Embajador
(r) Milos Alcalay
Las acciones judiciales por corrupción que ya
habían sacudido a la opinión pública brasileña por escándalos conocidos como
“lavajato” y “mensalao” llegaron a un clímax con las acusaciones del
Juez Moro al Ex-Presidente Lula da Silva, contra quien pesan serios indicios de
culpabilidad por desvíos millonarios del erario nacional.
Tratando de ayudarlo, Dilma
designó a su guía y predecesor en el cargo de Ministro de la Presidencia para
evitar que se formalice el juicio, recibiendo el respaldo automático de Maduro,
Castro, Evo, Ortega, Correa y demás soldados del Foro de Sao Paulo que nos
recuerdan la película épica de Steven Spielberg “Salvando al Soldado Ryan”, en
que siete militares reciben la orden de rescatar con vida al sobreviviente de
los miembros de una familia en la que tres hermanos perecieron en el desembarco
a Normandia durante la II Guerra Mundial.
Pero en el caso del Ex-Presidente, no se
trata de una solidaridad épica –como en la película- sino de una
grosera complicidad destinada a obstruir la Justicia y esconder las
profundas implicaciones de fondos irregulares no solo para enriquecer a la
nueva clase de enchufados internacionales, sino para mantenerlos en el poder
financiando costosas campañas de publicidad reeleccionista no solo en sus
ambiciones sino también a los dirigentes de países aliados, que
son denominados en el editorial un conocido periódico opositor nacional “La Internacional
de los Caraduras”.
Salvar a Lula y pretender al mismo tiempo que
vuelva al Poder dentro de algunos años, resulta una misión imposible al igual
que resultó imposible mantener en la Presidencia a los hermanos Lugo,
Zelaya, Kirchner, a quienes en una u otra forma se les aplicaron preceptos
Constitucionales para terminar con sus desastrosas Presidencias, y que
a pesar de sus errores, con el mayor desparpajo los aliados del ALBA acusaban
que se trataba de “golpes de Estado” como repiten nuevamente de manera
injustificada en el caso del sindicalista paulista y de casos similares.
Estas acciones de solidaridad automática,
lejos de ayudar al Gobierno del PT, lo que hacen es irradiar aun más el
incendio, tal como se constata con la explosión de millones de brasileños que
han tomado las calles de las principales ciudades para manifestar su
indignación, además de que con esta actitud se le suman otros argumentos para
alcanzar el impeachment
del mandato de la Presidenta Rousseff.
Salvar a Lula se ha convertido también en una
torpeza que pone fin al “Imperio Socialista del Siglo XXI” en la que se
multiplican los electores disgustados que lograron evitar la reelección de Evo,
o de Rafael Correa, y destapar los escándalos de corrupción, a lo
que se suma en Venezuela un terremoto político que se acentúa con el desacato
del Ejecutivo a la clara mayoría oposicionista parlamentaria con el triunfo del
6 de Diciembre, mientras se constata el distanciamiento de una Cuba, cada vez
mas cómoda con sus nuevos socios EEUU y la Unión Europea.
@milosalcalay
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