Dr. Kenneth Ramírez
Domingo 24 de noviembre. La madrugada ginebrina fue interrumpida
por los cancilleres del G-5+1 (EEUU, Reino Unido, Francia, Rusia, China y
Alemania) e Irán para anunciar que habían alcanzado un acuerdo provisional sobre
el programa nuclear iraní. El colofón de largas negociaciones y contactos secretos
desde la llegada del Presidente reformista Rouhani al Palacio de Sadabad.
Muchos están anunciando el acuerdo como “un avance histórico”
hacia “una nueva era”, y en efecto supone un capítulo nuevo e importante, pero
aún es pronto para descorchar el champagne. Recordemos el pre-acuerdo de
Ginebra de octubre de 2009 que quedó aparcado pocos meses después, o la fallida
“Declaración de Teherán” alcanzada en mayo de 2010 por Brasil, Turquía e Irán. Lo
alcanzado es un acuerdo temporal sobre algunos aspectos puntuales, ni más ni
menos. En palabras del Secretario de Estado, John Kerry: “un buen primer paso”.
El acuerdo de Ginebra no obliga
a Irán a cumplir de inmediato con las resoluciones del Consejo de Seguridad de
la ONU –que exigen la suspensión de su programa nuclear y le han impuesto
cuatro rondas de sanciones. En cambio, le permite conservar la mitad de sus 200
kgrs de uranio enriquecido al 20%, y rebajar el resto hasta el 5%. También le
compromete a no realizar ningún avance en sus instalaciones de Natanz y Fordow,
y a no enriquecer más uranio al 5% en los próximos 6 meses -ya dispone de unas
seis toneladas-; sin que esto comprometa su derecho a seguir haciéndolo más
adelante. Para obtener esto, Irán aceptó proporcionar más información y permitir
más inspecciones de la AIEA a todas sus instalaciones -incluyendo el reactor de
agua pesada de Arak y la base militar de Parchin. Asimismo, aceptó no instalar
ni fabricar más centrifugadoras.
A
cambio, Irán verá aliviada su situación económica al
poder recuperar parte de sus exportaciones petroleras –han caído en 1 millón de
barriles o 40% desde 2011 por las sanciones- y ver desbloqueados algunos fondos
retenidos en el exterior. Además, se suspenden las sanciones estadounidenses y
europeas a los sectores petroquímico, automovilístico y aeronáutico. A esto
debe añadirse el compromiso de no imponer nuevas sanciones en los próximos 6
meses y abrir un canal de comercio para necesidades humanitarias. Según
Washington, este levantamiento de sanciones
“limitado, temporal y reversible” equivale a 7 millardos de dólares.
En
consecuencia, el acuerdo dejó la mayor parte de las sanciones vigentes y, si
Teherán lo cumple, evitará que avance más hacia una total capacidad de construir
armas nucleares mientras continúan las negociaciones. Pero todavía el asunto no
ha concluido. Nada impide que Irán retome más adelante su programa nuclear si en
los próximos 6 meses no se llega a un acuerdo “integral”. No obstante, siguen
existiendo diferencias entre las partes sobre temas clave como el
enriquecimiento; y el Presidente Obama se enfrenta a la dura oposición
republicana en el Congreso y de sus grandes aliados en la región (Israel y
Arabia Saudita). En otras palabras, aún falta un largo trecho, y podríamos
observar tres resultados posibles en 2014:
a)
Acuerdo Integral: las partes logran negociar
con éxito un acuerdo integral que desmantela todos los aspectos críticos del programa
nuclear iraní. A partir de allí, se levantarían las sanciones internacionales. Este
sería el mejor resultado para el Presidente Obama que se apuntaría una victoria
diplomática contundente, pero resulta poco probable que Irán haga todas estas
concesiones.
b) Acuerdo parcial:
el acuerdo provisional de 6 meses expira y las partes aceptan extenderlo. Con el
tiempo, lo temporal se convierte en permanente. Una variante implica un nuevo
acuerdo que apenas iría más allá del provisional. Al aplicarse estrictamente, se impide que Irán obtenga la bomba y se
levantan sanciones adicionales, pero Teherán conserva una importante capacidad
nuclear latente. Esto recibiría muchas críticas, pero la Casa Blanca lo defendería
como un logro.
c) Fracaso: el
acuerdo provisional comienza a desmoronarse después de 6 meses o incluso antes,
e Irán reanuda con fuerza su programa nuclear. El Presidente Obama tendrá que
impulsar más sanciones y considerar seriamente emprender una acción militar
costosa, o ver hundida su credibilidad, ya que así como sucedió en Siria sus
palabras se le tornarán en contra. Recordemos que siempre ha dicho que un Irán
nuclear es “inaceptable”. Los republicanos le acusarán de haber socavado el
prestigio y las alianzas de EEUU en Medio Oriente.
Más allá del programa nuclear iraní, el Presidente Obama
parece estar apostando por generar una dinámica que le permita mejorar sus
relaciones con Teherán y modelar el equilibrio de poder en Medio Oriente, lo
cual podría intentar impulsar bien con un acuerdo integral o parcial. Desde la
perspectiva del Presidente Obama, los intereses a largo plazo de EEUU se sirven
mejor al reintegrar a Irán como potencia regional, expandir sus alianzas para
incluirle y evitar que ningún Estado domine Medio Oriente: una suerte de reedición
de la política de los “pilares gemelos” vigente hasta la caída del Sha en 1979.
Esto además fortalecería teóricamente a los reformistas en Teherán y haría a
Irán menos radical en el exterior (por ejemplo, en Líbano, Irak y Siria). Pero
todo ello requerirá tranquilizar a Israel y Arabia Saudita que recelan del
poder persa en la región; y gestionar la oposición republicana en el Congreso. Tal apuesta puede darle al Presidente Obama
un triunfo similar al del Presidente Nixon con China; y llenaría de renovado
sentido su errático curso de acción en Siria –que sería visto en retrospectiva
como un gambito. Pero Irán, que ya fue la tumba del Presidente Carter, puede
ser también la del Presidente Obama si su apuesta termina en un gran fracaso.
@kenopina
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