M.Sc. Belén González
El próximo 30 de junio, la oposición chilena decidirá quien será su candidato para las presidenciales del 17 de noviembre, muchos podrían decir que se trata de una elección más, de un nuevo pulso del poder interno en el seno de los partidos, pero el escenario se ha modificado por un detalle pequeño, pero significativo: la participación de la interesante, polémica y respetada, ex presidenta Michele Bachelet, quien participa en estas primarias como abanderada del Partido Socialista y del Partido por la Democracia. Si logra convertirse en la candidata de la Concertación estaría, según todas las encuestas, dando el primer paso en su regreso a La Moneda.
La
sencilla Michelle Bachelet se convirtió tras su paso por la presidencia, en una
referencia constante en su país, y fuera de el, no en vano, y a pesar de que
como todo líder siempre se ha movido en un campo minado de seguidores y
adversarios, logró con su gestión índices de popularidad históricos, al que no
le llegan ni de cerca ningún otro Jefe de Estado en Chile. Hablamos del muy
respetable porcentaje de 84,1% de aprobación, por eso no extraña que casi desde
el momento mismo de su salida del poder, cuando entregó la presidencia al
derechista Sebastian Piñera, en pleno terremoto, su figura se convirtiera en la
principal referencia al hablar del gobierno que asumiría el
2014.
Verónica
Michelle Bachelet Jeria, nació en Santiago de Chile el 29 de septiembre de
1951, hija de la arqueóloga Ángela Jeria y de Alberto Bachelet, Brigadier
General de la Fuerza Aérea y miembro del gobierno de la Unidad Popular liderado
por Salvador Allende, quien tras el golpe de Estado del 11 de septiembre de
1973, fue detenido por la dictadura y falleció en prisión. Estudió medicina en
la Universidad de Chile, donde, a pesar de los tropiezos propios del exilio,
obtuvo el título de médico pediatra, especializada en epidemiología. En su época
de estudiante ingresó a las filas del Partido Socialista, y le tocó vivir en la
clandestinidad, ser detenida por los esbirros de la dictadura y salir huyendo
del país. Vivió en Estados Unidos, Australia y Alemania, lo que le permitió
dominar dos idiomas: ingles y alemán. Tiene tres hijos y dos divorcios, y se
define como una profesional de clase media adicta al
trabajo.
Tras
su regreso a Chile, desarrolló una carrera política de bajo perfil, en el marco
del reciente cambio político que se instaló con la victoria de Patricio Aylwin
en las elecciones presidencial de 1989, época en la que la Concertación de
Partidos por la Democracia asumió el mando para dar inicio al período de la
transición a la democracia. Su primer cargo relevante en las filas
gubernamentales fue el de ministra de Salud durante el gobierno de Ricardo Lagos
Escobar en el año 2000. Su gestión la llevó, en el 2002, a la jefatura de la
cartera de Defensa, siendo la primera mujer del país y de Iberoamérica en ocupar
ese puesto; pero además, la primera socialista en asumir ese ministerio en 29
años, desde que Orlando Letelier fuera depuesto tras el golpe de Estado.
Paradójicamente se convirtió también en la primera ministra de la Defensa
torturada por órdenes de las mismas Fuerzas Armadas que ahora estaban a su
cargo.
A
pesar de ser mujer en un mundo de hombres, Bachelet no enfrentó problemas con
las jerarquías de las Fuerzas Armadas, por el contrario, muchos analistas
coinciden en que este cargo y su buen manejo del ámbito militar le abrieron las
puertas para ser designada candidata presidencial de la Concertación de Partidos
por la Democracia para las elecciones presidenciales de 2005, comicios que ganó
cómodamente.
El
11 de marzo de 2006, se convirtió en la primera mujer en la historia del país en
ocupar el máximo cargo gubernamental, y en la cuarta Jefe de Estado de la
Concertación de Partidos por la Democracia. A pesar de que su gobierno comenzó
con muy buen pie, su popularidad se vio afectada por sucesos como la Revolución
Pingüina, la crisis del Transantiago y otros conflictos dentro de la coalición
de gobierno. Pero además, su mandato debió enfrentar la crisis económica mundial
de 2008, un escenario difícil, especialmente para una administración con un
marcado sello social, sin embargo sorteó las circunstancias y las cosas se
inclinaron a su favor, pues los chilenos aprobaron su desempeño y su
gestión.
Durante
su gobierno, Bachelet tomó medidas importantes, la primera, la gratuidad
inmediata en el sistema de salud para los mayores de 60 años, la entrega de
bonos de invierno a las familias más pobres del país, la reforma de la salud
chilena, la construcción de nuevos hospitales, y la creación de los Ministerios
de Seguridad Ciudadana y Medio Ambiente. Educación fue un tema relegado y un
punto de roce como lo demostraron la serie de protestas estudiantiles que
exigían unas reformas que nunca llegaron, y por las que aún luchan los jóvenes
chilenos.
La
mandataria, la política, la mujer, no se cansa de romper paradigmas, en 2002,
durante las graves inundaciones que azotaron diversas comunas del Gran Santiago,
se montó en un tanque para dirigir a las tropas en las actividades de asistencia
a los afectados; en un concierto de Joan Manuel Serrat, su entrada fue más
vitoreada que la del propio cantante. En 2003, las encuestas la convertían en la
funcionaria mejor evaluada del gobierno y en 2004 ya era una de las favoritas
para la elección presidencial siguiente. Durante su gestión fue la primera
presidenta pro tempore de UNASUR, se le consideró, una de las mujeres más
poderosas del mundo, la decimoquinta líder más influyente y uno de los 100
pensadores globales más destacados del mundo. No en vano, tras su mandato,
asumió como Secretaria General adjunta de las Naciones Unidas con el fin de
dirigir la recién creada agencia ONU Mujer, alcanzando así el rango más alto
dentro de la jerarquía administrativa del organismo mundial después del
Secretario General.
Pero
volviendo al ahora, y a la polémica de su reaparición en el escenario político
chileno, es importante señalar que regresó a Chile el pasado 27 de marzo, tras
30 meses en Nueva York dejando con honores la Dirección Ejecutiva de ONU
Mujeres. Al día siguiente, anunció su candidatura a las internas, prometiendo
grandes reformas para combatir la desigualdad, de allí que la gran incógnita
alrededor de su figura en este momento sea el nivel de profundidad de esos
cambios que pretende impulsar si llega de nuevo a La Moneda.
Hay
quienes aseguran que su plan es realizar cambios de fondo que sorprenderán
incluso al establishment de la Concertación, y que incluyen Reforma
constitucional, gratuidad de la enseñanza, cambios radicales en materia
tributaria. Ahora bien, las dos grandes preguntas en el ambiente son: ¿Los
Chilenos apoyaran nuevamente la Concertación a pesar de las desilusiones?
¿Tendrá Bachelet la fuerza y el respaldo político necesario para materializar
los cambios sociales en los que está pensando?
Responder
a ambos cuestionamientos a estas alturas es hacer simples especulaciones sobre
una realidad compleja, ella parece estar clara al respecto, pues insiste en sus
discursos de campaña en que el nuevo ciclo político, económico y social que vive
Chile requiere de una nueva amplia mayoría que incluya a los partidos políticos,
los ciudadanos y a todas las fuerzas sociales, con sus virtudes y
defectos.
Bachelet
disputará frente a otros tres aspirantes, el ex alcalde demócrata cristiano
Claudio Orrego, el senador radical José Antonio Gómez y el independiente Andrés
Velasco, la candidatura única a las presidenciales por la opositora
Concertación, coalición de centroizquierda que gobernó Chile entre 1990 y 2010.
En el bando oficialista, los candidatos a las internas son Laurence Golborne, ex
ministro de Obras Públicas por la Unión Demócrata Independiente, y Andrés
Allamand, ex titular de Defensa del actual gobierno y candidato de Renovación
Nacional, puesto que el actual mandatario, Sebastián Piñera, no puede
presentarse a la reelección.
Lo
que pasará el próximo 30 de junio podría ser un paso más en la exitosa carrera
de las féminas en el sector público en Latinoamérica, pues si Michelle Bachelet
obtiene la candidatura de la Concertación, lo que para muchos sería el principal
indicador de que el camino a la presidencia se le abre de par en par, se
confirmaría, una vez más, la existencia del “girl power” que, al menos en
política, se instaló en 1990 con el triunfo electoral de Violeta Chamorro en las
presidenciales de Nicaragua. Hoy en día el hecho de que las mujeres alcancen
posiciones de poder es un acontecimiento poco menos que ordinario, no en vano el
40% de la población de América del Sur está gobernado por féminas con Dilma
Rousseff en Brasil, Cristina Fernández en Argentina y Laura Chinchilla en Costa
Rica.
El
regreso de Michelle Bachelet, la defensora de los derechos de la mujer en el
globo, al escenario político en Chile, representa para algunos una vuelta al
pasado y sus vicios, para otros, una vuelta al pasado y sus beneficios. Es
cierto que como Jefa de Estado, y ser humano, tuvo aciertos y desaciertos, pero
no debemos menospreciar el hecho de que tres años después, regresa con mayores
experticias gerenciales y nuevas experiencias vivenciales que dan a sus ideas
cimientos más fuertes. Resta esperar que se den los acontecimientos. Tras las
primarias, tendremos más tela que cortar y más bases para inferir sobre el
futuro de Chile, que busca en la ex presidenta el centro que equilibre las
desilusiones que han dejado la derecha y la izquierda en el poder. Amanecerá y
veremos.
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