Victor Hugo Matos
El Tratado de Tordesillas fue un acuerdo firmado entre
España y Portugal en 1494 que en parte
planteaba la división de la América colonial en 2 partes, una española y otra portuguesa,
las cuales desde entonces estarían separadas por una barrera cultural que
impediría un acercamiento efectivo entre los habitantes de ambas zonas hasta la
segunda etapa del siglo XIX.
En la actualidad, el proceso de integración regional en América
Latina parece haber generado una réplica de la división que se generó el citado
tratado, ya que ahora América Latina se encuentra dividida en dos partes nuevamente:
los miembros del MERCOSUR bajo la égida de Brasil y los Estados que forman parte
de la Alianza del Pacífico; cada una
con sus propias dinámicas de cooperación e integración, sus propios
valores y modelos institucionales.
Respecto a la Alianza del Pacífico, que ya va por su
séptima cumbre presidencial, se trata de
un mecanismo de liberalización comercial que surge entre un conjunto de países con costa en el Océano
Pacífico con afinidades políticas y con un peso importante en la economía
latinoamericana, capaz de rivalizar en fuerza económica con Brasil y el
MERCOSUR. Esto se vislumbra a partir de la forma en que se han comportado
económicamente ambas organizaciones durante el último año, en el cual la
Alianza del Pacífico consiguió un crecimiento combinado del 5%, que contrasta con
el 2,9% que alcanzó MERCOSUR; esto sin contar que existe un mayor comercio
intra-bloque en la Alianza del Pacífico.
No obstante, la competencia entre los dos bloques no se
limita simplemente a los indicadores macroeconómicos, sino que se da también en
una suerte de competencia por expandir la zona de influencia propia, las cuales
a la larga pueden buscar integrar a otros actores regionales, que en este
momento, o sienten la sensación de estar en orfandad por el declive de
organizaciones como los miembros de la CAN (caso de Bolivia y Ecuador), o, están
decepcionados por el comportamiento de los actores a lo interno de su propio
mecanismo de integración, donde encontramos los casos de Paraguay y Uruguay en
MERCOSUR.
Uruguay ha esbozado desde hace algunos años una posición crítica
en el MERCOSUR –debido al desequilibrio existente entre los actores pequeños respecto
a Argentina y Brasil, así como el estancamiento del mecanismo debido al
proteccionismo-, y tiene actualmente una participación cada vez más activa como
observador en la Alianza del Pacífico. De hecho, el Vicepresidente Astori
expresó en la VII Cumbre de la Alianza del Pacífico celebrada recientemente en
Cali (Colombia), el deseo de Montevideo de convertirse en miembro pleno del
nuevo mecanismo.
Frente a esto, el Alto Representante del MERCOSUR, Ivan Ramalho, respondió que
cualquier entrada de un Estado miembro a otro acuerdo de integración debe darse
en bloque y no de forma separada, evidenciando así cierta preocupación de que
alguno de los actuales miembros del MERCOSUR decida unirse a la Alianza del
Pacífico. Además, señaló que cualquier oportunidad de relacionamiento con los
países de Asia puede buscarse en conjunto, subrayando como ejemplo el Diálogo
MERCOSUR-CER (Australia y Nueva Zelanda) para promover el comercio bilateral,
las inversiones y la convergencia de posiciones en materia de negociones comerciales
multilaterales.
Asimismo, la diplomacia brasileña se esforzó para
bloquear los intentos de Paraguay de convertirse en miembro observador de la
Alianza del Pacífico, invocando el párrafo cinco de la Decisión 26/2012 de los
Jefes de Estado de la Unión de Naciones Suramericanas (UNASUR), que obliga a “Promover
la suspensión de la República del Paraguay en los foros y mecanismos de diálogo
y concertación” originada tras la destitución de Fernando Lugo. Asimismo, fue
postergada la próxima Cumbre de MERCOSUR –que estaba prevista celebrase en
Montevideo el próximo 28 de junio- hasta la toma de posesión el 15 de agosto del
nuevo Presidente paraguayo, Horacio Cartes, para propiciar en este período el
levantamiento de la suspensión de Paraguay en MERCOSUR/UNASUR y su aceptación
del ingreso de Venezuela como hecho consumado, conjurando así cualquier intento
de reacomodo de Asunción en el tablero de la integración regional.
La pregunta que queda sin respuesta, es la siguiente: ¿Se
mantendrán ambos esquemas de integración dentro de sus zonas de influencia
comercial y política, o decidirán expandirse más allá de los límites que ha
establecido el acuerdo tácito entre ambos bloques en una suerte de reedición del
Tratado de Tordesillas?
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