Dr. Kenneth Ramírez
Han pasado poco más de 6 meses desde que Nicolás
Maduro juró el cargo como Presidente de Venezuela. Maduro ha empleado 33 de sus
190 días en el Palacio de Miraflores, para realizar 15 viajes al exterior por
19 países diferentes –visitando Cuba, Ecuador, Nicaragua, Bolivia y Uruguay en
más de una oportunidad-, ha participado en cumbres de la ALBA, MERCOSUR,
UNASUR, PETROCARIBE, CARICOM y el FPEG, y ha recibido altos representantes de
diferentes países.
Para efectos de análisis, podemos dividir su
política exterior en dos etapas. La primera que se extiende desde su rauda
asistencia a la Cumbre Extraordinaria de UNASUR celebrada en Lima el 18 de
abril –horas antes de su juramentación- para discutir la situación política
venezolana marcada por la tensión posterior a las elecciones del 14-A, hasta la
Cumbre del MERCOSUR celebrada en Montevideo el 12 de julio; caracterizada por
un gran activismo internacional de Maduro para lograr reconocimiento y
legitimidad. Mientras la segunda etapa podemos identificarla desde la Cumbre
Binacional con Juan Manuel Santos en Puerto Ayacucho el 22 de julio hasta el
presente, caracterizada por un menor activismo, la reivindicación del legado internacional
de Chávez y la crisis económica doméstica.
Debido a su ajustada y controvertida victoria
en las elecciones del 14-A y la impugnación de la misma por la MUD a nivel
interno y externo, Maduro no gozó de la luna de miel que acompaña a los
mandatarios en sus primeros días. Después de la Cumbre Extraordinaria de Lima, UNASUR
saludó a Nicolás Maduro como Presidente, hizo un llamado a que todo reclamo se
realizase dentro del ordenamiento jurídico y tomó nota positiva de la decisión
del CNE de implementar “una metodología” –sin ahondar en detalles- para auditar
el total de las mesas electorales. Acto seguido los líderes de Argentina,
Colombia, Brasil, Perú, Uruguay, Cuba, Honduras, República Dominicana,
Nicaragua e Irán asistieron a la toma de posesión de Maduro. Esta fue, sin
duda, una primera victoria diplomática.
A pesar de esto, en sus primeros días, Maduro
acumuló varios desencuentros internacionales debido a la crisis electoral. Al
canciller español, José García-Margallo, lo mandó a “sacar sus narices de
Venezuela” cuando manifestó su disposición a ayudar. Al Ex-Canciller peruano,
Rafael Roncagliolo, le dijo haber “cometido el error de su vida” al presentar
un pedido a la UNASUR para evaluar una segunda declaración que solicitara “tolerancia
y diálogo”. Tildó al Presidente Obama de ser “el jefe mayor de los diablos” y
acusó al Ex-Presidente Uribe de encabezar un “complot” para derrocarlo, lo cual
hizo extensivo al Presidente Santos cuando sostuvo una reunión privada con Henrique
Capriles. Además, acusó al Secretario de la OEA de “cínico e injerencista”, por
solicitar diálogo.
Maduro utilizó PETROCARIBE, ALBA y MERCOSUR para
desactivar los intentos de la MUD de formar un bloque de parlamentos y
gobiernos a nivel hemisférico para presionar a favor de la realización de una
auditoría integral de todo el material electoral desde UNASUR y la OEA, así
como toda posible activación de la Carta Interamericana Democrática.
Además, desplegó iniciativas diplomáticas de apertura –hoy vistas como meras
tácticas tendientes a afianzar su reconocimiento-, como la Reunión Jaua-Kerry
al margen de la Asamblea General de la OEA celebrada en Guatemala el 5 de junio y la
gira europea realizada del 16 al 20 de junio por Italia, El Vaticano, Francia y
Portugal, que incluyó la simbólica audiencia con el nuevo Papa Francisco. Esas
dos reuniones, fueron nuevas victorias diplomáticas, ya que le dieron mayor
legitimidad y cerraron la puerta a las denuncias que realizaba la MUD. Maduro
coronó esta etapa con una gira por Rusia y Belarús, y su asunción de la
Presidencia pro-témpore del MERCOSUR en la Cumbre de Montevideo -a pesar de las
objeciones del nuevo Presidente de Paraguay, Horacio Cartes.
Una vez superada la crisis electoral y con amplio reconocimiento, Maduro ha
disminuido la frecuencia de sus viajes al exterior y ha retomado el discurso
anti-imperialista. Esto pudo observarse con la visita a Cuba en el 60°
Aniversario del asalto al Cuartel Moncada el 26 de julio, la definitiva salida
de la Convención Americana sobre DDHH, y las protestas de la ALBA por el
espionaje denunciado por Snowden y la irrespetuosa retención del avión del
Presidente Morales en Europa. No obstante, estos últimos eventos mostraron
también que su liderazgo en una ALBA en declive, se encuentra disputado por Rafael
Correa. Asimismo, en esta segunda etapa, Maduro ha buscado apoyos para paliar
la crisis económica -al tiempo que intenta desviar la atención de la misma-,
mediante la profundización de las relaciones con los socios considerados
estratégicos, la reconciliación con el Presidente Santos y por nuevas puestas
en escena frente a EEUU.
Cuando lucía inminente un ataque de EEUU a Siria a principios de septiembre,
el Presidente Maduro le envió una carta –tan poco diplomática como
intrascendente- al Presidente Obama para intentar liderar la opinión pública
mundial contra EEUU, tratando de emular a Chávez en la antesala de Irak. No
obstante, el Acuerdo de Ginebra entre EEUU y Rusia para destruir el programa
químico sirio, le tomó con el pie cambiado y prefirió por ello no acudir a la
Asamblea General de la ONU.
La crisis económica le obligó a viajar a China en septiembre para pedir un
nuevo préstamo y ofrecer nuevos bloques de la Faja, así como solicitar nuevos
préstamos a empresas petroleras a través de PDVSA. Asimismo, le llevó a cerrar
el canal de diálogo con EEUU a finales de septiembre, mediante la expulsión de
su Encargada de Negocios, Kelly Keiderling, para tratar de desviar la atención
de los problemas económicos. En octubre, la agudización de la crisis y la
cercanía de las elecciones municipales, han generado sendas ausencias de Maduro
en una cita con Morales y Correa en Bolivia y en la XXIII Cumbre Iberoamericana
en Panamá, y el ofrecimiento de ayuda de Brasil a través de Marco Aurelio
García.
En definitiva, hemos visto a un Maduro que ha optado por retomar la política
exterior de Chávez -incluyendo su falta de contundencia respecto al Esequibo. Sin embargo, la ausencia del líder carismático, las capacidades económicas
y petroleras mermadas, y el cambio de la coyuntura internacional –marcada por
el repliegue de EEUU y la transición a la multipolaridad- introducen varias
incógnitas sobre la viabilidad del proyecto internacional del chavismo a largo
plazo.