Victor Hugo Matos
Personas armadas con equipamiento militar de primera, que
funcionan bajo una estructura jerárquica cuasi-militar pero cuyas actuaciones
responden a los intereses de cierto mercado, donde los clientes van desde
empresas transnacionales hasta coaliciones de gobiernos. Tal descripción,
que se asemeja mucho a la forma en la
que podría ser definido un "Mercenario", es el reflejo de lo que implica por
estos días el negocio de ser un contratista de seguridad.
Si bien la idea de
que exista un proceso de privatización del conflicto y el uso de la fuerza es
considerado una problemática del mundo
internacional moderno por los grupos pacifistas y las ONG’s, resulta que no es
la primera vez en la historia de la humanidad que están en auge los servicios
de estos "profesionales"; sobre todo, si recordarnos que fueron esenciales
durante la Edad Media y el Renacimiento como grueso de los ejércitos, además de
su participación en los conflictos coloniales e internacionales de finales del
siglo XIX y comienzos del siglo XX. A
sabiendas de que esto no es un fenómeno novedoso en el mundo internacional,
toca determinar que implicaciones trae para el escenario actual de la seguridad
internacional.
En un primer aspecto, que podría catalogarse de
"positivo" desde la perspectiva gubernamental; este tipo de empresas puede permitirles
a los países con presupuestos militares
ajustados por el efecto de los recortes fiscales, mantener la eficacia de sus
operaciones y evitar así que haya un aumento significativo en los riesgos de
seguridad que deben enfrentar. No obstante, las implicaciones negativas de esto
van, desde la participación de las contratistas en operaciones militares de
dudosa legalidad y a veces de carácter completamente ilícito, hasta una
situación en donde la capacidad operativa de las contratistas podría incluso
superar la del mismo ejército; lo cual en conjunto, implica que los mecanismos
de autorregulación de esta industria se hacen menos transparentes y las reglas
tacitas del mundo de los contratistas se hacen menos claras.
Lo que parece obvio en todo esto, es que dada la situación
del sistema internacional en constante transformación y que actualmente se
encuentra sumido en una gran inestabilidad, la existencia de contratistas de
seguridad e inteligencia es entendible dado que los cuerpos de seguridad civil
y hasta militar no pueden o no quieren asumir su rol efectivo dentro del mundo
internacional, lo que genera la necesidad de llenar ese vacío que estas
estructuras “publicas” han dejado y que ahora empiezan a llenar las
contratistas privadas.
Finalmente, es necesario destacar que, en última
instancia, el mercado de este tipo de servicios no está limitado únicamente a
proveedores estadounidenses o europeos sino que se está volviendo una tendencia
global, ejemplificándose perfectamente esto en el caso de Sudáfrica. Por ello, es
importante preguntarse cuanto tardará en llegar esta tendencia a América
Latina, que si bien hoy por hoy es políticamente estable, ha tenido que lidiar
con la amenaza que representa el crimen organizado transnacional y las
actividades subversivas.