Victor Hugo Matos
En
los últimos días el gobierno de EEUU, junto a otros países como Turquía o
Francia, anunció que estaba preparándose ante la posibilidad de realizar un
ataque limitado a estructuras del gobierno sirio como respuesta al supuesto uso
de Gas Sarín contra población civil, cuya autoría aún es punto de discordia
entre los actores interesados dentro del conflicto. En respuesta a esto, varios
miembros de esa estructura abstracta que se hace llamar “Opinión Pública Internacional”,
que clamaban anteriormente porque se hiciera algo con el caso de Siria,
habiendo sido etiquetada esta como una grave crisis humanitaria, ahora rechazan
cualquier tipo de intervención en contra de Al-Assad; para lo cual, se han
usado argumentos respecto a la primacía del Derecho Internacional como sustento
para criticar cualquier intervención, a pesar de que este es un concepto tan
abstracto como difícil de aplicar efectivamente en el Mundo real, compuesto por
un conjunto de países con una visión de la legalidad tan antagónica y con
intereses tan disímiles que difícilmente puede hablarse de la existencia de una
“Comunidad Internacional”.
Además,
esta misma estructura, en conjunto con algunos actores interesados dentro del
conflicto sirio como Rusia o China, ha pedido que haya una salida negociada, a
pesar de que el ambiente actual parece haber destruido cualquier posibilidad de
alcanzarla.
Esta
situación es un reflejo de cómo se ha condicionado el sistema internacional después
del 11-S y la Guerra de Irak, donde los gobiernos a pesar de criticar
problemáticas internacionales por sus consecuencias humanitarias, recurren a
acciones indirectas para lidiar con las mismas,
siendo el caso más claro el de la Unión Europea, y donde hasta en EEUU, la idea de intervenir
directamente en cualquier tipo de
conflicto trae consigo a los fantasmas de la Administración Bush, inmovilizando
cualquier toma de decisiones eficaz al
respecto.
Otro
punto interesante en este sentido es la situación de la ONU, cuyo papel como organización
por excelencia para dirimir controversias y generar salidas pacificas se ha
venido diluyendo durante los últimos tiempos, que ha pasado a ser poco más que
un foro político.
Estas
tendencias en su conjunto reflejan el cumplimiento de la predicción que hizo
Ian Bremmer sobre el ingreso en un Mundo G-0, donde nadie estuviera dispuesto a
asumir las responsabilidades y cargar con el peso del liderazgo, en un momento
donde las crisis económicas, los problemas internos y las políticas nacionales,
reduce la predisposición de los Estados a prevenir o detener conflictos de este
tipo.
Este
es el nuevo sistema internacional, no uno basado en estructuras internacionales
donde los Estados dirimen sus problemáticas en grandes foros y las guerras son
evitadas o limitadas por la capacidad de organizaciones y foros como la ONU o
el G-20 de sumar voluntades de los Estados más capaces para lidiar con
problemáticas internacionales como pretendían algunos estudiosos que sería el
Mundo después de la caída de la URSS.
Estamos
en un Mundo donde las crisis humanitarias o los conflictos, por más terribles
que sean, no impulsarán actos altruistas por parte de grandes coaliciones, sino
más bien participaciones puntuales motivadas por intereses nacionales. Un Mundo
donde la Realpolitik se impone sobre cualquier otro planteamiento como se ha
visto en el conflicto sirio, a pesar de que en los discursos ante la ONU se
hable de “interés general” y “primacía del Derecho Internacional”. Bienvenidos
al G-0. Venezuela debe tomar nota.
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