Dr. Kenneth Ramírez
El
pasado 17 de diciembre, Raúl Castro y Barack Obama anunciaron en sendos
mensajes televisados, el paso más firme en varias décadas hacia la
normalización de las relaciones Cuba-EEUU. En concreto, señalaron que
sostendrán discusiones políticas de alto nivel para establecer relaciones
diplomáticas a nivel de Embajadas, que han sido inexistentes desde 1961. El
Presidente Obama también anunció un intercambio de prisioneros, la flexibilización
de las restricciones a las transacciones financieras y los viajes a Cuba, y la
autorización a la exportación de determinados bienes y servicios -donde
destacan los relacionados con telecomunicaciones y acceso a internet. Además, el
Departamento de Estado revisará la designación de Cuba como Estado patrocinador
del terrorismo. Aunque el Presidente Obama puede implementar todas estas medidas,
dejó la espinosa cuestión del levantamiento formal del embargo comercial al
Congreso de EEUU, ya que está recogido en una ley. Por su parte, Raúl Castro
expresó su “respeto y reconocimiento” al Presidente Obama.
En
definitiva, estamos ante el inicio de un histórico acercamiento Cuba-EEUU, pero
resulta importante reflexionar sobre la variable temporal: ¿Por qué ahora si Barack
Obama ofreció todo esto a Cuba desde 2009? Ha trascendido que con la ayuda de Canadá
y El Vaticano, La Habana aceptó negociar secretamente con Washington desde hace
año y medio; es decir, justo tras el fallecimiento de Hugo Chávez. Y,
precisamente ahora, que los precios del petróleo han caído en más de 45% desde
junio y los pronósticos muestran que se mantendrán deprimidos en los próximos
2 o 3 años, Cuba decidió liberar al contratista
estadounidense Alan Gross, exigido por EEUU para cerrar esta etapa inicial.
Incluso, lo hizo sin informar a Caracas –aunque pocos días antes se había
celebrado una Cumbre de la ALBA en La Habana-, y sin importarle mucho que con
ello torpedeara indirectamente la campaña internacional del Presidente Maduro
contra las sanciones aprobadas contra funcionarios venezolanos por el Congreso
de EEUU.
La
razón del comportamiento cubano es bastante sencilla: Raúl Castro está siguiendo
sus intereses nacionales, no solidaridades ideológicas. Cuba percibe que tiene
mucho que ganar al iniciar ahora el proceso de acercamiento con EEUU, ya que su
socio más importante, Venezuela, se enfrenta a una crisis económica agravada
con la caída de los precios del petróleo, lo que limitará su capacidad de
seguir financiando y cumpliendo puntualmente con el suministro petrolero a la
isla. Por consiguiente, el aumento de las transacciones económicas con EEUU representa
un valioso balón de oxígeno para Cuba, mientras está realizando la transición
hacia un nuevo liderazgo y un nuevo modelo económico. Recordemos que Raúl
Castro anunció que dejará la Presidencia cuando finalice su segundo mandato en
2018; y podría ser sucedido por el Vicepresidente Miguel Díaz-Canel.
Empero,
el fin formal del embargo es un largo camino por recorrer. La “Ley de Libertad Cubana
y Solidaridad Democrática” de EEUU de 1996, también conocida como Ley
Helms-Burton, exige un progreso visible hacia la liberalización política en
Cuba. No obstante, las medidas anunciadas permitirán a la Administración Obama profundizar
los lazos con Cuba antes de solicitar al Congreso el fin del embargo, lo cual
ha indignado al lobby cubano-estadounidense con fuertes vínculos en el Partido
Republicano –que controla ambas cámaras legislativas tras las elecciones de
medio término. Por tanto, las conversaciones continuarán en 2015 bajo presión,
incluso en la VII Cumbre de las Américas que se celebrará en abril en Panamá,
donde por primera vez asistirá Cuba. De manera que, parece lógico pensar, que
el acercamiento tendrá mayor probabilidad de consolidarse si el Partido
Demócrata gana las elecciones –quizás con Hillary Clinton- en 2016.
Otro
aspecto crítico a considerar es: ¿Cómo va a responder el Presidente Maduro ante
este hecho nuevo, toda vez que al día siguiente el Presidente Obama decidió
firmar y convertir en ley las sanciones contra funcionarios venezolanos? No
parece aconsejable mantener el statu quo, ya que el inmovilismo aísla a
Venezuela –si sumamos a lo ocurrido, la paulatina “lulización” de la izquierda
latinoamericana tras la muerte de Chávez-, y no permite responder a la crisis
económica.
En
consecuencia, con Cuba abandonando de facto la ALBA y soltando amarras con
Venezuela para acercarse a EEUU -a pesar de todos los gestos cubanos que
intenten afirmar desde ahora lo contrario para mantener hasta último momento
una beneficiosa vinculación con tirios y troyanos-; el Presidente Maduro debe evaluar
adecuadamente los cambios en el entorno y responder de forma realista,
finiquitando la cooperación energética con la ALBA, lo cual ayudaría a la
economía venezolana ante la caída de los ingresos petroleros. Un gobernante
prudente no puede ni debe mantenerse fiel a compromisos, cuando tal fidelidad
redunda en perjuicio propio y de su país, y además han desaparecido las razones
que motivaron su inicial promesa. Asimismo, el Presidente Maduro tiene incentivos
tanto para reanudar el diálogo con la oposición venezolana tendiente a una
nueva gobernabilidad democrática y un cambio del modelo económico que impulse
al sector privado en el marco del MERCOSUR; como para buscar su propio acercamiento
con la Administración Obama mediante el rescate del “espíritu de Antigua” que
generó grandes expectativas tras la reunión Jaua-Kerry en 2013.
En
conclusión, los acontecimientos marcan el primer paso en un largo proceso de
reconciliación entre Cuba y EEUU, que tiene implícita una dura lección de
realismo político para Venezuela: a nivel internacional no hay amigos ni
enemigos, sólo intereses. Si bien el resultado final de este movimiento
diplomático resulta una incógnita, constituye un hito histórico con
implicaciones para toda América Latina y El Caribe. Le toca a Venezuela mover
ficha.
Publicado originalmente en El Mundo
Economía y Negocios
@kenopina
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