martes, 3 de noviembre de 2015

Navegando cuesta abajo


Dr. Kenneth Ramírez

La II Reunión Técnica de países OPEP y No OPEP (Rusia, México, Colombia, Brasil y Kazajistán) celebrada el pasado 21 de octubre en Viena, culminó sin que se discutieran posibles recortes para apuntalar los precios del petróleo, a pesar del plan presentado por la delegación venezolana para retirar 10% de la producción y establecer un sistema de bandas con un piso de 70 $/Bl. El espíritu del célebre diplomático austríaco Klemens von Metternich parecía recordar a los presentes que “cualquier plan concebido con moderación debe fallar cuando las circunstancias se ponen en los extremos”. La intervención de Putin en Siria determinó, en este caso, las circunstancias.

Por su parte, Irán ya ha anunciado que presentará en la próxima Reunión Ministerial de la OPEP de diciembre, un plan de aumento de producción tras el final de las sanciones, lo cual viene a complicar aún más el panorama. Esto ha llevado a un cambio de mentalidad en la industria petrolera, donde los estrategas hablan de ajustar los modelos de negocio para navegar por un potencial período de precios bajos. Lower for longer se ha convertido en el nuevo mantra.

En primer lugar, tenemos a los “bucaneros”. Pequeñas empresas petroleras que navegaban en aguas desconocidas y tomaban bloques de exploración y producción en casi cualquier parte, desde Mozambique y Tanzania hasta Vietnam y Colombia. Algunas se convirtieron en un éxito espectacular, como Kosmos que hizo un primer gran descubrimiento petrolero en Ghana en 2007, y siguió con otro descubrimiento de gas en Mauritania en abril de este año. Pero otras han mordido el polvo, con una serie de pozos secos en fronteras remotas, o con fracasos en reunir capital y pericia para desarrollar los campos que encontraron. Muchas de estas empresas se hundirán sin dejar rastro o serán presa de empresas más grandes – el caso de Talismán Energy adquirida por Repsol a finales de 2014. Otras se fusionarán y se convertirán en sobrevivientes que pueden beneficiarse del próximo ciclo alcista de precios.

En segundo lugar, están los “tiburones de los esquistos”. Empresas petroleras como Continental, Chesapeake y EOG Resources, que han crecido mediante la adquisición de activos creados por la revolución de la fracturación hidráulica en EEUU. No obstante, los tiburones necesitan cobrar presas para sobrevivir, y con un mercado bajista que ha llevado a una disminución de la producción de esquistos, muchos estarán en problemas. A mediados de septiembre, Samson Resources con una deuda de 3,25 millardos de dólares, se declaró en quiebra -la más grande que ha tenido el sector a la fecha. La paciencia de los bancos se está acabando, los acuerdos de cobertura contra los precios bajos entran en período de renegociación, y la solvencia de estas empresas empieza a ser revaluada. Este sector se enfrentará a una inminente reestructuración mediante quiebras, fusiones y adquisiciones. Los directivos están colocando el énfasis en la reducción de costos y en la explotación de los pozos más rentables. De todo este proceso surgirán empresas más sólidas y eficientes. Las más fuertes sobrevivirán.

En tercer lugar, los “superpetroleros”. Las tradicionales empresas petroleras transnacionales como Shell, BP, Exxon y Chevron, han reaccionado a los precios bajos con nuevos planes que contemplan desinversión en activos estratégicos –Shell ha abandonado el Ártico y el proyecto Carmon Creek en las arenas bituminosas de Canadá-, recortes de producción, paralización de proyectos (por el orden de 250 millardos de dólares, según Wood Mackenzie y Ernst & Young) y reducción de empleos (200 mil empleados petroleros han sido despedidos en todo el Mundo). Todas han asumido como premisa un precio de 60 $/Bl hasta finales de esta década. No están en peligro de naufragio, pero han encarado en los últimos años un aumento de los costos, un abultado pago de dividendos, y la caída de reservas y producción. Su integración vertical ahora les beneficia -los activos de refinación y comercialización muestran mejores márgenes. Además, su solidez financiera les favorece, y por ello, pueden salir de compras –siguiendo el ejemplo de Shell que adquirió BG Group en abril de este año; la mayor fusión petrolera en una década. Por otra parte, se encuentran ante el reto de la lucha contra el cambio climático, lo que llevó a BP, Shell, BG Group, Total, ENI, Repsol y Statoil a firmar un compromiso en junio pasado, para promover el éxito de la Cumbre de Paris que tendrá lugar a principios de diciembre; apostando por la cooperación con la ONU y los gobiernos, el sistema de techo y comercio de derechos de emisión, el gas natural, la eficiencia energética y el desarrollo tecnológico.

En cuarto lugar, tenemos a los “buques insignia”. Las empresas petroleras nacionales alcanzaron mayor crecimiento e internacionalización en la última década. Algunas, como PETROBRAS, ganaron fama llevando sus experiencias a nivel internacional. Otras como CNPC y Sinopec de China y ONGC de India asumieron el rol de garantizar el suministro petrolero a sus dinámicos mercados nacionales, en medio de temores de una declinación de la producción petrolera mundial y “fin del petróleo barato”. El exceso de ambición les llevó a aumentar su deuda, asumir planes de inversión faraónicos -que tenían incluso proyectos no petroleros-, así como incurrir en los pecados de la politización y corrupción. Ahora están racionalizando sus planes y repensando sus proyectos más cuestionables.

Incluso el mejor capitán tendrá dificultades para maniobrar en estas aguas rápidas cuesta abajo, lo cual supone realizar ajustes en sus respectivos modelos de negocio. Los sobrevivientes estarán listos para beneficiarse de la futura recuperación de los precios, la cual puede estar un poco más distante de lo que se pensaba inicialmente. En PDVSA deben tomar nota. ¿Y usted qué opina?

Publicado originalmente en El Mundo Economía y Negocios

@kenopina

Un Nobel de la Paz para la sociedad civil


Lic. Iván Rojas Álvarez

Hace unas semanas fueron anunciados, como todos los años, los ganadores del prestigioso Premio Nobel en sus distintas categorías, y el ganador del Premio Nobel de la Paz, tal como fue reseñado ampliamente en los medios internacionales, fue el Cuarteto para el Diálogo Nacional en Túnez, una alianza de organizaciones de la sociedad civil de Túnez que contribuyeron decisivamente en que los actores políticos surgidos a raíz de la “Revolución de los Jazmines”, lograran consensos y acuerdos de convivencia mínimos de cara a la reconstrucción nacional. A partir de ahí, ha sido posible moldear la política tunecina con características muy distintas a la desarrollada en el resto de los países de la región -marcada por sectarismos políticos, étnicos y religiosos.

Lo interesante aquí es que en este proceso político, al igual que otros de la “Primavera Árabe”, se hacen palpables muchas de las tendencias políticas a nivel global, las cuales están moldeando procesos actuales en todas las regiones del Mundo, desde Venezuela hasta Myanmar, pasando por Ucrania y muchos de los Estados africanos.

El Profesor Zbigniew Brzezinski ha expresado que existe un despertar político global, fácilmente ejemplificable en la “Primavera Árabe”, el cual aunque viene gestándose desde los últimos dos siglos, realmente ha tocado techo en las últimas décadas, y está representado en las masas de jóvenes descontentos con los sistemas políticos y las desigualdades en las que viven, lo cual usualmente desencadena procesos de protestas, y en muchos casos violencia, que sacuden el statu quo de los países.

En Túnez, este fenómeno ha chocado y se ha mezclado con otra tendencia importante de la política global: la revolución en el poder de organización en las sociedades y el auge del llamado tercer sector, representado por las organizaciones no gubernamentales, los sindicatos y demás grupos de la sociedad civil. La influencia de distintas organizaciones fuera del Estado en la política interna de los países se ha vuelto un elemento cada vez más normal, y su efecto, sobre todo en Estados que precisamente no gozan de suficiente presencia de estas instituciones además de un sistema político estable, puede ser decisiva.
Entonces la idea de que no solo el despertar político de grandes grupos de personas, sino además la participación en los procesos políticos de organismos no partidistas cuyos intereses son, idealmente, los mismos que los de distintos sectores de la sociedad, se vuelve entonces un factor decisivo en los cambios exitosos en los Estados, dejando muy atrás las revoluciones de élites partidistas que caracterizaron al siglo XX y que eran mucho más susceptibles a la corrupción, clientelismo e ineficiencia.

Si observamos entonces otros casos de la “Primavera Árabe”, como el libio, vemos que aunque las fuerzas populares que mueven los cambios políticos estaban ahí, la falta de una verdadera sociedad civil que generará organizaciones como las que integran el Cuarteto para el Diálogo Nacional en Túnez, puede desencadenar resultados adversos, quizás incluso peores que el statu quo inicial.

Finalmente, habría que concluir que las transiciones políticas no dependen de líderes o grupos políticos, sino de sociedades dispuestas a trabajar y sacrificarse por los cambios necesarios para la mejora de su calidad de vida, y que cualquier figura que pueda surgir en el horizonte, como los políticos que han tomado el protagonismo de la transición tunecina, no deben más que ser líderes que guíen la acción del conjunto de los ciudadanos, pero sin olvidar quienes son los verdaderos protagonistas del proceso. Por eso: ¡Felicitaciones por ese Nobel de la Paz para la sociedad civil!

@IvanRojas92