Iván Rojas Álvarez
Hace
un par de semanas se generó una controversia entre EEUU y la República Islámica
de Irán, debido al nombramiento por parte del gobierno de Teherán de un nuevo
Embajador de Irán ante las Naciones Unidas, el cual tomaría su puesto a partir
del 25 de julio de este año. Esto generó el rechazo de distintos sectores de la
política estadounidense debido a la supuesta participación del funcionario
elegido, Hamid Aboutalebi (1957)
sociólogo de formación y diplomático desde hace mas de 25 años, en la Crisis de
los Rehenes de la Embajada estadounidense en Teherán (1979-1980). El 1 de abril
fue introducido al Senado un proyecto de ley (S.2195) por el republicano Ted
Cruz, el cual le daría al Presidente la capacidad de negar visas a individuos
conectados con acciones terroristas. Dicho proyecto fue aprobado por consenso
el día 7, y posteriormente el día 10 un proyecto idéntico también fue aprobado por
unanimidad en la Cámara de Representantes, introducido por el republicano Doug
Lamborn. Aunque aún no ha sido confirmado sí el Presidente Obama firmará el
proyecto de ley, el Portavoz de la Casa Blanca, Jay Carney, declaró el día 11 que
“Le
hemos informado a las Naciones Unidas y a Irán que no emitiremos una visa al
señor Aboutalebi”. Todo esto sin importar que tanto el Dr. Aboutalebi como
funcionarios del gobierno iraní e incluso uno de los artífices de la crisis,
han negado que estuviera implicado directamente en el asalto a la Embajada
estadounidense, y que solo actuó posteriormente como traductor.
Es importante recordar que desde la Crisis de los
Rehenes, estos dos Estados no han mantenido relaciones diplomáticas, y lo más
cercano a una misiones diplomáticas que tienen cada uno en el territorio del
otro son “secciones de interés” que ambos países mantienen dentro de otras
embajadas, la de Suiza en Teherán y la de Pakistán en Washington respectivamente.
Además, existe una “Embajada virtual” de los EEUU en Irán. Asimismo -y este ha
sido un punto álgido dentro de esta situación-, se ha considerado que con esta
acción el gobierno estadounidense está violando el “Headquarters Agreement”
firmado en 1947 durante la Administración Truman y que fue la vía para establecer
en Nueva York la sede de las Naciones Unidas, el cual en su artículo 4,
referido a “Comunicaciones y Transito”, establece claramente que el gobierno de
EEUU deberá otorgar visas en la brevedad posible y que las relaciones entre el
gobierno de EEUU y el gobierno solicitante no deben ser un impedimento para
esto.
En el pasado, EEUU ha usualmente permitido que
funcionarios diplomáticos de cualquier Estado entren sin ningún problema,
indiferentemente de las relaciones que se tuviese con ellos, como Fidel Castro,
Robert Mugabe o Mahmoud Ahmadinejad. Sin embargo, si existen casos similares, como la negativa de visas durante los años 80
a funcionarios iraníes de bajo nivel, debido a su supuesta implicación con el
mismo caso de los rehenes, o el reciente caso de Omar al-Bashir, Presidente de
Sudán, a quien no se le negó la visa pero se mostro oposición a otorgársela
hasta que el Jefe de Estado canceló sus planes de visitar la sede de Naciones
Unidas en Nueva York. El precedente más notorio a ésta situación, mucho más
delicado que los anteriormente mencionados, fue el del líder de la entonces
Organización para Liberación Palestina (OLP), el finado Yasser Arafat, a quien
se le impidió presentarse al Cuadragésimo Tercero Período de Sesiones de la
Asamblea General en 1988, en el contexto de los intentos de EEUU por desprender
a Palestina de su misión observadora, los cuales lograron que se aprobara en su
momento una Resolución de la Asamblea General, 148 a favor 2 en contra, rechazando
las acciones de EEUU.
En esta oportunidad la reacción ha sido más
cauta. Algunos gobiernos como el de Venezuela y Ecuador han denunciado la
situación como una irregularidad, mientras otros países no han mostrado
posturas firmes ante el caso, como ha sucedido con los gobiernos de la Unión
Europea, los cuales aún no se sabe si generarán una posición conjunta sobre el
asunto. El lunes 14 de abril, la representación de Irán ante la ONU pidió que
la situación se discutiera en el Comité de Relaciones con el País Huésped,
presidida por Chipre e integrada por 19 miembros, la cual se encarga de
discutir la seguridad de las misiones acreditadas ante la organización y la de
sus funcionarios. Dicha reunión se llevaría a cabo el 22 de abril y en la misma
la representación de Irán relataría el estado de la situación, aunque no pedirá
al Comité tomar ninguna acción. No obstante, sería válido aclarar que esta
instancia no está en capacidad de revertir la decisión del gobierno de
Washington, aunque sí podría propiciar el envío de una comunicación con su
punto de vista sobre la situación.
Ahora bien, sabiendo lo que ha pasado hasta
ahora, lo interesante es entender el por qué de esta situación, y como podría
complicar el panorama para las ya de por si tensas relaciones entre ambos
gobiernos y las muy delicadas negociaciones nucleares que Estados Unidos en el
marco del P5+1 lleva a cabo con Irán. Primeramente hay que entender qué es tan
especial sobre la crisis de los rehenes en la embajada estadounidense de
Teherán, para los Estados Unidos significó un golpe tremendo, la mala gestión
de la situación, el intento fallido de rescate y la sensación de incapacidad
que mostró el gobierno estadounidense ante sus ciudadanos, no en vano muchos
analistas consideran que esta coyuntura fue un factor de gran importancia en la
derrota electoral de Jimmy Carter en su búsqueda de la reelección en contra del
candidato republicano Ronald Reagan, además que durante el período que duraron
los funcionarios como rehenes, 444 días para ser precisos, se generó una ola de
demostraciones anti-iraníes en EEUU.
Por otra parte, es necesario entender, aunque de
ningún modo justificar, el porqué es tan simbólica la posición iraní. Recordemos
que la Revolución Islámica se produce debido a un descontento general con las
visiones occidentales, tanto la percibida como “liberal” como la marxista, que
habían sido tratadas de implantar sin éxito en el país. Es decir, la Revolución
Islámica se puede entender como una respuesta puramente interna, nueva y
diferente a los retos que le presentaba la modernidad a Irán, e independientemente
del éxito que se considere tuvo esa respuesta, esta situación convierte a casi
cualquier tema directamente relacionado con el inicio del período
revolucionario como un tema importante, difícil de ver objetivamente, más aún
considerando que desde el derrocamiento de Mosaddegh en 1953 motorizado por los
gobiernos de EEUU y Reino Unido, la percepción general de los iraníes sobre los
gobiernos occidentales empeoró considerablemente. Por lo tanto, no es
sorpresivo que el gobierno de EEUU aún esté esperando una disculpa formal por parte
del gobierno de Irán en relación con la Crisis de los Rehenes.
La
Administración Obama se encuentra en una situación muy difícil en relación a
esto, ya que el Congreso en pleno ha mostrado su posición respecto a este nombramiento,
y le sería muy difícil ir en contra de una posición tan vehemente y mayoritaria,
pero no hacerlo le puede costar los avances que ha logrado en las negociaciones
nucleares con Irán. Aunque oficiales del gobierno de Teherán han declarado que
esta situación no afectará dichas negociaciones nucleares, es inevitable que
genere un clima de menos cordialidad y mayor desconfianza entre ambos
gobiernos, que muy bien podrían llevar a negociaciones menos fructíferas. Asimismo,
este incidente denota una bien definida visión de los congresistas respecto a
Irán, en la cual no caben al parecer pragmatismos, cuestión quizás esperable de
los sectores más conservadores de ambas cámaras pero no del órgano en pleno, lo
cual dificultará a la Administración Obama ya no el cierre de las complejas negociaciones
nucleares, sino plantear el siguiente paso: una normalización de relaciones con
Irán a mediano plazo. A todo esto hay que sumar las críticas de los aliados estadounidenses
en Medio Oriente -Israel y las petromonarquías del Golfo encabezadas por Arabia
Saudita-, respecto a las negociaciones nucleares y en general al menor tono de
hostilidad que había caracterizado hasta ahora las relaciones bilaterales entre
ambos actores desde la elección del Presidente Rouhani.
Con ambos gobiernos atornillados en su posición,
uno de negar la visa y el otro de hacer un nombramiento nuevo, y con
resistencias dentro y fuera de EEUU, debemos observar con atención en las próximas
semanas sí está situación tendrá un impacto mayor en el curso de las
negociaciones nucleares o sí sólo implicará un impasse diplomático de corto
plazo, lo cual parece hasta ahora muy posible.
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