jueves, 19 de septiembre de 2013

El Acuerdo de Ginebra sobre Siria


Dr. Kenneth Ramírez

Lunes 9 de septiembre. Mañana fresca y parcialmente nublada en Londres. El Secretario Kerry se aprestaba a realizar la rueda de prensa con el Canciller británico Hague, en el palacio neo-renacentista italiano que alberga el Foreign Office en Whitehall. Las noticias en Washington resultaban preocupantes. Las últimas encuestas mostraban un aumento de la oposición de los estadounidenses a un ataque a Siria. En consecuencia, se estaba gestando una revuelta silenciosa en la Cámara de Representantes. El Presidente Obama había conseguido victorias tempranas con la aprobación de una Resolución en el Comité de Relaciones Exteriores del Senado el 4 de septiembre, y el respaldo de los líderes de los partidos en ambas cámaras. Empero, los representantes con la mente puesta en las elecciones de medio término a finales de 2014, estaban dispuestos a revelarse contra sus autoridades. El frente internacional volvía a cobrar fuerza.
 
Después de exponer su posición y subrayar el respaldo de 33 países a la declaración que pedía una “respuesta internacional firme en Siria”, le hicieron la pregunta de rigor sobre la posibilidad de evitar el ataque. En lugar de responder negativamente, el Secretario Kerry intentó desarmar al periodista: “Seguro que sí, si Assad entrega todas y cada una de sus armas químicas a la Comunidad Internacional la próxima semana -entregarlas todas y sin retraso. Pero no lo va a hacer y además no se puede hacer” dijo despreocupadamente. No sospechaba que su comentario activaría al ágil Canciller ruso Lavrov, quien en cuestión de horas, presentó una propuesta para colocar todas las armas químicas sirias bajo control internacional y logró el respaldo público de Assad. Acto seguido, el Presidente Putin se permitió publicar una columna en el New York Times dirigida al “pueblo estadounidense” -recurso muy manido por EEUU desde los tiempos de Wilson- donde hacía un llamado a la “cautela”, ya que atacar Siria traería como consecuencia “más víctimas inocentes y una escalada”, además “desataría una nueva ola de terrorismo”. EEUU había sido puesto contra las cuerdas.
 
La maestría de la jugada diplomática rusa estribaba en que ofrecía protección a su aliado Assad, al tiempo que una salida para un Presidente Obama que no quería atacar, que no tenía respaldo de la ONU ni de los estadounidenses y ahora corría el riesgo de una derrota en la Cámara de Representantes; pero que tampoco podía voltear hacia otro lado sin daño a su credibilidad y capacidad disuasiva. El Presidente Obama desde el Salón Este de la Casa Blanca el jueves 12 de septiembre, aceptó la propuesta rusa y la valoró como producto de su amenaza creíble de utilizar la fuerza. Le pidió al Congreso que retrasara la votación sobre Siria – sin descartar un ataque en caso de fracasar esta iniciativa diplomática.
 
El acuerdo final fue alcanzado el sábado 14 de septiembre en Ginebra, tras intensas negociaciones entre el Secretario Kerry y el Canciller Lavrov, el cual quedó compuesto por cuatro grandes aspectos: 1) Siria debe firmar la Convención de Prohibición de Armas Químicas, con el compromiso de EEUU y Rusia de asegurar la destrucción del programa de armas químicas sirio a través de una Resolución en el Consejo de Seguridad; 2) Siria debe presentar en una semana una lista completa de nombres, tipos y cantidades de sus agentes de armas químicas, municiones y sitios de almacenamiento, producción e investigación; 3) Siria debe proporcionar apoyo a los inspectores de la Organización para la Prohibición de Armas Químicas (OPCW) y la ONU, que deben culminar su verificación en noviembre de 2013; 4) Destruir todos los equipos de producción, mezcla y llenado para noviembre de 2013; y eliminar todas las armas químicas en el primer semestre de 2014.
 
Aún no sabemos si este acuerdo, difícil de implementar en medio de una guerra, tendrá éxito. Lo que sí sabemos es que el Presidente Putin se ha apuntado una victoria diplomática al erigirse como gran árbitro. Por otra parte, el Presidente Obama ha dejado claro que seguirá apoyando a los rebeldes sirios: los perdedores de este acuerdo. Todo esto nos remite a dos escenarios posibles:
 
a) Éxito diplomático: Assad accede a la entrada de los inspectores de la ONU y la OPCW, entrega las armas químicas y se ve forzado a abrir unas negociaciones de paz que le llevarán a ceder el poder a un gobierno provisional. La guerra civil termina y Assad se exilia en Moscú. La experiencia de Irak servirá para no cometer el error de desmontar las instituciones del Estado y el Ejército. Las minorías alawita, kurda, cristiana y drusa son incluidas junto a la mayoría sunita en un sistema de reparto de poder donde es necesario el consenso, siguiendo el modelo del Acuerdo de Taif de 1989 que cerró la guerra civil libanesa. EEUU y Rusia ejercen influencia compartida. Se genera una dinámica que permite incluir a Irán y entrar en negociaciones fiables sobre su programa nuclear. El Presidente Obama deja como legado la culminación de las guerras en el Medio Oriente y el “pivote al Pacífico” para encarar el ascenso de China.
 
b) Estratagema: Assad evita los bombardeos de EEUU gracias a un cumplimiento limitado del Acuerdo de Ginebra, y aprovecha la estratagema diplomática para afirmarse en el conflicto gracias al apoyo de Hezbollah y las armas que le suministran rusos e iraníes. Juega con los inspectores de la ONU y la OPCW y les entrega sólo una parte de su arsenal químico. EEUU y las monarquías del Golfo suministran armas y entrenamiento a los rebeldes. La cruenta guerra civil continúa y la credibilidad internacional de EEUU sufre un serio revés. Siria empaña el legado de Obama y los republicanos le acusan de haber debilitado a EEUU en el Mundo. Lamentablemente el escenario más probable, ya se observan dilaciones.

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