M.Sc.
Belén González
Para los occidentales no resulta
sencillo comprender cómo funcionan algunas cosas en Medio Oriente,
especialmente en el ámbito político y religioso, aspectos que en esta cultura
están particularmente interconectados a través de su sistema de gobierno: la teocracia.
El término proviene del griego theós,
que se traduce como Dios, y krátos
que viene a ser poder, por lo tanto se concibe como “el gobierno de Dios”, de
allí que los líderes religiosos sean determinantes en todas las políticas
gubernamentales. Sin embargo, algunos expertos como Max Weber, prefieren usar términos
como "hierocracia", o “eclesiocracia” para referirse al orden
político en donde el poder es ejercido institucionalmente por una casta
religiosa.
Hablando de este tipo de gobierno,
Irán es quizás uno de los mejores ejemplos, pues tras la Revolución Islámica de
1979, se estableció en el país una nueva República con una constitución de
corte islámico y unos órganos gubernamentales supeditados al cumplimiento de
los principios religiosos. Este estilo de gobierno está inspirado en el libro
del Ayatollah shiíta Rohollah Jomeini Velayat-e
faqih publicado en 1970, y considerado el documento escrito en el siglo XX
más influyente en el ámbito de la Teocracia.
Pero aunque en Irán, el poder es de
Dios, hay procesos electorales, aunque con ciertas características que lo hacen
por demás peculiares para nosotros los occidentales. El mejor ejemplo en este
momento, es la decisión del Consejo de Guardianes de reducir a ocho los candidatos
que participarán en las elecciones presidenciales del próximo 14 junio, dejando
por fuera a más de un centenar de aspirantes entre quienes destacan el ex-Presidente
Alí Akbar Hachemi Rafsanjaní –conservador moderado-, y Esfandiar Rahim Mashaei,
protegido del actual Presidente Mahmoud Ahmadinejad, quien desde hace ya algún
tiempo viene enfrentando serias diferencias con la jerarquía religiosa del
país, que lo acusa de mantenerse cerca de individuos corruptos, de no respetar
las normas del Islam y de occidentalizar su forma de vivir.
El Consejo de Guardianes, órgano
investido con la autoridad para interpretar la Constitución y determinar si las
leyes aprobadas por el Parlamento están en línea con la Sharia o Ley Islámica, y que examina a los candidatos
presidenciales, parlamentarios y a la Asamblea de Expertos, para confirmar que
son aptos para postularse, no explicó las razones para esta decisión,
limitándose a señalar que lo que se ha tenido en cuenta es “la condición
física” de los candidatos, una alusión clara a Rafsanjaní de 78 años. Este
detalle no pasa desapercibido, pues para muchos, la ausencia de este veterano
político que fue Presidente –Jefe de Gobierno- durante dos períodos entre 1989
y 1997, quien formó parte de los fundadores de la República Islámica y es uno
de sus pilares, sólo profundizará las evidentes divisiones en su seno.
Ciertamente, estas “salidas no
voluntarias” del escenario electoral impiden la participación de aspirantes que
resultan, por distintas razones, “incómodos” al Líder Supremo, el Ayatollah Alí
Jameneí –Jefe de Estado-, quien maneja el 50% de los miembros del Consejo de
Guardianes, y cuenta con el respeto del 50% restante. Ahora bien, esta
decisión, que pareciera arbitraria para quienes no manejamos la visión shiíta
del Estado, podría convertirse en un arma de doble filo, no sólo por su
capacidad para abrir mayores brechas en los principios revolucionarios, sino
porque traen consigo visos de modernidad que podrían romper paradigmas,
considerando que uno de los rechazados, Esfandiar Rahim Mashaei, anunció su
decisión de recurrir a la máxima autoridad del país, un hecho sin precedentes
en el Irán revolucionario.
Ahora bien, muchos pueden pensar que
lo que suceda en Irán, y en su escenario político, sólo les afecta a ellos, y
si acaso, a sus vecinos, pero esa posición es displicente con una de las
realidades que envuelve al Mundo moderno: la geopolítica. Irán, cuyo nombre
oficial es República Islámica de Irán, y que hasta 1935 fue conocido en como
Persia, es el decimoctavo país más extenso del Mundo con 1.648.195 km² y tiene
una población de casi 80 millones de habitantes. Limita con Pakistán y
Afganistán por el este; Turkmenistán por el noreste, el Mar Caspio por el norte
y Azerbaiyán y Armenia por el noroeste; Turquía e Irak por el oeste y
finalmente con la costa del Golfo Pérsico y el Golfo de Omán por el sur, por lo
que su importancia es más que significativa al ser la brecha que une el Medio Oriente
con Asia Central. Además, posee las cuartas reservas de petróleo más importante del Mundo (después de Venezuela, Arabia Saudita y Canadá), las segundas reservas de gas natural (después de Rusia), encabeza el llamado "Eje de Resistencia" contra EEUU en Medio Oriente y desarrolla un polémico programa nuclear desde hace una década; lo que le ha convertido en una potencia regional.
Esa fuerza, sin embargo, depende de
una mano, la que mueve los hilos, el Ayatollah Jameneí, quien es Comandante en
Jefe de las Fuerzas Armadas, controla las operaciones de inteligencia y
seguridad de la República Islámica, tiene la autoridad de declarar la guerra,
la capacidad de designar y despedir tanto a los líderes judiciales, como a los
jefes de las redes de radio y televisión estatales, y al máximo líder de los
Guardianes de la República Islámica, órgano del que también designa seis de sus
doce miembros. El título de Líder Supremo del país es otorgado por la Asamblea
de Expertos, en función al fiel cumplimiento de las normas del Islam y la
estima popular con la que cuente el candidato, siendo su designación de
carácter vitalicio.
Seyyed Alí Hoseiní Jameneí, considerado
hoy en día “fuente de emulación” del shiísmo duodecimano, nació el 17 de julio
de 1939 en la ciudad de Mashhad, en el seno de una familia clerical originaria
de Tafresh, instalada en Tabriz, siendo el segundo de ocho hermanos, dos de los
cuales también son ulemas, es decir, doctores en ley islámica y por ende
expertos en cuestiones jurídicas y teológicas. Fue Presidente de Irán entre
1981 y 1989, y es Líder Supremo desde que fuera designado para suceder al
Ayatollah Jomeini en dicho cargo en junio de 1989. Está casado y tiene seis
hijos, domina el persa y el árabe, además de hablar con menos fluidez el turco
azerí, lengua materna de su padre.
Se le reconoce como una de las tres
figuras que más han marcado la trayectoria de la República Islámica de Irán,
siendo las otras dos el propio Jomeini, fundador de la República Islámica, y el
Ayatollah Rafsanjaní, a quién ha dejado por fuera del proceso electoral de
junio. Aunque se le considera radical, especialmente en cuanto a códigos de
conducta y vestimenta por parte de los musulmanes, alienta en sus discursos el
progreso científico, de hecho, fue uno de los primeros religiosos islámicos en
permitir la investigación con células madre y la clonación terapéutica.
Defiende la importancia de la tecnología nuclear de uso pacífico, aunque es
autor de un decreto religioso según el cual el Islam prohíbe producir,
almacenar o usar armamento nuclear.
Como ya sabemos, el Líder Supremo,
influencia los procesos electorales iraníes, de hecho, su poder y control de la
situación se hizo tangible en las elecciones legislativas de febrero de 2004,
cuando siguiendo instrucciones, el Consejo de Guardianes anuló miles de
candidaturas, incluidas las de ochenta diputados salientes, lo que permitió a
los conservadores quedarse con el 70% de los escaños. Esto generó un punto de
inflexión decisivo en la evolución política de Irán, ya que los comicios pusieron
punto final al movimiento reformista iniciado por Mohammad Jatamí desde que
fuera elegido por mayoría abrumadora en mayo de 1997.
Muchos analistas coinciden en que la
decisión de Jameneí, de limitar la participación en el proceso electoral del
próximo mes de junio es resultado de lo sucedido en 2009, cuando Mahmoud
Ahmadinejad fue electo Presidente, en medio de una ola de protestas y represión
que estuvo a punto de desestabilizar al régimen teocrático: la llamada “Revolución
Verde”. Lo cierto es que, a menos de un mes del proceso para elegir al nuevo Presidente
iraní que ejercerá por un periodo de cuatro años, y gobernará junto a ocho
vicepresidentes, un gabinete de 21 ministros, y un Parlamento unicameral,
conformado por 290 miembros, los candidatos serán el jefe negociador nuclear,
Said Yalilí; el Alcalde de Teherán, Mohamed Qalibaf; el ex-Presidente del
Parlamento Gholam-Ali Haddad-Adel, el ex-Ministro de Exteriores Ali Akbar Velayati,
el ex-jefe de los Pasdarán Mohsen Rezai, y otros tres candidatos de relleno.
Todos ellos figuras ortodoxas y de probada lealtad al Ayatollah Jameneí.
Tampoco es un secreto que el favorito
en la contienda es Said Yalilí, quien a pesar de ser el más joven de los
candidatos es muy bien visto por Jameneí, tras su desempeño como Secretario del
Consejo Supremo de Seguridad Nacional y jefe del equipo iraní encargado de las
negociaciones nucleares con el Grupo 5+1 (EEUU, Rusia, China, Francia, Reino
Unido y Alemania) desde 2007. Yalilí tiene un estilo de suave, pero ha demostrado
ser un rígido ideólogo poco inclinado a la negociación, lo cual le ha granjeado
el respeto de Jameneí y tres rondas de sanciones internacionales a Irán desde
que asumió su cargo. Un dato interesante es que se le atribuye el diseño de la
estrategia iraní de acercamiento a América Latina –a partir de Venezuela- y
África para romper el aislamiento internacional ocasionado por las sanciones
que le han sido impuestas por su programa nuclear, lo cual ha marcado la
política exterior de Irán durante los dos mandatos de Ahmadinejad.
En favoritismo, a Said Yalilí le sigue
Mohamed Qalibaf, ex-jefe de los Pasdarán y antiguo jefe policial quien presenta
nuevamente su nombre, desde la Alcaldía de Teherán, compensación que se le
otorgó tras perder el pasado proceso electoral; pero no es muy popular por su
actuación en la represión de las protestas contra Jatamí de 1999 y 2003. La tercera
opción la tiene Alí Akbar Velayati, considerado uno de los confidentes del
Líder Supremo y su Asesor en Asuntos Internacionales. El resto de los
candidatos no parecieran tener ninguna oportunidad.
Los hechos confirman que esta elección presidencial, para la que faltan
apenas unos días, será la más controlada por la cúpula del poder desde la
consolidación del régimen jomeinista en 1980.
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