Marianela Fernández
Estamos a días de la próxima visita del Presidente
ruso Vladimir Putin a China, la cual es sumamente estratégica para Moscú, pues
con ella busca tanto afianzar las relaciones bilaterales con Beijing, como
también compensar la ruptura del G-8 y un eventual aislamiento.
En los temas de relevancia bilateral está la
consolidación comercial, pues Putin buscará aumentar el suministro de gas a
China, y en consecuencia, mejorar la relación económica y comercial entre ambos
con el fin de lograr la meta ya planteada para el 2020 de superar los 200.000
millones de dólares en comercio bilateral -el doble de hoy en día. Otro de los
temas que está por tratarse es el militar, pues tanto Putin como su homólogo Xi
Jinping, han mencionado que buscarán garantizar la seguridad y la estabilidad
en Asia y el resto del Mundo.
Esta visita se plantea formalmente luego de que Arkady
Dvorkovich –hombre de confianza de Putin- fuese enviado a China a reforzar los lazos,
mientras paralelamente estaba siendo anexionada Crimea, lo cual ha desatado una
sucesión de sanciones a Moscú por parte de EEUU y la Unión Europea. No
obstante, para Rusia, si Washington y Bruselas buscan con esto aislarla, no
tiene problemas en buscar nuevos negocios y mayor acercamiento energético,
político, militar y en general comercial con China, siendo esta visita la mejor
evidencia.
Son muchas las visiones e intereses que Moscú y
Beijing han tenido y tienen en común. Ambas potencias no sólo quieren
equilibrar a EEUU, sino que buscan ser protagonistas de un Mundo multipolar.
Beijing y Moscú también comparten su aversión a principios occidentales como la
R2P (Responsibility to Protect), el
cual llama a la Comunidad Internacional a evitar crisis políticas y
humanitarias en cualquier país, pues es su responsabilidad proteger a los
ciudadanos sin importar las fronteras. Además, Rusia y China tienen en común las
fuertes críticas recibidas por incurrir en violaciones de los DDHH en sus
propios territorios, además ambos suelen vetar conjuntamente resoluciones en el
Consejo de Seguridad de la ONU que impliquen intervenciones militares, que
reconozcan a nuevos Estados, y otros temas sensibles para sus respectivas
políticas domésticas.
Perspectiva rusa:
Ante esta visita no puede dejarse de lado la realidad
que atraviesa Rusia por lo sucedido en Ucrania, a partir de la cual está siendo
aislada. Moscú ha recuperado la simbólica Crimea, pero pierde las buenas
relaciones que venía manteniendo con toda la Unión Europea, EEUU e incluso
Japón, e incluso su exclusión del G-8 tras la cancelación de la Cumbre de este
grupo en Sochi.
En consecuencia, un fortalecimiento de las relaciones
entre Rusia y China –segunda economía mundial- con la visita de Putin a Beijing,
mitigaría cualquier intento de aislamiento a Moscú, e incluso podríamos
observar a partir de aquí un reimpulso de varias organizaciones regionales de
gran importancia para ambos como la OCS (Organización de Cooperación de
Shanghai), con las que se tiene el objetivo tomar un papel preponderante en la
gobernanza de Eurasia, así como un pivote de Rusia a Asia-Pacífico siguiendo el
ejemplo de lo que ha intentado hacer la Administración Obama.
Sin embargo un signo poco alentador para Putin ha sido
lo sucedido en el Consejo de Seguridad de la ONU, cuando China se abstuvo ante
el proyecto de resolución que anulaba el referéndum realizado en Crimea
declarándolo inconstitucional e írrito; con esta votación evitó apoyar
claramente las decisiones rusas, en consonancia con su política de no dejar
precedentes aplicables a la situación que el gobierno chino mantiene con Taiwán,
el Tíbet y Xinjiang. Por ello, es que China ante todo este conflicto se ha
negado a tomar una posición contundente.
Para Moscú, China también implica una alternativa a lo
que le está sucediendo con el resto del Mundo en materia energética. Rusia es
un Estado dependiente de su exportaciones de hidrocarburos, y si bien es cierto
que es el mayor suministrador de energía a la Unión Europea cumpliendo con casi
un tercio de la demanda, y que esa interdependencia estaba alcanzando cifras
impactantes; este año China ha superado a Alemania como el mayor comprador de
gas ruso y ha aumentado sus compras de crudo, todo esto gracias a la apertura
de los oleoductos Siberia Oriental-Océano Pacífico y Kazajstán-China, por los
cuales pasan cada vez mayores cantidades de petróleo hacia el Este. Todo esto,
sumado a los propósitos de la Unión Europea en general y Alemania en particular
de ir reduciendo la dependencia energética –cuestión bastante difícil cabe
destacar-, hace que la relación energética con China se haya constituido en
cada vez más estratégica para Rusia.
Así, el aumento del suministro de gas natural ruso a
China tendrá un lugar destacado en la agenda de Putin en Beijing, ya que
después de años de negociaciones resulta probable el cierre del acuerdo con el
que a partir del 2018, la principal empresa gasífera rusa Gazprom espera
bombear a China alrededor de 38.000 m³/año. Asimismo, la principal empresa
petrolera rusa Rosneft, tiene planteado triplicar el suministro de petróleo a
China.
Finalmente, Moscú y Beijing pueden profundizar sus
relaciones más allá de lo energético, como por ejemplo lo militar, donde Rusia
aspira vender aviones de combate Sukhoi a China.
Perspectiva China:
El Presidente chino
Xi Jinping ha hecho de Rusia una prioridad en su política exterior, siendo de
hecho el primer país en visitar una vez tomó posesión del cargo el año pasado.
Hasta ahora ha realizado tres visitas a Rusia, incluida la realizada para la inauguración
de los Juegos Olímpicos de Sochi -a los que importantes líderes mundiales no
asistieron, como los de Alemania, EEUU, Reino Unido, Francia y Canadá, debido a
lo que sucedía en Crimea-, y también ha venido apoyando a Rusia en temas
controversiales en la ONU, como Siria.
China también está pasando por momentos preocupantes, debido
a que el uso del carbón le ha llevado a grandes niveles de contaminación y
necesita una energía más limpia, la cual Rusia perfectamente podría suplir con
el aumento del suministro de gas natural. Según la OMS, menos de una quinta
parte de las ciudades chinas cumplen con los estándares de SO2 y NO2 en el
ambiente y por su cantidad de pobladores es el mayor responsable de, por lo
menos, una cuarta parte de las emisiones de CO2 y SO2 al ambiente. Por eso, lo
más sano para China es alejarse del carbón, aunque esto traiga consigo una
variedad de nuevos retos y problemas.
En cuanto al carbón, que hoy día representa el 30% del
consumo global de energía aproximadamente, sigue siendo un producto del cual
depende altamente China, con una tendencia que un gigante económico en
evolución encuentra cada vez más difícil de controlar, pues su población está
en un proceso de mejora del nivel de vida además de que el país sigue industrializándose,
lo cual empuja continuamente el consumo de energía.
China espera convertirse en productor de gas natural,
pero eso no le será suficiente para abastecerse, y por ello deberá recurrir a
las importaciones, las cuales podrían aumentar a raíz de esta visita de Putin.
Así que los rumores del cierre del acuerdo de suministro con Gazprom no son
inverosímiles ni apresurados. Existen intereses muy fuertes de ambas partes,
pero no todo es absolutamente favorable: China ha endurecido su posición y
quiere precios preferenciales. Beijing si bien necesita de la alianza tal como
fue señalado anteriormente, se encuentra en una posición más holgada después de
Crimea, por lo que pretende sacar provecho y presionar más a Rusia.
Por último, China está altamente interesada
en invertir en Rusia en varias áreas: energética, militar, infraestructura y
materias primas. Esto implicaría una compensación para Rusia a la reducción de
los negocios con Occidente, pero podría ir obligando a Moscú a darle tratos
preferenciales a Beijing en diversas áreas.
Conclusiones:
La visita parece pintar muy bien, puesto que ambos países
quedarían muy satisfechos con acuerdos y acercamientos, ya que son muchas cosas
las que unen a Rusia y a China. No obstante, eso no es excluyente al hecho de
que China va a aprovechar el momento de vulnerabilidad en el que se encuentra hoy
Rusia para alcanzar concesiones en la mesa de negociación e ir cultivando una
dependencia económica rusa frente a Beijing. Putin comprende muy bien que no
todo será como espera, y que detrás de la cordialidad de su homólogo asiático,
se esconde el peligro de irse convirtiendo en una periferia de la economía china.