Victor Hugo Matos
La
Administración Obama ha venido recalibrando sus prioridades en materia de política
exterior. Uno de sus puntos cambio pasa por fortalecer a EEUU como eje
importante del comercio internacional y por darle un poco más de atención a
América Latina. Esto queda demostrado en el hecho de que ha comenzado a
negociar acuerdos que le permiten aumentar su peso comercial, como el proyecto Acuerdo de Asociación Trans-pacífico
–por sus siglas en inglés, TPP- con sus países aliados en la Cuenca del Pacífico
o el proyecto Acuerdo Trasatlántico de Libre Comercio –por sus siglas en
inglés, TAFTA- con la Unión Europea.
Estas
nuevas iniciativas han llevado a EEUU a
reactivar su presencia en la región latinoamericana –a través del TPP donde se
encuentran insertados los países de la llamada Alianza del Pacífico, con
quienes EEUU tiene acuerdos de libre comercio-, que después del fracaso del proyecto
del ALCA se ha caracterizado por la firma de acuerdos de libre comercio bilaterales
con países como Colombia y Panamá acompañadas de otras iniciativas simbólicas
como la ayuda en ocasión del terremoto de Haití, con la excepción del caso de México -con el
cual las relaciones siempre han sido cercanas en el marco del TLCAN/NAFTA. Este nuevo ímpetu en recuperar su presencia
en la zona viene motivado primeramente por la nueva estrategia de EEUU de
fortalecer sus relaciones con los miembros de la Alianza del Pacífico, que se
ha hecho efectiva en las últimas giras del Presidente Obama y el Vicepresidente
Biden por América Latina, los contactos entre el Presidente Obama y el nuevo Presidente
mexicano, Enrique Peña Nieto, así como las visitas del Presidente Humala y el
Presidente Piñera a Washington.
No
obstante, la diplomacia estadounidense también se ha enfocado en reducir la
conflictividad existente con algunos Estados en la región, por lo cual ha
intentado aproximarse a Venezuela, con
la cual ha tenido relaciones tirantes en los últimos años para así asegurar
unas relaciones comerciales más tranquilas e influencia en la transición
política a través del diálogo. Estos intentos de reducir las tensiones se hacen
efectivos después de la reunión Jaua-Kerry que se produjo en Guatemala
recientemente y los contactos anteriores entre el Encargado de Negocios
venezolano Calixto Ortega con la Subsecretaria de Estado, Roberta Jacobson.
Asimismo,
debemos agregar gestos hacia El Caribe como la visita del Vicepresidente Biden
a Trinidad y Tobago; y los contactos permanentes que se hacen con Brasil, siendo
el último de ellos la visita del Vicepresidente Biden a la Presidenta Rousseff.
Desde la visita de Bush a Brasil en 2007, EEUU ha reconocido a Brasil
como un actor importante en la región y ha manifestado su interés en una mayor profundización
de la cooperación bilateral. Esto se ha
visto beneficiado recientemente en parte por el mayor pragmatismo del actual
gobierno en comparación al de Lula da Silva, y en parte por la voluntad de la
Administración Obama de eliminar los obstáculos materiales y simbólicos en las
relaciones. Brasilia considera que Washington no le da la suficiente
importancia que merece como potencia emergente, como ocurrió con la visita de
la Presidenta Rousseff en abril de 2012, la cual careció del carácter de
“visita de Estado” que tuvieron la del Presidente de China, el Primer Ministro
del Reino Unido y el Primer Ministro de India, el mismo año. Por ello, durante
la visita del Vicepresidente Biden a Brasil fue anunciada con grandilocuencia
la próxima visita de Estado de la Presidenta Rousseff a EEUU, la única que
tendrá ese carácter este año.
Es visible entonces, que
la nueva ofensiva diplomática de EEUU en América Latina aunque gravita en torno
a los países latinoamericanos ribereños del Océano Pacífico como nueva área de
interés, también implica renovar la forma en la que se han manejado los asuntos
hemisféricos hasta ahora, en parte por el beneficio que traería el
fortalecimiento de estructuras como la Alianza del Pacifico, renovados vínculos
con El Caribe y Brasil, así como relaciones más constructivas con la Venezuela
pos-Chávez; y en parte por el hecho de que la falta de contacto de EEUU con la región
ha venido creando un vacío que ha pasado a ser llenado lentamente por China.
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