Iván Rojas Álvarez
Después de una jornada electoral seguida muy de cerca por la Sociedad Internacional,
y ya con casi la totalidad de las papeletas escrutadas -99,94% cuando se
escribe este artículo-, podemos decir que la hegemonía que detentaba el Partido
de la Justicia y el Desarrollo (AKP) desde 2002 ha terminado, en lo que puede
significar un giro realmente importante no solo para Turquía sino para toda la
región. Porque a pesar de haber ganado la contienda electoral con 40,8% de los
votos, el AKP ha perdido la capacidad de formar un gobierno sin necesidad de
hacer coaliciones con los otros partidos, es decir, no ha logrado ganar
suficientes sillas como para formar una mayoría tal y como había hecho en la
última década durante tres elecciones consecutivas.
El principal partido de oposición, el Partido Republicano del Pueblo (CHP)
obtuvo el 25% de los votos, el Partido de Acción Nacionalista (MHP) obtuvo el
16,3% y el Partido Democrático del Pueblo (HDP) obtuvo el 13,1%. Esto tendría
como consecuencia que estos partidos obtuvieran alrededor de 132, 81 y 79
escaños respectivamente, en la Gran Asamblea Nacional Turca, mientras que el
antes mencionado AKP obtendría 258. Es importante recordar que el sistema
electoral turco tiene el umbral electoral, porcentaje mínimo de votos para
obtener representación, más alto del Mundo, el cual se ubica en 10%, lo cual
hace en general que partidos pequeños encuentren muchas dificultades obteniendo
escaños.
Un elemento que puede considerarse importante en el desenlace de esta
contienda, la cual era considerada por muchos como trascendental para el futuro
de Turquía y de todo el Medio Oriente, eran las ambiciones del actual Presidente
Recep Tayyip Erdoğan y su partido AKP de transformar el sistema de gobierno
turco, de parlamentario a presidencialista, aumentando así los poderes del
Presidente Erdoğan, quien ya de por sí ha sido acusado durante la última década
tanto dentro como fuera de las fronteras de su país, de tener un talante
autoritario, y de socavar parte de la institucionalidad del país concentrando
más poder en su persona y su partido.
Tanto el líder del HDP, partido pro-kurdo y abierto a todas las etnias y
sectores del país, Selahathin Demirtas, como el líder del CHP, Murat Karayalcin, coincidieron en
declaraciones hechas durante este domingo, en que se había demostrado a través
de los votos que el pueblo turco no quería un sistema presidencial de gobierno.
Para hacer los cambios constitucionales necesarios para este cometido, el AKP hubiese
necesitado dos tercios de los escaños, es decir, 367 de los 550 del Parlamento
o, en su defecto, 330 escaños para lograr tres quintos y tratar de lograr esos
cambios a través de un referéndum.
En los próximos días se exploraran las opciones que tiene el AKP para
formar gobierno; el HDP ya ha descartado públicamente la posibilidad de hacer
una coalición con el hasta ahora partido dominante, al igual que lo hizo el
líder del CHP Kemal Kılıçdaroğlu cuando fue preguntado sobre este asunto antes
de las elecciones. Y aunque hay varias combinaciones que matemáticamente le
darían un gobierno de mayoría, lo más probable es que el AKP busque formar un
gobierno de minoría, lo cual tendría, como en todos los Estados de corte
parlamentario, una estabilidad mucho menor que un gobierno de mayoría, fuese
este de un solo partido o de coalición. Este escenario le daría a los partidos
de opción bastante capacidad de bloquear las acciones gubernamentales cuando
así lo consideraran necesario.
Por otra parte hay que decir que la “derrota” del AKP podría ser
achacada no solo a la intención del cambio de sistema de gobierno y al proceso
de centralización del poder, sino además al carácter cada vez más represivo que
el gobierno había tomado, tanto con Erdoğan como Primer Ministro como durante
su más reciente ejercicio como Presidente. A nivel de la prensa internacional
fue bastante seguido el caso de las protestas en el Taksim Gezi Park de
Estambul, las cuales aunque iniciaron a partir del descontento por un plan de
rediseño urbano evolucionaron, en parte debido a la represión, en protestas con
una agenda mucho más amplia, que incluía la contrariedad hacia múltiples temas
políticos y sociales. Otros casos polémicos han sido los constantes ataques
contra la libertad de expresión en el país, siendo el más conocida la censura a
la red social Twitter hecha en marzo del año pasado, a raíz de acusaciones de
corrupción hechas en dicha red social hacia el circulo interno del entonces Primer Ministro Erdoğan.
Esta derrota entonces se puede entender como una repuesta sobre todo de
los grupos minoritarios como lo son las mujeres, los kurdos, los activistas LGTB
y otros muchos grupos étnicos, políticos, religiosos y sociales que podían
sentir que un gobierno más autoritario podría acabar con sus ya limitadas
libertades, razón sobre todo por la cual la oferta del HDP, el cual incluyó en
su lista de candidatos a miembros de todos estos grupos, por ejemplo armenios,
azeríes, asirios y muchos otros, además de 268 mujeres, resultó especialmente
atractiva para muchos. Este partido, a pesar de su inclinación anti-sistema y
anti-liberal, lo cual ha traído comparaciones con el partido español Podemos,
representaba para muchos observadores externos un contra peso necesario para el
AKP, que había convertido a la República laica por excelencia en el Medio Oriente
en un Estado de corte bastante más religioso y bastante más conservador.
Finalmente, es interesante recordar que esta coyuntura electoral se ha
dado a pesar de que Turquía en la última década y media ha experimentado un
importante crecimiento y desarrollo económico, siendo la prosperidad alcanzada
por muchas zonas antes deprimidas la base de la popularidad del AKP. Esto se ve
reflejado en cifras como la disminución de la pobreza de 16,4% en 2005 a 2,3%
en 2012 según cifras del Banco Mundial (la misma fuente ubica la pobreza de
Venezuela en 25,4% en ese año); un ascenso en el PIB per cápita de 2.850 a 10.790
dólares entre 1995 y 2013 según la fuente antes citada. Además, Turquía ha sido incluido en varios
grupos de países considerados por analistas como de las economías emergentes
más importantes como los “Next Eleven” y los “MINT” (México, Indonesia, Nigeria
y Turquía) o los “MIKTA” (México, Indonesia, Corea del Sur, Turquía y
Australia); aparte de ser junto con Arabia Saudita el único Estado de Medio Oriente
que es parte del G-20.
Entonces queda esperar la formación de un gobierno y el intercambio
inicial entre los ahora bloques parlamentarios para poder vislumbrar el futuro
de la agenda política turca, la cual por lo estratégico del país afectará la
política internacional de lo que queda de década, especialmente en Europa, el Medio
Oriente y los EEUU.
@IvanRojas92
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