Dr.
Kenneth Ramírez
En cierta ocasión, un
diplomático me dijo, que el Ex-Presidente Lula da Silva es el brasileño que
mejor conoce y aprecia Venezuela; y los últimos hechos lo confirman. Lula ha
estado siguiendo con mucha preocupación la crisis política abierta en Venezuela
con las protestas iniciadas en febrero pasado, y le ha dado al Presidente
Maduro un consejo de gran valía que debe analizarse en detalle.
El pasado 5 de marzo, a un año de la muerte de Chávez, Lula le envió una
carta al Presidente Maduro, donde después de saludar el legado del finado líder
venezolano, señaló que “en este delicado momento” resulta “necesario un diálogo
con todos los demócratas que quieren lo mejor para el pueblo”. Mientras el pasado 9 de abril, fue más allá
de la recomendación de dialogar, aconsejando al Presidente Maduro alcanzar un
gran acuerdo nacional entre oficialistas y opositores para reducir la tensión política
y recuperar la economía del país. “Maduro
debería intentar disminuir el debate político para dedicarse enteramente a
gobernar, establecer una política de coalición, construir un programa mínimo y
disminuir la tensión. Estoy haciendo fuerza para que se encuentre una solución
en la negociación porque para Brasil, Venezuela es estratégica (…) Venezuela
debería tener un pacto de cinco años, para trabajar contra los apagones, luchar
contra la inflación y ser autosuficiente en la producción de alimentos”.
En primer lugar, debemos señalar el contexto del consejo del Ex-Presidente Lula;
es decir, el cambio gradual que ha venido experimentando la política brasileña
hacia Venezuela en relación a la ola de protestas –que ha dejado un penoso
saldo de víctimas, heridos y detenciones-, desde un apoyo cauto al Presidente
Maduro hacia un mayor liderazgo para impulsar una nueva gobernabilidad
democrática. Para Brasilia, Venezuela es estratégica por la construcción conjunta
de la UNASUR y la CELAC como foros políticos regionales, y por la adhesión de
Venezuela al MERCOSUR como bloque de integración. A esto debe sumarse una
balanza comercial superavitaria para Brasil -que asciende a 6 millardos de
dólares-, y grandes inversiones abanderadas por Odebrecht. No obstante, la relación
económica se ha erosionado debido a la crisis en Venezuela. Además, la
Presidenta Rousseff se encuentra bajo presión interna y externa -en año de
elecciones y Copa Mundial de Fútbol-, para impulsar un diálogo en Venezuela.
En segundo lugar, tenemos que analizar el fondo del consejo del
Ex-Presidente Lula; aquí propone indirectamente el exitoso modelo brasileño
como salida a la crisis venezolana, lo cual resulta interesante y debería ser
considerado por el Presidente Maduro tanto para el diálogo con la MUD y el
resto de los sectores del país –en el marco de la Conferencia Nacional de Paz y
con Brasil, Colombia, Ecuador y el Vaticano como testigos de buena fe-, como de
cara al III Congreso Nacional del PSUV que se celebrará en julio. Dicho modelo
puede resumirse como una democracia vibrante y sin polarización, economía competitiva
con inclusión social, y una política exterior “activa y altiva” -como le
gustaba decir al propio Lula.
El Presidente Lula llegó al Palacio de Planalto en enero de 2003 con
grandes retos: mantener la estabilidad económica; la necesidad de persuadir a las
bases del Partido dos Trabalhadores (PT) de aceptar algunas políticas
contrarias a sus tradicionales valores e intereses; la carencia de una mayoría
legislativa estable; y la necesidad de administrar las grandes expectativas que
había creado. Todo ello lo alcanzó Lula con paciencia estratégica, esto es, una
mezcla de pragmatismo, talante y esfuerzo conciliador, sin renunciar a su
compromiso social y político.
El legado de Lula al dejar el poder en diciembre de 2010 fue sorprendente. Mantuvo
la estabilidad macroeconómica con austeridad en el gasto público burocrático y
aumentó la competitividad con políticas de apoyo al empresariado, fomento de
las exportaciones y el consumo interno, lo cual permitió un crecimiento
promedio del PIB de 4,1% anual, pagar toda la deuda del país con el FMI y
lograr una reducción del desempleo, que pasó del 10,5% en 2002 al 5,7% en 2010.
Así, logró transformar a Brasil en una dinámica potencia emergente, líder regional
y actor esencial en foros globales como la ONU y el G-20. Todo esto sin ceder al
ala radical del PT, y sin perder el norte de reducir las desigualdades en
Brasil.
De hecho, en materia social,
Lula logró sacar a 29 millones de brasileños de la pobreza gracias a programas
sociales como “Bolsa Familia” –un subsidio a 12,7 millones de familias con
ingresos menores a 80 dólares/mes- y triplicó el presupuesto educativo. Al
final de sus dos mandatos, la clase media representaba el 51% de la población;
éxito que se tradujo en un gran liderazgo dentro y fuera de Brasil, y en la elección
de su candidata y actual Presidenta, Dilma Rousseff.
Lula también logró
consolidar PETROBRAS como empresa petrolera nacional: aumentó las reservas
gracias a los hallazgos en las áreas pre-sal, elevó la producción para
fortalecer la seguridad energética y consolidó de la posición del Estado
brasileño como accionista mayoritario mediante una reforma regulatoria.
En síntesis, y siguiendo al Profesor brasileño Amado Luiz Cervo, Lula desarrolló
un “modelo de Estado logístico”, que planifica el desarrollo en concertación y
co-participación con el empresariado nacional y liderazgos no gubernamentales,
impulsa la internacionalización de la economía, disminuye la dependencia
financiera y tecnológica, y construye una integración sólida en América del Sur.
La historia le ha asignado al Presidente Maduro el rol de
un reformador, y mientras antes lo entienda, toda Venezuela ganará. En este sentido,
debería prestar oídos al consejo del Ex-Presidente Lula y mirar más hacia
Brasil como ejemplo de éxito.
Publicado
originalmente en El Mundo Economía y Negocios
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