Lic.
Victor Hugo Matos
No existe un conflicto en la
historia moderna que, en mayor o menor medida, no haya dejado heridas
abiertas en las sociedades donde se ha
producido y en las regiones que han servido de escenario para las batallas del
siglo XX; entre las cuales podríamos mencionar las terribles experiencias
ocurridas en el Cáucaso o las terribles guerras civiles en África Central. No
obstante, existe otro conflicto, no tan
conocido, pero que con los recientes cambios geopolíticos en la antigua órbita soviética,
parece haberse reactivado y presenta un desafío considerable para
la Unión Europea. Se trata del conflicto de Nagorno-Karabaj.
Para
poder entender porque un conflicto tan distante de la frontera “natural” de la
Unión Europea resulta vital para los intereses de esta, es necesario saber que
Nagorno-Karabaj es una región de la Ex-República Soviética de Azerbaiyán donde
la mayoría de la población desde hace mucho tiempo se considera como parte de
la cultura armenia (proveniente del país homónimo vecino de Azerbaiyán), lo cual
llevaría a una inevitable animosidad entre la mayoría armenia y la minoría azerí;
cual espejo de los conflictos étnicos en el Cáucaso. El punto de mayor conflictividad se produjo
después de un referéndum de independencia impulsado por la mayoría armenia en
1988, el cual atizó las diferencias entre
los mismos grupos étnicos y sirvió como motivo para que se dieran las primeras
escaramuzas a lo largo de la frontera, que luego degenerarían en una guerra
abierta entre los dos países y culminó con el terrible calculó de 30.000
muertos y más de un millón de refugiados,
además de la anexión por parte de Nagorno-Karabaj por Amenia junto a
siete regiones más.
Hoy, 22 años después de la entrada en vigor del cese al fuego, la violencia ha vuelto a la frontera entre Azerbaiyán y Armenia y ha
puesto a ambas cerca de un conflicto bélico dada las recientes bajas de azeríes-armenios
en la región antes mencionada que sólo se han detenido tras un alto al fuego
promocionado por Rusia, si bien ambas
partes aún consideran prioritario el control del territorio; el gobierno azerí liderado por Ilham Aliyev,
ha acusado por el gobierno armenio de haber empezado el conflicto, siendo el
más beneficiado por un cambio en el statu
quo dado que esta crisis le ayuda a reenfocar la atención de los ciudadanos
azeríes lejos de los problemas económicos que sufre el país por la bajada de
los precios de petróleo.
Sin
embargo, resulta insuficiente considerar sólo la variante regional para
entender las implicaciones de este conflicto en el futuro, ya que ambos lados
se consideran respaldados por dos potencias que, no hace mucho, se encontraban
en rumbo de colisión: Rusia y Turquía. En
este sentido, Rusia sigue demostrando fortaleza en su acción exterior pese a la
lenta recuperación de los precios petroleros, ya que se ha posicionado
fuertemente como mediador entre azeríes y armenios; mostrando con el cese al
fuego alcanzado hace unas semanas que ha empezado su retorno como eje geopolítico
de Asia Central, toda vez que esta nueva posición le ha permitido forzar
al presidente Aliyev a considerar una futura membrecía en la Unión Económica Euroasiática
y a la Organización del Tratado de Seguridad Colectiva que no son más que las
respuestas rusas a la Unión Europea y la OTAN, aunque esto será posible solo si
Vladimir Putin puede generar un acuerdo duradero entre Azerbaiyán y Armenia,
dado que este último país es miembro pleno de las dos primeras organizaciones.
A pesar de este claro
dominio de Rusia dentro de las negociaciones, Turquía tampoco queda atrás
y ha recalcado su apoyo a Azerbaiyán contra Armenia, a la que ha
criticado duramente. Esto es entendible dado que el interés turco se extiende a
limitar cualquier posibilidad de que Armenia expanda su base de poder con
adquisiciones territoriales y bien preferiría que Azerbaiyán, con quien ha
entablando beneficiosas alianzas en el sector petrolero y gasífero, obtuviera
mayores réditos en cualquier acuerdo de paz final.
Indudablemente,
los líderes europeos deberían estar considerando ambas vertientes del conflicto
con extrema preocupación, ya que una escalada del conflicto pondría a la Unión
Europea en una posición incómoda en la medida en que se vería obligada a asumir
una posición dentro del conflicto, dadas las irreductibles posiciones de ambos
lados y la imposibilidad de que Endrogan o Putin favorezcan una salida “justa”,
si es que ese concepto existe mas allá de los pasillos de Bruselas.
Lo
que resulta claro es que la Unión Europea ha perdido la posibilidad de actuar
en su papel natural de mediador y se
enfrenta ahora a una decisión de la cual no obtendría ningún beneficio, ya que
si apoya a Azerbaiyán y por ende a Turquía,
esta conseguirá una ventaja en cualquier futura negociación y
profundizará el conflicto con Rusia, en cambio si apoyará a los milicianos
armenios y por ende a Rusia pondría a los gobiernos de Europa del Este en una
posición incómoda hacia sus ciudadanos, sin contar el hecho de que sería una invitación
a Rusia a seguir expandiendo su influencia.
Considerado este escenario y dado el antecedente de Ucrania, cuyos
resultados podemos observar tras la dimisión del Primer Ministro Arseni
Yatseniuk, o las disonancias internas que ha producido el acuerdo con Turquía, es
muy probable que frente a la posibilidad de un nuevo conflicto que desestabilice
Asia Central, el liderazgo europeo recurra a las tácticas usuales:
esquivar y cubrirse hasta que pase el temporal.
@ViktorRonin