Dr. Kenneth Ramírez
A dos
años de haber proclamado su “Califato del Terror” tras la toma de Mosul
–segunda ciudad de Irak–, el grupo terrorista Estado Islámico de Irak y Siria
(por su acrónimo en árabe, Dáesh)
presenta un balance ambiguo. Por un lado, como demuestran los ataques más
recientes en Niza (14 de julio, 84 muertos), Bagdad (3 de julio, más de 200
muertos), Daca (1 de julio, casi 30 muertos), Estambul (28 de junio, más de 40
muertos), Bruselas (22 de marzo, 35 muertos), París (13 de noviembre, 137
muertos) y Beirut (12 de noviembre, 43 muertos), Dáesh retiene una considerable
capacidad para atacar a sus enemigos cercanos y lejanos. Además de su emirato
central -localizado en Siria e Irak-, mantiene provincias virtuales (wilayas) sostenidas por grupos asociados
en Afganistán, Chechenia, Daguestán, Sinaí, Libia, Filipinas, Nigeria, Somalia
y Yemen. Y a esto debe sumarse células encubiertas por todo el Mundo, y una red
de propaganda 2.0 que ha logrado radicalizar a individuos (los “lobos
solitarios”) llevándolos a cometer atentados como el de Orlando (12 de junio,
50 muertos). Una multinacional del terror que ha desbancado a Al-Qaeda como
líder de la yihad global.
Por
otro lado, Dáesh ha sido expulsado de Kobani y Palmira (Siria), Tikrit, Ramadi
y Faluya (Irak), con lo cual ha perdido el 20% del territorio que controlaba en
Siria y el 47% del territorio que controlaba en Irak. Un franco repliegue
territorial fruto de las campañas militares en su contra. Además, ha tenido una
merma en su número de combatientes, desde 33.000 en 2014 hasta entre 18.000 y 22.000
en 2016. Y una caída de su producción petrolera, desde 70 mil barriles
diarios en 2014 hasta 20 mil barriles diarios en 2016, que le ha causado una fuerte
crisis económica.
Recordemos,
que a diferencia de Al-Qaeda, Dáesh busca la construcción de un Califato en
todo el Mundo musulmán (según las fronteras que tenía en el siglo VII) como
entidad concreta y tangible (gobierno, moneda, ejército, e identidad) para
satisfacer el deseo de “pertenecer a algo grande” bajo el principio Baqiya
wa tatamaddad (“permanecer y expandirse”). No obstante, aferrarse a un
territorio implica un error estratégico para un grupo terrorista, ya que ofrece
objetivos fijos para una campaña militar, y esto explica la erosión de sus
capacidades expuesta anteriormente. La estrategia de la Administración Obama
contra Dáesh ha tenido cierto éxito en el tablero iraquí, mediante una ofensiva
área que ha contado con el apoyo sobre el terreno del ejército iraquí, las
milicias shiítas y fuerzas de Irán (aunque resulte sorprendente, comparten
intereses), por lo cual se estima que la captura de Mosul ocurrirá en los
próximos meses. Empero, en el tablero sirio, la cuestión es más complicada. Las
ofensivas aéreas de EEUU y de Rusia contra Dáesh no han estado coordinadas, y
la guerra civil impide contar con apoyos sólidos sobre el terreno. Los rebeldes
sirios siguen siendo muy débiles sin el apoyo del exterior que sólo ofrecen las
petro-monarquías, y las milicias kurdas han logrado hacer retroceder a Dáesh
pero sufren los ataques de Turquía; por otra parte, la campaña aérea de Rusia
junto al Ejército de Assad y el apoyo de Hezbollah e Irán se concentran más en
golpear a los rebeldes sirios en la batalla de Alepo, que en avanzar contra la
capital de Dáesh en Raqqa. Qatar parece haber maniobrado para que el Frente
al-Nusra haya roto recientemente con Al-Qaeda, para unificar a las milicias
islámicas en contra de Dáesh y Assad a la vez.
Estas
realidades dibujan un cuadro complejo, que de ser tomadas por separado por ojos
inexpertos, llevan a dos posibles falsas conclusiones: pensar que nos
enfrentamos a una amenaza existencial o que la derrota de Dáesh está a la vuelta
de la esquina. En consecuencia, más allá de que se pueda pronosticar un
desmantelamiento progresivo del emirato central de Dáesh y la eliminación de su
líder, el autoproclamado “Califa Ibrahim”, Abubaker al-Bagadadi; lo cierto es
que resulta difícil que este grupo yihadista desaparezca por completo en el
corto plazo, como muestra el ejemplo de Al-Qaeda tras la muerte de Bin Laden.
Mientras
tanto, el Mundo sigue perdiendo la batalla contra el yihadismo, ya que a pesar
que se cumplan los pronósticos más halagüeños respecto a la campaña militar
contra Dáesh, se siguen reproduciendo las mismas ideas y políticas equivocadas.
Se ha popularizado en las democracias más avanzadas la idea de choque de
civilizaciones, con un concomitante rechazo a los musulmanes a la vez aprovechado
y atizado por emergentes líderes populistas -de Marine Le Pen y Frauke Petry a
Donald Trump-; y ha empezado a defenderse un modelo neo-autoritario
(verbigracia, Abdel Fatah al-Sissi en Egipto) como solución. Al tiempo, se
sigue desatendiendo la causa profunda que origina el yihadismo: las ansias de
cambio de los jóvenes árabes (60% de la población tiene menos de 25 años y más
de la mitad no tiene empleo), a los que se coloca a elegir entre regímenes
despóticos que no ofrecen oportunidades e imanes radicales que con una versión torcida
del Islam ofrecen una “vida placentera” en el cielo (Firdaws) tras el martirio.
EEUU
y la UE deben replantear su política exterior y de seguridad con un enfoque
multidimensional que promueva el cambio pacífico y la prosperidad del Medio Oriente
(relanzando proyectos como la Unión para el Mediterráneo), y revisar sus
políticas migratorias y de integración a sus sociedades de emigrantes musulmanes.
Por su parte, América del Sur debe entender que no está exenta de la amenaza,
ya no sólo por las bajas que los ataques de Dáesh han producido en su diáspora
-donde debemos mencionar con dolor a los venezolanos Sven Silva que murió en
París y Simón Carrillo que murió en Orlando-, sino por el desmantelamiento de
una célula en Brasil que planificaba ataques contra los Juegos Olímpicos de
Rio. Ergo, América del Sur en general y Venezuela en particular, deben
contribuir más activamente en la lucha contra Dáesh, mediante más cooperación
regional e internacional –entre otras cosas, para asegurarse que las redes de
apoyo yihadistas no estén utilizando el espacio suramericano ni los sistemas
financieros de los Estados-, promoviendo la paz en Siria, y llevando soluciones
inteligentes a las discusiones multilaterales. ¿Y usted qué opina?
@kenopina
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