Prof.
Angel Castillo
Al hablar del denominado grupo BRICS, la expectativa de muchos analistas es que estos países se conviertan en líder de sus respectivas regiones y se proyecten en el escenario multilateral con el sustento de su creciente importancia en lo económico y en lo político (soft power), dando paso así a un sistema multipolar más consolidado. En tal sentido, Brasil parece encontrarse en una disyuntiva sobre cómo conciliar simultáneamente dos roles: el de potencia regional y el de actor global.
En cuanto a ser una potencia regional, una de las interrogantes es el alcance de su influencia en la región y del super-poder hegemónico que ya existe (EEUU) y los contrapesos que parecen estar conformándose ante la expansión brasileña (Arco del Pacífico y relanzamiento de la política exterior de México con el Presidente Enrique Peña Nieto). Brasil parece estar consolidando progresivamente su liderazgo en América del Sur a través del MERCOSUR en su dimensión económica, y de la UNASUR a nivel político y de seguridad. En esta sub-región, su peso económico no tiene rival: cuenta con más de 190 millones de habitantes, el 6to PIB a nivel mundial (casi USD 2,5 billones), el 5to país más extenso con una superficie de más de 8,5 millones de km2, representa el 38,36% de las exportaciones de Sudamérica y el 60,52% de sus reservas internacionales para 2011.
Por otro lado, la diplomacia brasileña ha sido reacia a asumir un rol protagónico dentro de una región disgregada, y no ha buscado propiciar una coordinación evidente de la región en torno a Brasil ni a asumir compromisos de integración más allá del acceso a mercados. Por ejemplo, el Fondo de Compensación Estructural del Mercosur (FOCEM) sólo cuenta con USD 100 millones, mientras Brasil acumula más de USD 360.000 millones en reservas internacionales; a pesar de disponer de estos recursos, Brasil no promueve mecanismos regionales que impliquen aportes financieros importantes, como un fondo de reservas regional, ni tampoco ha procurado consolidar una política exterior común sino en aspectos muy puntuales como el rechazo a las negociaciones del ALCA en 2005.
A nivel mundial, Brasil aspira a un puesto permanente en el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas y a ser un global trader, vinculado en comercio y finanzas con los principales mercados mundiales y tener un papel activo en las negociaciones de la OMC. Cuenta también con su participación en el G-20, que ha generado una serie de compromisos para retomar el crecimiento económico mundial con un mínimo de coordinación. Sin embargo, para que Brasil alcance estos objetivos debe superar la descoordinación existente entre los BRICS, con agendas y posiciones relativamente diferenciadas en cuanto a su propia posición en el sistema internacional, así como la falta de coordinación a nivel regional que no le garantiza apoyos para emerger como actor global, pues sí bien Brasil es el gigante de América del Sur, al compararse con los demás BRICS posee menor peso económico, poblacional y militar, e incluso México que no es considerado como potencia emergente, podría ser su equivalente en la región, al punto que en este momento Brasil es más líder de América del Sur que de América Latina.
Al hablar del denominado grupo BRICS, la expectativa de muchos analistas es que estos países se conviertan en líder de sus respectivas regiones y se proyecten en el escenario multilateral con el sustento de su creciente importancia en lo económico y en lo político (soft power), dando paso así a un sistema multipolar más consolidado. En tal sentido, Brasil parece encontrarse en una disyuntiva sobre cómo conciliar simultáneamente dos roles: el de potencia regional y el de actor global.
En cuanto a ser una potencia regional, una de las interrogantes es el alcance de su influencia en la región y del super-poder hegemónico que ya existe (EEUU) y los contrapesos que parecen estar conformándose ante la expansión brasileña (Arco del Pacífico y relanzamiento de la política exterior de México con el Presidente Enrique Peña Nieto). Brasil parece estar consolidando progresivamente su liderazgo en América del Sur a través del MERCOSUR en su dimensión económica, y de la UNASUR a nivel político y de seguridad. En esta sub-región, su peso económico no tiene rival: cuenta con más de 190 millones de habitantes, el 6to PIB a nivel mundial (casi USD 2,5 billones), el 5to país más extenso con una superficie de más de 8,5 millones de km2, representa el 38,36% de las exportaciones de Sudamérica y el 60,52% de sus reservas internacionales para 2011.
Por otro lado, la diplomacia brasileña ha sido reacia a asumir un rol protagónico dentro de una región disgregada, y no ha buscado propiciar una coordinación evidente de la región en torno a Brasil ni a asumir compromisos de integración más allá del acceso a mercados. Por ejemplo, el Fondo de Compensación Estructural del Mercosur (FOCEM) sólo cuenta con USD 100 millones, mientras Brasil acumula más de USD 360.000 millones en reservas internacionales; a pesar de disponer de estos recursos, Brasil no promueve mecanismos regionales que impliquen aportes financieros importantes, como un fondo de reservas regional, ni tampoco ha procurado consolidar una política exterior común sino en aspectos muy puntuales como el rechazo a las negociaciones del ALCA en 2005.
A nivel mundial, Brasil aspira a un puesto permanente en el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas y a ser un global trader, vinculado en comercio y finanzas con los principales mercados mundiales y tener un papel activo en las negociaciones de la OMC. Cuenta también con su participación en el G-20, que ha generado una serie de compromisos para retomar el crecimiento económico mundial con un mínimo de coordinación. Sin embargo, para que Brasil alcance estos objetivos debe superar la descoordinación existente entre los BRICS, con agendas y posiciones relativamente diferenciadas en cuanto a su propia posición en el sistema internacional, así como la falta de coordinación a nivel regional que no le garantiza apoyos para emerger como actor global, pues sí bien Brasil es el gigante de América del Sur, al compararse con los demás BRICS posee menor peso económico, poblacional y militar, e incluso México que no es considerado como potencia emergente, podría ser su equivalente en la región, al punto que en este momento Brasil es más líder de América del Sur que de América Latina.
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