Lic. Iván Rojas Álvarez
En diciembre de este año se cumplirán 5 años del inicio del fenómeno que
todos conocemos como la Primavera Árabe. De toda esa explosión de protestas y
demostraciones en las calles y plazas del Medio Oriente, sólo un Estado ha sido
capaz de transitar a la democracia en una revolución mayormente civil y
pacífica, lo cual más de un “analista” pensó sucedería en toda la región sin
mayores traumas. La República Tunecina ha redactado una constitución, pasado ya
por dos elecciones pacíficas, presidenciales y legislativas, además de tener dos
partidos bastante diferentes, el Ennahda, islamista moderado, y Nidaa Tounes,
secular, que han competido durante estos años por la preponderancia de la
escena política sin los choques ni la violencia que, por ejemplo, han plagado
el intento democrático fallido en Egipto.
Pero como es bien sabido la pequeña República Norafricana ha sido
golpeada ya dos veces este año por ataques terroristas de inmensa cobertura
mediática, el ataque al Museo Nacional del Bardo en marzo y el ataque en la ciudad
de Sousse hace apenas un par de semanas, los cuales dejaron 22 y 38 fallecidos
respectivamente, en su mayoría turistas extranjeros. Estos ataques revelan que
a pesar de los avances que Túnez ha tenido en materia política, está lejos de
tener una situación realmente estable, y es que el país enfrenta una cantidad
de retos bastante importantes que tiene que superar para poder convertirse en
el Estado pujante y tranquilo que está en toda capacidad de ser.
Habría que mencionar primero a grandes rasgos porque Túnez pudo donde Siria,
Egipto y Libia han fallado; y es que este país tenía la combinación de
tradición secular, nivel educativo alto, relaciones con los Estados europeos, e
institucionalidad remotamente desarrollada que los otros sencillamente no tenían,
además del hecho de ser un Estado territorialmente más pequeño, lo cual
facilita que los movimientos consoliden su presencia en todo el país, a
diferencia de Libia donde el aislamiento y las distancias han generado
gobiernos paralelos y territorios rebeldes.
En este mismo orden de ideas vale aclarar que antes de la llamada
Revolución de los Jazmines, que sacó del poder a Zine El Abidine Ben Ali,
Túnez era considerada una de las economías más competitivas de África, y uno de
los Estados con mejor nivel de vida de Medio Oriente, excluyendo a las
monarquías del Golfo.
Sin embargo el país enfrentaba, y aún enfrenta de hecho, altas tasas de
desempleo, sobre todo desempleo juvenil, amplia corrupción administrativa, un
sistema monetario que no fomentaba la producción nacional y un Estado policial
y represivo que no pudo sostenerse ante la explosión revolucionaria. Muchos de
estos problemas han sido tratados de solucionar por el actual gobierno,
encabezado por el Presidente Baji Caid Assebsi, sin llegar al éxito esperado,
lo cual muchos concuerdan es parte de la razón por la cual ha habido un auge en
los ataques terroristas en el país, además del hecho de que Túnez es el Estado
que más combatientes extranjeros ha proveído a las filas de ISIS, una cifra que
ronda 3000 ciudadanos.
En estos momentos el país se encuentra en Estado de emergencia debido al
ataque terrorista más reciente, se han hechos múltiples arrestos, se ha allanado
mezquitas no autorizadas que supuestamente han extendido mensajes de violencia,
e incluso se ha declarado el plan de construir un muro que cierre la frontera
con la vecina Libia, actualmente un Estado fallido donde ISIS ha encontrado áreas
donde establecer operaciones, y en donde se estima que los dos perpetradores
del ataque al Museo del Bardo recibieron entrenamiento.
Pero la pregunta es qué otras medidas puede el gobierno generar para
defenderse de la inestabilidad que acecha toda la región, pues a pesar de que
las pérdidas humanas son infinitamente más importantes, no se puede dejar de
apreciar el golpe que un solo ataque, perpetrado por un solo hombre, ha hecho
al turismo del país, en donde playas rebosantes de turistas europeos se han
convertido en un campo de arena vacío con tumbonas y sombrillas regadas por
doquier, lo cual representará millones de dólares en pérdidas para el país.
Habría que ver este problema como uno integral, en donde medidas
puramente económicas o puramente de seguridad no van a ser suficientes, ni
tampoco se le puede abordar como un problema solamente tunecino, pues todos
estamos más que consientes de la situación actual de toda la región. Entonces
el gobierno debe comenzar por profundizar las medidas que dinamicen la
economía, sobre todo la agricultura, industria y minería, que tienen capacidad
exportadora, y que están deprimidas en la actualidad por problemas como la
sobrevaluación de la moneda y la falta de cultura competitiva debido a los
controles de importación aún en pie que son heredados del gobierno anterior.
En el plano de la seguridad, se debe caminar por la fina línea que
divide a un Estado eficiente en la persecución y captura de sospechosos y
criminales, con la de retroceder en el proceso de apertura del país y volver a
las prácticas represivas del pasado, debate que hemos visto llevarse con
bastante controversia en el parlamento desde el año pasado, y que los ataque
terroristas en 2015 han dado fuerzas renovadas. Además, Túnez debe aprovechar
sus buenas relaciones con Occidente para coordinar mayor apoyo internacional en
su lucha contra el extremismo, pues como los recientes ataques terroristas en
Siria, Kuwait y Francia demuestran, esta es una amenaza transnacional, y ningún
Estado está preparado para afrontarla en solitario.
La República Tunecina debe continuar el lento proceso de limpieza y
afinación institucional que todo régimen en transición a la democracia debe
llevar a cabo, pues la corrupción, el clientelismo y otros males de la
administración pública no hacen sino sembrar desconfianza y resentimiento en el
gobierno, el cual ya ha generado rechazo en la juventud del país, la misma que
tomo las calles en primer lugar. Para finalizar habría que decir que, más allá
de ciertas circunstancias coyunturales de la región, este país no está pasando
por un proceso tan diferente al que otros Estados en procesos de transición han
experimentado, por ejemplo Venezuela en 1958 enfrentó muchísimos problemas
políticos e incluso experimentó varios intentos de golpes de Estado antes de
cumplir su primera década como Estado democrático. Entonces, el camino es
complicado, el proceso es lento, pero existen todas las herramientas para que
el legado de Mohamed Bouazizi y la revolución de los Jazmines perduren.
@IvanRojas92
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