Fórmula 1 celebrado en Sochi a principios de octubre, para transmitirle el malestar saudita con su aventura siria. De aquí sólo trascendieron vagos llamados a la cooperación y a mantener consultas, así como la reiteración rusa de que el objetivo de su intervención es derrotar a ISIS. Acto seguido, Saudi Aramco empezó a vender petróleo con amplios descuentos -de hasta 1 $/Bl- a refinerías en Europa -el mercado donde Rusia destina 62% de sus exportaciones petroleras-, incluso en Polonia -vecino de Ucrania, con un fuerte nacionalismo anti-ruso y catalizador de los esfuerzos para reducir la dependencia europea de Moscú-, donde ya busca adquirir almacenamiento en Gdansk.

Ahora que Arabia Saudita considera que Rusia se ha aliado estrechamente con el eje shiíta liderado por Irán en Medio Oriente, mantendrá su estrategia de defensa de cuota de mercado y la amenaza al mercado premium de Rusia. Putin ha sido víctima del “efecto Pigmalión” con su intervención en Siria, desencadenado la guerra petrolera que desde un principio consideró que existía. En este contexto, la reunión técnica que se celebrará mañana entre países OPEP y No OPEP en Viena, donde Venezuela promoverá el establecimiento de un sistema de bandas con un piso de 70 $/Bl y un objetivo posterior de 100 $/Bl, luce con muy pocas probabilidades de éxito. ¿Y usted qué opina?

Publicado originalmente en El Mundo Economía y Negocios

@kenopina

La Agenda para el desarrollo post-2015: Los Objetivos de Desarrollo Sostenible


Valentina Montes

El septuagésimo período de sesiones del órgano plenario de las Naciones Unidas, la Asamblea General, vino caracterizado por una iniciativa que sería paralela y más amplia a la ya planteada con los Objetivos de Desarrollo del Milenio (ODM) en el año 2000.

Ante el próximo vencimiento del plazo para el cumplimiento de los ODM y las millones de personas que aún no percibían el progreso que suponían las metas de los ODM, durante la Conferencia de Río+20 sobre el Desarrollo Sostenible en el año 2012 los países establecieron un grupo de trabajo para formular un conjunto de metas y objetivos en materia de desarrollo sostenible, que buscara suplir estas deficiencias a nivel mundial. Los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) deben terminar la labor que comenzaron los ODM, sin que nadie quede rezagado.

El producto del llamado “Grupo de Trabajo Abierto” presentó su recomendación y fue entonces aceptada como un gran compromiso por los representantes de los 193 países que participaron en el periodo ordinario de la Asamblea General el pasado 25 de septiembre. Así, los Objetivos Mundiales u Objetivos para el Desarrollo Sostenible buscan cumplir tres grandes desafíos, más amplios que los planteados por los ODM hace 15 años:

·         Erradicar la pobreza extrema – un objetivo ambicioso.
·         Combatir la desigualdad y la injusticia.
·         Solucionar el cambio climático.

Para estos desafíos se plantearon 17 “Objetivos Mundiales” acompañados de 169 metas a cumplir para el año 2030. La amplitud de estos objetivos y metas (comparados con los 8 Objetivos del Desarrollo del Milenio y sus 21 metas que se plantearon en el año 2000), refleja la situación que existe en el panorama mundial actual referente a ámbitos como la pobreza extrema, el cambio climático, las oportunidades laborales, sanidad, pese al progreso alcanzado por los ODM en ámbitos como  pobreza económica, acceso a mejores fuentes de agua, mortalidad infantil  y  pobreza económica. Sin embargo, el logro de las metas de los ODM tuvo una distribución geográfica desigual. Para el PNUD, “la tarea aún está inconclusa para millones de personas y es necesario hacer un último esfuerzo por poner fin al hambre, alcanzar la igualdad de género, mejorar los servicios de salud y lograr que todos los niños asistan a la escuela”.

Sin embargo, es importante puntualizar que, aunque similares, los ODM y los ODS no son agendas exactamente iguales. Una de las principales diferencias de estos nuevos Objetivos es que fueron elaborados por un proceso de negociación que involucró a los 193 países y venía previamente elaborándose desde la Conferencia de Río+20. Por otro lado, mientras los ODM tuvieron una perspectiva más orientada hacia los países en vías de desarrollo, la agenda para el año 2030 en Desarrollo Sostenible incluye metas y desafíos que incluso los países más desarrollados tienen el reto de cumplir dadas las condiciones actuales con respecto al cambio climático, como por ejemplo los objetivos 8 y 9, haciendo referencia la importancia del uso de energías renovables. Los nuevos Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS), u Objetivos Mundiales, orientarán la política de desarrollo y financiamiento durante los próximos 15 años, comenzando con una promesa histórica de erradicar la pobreza extrema.

No obstante, los factores dentro de la coyuntura internacional que han incursionado en el cumplimiento exitoso o no de estas metas y objetivos (en el caso de los ODM del 2015) se pueden extrapolar y hacer las estimaciones de acuerdo a la coyuntura actual para este agenda 2030. Las discrepancias entre los países por sus mismas condiciones económicas internas pueden verse más vulnerables o no en el caso de algún desastre natural o una crisis financiera global y pueden influenciar en sus esfuerzos de financiamiento necesario para el cumplimiento de los ODS.

Si bien resulta una agenda integral (por la gran cantidad de áreas y ámbitos que incluye) y su amplitud de objetivos y metas trata de incursionar en las consecuencias y no en las causas de la pobreza extrema, el hambre y demás fenómenos en materia de desarrollo, el éxito de esta agenda depende de una coordinación de políticas tanto a nivel interno como a nivel externo por parte de cada uno de los Estados, lo cual es una tarea sumamente ardua. La agenda de desarrollo post 2015 tiene objetivos y metas que sin duda alguna beneficiarían a prácticamente todos los sectores de la población y prácticamente todos los ámbitos del desarrollo, pero la misma estructura económica interna de algunos países pueden requerir más financiamiento o no para poder ejecutar estos desafíos, lo cual resulta muy difícil en los países en vías de desarrollo. Es por ello que la coordinación de políticas es el factor principal para el éxito de esta agenda. El verdadero compromiso de los países sería la clave para el éxito de estos objetivos.

@valsmontes