Marianela
Fernández
La crisis actual en la
Península Coreana ha acaparado la atención del Mundo en las últimas semanas,
desplazando la intervención en Mali, la crisis económica europea y la guerra
civil en Siria del foco de atención.
Uno de los aspectos
más importantes para poder entender y encontrar soluciones a esta crisis, es la
relación especial que tiene la República Popular China y la República Popular Democrática de Corea (RPDC). China es de lejos el mayor socio comercial de
Corea del Norte, siendo fuente de más del 60% de sus importaciones y destino de
más de 60% de sus escasas exportaciones, siendo además su principal fuente de
alimentos y combustible. Asimismo, China es prácticamente el único aliado político
de la RPDC tras el final de la Guerra Fría, y ha evitado que las sanciones
internacionales impuestas a Pyongyang debido a su programa nuclear le aíslen completamente.
En el marco del llamado diálogo a “seis bandas”, Beijing ha procurado traer a la RPDC hacia la mesa de
negociación tras cada crisis que ha abierto en las últimas décadas con Corea
del Sur, aunque la paciencia de los líderes chinos hacia su más problemático
aliado, parece haber empezado a agotarse.
Pyongyang siempre ha
sido un régimen belicoso, y que pocas veces sigue las directrices que traza el
sistema internacional. Sin embargo, su tercera prueba nuclear, llevada a cabo
el 12 de febrero de este año, ha puesto a toda la región en tensión y ha
incomodado bastante a China –que incluso votó a favor de imponerle nuevas
sanciones en el Consejo de Seguridad-. El joven líder norcoreano Kim Jong-un ha
abierto una crisis que le ha permitido a la Administración Obama justificar su “pivote
al Pacífico” y colocan en entredicho el papel de China como potencia emergente.
Existen varias razones para el mantenimiento
de la alianza Beijing-Pyongyang, a pesar de las discrepancias que han enfriado
la relación desde la realización de la segunda prueba nuclear norcoreana en 2006.
Así, aunque se pueden considerar los lazos culturales, históricos e ideológicos,
deben destacarse 3 razones de carácter estratégico.
Primero, la
posibilidad de explotar los recursos minerales y energéticos que existen al
norte de la RPDC y para los cuales los inversionistas chinos han hecho
importantes inversiones. En sí mismos estos recursos no son de tanto peso pero
su explotación podría ayudar a la potenciación de la zona fronteriza que tiene
China con su vecino de la Península Coreana, recordando que al igual que la
frontera occidental, el noreste de China es poco desarrollado. Por supuesto,
esta primera razón se puede interpretar también como un intento chino de crear
mayor prosperidad en Corea del Norte y hacerla más estable y menos propensa al
colapso, situación de la cual emanan las otras dos razones.
En segundo lugar, está
el temor chino de que de colapsar el régimen norcoreano -lo cual sin la ayuda
china sería a estas alturas un hecho-, oleadas de cientos de miles de
refugiados cruzarían la frontera marcada por el río Yalú hacia China. Incluso
actualmente el flujo de refugiados ilegales ya ha sido un problema que China ha
tenido que enfrentar, llegando al punto de colocar un cerco en la frontera y
devolver, con el rechazo rotundo de las organizaciones de derechos humanos,
ilegales que han logrado alcanzar territorio chino.
Finalmente está la
razón geopolítica para este apoyo, la cual se basa en que la RPDC actúa desde
la Guerra Fría como un “Estado tapón” (buffer
state) entre China y Corea del Sur, es decir, crea una separación entre el
gigante asiático y uno de los principales aliados de EEUU en la región –donde se
encuentran estacionadas 29.000 tropas estadounidenses-. Con esta separación
China puede sentirse más seguro y no necesitar grandes contingentes militares
en esta frontera y concentrarlos en otras zonas, por ejemplo, dedicarlos al
“problema” de Taiwán.
Visto de esta forma se
pueden entender las razones por las cuales China ha apoyado a este Estado tan
particularmente problemático, aunque al día de hoy los costos políticos de este
apoyo han aumentado considerablemente. A pesar de que Beijing no ha cambiado sustancialmente
su política hacia la RPDC, ha venido adoptando un enfoque más sutil, donde toma
distancia públicamente de Pyongyang –e incluso le sanciona- al tiempo que
mantiene la cooperación bilateral. Con esto, Beijing parece buscar fortalecer
su ascendencia sobre Pyongyang, e intentar abrir espacio para negociar con EEUU
las condiciones de su “pivote al Pacífico”, al ser pieza clave para contener
las amenazas de Pyongyang a Seúl, como lo demuestra la reciente visita del
Secretario de Estado John Kerry al Presidente Xi Jinping.
Además, al cooperar Beijing
con EEUU, Corea del Sur y en última instancia Japón –también afectado en esta
crisis- para llevar a la RPDC a la mesa de negociaciones, podría lograr otros
objetivos de política exterior, como rebajar las tensiones actuales con Tokio surgidas
por la problemática de las islas Diaoyu/Senkaku e intentar reafirmar la idea de
que China no es una potencia revisionista, es decir, la Doctrina del “Ascenso
Pacífico” (和平崛起, heping jueqi) que el gobierno chino
ha intentado promover desde 2003.
En consecuencia,
aunque hoy por hoy China no puede darse el lujo de abandonar a su incomodo aliado
norcoreano, parece haberse acabado la época en la cual le proporcionaba amparo
bajo cualquier circunstancia.