martes, 15 de abril de 2014

El Ártico emergente: Rivalidad o cooperación



José Miguel De Sousa Costa
El Ártico se está calentando más rápido de lo que los científicos esperaban debido al Cambio Climático –el doble que el resto del planeta. La extensión del hielo marino del Ártico, que se funde hasta alcanzar su nadir cada mes de septiembre, ha disminuido de manera constante durante las últimas tres décadas. Los años 2007-2013 vieron los seis niveles más bajos desde que empezaron a registrarse imágenes por satélite en 1979. En general, la capa de hielo ha retrocedido un 40% durante este período, siendo además, cada vez más delgada y vulnerable.
El deshielo del Ártico ha empezado a plantear la posibilidad de explotar las importantes reservas de hidrocarburos, recursos pesqueros y rutas marítimas –que podrían reducir 40% del tiempo de la navegación entre Asia y Europa-, lo cual genera una situación aún más compleja en cuanto a la degradación de esta maravilla natural. Debemos tomar en cuenta que los sujetos principales en esta situación son los Estados ribereños -sobre todo EEUU y Rusia como potencias-, junto a empresas transnacionales,  los que empiezan a mostrarse interesados en colonizar una región donde no existe una delimitación territorial clara. No obstante, debemos agregarle otros actores -de los cuales se habla menos o no se toman en cuenta en la mayor parte de los análisis- como los pueblos indígenas, poblaciones locales y los grupos ecologistas, que defienden la idea de nombrar esta región como un santuario internacional -repitiendo la experiencia de la Antártida- para proteger su delicado ecosistema.
A mediados de marzo de 2014, el Parlamento Europeo aprobó una importante resolución impulsada por Greenpeace, donde promueve el nombramiento del Ártico como santuario internacional, lo cual también es apoyado por Finlandia –un Estado vecino de la región, aunque no directamente ribereño. Esto ha constituido un primer paso para proteger la región, ya que ha colocado el tema en la agenda del Consejo de la Unión Europea y el resto de las instituciones comunitarias; y ha supuesto un primer freno moral a otros países ribereños como Rusia, que ya alimentan la carrera por la explotación de los recursos del Ártico. De hecho, el Presidente Putin nombró “Héroe de la Federación Rusa” al explorador y oceanógrafo Arthur Chilingárov en febrero de 2008, quien colocó con un submarino científico una bandera de titanio con los colores de la bandera rusa en el fondo del Ártico con el objeto de reclamar una extensión no delimitada en nombre de Moscú, al viejo estilo siglo XVI.
Lo cierto es, que cada vez más, los recursos del Ártico atraen más a los Estados ribereños y a las empresas transnacionales, quienes toman posiciones y ultiman sus estrategias de asalto a este océano interior rodeado de continentes.
Colonización: La explotación de los recursos del Ártico podría intensificarse en los próximos años, lo que provocará toda una ola de cambios al Norte del círculo polar. Los barcos necesitan un apoyo logístico, puertos, infraestructuras, trabajadores que vivan en la zona. El Ártico se transformaría así en una zona ocupada como el resto del Mundo, afectando la región con actividades contaminantes y degradantes, aumentando los niveles de riesgo ambiental en este hábitat.
Recursos naturales: El deshielo del Ártico abre la puerta a la explotación de unos recursos que hasta hace poco eran inaccesibles o al menos, demasiado caros. La escalada de los precios del crudo y el gas, la inestabilidad política de los actuales proveedores y la sed energética global hacen que recursos que hasta hace poco carecían de interés se encuentren ahora en el punto de mira. ¿Existe alguna posibilidad de compatibilizar la explotación de estos recursos con la conservación del ambiente? La respuesta a esta pregunta no es fácil, y existen antecedentes con graves consecuencias en zonas aledañas, como el derrame del buque petrolero Exxon Valdez en Alaska en 1989, con un alto impacto al ecosistema ocasionado por el vertido de 250 mil barriles de crudo.
Se calcula que existen en el Ártico unos recursos prospectivos de hidrocarburos cuantiosos: 90 millardos de barriles de petróleo -13% del total mundial-, unos 47 billones de metros cúbicos de gas natural y cerca de 44.000 millones de barriles de petróleo equivalentes de líquidos de gas -30% del total mundial. De estas reservas, aproximadamente un 84% estaría en áreas costa afuera. En este sentido, debemos recordar desastres ecológicos como los provocados por el derrame de la plataforma petrolera Deepwater Horizon en aguas profundas del Golfo de México en 2010 y el vertido de la plataforma petrolera Transocean en aguas profundas de Brasil en 2011, lo cual muestra los riesgos de la explotación petrolera costa afuera.
Otro dato a tener en cuenta es que, de los cinco Estados ribereños que se reparten el Ártico (Rusia, EEUU, Canadá, Dinamarca debido a Groenlandia, y Noruega), es Moscú el gran beneficiado, ya que tiene las plataformas continentales más amplias con centenares de kilómetros poco profundos donde la perforación es más sencilla, hay menos hielo durante el verano y se puede acceder más fácilmente. Además, hay muchos ríos que fluyen desde territorio ruso, lo cual promete ricos yacimientos adyacentes debido a la acumulación de gran cantidad de materia orgánica. Por ello, la empresa petrolera rusa Rosneft en alianza con la británica BP, ya ha empezado a realizar exploraciones en el área.
Riesgos ambientales: La capa helada del océano Glacial Ártico podría desvanecerse. Este hecho traerá consecuencias tanto a escala regional como global. Ya hemos señalado que el Cambio Climático se ha convertido en un aliado inesperado de la prospección petrolífera, con sus considerables riesgos.
Empero, la propia desaparición de la gran losa helada que ha cubierto durante millones de años el Ártico tendrá sus repercusiones globales. Su blanco eléctrico refleja hasta un 80% de la luz que le llega. Con su desaparición, esa radiación será absorbida por el océano, lo que producirá que se acelere el calentamiento global. Ese calentamiento de las aguas puede provocar, que se debilite la capacidad del océano para actuar como sumidero de CO2, o producir la desaparición de especies importantes.
Entonces, cabe preguntarse si el futuro del Ártico estará dominado por la carrera geopolítica, la explotación de los recursos y la degradación ambiental; o si por el contrario, será una región cuya riqueza ambiental e importancia para el ecosistema global generará una dinámica de cooperación internacional, la cual permita como mínimo catalizar su desarrollo sostenible, por no hablar de un enfoque conservacionista maximalista que la declare santuario internacional siguiendo el modelo de la Antártida.
En este sentido, el fortalecimiento del Consejo del Ártico establecido en 1996 como foro para catalizar la cooperación entre los cinco Estados ribereños, los tres Estados vecinos inmediatos –Finlandia, Suecia e Islandia-, y pueblos indígenas, resulta clave para el futuro de la región y de todo el planeta.

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