Dr. Kenneth
Ramírez
Un ataque con gas venenoso
fue perpetrado el pasado 21 de agosto en territorio sirio controlado por los
rebeldes. Según algunas fuentes las víctimas ascendieron a 355 y de acuerdo a los
rebeldes ascendieron a 1300. La versión más ampliamente aceptada señala al
régimen de Assad como responsable, mientras que algunas fuentes apuntaron a los
propios rebeldes –habrían hecho una suerte de teatro sangriento para generar
una respuesta internacional. Sin duda, lo ocurrido constituye uno de los
capítulos más oscuros en una guerra civil que lleva dos años y medio, más de
100 mil muertos y millones de refugiados.
EEUU ha evitado hasta ahora la
participación en la guerra civil de Siria, ya que la Administración Obama no lo
consideraba beneficioso para sus intereses. Esto no quiere decir que Washington
tenga algún tipo de simpatía por Assad. Damasco tiene estrechos vínculos con
Irán, Rusia, y la milicia Hezbollah en El Líbano. Sin embargo, EEUU ha aprendido
en Afganistán, Irak y Libia, a considerar no sólo las amenazas que suponen regímenes
hostiles, sino también lo que podría seguir a los mismos. En aquellos casos,
cambiar el régimen terminó rápidamente enredando a EEUU en guerras civiles,
cuyos resultados no han valido la pena los costos asumidos. En el caso de
Siria, los rebeldes son musulmanes sunitas, con algunas de sus facciones -como
el Frente Al-Nusra- con vínculos con Al-Qaeda.
Muchos alrededor del Mundo se han mostrado consternados
con la cruenta guerra civil siria, y han estado pidiendo a Washington que haga
algo. El Presidente Obama ha sido cauto. Washington no tiene un interés directo
en el resultado, ya que todos los posibles lucen malos desde su perspectiva.
Por otra parte, los que ahora son enfáticos en pedir que se actúe, serán los
primeros en condenar a EEUU cuando algunos de sus ataques provoquen víctimas
civiles como daño colateral. No hay formas inocuas para poner fin a una guerra
civil.
Empero, la estrategia prudente de Obama dejó un cabo
suelto. Expresó que no se involucraría en Siria a menos que el régimen de Assad
utilizara armas químicas, a modo de disuasión. A pesar de ser Assad un líder
despiadado, también es un actor racional; por tanto, la Administración Obama
consideró que no haría nada que diese lugar a una intervención directa de EEUU,
sin la cual ha podido contener el avance de los rebeldes, a pesar del apoyo de
Arabia Saudita, Turquía, Qatar y las potencias occidentales. En consecuencia,
el uso de armas químicas ha comprometido al Presidente Obama, en contra de sus
mejores cálculos.
El discurso del Secretario de Estado John Kerry el pasado
26 de agosto ha construido políticamente el caso: es “innegable” que se
utilizaron armas químicas en Siria, lo cual significa una “obscenidad moral”, y
existen “pocas dudas” de que el responsable es el régimen de Assad, ya que es
el único con esta capacidad. Aunque Assad se comprometió a permitir el acceso
de los inspectores de la ONU al sitio del ataque, el Secretario Kerry sentenció
que esto se ha producido “demasiado tarde para ser creíble” y lo ha acusado de
“destruir pruebas”.
Ya no se trata sólo de Siria. El Presidente Obama marcó
una línea roja, y esta ha sido traspasada -al menos en la verdad más
ampliamente aceptada. La credibilidad es la moneda más importante en las
Relaciones Internacionales. Si el Presidente Obama no hace nada, otros Estados
que le son hostiles como Corea del Norte e Irán, ya no le tomarán en serio. De
manera que el Presidente Obama está conminado a usar la fuerza en Siria. Sólo es
cuestión de tiempo. El problema es que la mayoría de los estadounidenses está
en contra de una intervención. Además, el déficit presupuestario tampoco admite
una opción militar costosa.
En consecuencia, lo más probable es que el Presidente
Obama se decante por un ataque punitivo limitado sin el aval del Consejo de
Seguridad –debido al veto de Rusia-, y con el apoyo de la OTAN y la Liga Árabe
en su lugar. Ya tiene 4 destructores emplazados en el Mediterráneo y cada uno
de ellos puede lanzar entre 30 y 40 misiles crucero Tomahawk. Esto puede ser
respaldado con ataques aéreos lanzados desde las bases aéreas de EEUU en
Jordania y Turquía, con apoyo de los británicos y franceses, sin ingresar en la
zona de alcance del poderoso sistema anti-aéreo sirio de tecnología rusa. La
misión consistiría en destruir los emplazamientos que albergan armas químicas y
degradar la fuerza aérea de Assad que tanto daño ha hecho a los rebeldes. Esto
supone una operación más parecida al bombardeo de Libia en 1986 o el bombardeo
de Irak de 1998, que a la invasión a Irak en 2003 o la imposición de una zona
de exclusión aérea en Libia en 2011. Esta es la opción más barata y segura para
la Administración Obama. No obstante, todo esto hace pensar en cuales serían
los objetivos estratégicos, ya que una operación punitiva no sacaría del poder a
Assad ni eliminaría todo su arsenal químico –mucho del cual puede estar
disperso y bajo tierra-; sólo le disuadiría de volver a utilizarlo y equilibraría
la guerra.
El riesgo más
importante es el potencial de desbordamiento regional. A lado de Assad hoy
lucha Hezbollah, enemiga de Israel, financiada y armada por Irán. Teherán ha
advertido de graves consecuencias si se ataca a Damasco. De manera que, Assad o
Hezbollah podrían intentar atacar Israel. Assad también ha amenazado a Turquía
y Jordania.
El reto del
Presidente Obama consiste entonces en efectuar una operación limitada para
mantener su credibilidad y no dejar como legado otra guerra abierta para EEUU en
la región. Nada fácil.
@kenopina
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